Ayer se cumplieron 100 años de la Revolución Juliana y pocos hicieron una recordación de un evento de tal trascendencia, porque como nos gusta lo inmediato, lo efímero y hasta lo banal, este asuntico queda por fuera.
Solo para quienes creen que todo les cayó del cielo, que todo ya estaba en Ecuador desde la creación de la Tierra, les tenemos que decir que esa Revolución, de 1925, conquistó cosillas de la que hasta ahora podemos disfrutar para bien de una verdadera democracia y para una convivencia donde se privilegien los derechos y no los privilegios, valga la redundancia.
¿Qué instituciones importantes fueron creadas durante el período de la Revolución Juliana?
El Banco Central, la Contraloría General del Estado, la Superintendencia de Bancos y, nada más y nada menos, que la Seguridad Social.
Podemos hablar de todas las demás en otro momento, pero valoremos lo que significa la Seguridad Social 100 años después.
Primero, como ya dijimos, no fue algo caído del cielo. Ello fue el fruto de años de lucha, de muchos muertos, como las centenas asesinados el 15 de noviembre de 1922, en la ría Guayas, acontecimiento conocido como “El baño de sangre de la clase obrera” o “Las cruces sobre el agua”. Incluso, si vamos más atrás no podemos olvidar los muertos y perseguidos tras el asesinato de Eloy Alfaro.
Que contemos con un sistema de seguridad, con atención de salud y la jubilación, con todos los cambios que se han hecho, nos obligan a pensar de qué manera ahora podemos mejorarlo, para actualizarlo a las circunstancias de nuestra contemporaneidad, SIN AFECTAR DERECHOS, SIN PERJUDICAR A LAS PERSONAS ADULTAS MAYORES y sobre todo, para GARANTIZAR SU SOSTENIBILIDAD y no solo para que los empresarios impongan sus condiciones o sus recetas neoliberales, a la chilena o a la gringa.
Pero para eso hace falta una discusión nacional, no una imposición vertical desde unas élites que tienen su vejez y salud asegurada en seguros privados y con herencias y fortunas para poder atenderse o pasar la parte de final de sus vidas en Miami o donde les plazca o les alcance sus riquezas.
Esa reforma es una deuda pendiente, que requiere de una autoridad política con legitimidad, con un cierto consenso, nacido del análisis técnico y también de la realidad ecuatoriana, no de la gringa ni de la chilena o menos aún de la africana o asiática.
Porque es verdad que no podemos hipotecar el futuro de la seguridad social, de los actuales afiliados y tampoco la misma institución en sus cimientos y en sus postulados que nacieron con la Revolución Juliana.
Ante todo, pongamos por delante que de la seguridad social dependen millones de personas, no solo porque no tienen recursos, sino porque son parte de un sistema económico, que cada día se precariza.
Por tanto, si la economía mejora, las aportaciones y las afiliaciones también.
Pero, por favor, esas ideas de privatizar y encarecer la seguridad social, que ronda en las cabezas de algunos que ahora nos gobiernan, deben revisar la historia, porque si hay ciclos y vaivenes, cuando los derechos y la democracia se afectan, tengan presente lo que ha costado llegar a un nivel mínimo de bienestar, a través de lo que alcanzó la Revolución Juliana, hace 100 años.