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Reforma constitucional: un camino al socialismo (¿debe aprobársela así?, ¿necesita profundizaciones?)

Fuentes: Argenpress

«Si algo tiene en el fondo la propuesta de reforma de la Constitución es profundizar las reformas sociales en el camino de construir un sistema de igualdad, de justicia que es el socialismo», dijo recientemente quien presentara la propuesta, el propio presidente Hugo Chávez. Sin dudas la reforma en cuestión abre enormes posibilidades para la […]

«Si algo tiene en el fondo la propuesta de reforma de la Constitución es profundizar las reformas sociales en el camino de construir un sistema de igualdad, de justicia que es el socialismo», dijo recientemente quien presentara la propuesta, el propio presidente Hugo Chávez.

Sin dudas la reforma en cuestión abre enormes posibilidades para la profundización del proceso político puesto en marcha hoy día en Venezuela. Si bien es cierto que ninguna transformación social, ninguna revolución profunda entre los seres humanos se decreta por vía legal, sabiendo siempre que las leyes vienen después de los hechos consumados, hoy esta reforma que se propone se da casi al revés: es el instrumento jurídico el que se antepone a los hechos sociales. De todos modos, su sola presentación abre ya un espacio revolucionario innegable. De cómo los sectores populares puedan apropiársela y darle vida dependerá el avance en la construcción real y efectiva de una alternativa socialista.

El texto de la reforma propuesta, no obstante, presenta algunos vacíos, algunas contradicciones, algunos «puntos mejorables» si quisiéramos decirlo así, que deben ser enfocados en su justa medida. Promover una lectura crítica de la propuesta no es contrarrevolucionario. Todo lo contrario; es intentar ahondar seriamente en la edificación de esa nueva alternativa que ahora asoma en el horizonte. La democracia participativa, el poder popular, no es sino eso: la discusión genuina de todos y todas por igual.

Para profundizar en todos estos temas Argenpress -por medio de su corresponsal en Venezuela, Marcelo Colussi- dialogó con dos destacados conocedores y protagonistas de la Revolución Bolivariana, tanto por su militancia histórica comprometida con la causa del cambio como por sus diversas vinculaciones al actual proceso político que se vive en el país: Frank Payares (abogado ligado por años al Estado y redactor de varias leyes) y Gonzalo Gómez (fundador de la revista electrónica APORREA). En términos generales ambos coinciden en estas apreciaciones: la reforma abre una vía muy importante para profundizar las transformaciones revolucionarias en curso, pero no es suficiente. A partir de la reforma, de esta actual y de eventuales otras futuras, hay que seguir impulsando el poder popular como vía única para construir una nueva sociedad socialista. Y ambos coinciden también en que criticar y presentar observaciones no es poner obstáculos a la aprobación de la propuesta del presidente Chávez sino, básicamente, es acogerla y ampliarla desde una perspectiva socialista. ________

A) Frank Payares, 53 años, abogado egresado de la Universidad Central de Venezuela con un post grado en derecho administrativo y derecho público. Durante toda su vida profesional trabajó en el ámbito público, como asesor parlamentario durante muchos años siendo redactor de varias leyes, y como consultor jurídico en numerosos entes estatales: Vicepresidencia, Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (CADAFE), Consejo Nacional Electoral, Ministerio de Comunicación e Información, Radio Nacional de Venezuela, Radio YVKE Mundial. Es un profundo conocedor de toda la administración pública así como militante histórico de la izquierda.

Argenpress: Estamos en el medio de una reforma de la carta magna que moviliza a todos los sectores nacionales. ¿De qué manera esta reforma constitucional en curso facilita el tránsito al socialismo?

Frank Payares: El ser humano no decreta cosas en el ámbito de lo social; esas cosas se construyen, se van haciendo. Es muy posible que dentro del formalismo de la ley por el que el proceso de transformación política venezolano decidió transitar, de forma pacífica, legal, es posible entonces que se vea obligado a decretar caminos jurídicos formales, decretar el socialismo, por ejemplo, por la vía de un camino legal o formal. Tengo mis suspicacias en cuanto a si eso es suficiente; creo que eso puede ayudar, pero me parece que no es suficiente para construir un nuevo Estado y una nueva sociedad. Creo que es necesario, fundamentalmente, la construcción desde abajo, desde la organización popular, desde la elevación del nivel de conciencia y la participación efectiva de todos los ciudadanos en todas las áreas posibles: en sindicatos, en comités, en asociaciones, en las empresas, en el campo, en los centros de estudio, en los vecindarios. Difícilmente se pueda construir algo nuevo desde arriba. Si el Estado quiere contribuir con los ciudadanos a construir un nuevo modelo social, debe permitir y fomentar la organización de la ciudadanía desde abajo. La idea, finalmente, no es que el Estado siga siendo una entidad política distinta de los ciudadanos sino que los ciudadanos se apoderen del Estado. En realidad: somos el Estado. Pienso que esta propuesta de reforma puede servir para marcar vías formales. Así como está presentado no sé si lo va a lograr, pero sin dudas puede servir para marcar unas pautas. Aunque me parece que debe enfatizarse eso: esta reforma es muy importante, pero con solo la reforma no es suficiente para poder decir que alcanzamos el socialismo.

Argenpress: Si no es suficiente, ¿qué más deberíamos agregar entonces para la construcción de ese nuevo Estado y esa nueva sociedad socialista?

Frank Payares: Creo que hay que impulsar más la organización del pueblo. De eso se trata: el pueblo organizado. Esa ha sido una consigna histórica de toda la izquierda latinoamericana y la izquierda mundial. Y esa organización debe partir del reconocimiento del pueblo como el valor fundamental y el depositario esencial de la soberanía y del poder. Los órganos del poder público en un nuevo Estado tienen que reconocer en el pueblo la fuente primaria de ese poder del Estado. Hay que ir allá, hay que ir a organizarlo en todos sus niveles. Hay que organizar con todos los medios que ahora tenemos, la televisión, la radio, los ingentes ingresos del petróleo, no sólo para llevar la satisfacción de las necesidades, no sólo para llevar el pescado, no sólo para llevar la caña de pescar, no sólo para enseñar a pescar sino también -y esto es lo básico- para ayudar a que ese pueblo funcione organizadamente, para elevar el nivel de conciencia y participación política en las más importantes decisiones del proceso de transformación. Esa es la vía que hay que seguir. El Estado puede hoy, con la disposición que ha mostrado en todo momento el presidente de la República, abrir y flexibilizar mucho más esos canales. No se trata de crear un partido a través de un decreto: es construir un partido desde abajo. Y para hacerlo hay que utilizar los medios que el Estado posee en este momento. Hay que poner todos esos medios a disposición de los ciudadanos para asegurar su organización, para que emerja realmente el poder creador del pueblo.

Argenpress: Poder popular: de eso se trata para construir una sociedad nueva. De todos modos, según han manifestado algunos sectores, en ese tema todavía se ven ciertas debilidades en la presente reforma. ¿Qué y cómo lo plantea al respecto la actual reforma? ¿Realmente se fortalece ahora el poder popular?

Frank Payares: Como decía antes: el formalismo jurídico no puede resolver el problema de la revolución. Eso lo resuelve la dinámica revolucionaria, lo resuelve el pueblo. Las circunstancias van a ir diciendo mucho de lo que habrá que hacer; sin embargo el formalismo puede ayudar a resolver algunas cosas. El problema del poder, tanto en la reforma propuesta como en la constitución vigente, no ha sido resuelto aún. Generalmente el problema del ejercicio del poder se ha resuelto bajo la tesis de Montesquieu de que el poder frena al poder, y por eso se creó aquella división de los tres poderes: un poco para frenar al monarca se crean los poderes judicial, legislativo y ejecutivo, en el entendido que el poder se controla y se balancea a sí mismo. Pero ese es el poder delegado, no originario. Porque a fin de cuentas, ahí no tiene nada que ver el poder del pueblo. El pueblo queda distanciado de esos poderes, del ejercicio de esos poderes. La historia muestra que las personas que han sido elegidas para ese ejercicio, una vez elegidas se olvidan de quienes las eligieron. La cuestión es cómo, de qué manera el poder del pueblo es efectivamente un control para el ejercicio sobre aquellos a quienes se les delegó. Y ese control es, a su vez, un instrumento de ejercicio de poder. Aquí se plantea un dilema que sale con la actual propuesta de reforma constitucional: es decir, la democracia sigue siendo un tema fundamental en cualquier sociedad. El socialismo, políticamente hablando, es la máxima expresión de la democracia. Por una razón fundamental, a saber: el socialismo debe ser la construcción del mayor equilibrio posible entre la democracia representativa -que es el poder delegado- y la democracia directa -que es el poder originario-. Ese mayor equilibrio que representa el socialismo es una democracia mucho más avanzada. En este momento aún tenemos un desequilibrio a favor de la democracia representativa y en detrimento de la democracia participativa. Hoy día se habla mucho de democracia participativa, pero en la manera como se la está ejerciendo todavía vemos una preeminencia en los mecanismos de delegación. Los que ejercen los poderes son delgados: los parlamentarios, el presidente, el poder electoral, son todos delegados y aún hay escaso poder desde abajo en las decisiones importantes. Para ir al socialismo hay que abrir más ese camino. La reforma, sin dudas, apunta hacia ello, aún cuando no lo logra con efectividad cuando plantea, en el artículo 136, la inclusión del poder popular. De todos modos podemos decir que apunta hacia el socialismo. ¿Por qué? Porque al plantearlo se le está reconociendo una cuota efectiva de poder al ciudadano. Pero no lo logra del todo porque cuando define ese poder popular lo hace como un nivel político territorial y no como una función. Así como está es todavía un poder comunal, pues ahí sí hay una idea territorial del ejercicio del poder. En las comunas, como están planteadas las cosas, puede haber un ejercicio efectivo de poder desde abajo. Pero me parece más correcto hablar de poder comunal, según la propuesta, que de poder popular. Ahora bien: si se quiere incorporar de verdad al ciudadano en el ejercicio funcional del poder, el planteamiento del poder popular no cabe así como está, porque sólo se limita a un nivel territorial. Lo ideal sería que ese poder popular se expresara en todos los niveles del ejercicio del poder. ¿Por qué no pensar, por ejemplo, en la creación de una Asamblea Nacional de Consejos Comunales? ¿O por qué no pensar en Asambleas de Comunas? Habría que pensar en instrumentos que vayan abarcando cada vez más espacios y más esferas del poder para tomar decisiones. Y eso no está contemplado en la reforma. Claro que a partir de lo ahora planteado pudieran abrirse esos caminos en un futuro, pero tal como está en el artículo 136 se limita la cuestión, por lo que debería hacerse una revisión al respecto e incluir el poder comunal diciendo que dentro de él el pueblo es quien debe ejercer directamente el poder político. Así podría ir dándose el proceso por el que la democracia representativa vaya pasando a ser más controlada por la democracia participativa. Ese es el equilibrio que hay que buscar en este momento. Todo esto es pensando en las vías formales, las vías jurídicas, porque al fin de cuentas la construcción de una nueva sociedad socialista es un proceso más que nada cultural, de cambio profundo en las formas culturales del pueblo mismo.

Argenpress: Para la construcción de esa sociedad socialista a la que aspiramos, tan importante como el tema del poder popular es el de la propiedad privada. Pero es importante diferenciar entre la propiedad privada en general y la de los medios de producción, equívoco con el que la derecha lanza su propaganda asustando a la población (con el absurdo aquel de que van a expropiar los bienes de uso cotidiano, tu segundo par de zapatos o tu televisor). En la reforma se sigue hablando de propiedad privada. Ahora bien: ¿cómo queda la cuestión de los medios de producción en este proceso? ¿Cómo construimos el socialismo con esa aparente contradicción de propiedad privada sobre los medios productivos que se sigue manteniendo?

Frank Payares: Eso es el lenguaje clásico marxista. Marx decía que los obreros no tienen nada que perder, más que sus cadenas; y que hablar de privación de la propiedad para ellos era imposible, dado que son los primeros privados de propiedad. Tal vez la visión marxista clásica no sea aplicable a Venezuela en este momento, sobre todo por esa visión de clase. Si vemos bien, en el proceso venezolano no ha sido la clase obrera el sujeto principal de las transformaciones que se están viviendo. Y de hecho creo que no podría serlo, aún cuando la clase obrera industrial -por ejemplo los trabajadores de la industria petrolera- constituye un elemento importantísimo del proceso político que estamos transitando. Si planteamos la expropiación de los medios de producción por parte de la clase obrera, deberíamos decir que los trabajadores de PDVSA deberían tomar posesión y propiedad del petróleo y de todas las instalaciones petroleras, y esa es, en realidad, la parte de propiedad que el Estado se está reservando. Eso es lo que se llama propiedad social, que aunque se reconoce que es del pueblo, es administrada por el Estado. Y ahí queda planteada entonces una diferencia entre el Estado y los trabajadores. En la visión clásica del marxismo este planteamiento no iría. Sería al revés: son los trabajadores los que asumen la dirección y la construcción de la relación con los medios de producción en la industria petrolera o metalúrgica, que son los sectores más importantes en el país. Las especulaciones que hace la prensa de derecha sobre si dos carros o dos casas, todo eso son bagatelas que aparecen siempre cuando se pone en peligro la situación de la clase privilegiada, cuando se cuestionan su poder y sus prerrogativas. Eso no va más allá de ese ruido, aún cuando llega a sectores importantes de la población, fundamentalmente en las capas medias, las que han adquirido sus propiedades con mucho esfuerzo, sin dudas. Pero eso es pura manipulación. De todos modos, en la reforma ni se tocan esos aspectos con los que ahora aterrorizan a los sectores de clase media. En la propuesta que hace el presidente de la república ocurre que hay el reconocimiento de algo que, en verdad, ya existe en Venezuela. Por ejemplo: en la ley de propiedad horizontal, que tiene su origen en el año 1958, ya se habla de la propiedad comunitaria. Uno puede ser dueño de un apartamento en un edificio, pero hay áreas comunes en ese edificio -los ascensores, los pasillos, el área de descanso y recreación- que son propiedad comunitaria. De lo que se trata es de desarrollar el sentido comunitario para que esa propiedad común sea asumida por todos los propietarios como de interés compartido para todos ellos superando el sentido individualista gracias al cual sólo interesa el propio apartamento. Aunque en realidad esto de la propiedad comunitaria no es nada nuevo, ya existe en la legislación. También existe la propiedad comunera en el campo, y está regulada en el Código Civil desde comienzos del siglo pasado. Y la propiedad pública también existe hace mucho tiempo; está contemplada en el Código Civil en el artículo 525 o 526: es propiedad pública todo lo que tiene que ver con ríos, puentes, carreteras. Todo esto que se está consagrando ahora en la constitución ni es nuevo ni es nada revolucionario. Lo revolucionario es que por vez primera aparece en la legislación venezolana el término «medios de producción», propiedad sobre los medios de producción. ¿Y para qué aparece? Para decir que sí, efectivamente, se reconoce la propiedad privada sobre los medios de producción, es decir: todo lo contrario a lo que dice la teoría marxista. No hay en todo esto un avance socialista significativo. ¿Pero qué hay de importante con esto, con lo que plantea la actual reforma? Se está diciendo que se está produciendo un proceso de transformación revolucionaria del Estado, que se apunta a construir otra visión de democracia, que es la democracia socialista. Se mantienen las distintas formas de propiedad, es cierto; incluso el presidente lo ha dicho claramente más de una vez que no se está partiendo de conceptos marxistas. Pero la derecha arma el gran escándalo porque ahora se quitó la palabra «disposición» en la nueva redacción, donde se decía anteriormente que «la propiedad es un derecho real de uso, goce y disposición de los bienes». A partir de eso la derecha reacciona, pero en ningún lado se dice que termina la propiedad y que el propietario no pueda hacer lo que desee con su propiedad. Por otro lado, cosa que también contempla la reforma, la expropiación por causa de utilidad pública y social, no es nada nuevo, y eso está regulado en toda la legislación internacional. Es decir que con el tema de la propiedad privada no hay un gran avance en términos socialistas.

Argenpress: Entonces si tanto en lo concerniente al poder popular como en el tema de la propiedad privada no se dan todavía grandes avances que podríamos decir socialistas -quizá desde una visión «clásica» para llamarla de algún modo- ¿en qué sentido esta reforma nos conduce al socialismo y por qué la derecha la adversa tanto?

Frank Payares: Desde esa perspectiva que podemos llamar clásica hay que decir que el marxismo tiene limitaciones epocales. Marx y el marxismo clásico no podían entrever el mundo de hoy, por lo que creo que hay que hacer una re-creación del marxismo. No hay dudas que la construcción de una nueva sociedad socialista tiene que apuntar a favorecer a las grandes mayorías explotadas, o a las mayorías en general, a todos los ciudadanos, y ahí la democracia aparece como un instrumento fundamental en el ejercicio de una nueva forma de poder. Y por supuesto que para mejorar todo eso hay que darle preeminencia a los que han sido históricamente excluidos. Es desde esa perspectiva como hay que ver todo el proceso que hoy está viviendo Venezuela. Si se habla de «socialismo del siglo XXI» eso significa que aquí hay que ir inventando, y teorizando, y apoyando conceptualmente con mucha seriedad lo que aquí se va construyendo, que sin dudas es novedoso. Aquí está pasando un proceso muy interesante, novedoso, que abre enormes posibilidades para las grandes masas siempre excluidas, paupérrimas: ahora se está fortaleciendo el Estado en detrimento de las clases dominantes y privilegiadas y de las transnacionales. El Estado era prisionero de todos esos sectores y ahora se está comenzando a desatar. Eso es un gran avance en Venezuela y no hay que despreciar todo lo que significa. Eso es el primer grito. Si ahora la derecha nacional e internacional grita, es porque el Estado está empezando a transformarse, ya no está a su servicio como estuvo siempre. Se están comenzando a construir nuevos protagonismos con nuevos mecanismos de poder alternativo. Ahora es posible que esos sectores siempre marginados comiencen a tener poder. Eso es posible, eso está comenzando a suceder. Desde luego que a este proceso le queda mucho por recorrer, pero ya comenzó un cambio cualitativo importantísimo. En realidad este proceso político no ha terminado de nacer, como lo dice el propio presidente Chávez. Y las ataduras que maniataban al Estado a favor de esas clases dominantes no han terminado de morir. Aún no se ha concretado el ascenso revolucionario de las clases populares al poder, pero se va camino. Y en ese proceso es que nos vamos acercando a lo que podríamos decir una sociedad socialista en el sentido clásico del marxismo.

Argenpress: ¿Qué balance harías, entonces, de esta propuesta de reforma constitucional?

Frank Payares: Creo que el proceso de reforma podría abarcar algunos elementos más sustantivos, creo que se puede, o se debe, ampliar más aún la propuesta del presidente. Creo que se debe discutir más aún todo esto, entre todos los revolucionarios, en función de impulsar unos cambios más trascendentes aún. Hay que garantizar constitucionalmente el ascenso al poder del pueblo. Hay que fortalecer todo eso, y fortalecer ese Estado al servicio del pueblo pero sin llegar a construir una burocracia que luego se puede volver contra el mismo pueblo, tal como pasó en otras experiencias socialistas: es decir, fortalecer al Estado en los términos de un Estado popular y revolucionario. La reforma puede ayudar mucho a eso. Creo que debemos apuntar a incluir en la reforma elementos que aseguren más aún el ejercicio de transformación. Me parece que no sólo deberíamos pensar en modificar los 33 artículos propuestos por el presidente Chávez sino que se podría revisar todo el texto constitucional completo. Apoyo popular no falta para ello, y los sectores reaccionarios no tienen en este momento la capacidad de echar para atrás todo este proceso que se inició con la reforma. Hay que aprovechar este momento para hacer las enmiendas y mejoras que posibiliten, en definitiva, el ascenso revolucionario del pueblo. ________

B) Gonzalo Gómez, 53 años, psicólogo de profesión, militante histórico de la izquierda venezolana. Miembro fundador de la revista electrónica alternativa Aporrea (www.aporrea.org), miembro de la Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos -ANMCLA- y aspirante a militante del Partido Socialista Unido de Venezuela -PSUV-.

Argenpress: Esta reforma constitucional, en palabras del mismo presidente Chávez que fue quien la presentó, ayuda a profundizar el camino al socialismo. ¿Cómo y en qué medida entiendes que esto es así?

Gonzalo Gómez: En líneas generales hay que decir que la reforma contiene elementos progresistas que van a ayudar a avanzar. Uno de ellos es, y de los más importantes sin dudas, lo referente al poder popular. El establecimiento a nivel constitucional de los Consejos Comunales, los distintos tipos de consejos de base que ahí se señalan incluidos los consejos obreros, campesinos, estudiantiles y las formas de autogobierno a nivel comunal y a nivel de ciudades, todo eso constituye uno de los elementos fundamentales para avanzar; y creo que eso va a introducir una contradicción dentro del sistema. Indudablemente el pueblo organizado y ejerciendo el autogobierno, así sea en forma restringida en principio, en ámbitos locales muy circunscriptos sin poder nacional todavía, pero por supuesto apuntando hacia eso, en algún momento va a entrar en contradicción a fondo con el capital y con todas las estructuras burocráticas que frenan la revolución. Este poder popular que se viene dando va a generar dualidad de poderes con las fuerzas heredadas de la IV República, con las fuerzas del capital que todavía están presentes y que buscan seguir viviendo, aunque sea metamorfoseándose y disfrazándose de bolivariana en muchos casos. Otro punto muy importante contemplado en la reforma tiene que ver con la propiedad, en cuanto a que se introducen elementos de forma de propiedad social, formas de propiedad distinta a la propiedad privada, a pesar de que la propiedad privada de los medios de producción sigue permaneciendo allí. Pero hay un contrapeso en relación a esto, y es la prohibición de los monopolios y del latifundio. Pero esto no cobra vida si no es con la organización y movilización popular y con el desarrollo de la conciencia colectiva. Ningún cambio se hace trascendental por el sólo hecho de estar en el texto de una constitución o de una ley. Si hacemos la evaluación de lo que ha sido la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela vemos que no se ha aplicado en su conjunto, y lo que se ha podido avanzar en términos políticos y sociales ha sido fruto de la confrontación, en momentos críticos, con la burguesía nacional y con el imperialismo. Los mayores avances de este proceso revolucionario no se han dado por la aprobación de la Constitución de 1999; eso, sin dudas, ha sido un avance. Pero los mayores avances populares y revolucionarios se han dado en el terreno de la conquista concreta y efectiva con la movilización de las masas. En algunos casos, esa movilización obtuvo logros que después se fueron desdibujando, o incluso perdiendo, pero nunca vinieron por el solo hecho de una ley que los consagró. Los avances son conquistas del pueblo en la calle. Quiero decir con esto que, por ejemplo durante el sabotaje petrolero, fueron los trabajadores y las comunidades quienes ejercieron control sobre la industria petrolera y sobre algunos sectores de la producción, por ejemplo en la distribución de combustible, en la distribución del gas, de alimentos, en algún momento forzando a hacer trabajar a los bancos que también querían acompañar el sabotaje. Es decir: es en la confrontación de clases que se consiguen los avances, en caliente. Porque en frío, por ejemplo con el texto de una nueva ley, las cosas no toman cuerpo debidamente. Es sólo al calor de una revolución como se transforman las cosas. Por tanto, lo que puede dar vida a los cambios que ahora se pretende introducir en la Constitución con esta propuesta de reforma, es la profundización de la organización de las masas, su elevación de conciencia antiimperialista, el afloramiento de una conciencia socialista, una posición decididamente anticapitalista y el afianzamiento de una identidad nacional con sentido de soberanía. Es decir: sólo la democracia directa, el poder popular desde abajo, es garantía de profundización y aseguramiento de los cambios que intenta consagrar la Constitución. Por cierto la reforma pone énfasis en eso, y eso es muy importante. Es muy importante también la reducción de la jornada de trabajo a seis horas diarias así como la creación de un fondo social para trabajadores no dependientes. Por consiguiente, y habiendo mencionado ahora sólo algunos elementos de la reforma, creo que en su conjunto todo esto es un paso adelante que va a ayudar a avanzar. Aunque el avance efectivo dependerá, más bien, del desarrollo de la lucha de clases. Hay que tener claro que los cambios propuestos en la reforma no convierten al país todavía en un Estado no-capitalista, y no se deja de ser por completo una democracia burguesa.

Argenpress: La propuesta de reforma busca nuevos modelos, definitivamente; pero de todos modos aún consagra la propiedad privada de los medios de producción, que siguen siendo un elemento esencial para la construcción de una nueva sociedad socialista. ¿De qué manera, entonces, nos dirigimos al socialismo pese a esto que podríamos ver como una contradicción en términos generales?

Gonzalo Gómez: Sin dudas hay avances. El hecho de que ahora se prohíba constitucionalmente el latifundio o el monopolio por ser contrarios al interés social diciéndose que se buscarán las formas para transferirlos al Estado o a entes o empresas públicas, cooperativas u organizaciones sociales, eso es algo tremendamente de avanzada, progresivo. Sin embargo, para decirlo con un ejemplo, la actual Ley de Tierras daba muchas posibilidades para desarrollar una distribución de tierras a favor de los campesinos pobres, y por trabas burocráticas eso no se hizo y se pararon las luchas populares. En muchas oportunidades por trabas burocráticas el Estado no acompañaba las medidas de los campesinos estando a la altura de lo que las circunstancias requerían. Con esto quiero decir que tener en el texto constitucional un instrumento progresivo no es, por sí solo, una garantía de avances y cambios revolucionarios. Eso ayuda, sin dudas, pero se requiere de la movilización popular, de la lucha desde abajo para lograr las transformaciones. Por supuesto que ayuda que se ponga límites al latifundio, o al monopolio, pero luego eso hay que hacerlo efectivo en la práctica. Por ejemplo, en el texto de la reforma, en el artículo 113 se dice que «El Estado adoptará las medidas que fueren necesarias para evitar los efectos nocivos y restrictivos del monopolio, de abuso de la posición de dominio y de las demandas concentradas, teniendo como finalidad la protección del público consumidor, de los productores y productoras y el aseguramiento de condiciones efectivas de competencia en la economía.» En cierta forma esto es contradictorio con el planteamiento de la prohibición; si es prohibido quiere decir que se erradica de raíz, por lo que, en tal caso, el Estado no tendría que tomar ninguna medida para evitar esos efectos nocivos y restrictivos y contra el abuso de la posición de dominio y de las demandas concentradas porque el monopolio, simplemente, no debería existir. Si se prohíben los monopolios, eso debería ir acompañado de las medidas pertinentes para nacionalizar los monopolios existentes, para transferirlos de una vez por todas al sector público. En el artículo reformado se señala que «el Estado podrá reservarse la explotación o ejecución de los mismos, directamente o mediante empresas de su propiedad», pero no parece que hubiera una decisión directa de actuar sobre ellos. Creo que aún le hace falta fuerza, tiene que ser más contundente; no basta con prohibir sino que habría que decir claramente que lo que existe va a ser eliminado a través de la nacionalización. Además no se define exactamente a qué se considera monopolio; necesitamos una buena definición al respecto. En relación a eso hace falta mencionar también algo que tenga que ver con la banca, con el capital financiero. Eso no está contemplado en la reforma. De todos modos hay un avance, en el sentido que el Ejecutivo nacional asume un mayor control sobre el Banco Central fijando las políticas monetarias y manejando directamente las reservas internacionales. No hay dudas que eso es progresivo, y más aún considerando la figura que encabeza la propuesta. Quizá en otras manos sería distinto, cambiaría por completo incluso. Ese liderazgo, de todos modos, evidencia una debilidad y un peligro para todo el proceso. Pero no hay dudas que es un avance significativo limitarle la autonomía al Banco Central, porque eso significa limitarles el poder de decisión a los organismos multilaterales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. No hay dudas que lo que propone la reforma es progresivo, pero hay puntos que se deberían discutir más a fondo. Puede ser preocupante -y por eso habría que discutirlo más aún- el hecho que continúen las empresas mixtas y que se puedan seguir dando concesiones a empresas extranjeras. Todavía el Estado se puede asociar con capitales extranjeros para manejar sectores claves de la economía, aclarando que ahora se le ponen más controles y limitaciones a los mismos. Pero hay que ver hasta qué punto eso puede asegurarnos una soberanía plena. Es cierto que en algún momento se puede necesitar hacer acuerdos con capitales foráneos por razones de transferencia tecnológica en ciertos sectores que no se tienen plenamente desarrollados; quizá sea necesario asociarse con empresas extranjeras, incluso capitalistas, pero eso entraña el riesgo que sigo habiendo elementos de neocolonización capitalista. Y esa pregunta es la que nos hacemos ahora en relación a las concesiones otorgadas para la explotación del gas, o en la faja petrolífera del Orinoco. Por eso creo que este tema, entre otros, debería reforzarse más; y eso implicaría mayor discusión con todos los sectores nacionales. Y si no se logra avanzar más en algunos temas, pues habrá que pensar -más temprano que tarde- en nuevas reformas constitucionales que sigan profundizando el proceso. Y como siempre, los hechos revolucionarios van adelante; después viene la legalidad de la revolución.

Argenpress: Sin dudas que puede haber puntos débiles en este texto constitucional, y que los hechos revolucionarios -el control obrero en muchas fábricas tomadas, por ejemplo- van por delante de las leyes. Pero la derecha pone el grito en el cielo por esta reforma. ¿Eso significa que hay un movimiento hacia el socialismo entonces?

Gonzalo Gómez: Por supuesto. Indudablemente esta reforma constitucional no le conviene, y por eso no la acepta. Incluso aquellos sectores empresariales, no muy numerosos por cierto, que se dicen ser empresarios por el socialismo, empresarios bolivarianos, se reposicionan así por cuestiones de conveniencia circunstancial. Pero hay cuestiones de clase profundas: la lucha de clases hace que los empresarios no puedan estar nunca a favor de cambios que van hacia el socialismo, y tarde o temprano las cosas van a explotar. La empresa privada ha hecho objeciones importantes a la reducción de la jornada laboral, y en muchos casos aparecen con el planteo que no todos los ciudadanos venezolanos podrían disfrutar de una jornada menor, estando ello en dependencia del volumen de la empresa donde trabajan. Es decir: quieren hacer pasar los derechos no a la medida de los trabajadores sino de la empresa. Y obviamente no se pueden medir los derechos de los trabajadores por el interés del capital, lo cual demuestra la contradicción de clase que sigue presente, y que cuando se tocan los elementos más importantes, va a aflorar siempre.

Argenpress: ¿Y qué debe hacer el campo popular para profundizar todos esos elementos que lleven cada vez más hacia una sociedad socialista?

Gonzalo Gómez: Entiendo que hay como una presión que siente el gobierno, y el presidente Chávez tiene la preocupación de aprobar toda la reforma en bloque para evitar el saboteo por parte de la derecha. Eso es correcto. Pero por el hecho de evitar el ataque de las fuerzas conservadoras no podemos ponerle límites a la participación popular. De ninguna manera quiero decir que no haya una política que fomenta la participación popular genuina, pero por la misma premura y ante el ataque de la derecha, no se están dando las cosas de la manera más apropiada. Sería necesario que todos los sectores del campo popular puedan discutir mucho más toda la reforma, dar sus opiniones, introducir los cambios y profundizaciones que sean precisos. Quizá hay que agregar elementos, complementar algunos que están planteados, modificar otros, abrir una crítica constructiva; si no se hace eso no estaríamos en consonancia con lo que es la democracia protagónica. Se debería haber hecho un proceso de consulta previa con las organizaciones populares y sociales antes de formular la propuesta. Si lo hubo, más bien fue la recolección de opiniones, pero no hubo un proceso sistemático de consulta que luego le hubiera permitido al presidente manejar más elementos que venían desde la base. Estamos discutiendo una propuesta que ya viene hecha, y ante la presión de la derecha que quiere ver cómo boicotea e impide su aprobación, todo el proceso se ve un poco constreñido a hacerlo en ese marco, quizá demasiado rápido. Por supuesto que ahora se pueden introducir modificaciones, mejoras, agregados, pero básicamente eso lo va a hacer la Asamblea Nacional, y quizá faltó mayor consulta previa en una dinámica revolucionaria con todos los sectores de la vida nacional, con los sectores populares, sindicales, todos aquellos que seguramente tenían algo que aportar. Y si hay diferencias en esas discusiones, pues de eso se trata, de discutir y buscar profundizar consensuadamente con los sectores de base interesados. Por ejemplo, eso lo vemos en el tema de la reducción de la jornada laboral. Si bien es un avance enorme lo ahora propuesto, no deja de ser importante remarcar que a los trabajadores les preocupa el tema de los ingresos salariales, sabiendo que todo el mundo hace horas extras dado la insuficiencia del salario básico. Ese es un tema muy importante que habría que discutir a profundidad, y sabemos que la patronal tiene muchísimas maneras de seguir forzando a trabajar sobretiempo. E incluso los trabajadores muchas veces se ven forzados por su misma necesidad a trabajar horas extras. Y en muchos casos hay mecanismos por los que la empresa se saca de encima la carga de prestaciones obligando a formar pseudo-cooperativas con las que fuerzan relaciones de explotación encubiertas a sus trabajadores. Y hasta hay funcionarios de gobierno que desarrollan ese tipo de maniobras. Todos esos rezagos de las políticas neoliberales siguen estando presentes aún, por lo que me parece que sería necesario discutir más en profundidad todo eso. Aunque, sin dudas, lo que ahora se está planteando es un avance, porque abre la posibilidad que todo eso, en algún momento, se pueda pasar a discutir; y por supuesto: profundizar. Y lo mismo sucede con lo referido al poder popular; como decía anteriormente, queda demasiado limitado a un nivel local. No hay todavía un protagonismo efectivo en los grandes temas nacionales. ¿No se deberían establecer mecanismos de consulta a los distintos organismos del poder popular para abordar esos temas? La participación popular debe trascender el nivel comunal para dedicarse, con posibilidad real de incidencia, a los grandes temas de la política nacional, e incluso internacional. Eso es el poder popular. De esa manera podremos irnos acercarnos de verdad a esa consigna que dice «Con Chávez manda el pueblo».

Argenpress: El Partido Socialista Unido de Venezuela -PSUV- ¿puede ser efectivamente un instrumento para lograr ese poder popular?

Gonzalo Gómez: Creo que sí. Puede ser un mecanismo, sin dudas. Pero aunque hay que procurar la unidad a su interior, también va a ser un campo de batalla. No podemos negar la lucha de clases que existe en la sociedad, y también a lo interno del partido está presente. Esa es una lucha que habrá que dar, así como la lucha contra el burocratismo y la corrupción. Mucho de eso está presente aún en gente que se dice bolivariana y revolucionaria y que está en el seno del partido. Desde el campo popular debemos luchar para que dentro del PSUV no haya corruptos ni burócratas, pero para que tampoco haya patronos ni latifundistas. No es posible que gente que viene del antiguo Movimiento V República -la maquinaria eleccionaria con que se movió Chávez estos años-, latifundistas, grandes empresarios, lleguen al PSUV sin ninguna fiscalización y permanezcan allí, estando en definitiva en contra de la propia Constitución. Habrá que estudiar bien el perfil de cada aspirante a militante dentro del partido, justamente como garantía de construcción de una nueva sociedad socialista sin explotadores.

Argenpress: ¿Qué balance harías de esta propuesta de reforma constitucional presentada por el presidente Chávez?

Gonzalo Gómez: Creo que hay que resaltar el carácter progresivo y los elementos de avance que contiene la propuesta de reforma constitucional. Es importante dar una discusión a fondo, democrática, sin presiones, de todo lo propuesto. Una cosa es defender la reforma contra los sectores conservadores que la quieren botar; pero por el afán de defender la reforma con toda la premura del caso no podemos dejar de lado la discusión concienzuda. Por eso es que tiene que haber cabida para las observaciones, para la crítica desde el punto de vista revolucionario. Pues así, con una crítica de esa naturaleza, hay cosas que podrían fortalecerse. Eso es, en definitiva, el ejercicio de la democracia socialista, la democracia popular y protagónica: espacios de consulta con el movimiento popular en general, con los obreros, con los campesinos, con los Consejos Comunales. Seguramente vendrán en el futuro nuevos procesos de reforma constitucional, porque las transformaciones iniciadas deberán seguir siendo profundizadas. Y lo que va a marcar el paso en ese proceso no va a ser el hecho jurídico, el cambio formal del texto; será la lucha de clases, la movilización popular. Y sin dudas en el seno del PSUV se verá también reflejada esa lucha.