Recorro la ciudad. Visito el Centro Iberoamericano de la Décima y el verso improvisado, además el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC). Busco información. Un dato que, por su carácter e implicaciones colectivas, esta destinado a ser de dominio público. Finalmente, por teléfono, hace más de una semana, la funcionaria encargada del Patrimonio Inmaterial en […]
Recorro la ciudad. Visito el Centro Iberoamericano de la Décima y el verso improvisado, además el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC). Busco información. Un dato que, por su carácter e implicaciones colectivas, esta destinado a ser de dominio público. Finalmente, por teléfono, hace más de una semana, la funcionaria encargada del Patrimonio Inmaterial en el CNPC prometió enviarme, vía correo electrónico, el decreto que aclararía mis dudas y daría por terminada la pesquisa. No cumplió su palabra o el archivo se extravió en la red. Nunca se sabe. La electrónica y lo digital, en ocasiones, pueden ser tan falibles como los seres humanos. Sin embargo ella aportó precisiones. Del lobo un pelo.
Martha Esquenazi lleva razón. El documento a consultar es la declaratoria del Repentismo como Patrimonio Inmaterial de la Nación. Lo hallado no se corresponde con lo que debió ser, según la lógica que invocamos. En el texto anterior decía que reconocer una parte, y solo una, del Complejo de la Poesía Oral de raíz campesina era algo así como «pretender destacar el ojo dibujado en un retrato ignorando que él forma parte de la totalidad del personaje». Finalmente los gestores se detuvieron en la contemplación del detalle, desgajándolo de la totalidad de la obra.
El Repentismo, en tanto poesía oral improvisada, contempla no solo una composición-enunciación, en el aquí y ahora, de décimas, es decir, de diez versos octosílabos rimados, sino que entraña una forma particular de representación, un tipo de texto y de discurso, afincado en la Cultura Popular, formando parte de ella, que solo puede ser explicado desde la lógica de la Oralidad ficcional, que entre otras géneros incluye a la Poesía oral, pudiendo esta ser improvisada o no, cantada o no, y que adopta otros formatos o rompe las fronteras de los géneros literarios, como seria en el romance, la poesía épica, los poemas humorísticos, pornográficos o de doble sentido – marcadamente narrativos-, las estructuras cercanas a los saberes paremiológicos (refranes, sentencias, dichos), etc.
No por ajustarse a normas u hormas internacionales, sino por fidelidad a los diseños de la Oralidad, hay que atender a los elementos que comprometen el ciclo oral, por lo que, además de la performancia, habría que destacar el proceso de recepción y a los receptores, al tipo particular de intercambios que se dan entre los dueños de la palabra, maestros del verso improvisado o no, y los públicos, que, como hemos insistido, ya no se circunscriben a los ambientes campesinos sino que alcanzan los centros urbanos e, incluso, inciden en el imaginario de los sectores letrados, que en Cuba, abarcan a la casi totalidad de los ciudadanos. En estos, y en los portadores, descansa el completamiento de las operaciones orales, porque en ellos está, de manera compartida, la capacidad de ejercer la memoria y el olvido, indistintamente, permitiendo, o no, la reproducción y la permanencia de una producto oral dado. La comunidad, de la que forman parte especialitas y públicos, se integra, de tal modo que, no solo construye versos sino que se construye a si misma.
Romper, mirar parcialmente, de manera caprichosa y selectiva una matriz simbólica, es dañar o destruir un modo de vivir y ser, de pensar y sentir, es fracturar una comunidad. Celebramos a los maestros del verso improvisado y a su poesía de enormes resonancias, pero ellos y su arte no deberían, no merecen, ser desgajados del conjunto de la Poesía oral. Cuba, isla rodeaba de agua, frontera en el cruce de vientos y corrientes, siguió el rumbo de la mundialización del capitalismo, y con ello, en los años cincuenta, comenzó un proceso que llamaremos de desruralizacion progresiva, o mas bien, de urbanización forzosa, que llevó a la imposición del modelo de vida citadino como aspiración suprema. El campo era una barbarie que había que sustituir por la civilización. Al dejar de existir las situaciones de comunicación, las circunstancias que engendraban y gestaban la Poesía oral campesina, pareciera que esta fuera a morir, sin embargo, en las periferias urbanas primero, luego en toda el cuerpo de la nación, se dio el fenómeno insólito de la generalización y permanencia de un conjunto de formas culturales que eran originalmente ajenas a los modos urbanos. La poesía guajira asumió los temas y los símbolos, el imaginario citadino, y entró al alma colectiva haciéndose verso de todos.
Nuevos tiempos engendran poesía nueva. Angelito Valiente y Jesús Orta Ruiz, y su controversia del siglo, quizás sean el ejemplo más significativo de esos «ajustes». Convocatoria masiva, permanencia en el imaginario por más de medio siglo, lo garantizaron no solo la maestría de los cultores, la universalidad de los temas, sino que la respuesta de los receptores. En mi familia camagüeyana – alejada del occidente, espacio de aquel acto- guardaba memoria de ella, incluso, en casa se repetían algunos de los versos improvisados, especialmente los de Angelito, tan de nuestro gusto.
Reconocemos a la voluntad del sistema de instituciones de la cultura cubana de distinguir el lugar y merito del Repentismo, así como la necesidad de preservarlo, pero sería conveniente extender el decreto a todo el complejo de la Poesía Oral de raíz campesina. En la canturía, en el guateque, en la fiesta campesina o urbana, en la que suena el tiple y el guiro, no solo se improvisan y cantan décimas, se da la controversia o la respuesta al pie forzado y se gozan las tonadas. Ustedes bien lo saben, allí siempre hay quien dice o improvisa poesía, mas no la canta, o se repiten versos que una vez fueron lanzados al aire en medio del arrebato de la inspiración pero que después viajaron en la memoria, en los papeles, en los libros, supuestamente tan alejados de lo oral. El Repentismo se hace acompañar de otras formas orales, poéticas o no, en medio de un contexto irrepetible que, en tanto expresión popular, no limita su alcance y resonancia.
Cierta prensa ha repetido, sin mucho eco, que el gobierno cubano «se vio obligado a retirar» la candidatura del Repentismo para que la UNESCO lo reconociera como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Los que conocen de esos procederes, y les acompaña la recta intención, enseguida se dan cuenta de la trampa. La organización cultural de Naciones Unidas, que abrió en La Habana su primera oficina fuera de Paris, tiene una metodología para esas gestiones que se basa en acuerdos marco, como la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003, que establece un protocolo y unos procedimientos. Uno de ellos establece los modos en que el postulador, es decir, los estados miembros, sus gobiernos, harán la solicitud, además de la existencia de expertos que analizan este documento y hacen, o no, recomendaciones, que pueden ser atendidas o desechadas. Después el país determina cómo continúa la ruta. Cuba, su gobierno, presentó la propuesta, la comisión hizo recomendaciones, y se optó, sabiamente, por retirar el documento, analizar, corregir y aumentar, y después, presentar, en mejores condiciones, un texto que permita el destaque de una de las manifestaciones más ricas y valiosas de la Cultura cubana, indudable aporte a los saberes colectivos.
Esta podría ser la posibilidad para un acto de justicia pleno, abarcador e inclusivo: ¿por qué no presentar como propuesta para la declaratoria por la UNESCO de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad a todo el Complejo de la Poesía oral de raíz campesina, sus cultores y sus públicos, sus saberes, sus instrumentos y artefactos, sus sitios y modos de ejecución, y no solo al Repentismo?
Lo escrito, escrito está. Este es el tercero de una serie de artículos que vengo publicando. En el primero dije que era un pie forzado. Insisto. Si no hay canturía, si no hay controversia, si al menos no entonamos unas tonadas, salpicadas de versos y textos, improvisados o no, cantados o no, escritos o no, mejor lo dejamos ahí. Pero quiero lanzar mí dardo. Una propuesta, como flecha, cuya razón de ser es el vuelo, y no en el lugar que alcance en la diana.
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