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¿Réquiem del liberalismo?

Fuentes: Carta Maior

Traducido para por Àlex Tarradellas y revisado por Juan Vivanco

El candidato neoliberal a la presidencia firmó un documento comprometiéndose a no privatizar más empresas, dejando furioso al ex-presidente de la república, de su partido, que consideraba las privatizaciones una obra maestra del liberalismo brasileño.

El PFL [1] cambia de nombre, abandonando la referencia al liberalismo, para intentar pasar por «democrático». Cuando había adoptado el nombre de PFL, el partido proveniente de la dictadura militar intentaba esconder ese pasado suyo y nada mejor que el ropaje liberal. Al fin y al cabo, también el golpe militar se perpetró en nombre del liberalismo, contra un supuesto riesgo «totalitario de la izquierda».

Seguía la tradición de la «guerra fría», que lo reducía todo a la oposición entre «totalitarismo» y «libertad». En su nombre, la vieja UDN [2] golpista, predicó y apoyó la dictadura, la más brutal ruptura con la libertad en la historia de Brasil. Esa farsa liberal venía de lejos. El liberalismo nació entre nosotros en el siglo XIX, conviviendo con la esclavitud -y traicionando así su precepto fundamental de la igualdad ante la ley- y tampoco fueron los impulsores de la lucha contra ésta.

Posteriormente, el liberalismo fue la ideología del régimen oligárquico exportador de la llamada «república vieja», una dictadura social de las élites económicas. La derecha también se opuso en nombre del liberalismo al régimen getulista [3] y a todos los gobiernos hasta el golpe militar de 1964, haciendo siempre alusión al llamamiento a los militares para soluciones golpistas.

Fue siempre un liberalismo contra la democracia, contra el movimiento popular, contra la lucha por la igualdad económica y social. Fue siempre un instrumento de la perpetuación del poder de las minorías.

¿Nos hemos vuelto todos contrarios al liberalismo? No. El consenso anti-estatal que hace desaparecer el imperialismo aún es fuerte. No nos engañemos. Adaptando el análisis de Perry Anderson sobre Francia a Brasil, cuando la izquierda llegó por fin al gobierno había perdido la batalla de las ideas. Y la había perdido a favor del liberalismo -político y económico. De tal manera que el liberalismo no sólo domina el entorno cuando la izquierda gana, sino que ha penetrado en el seno de la propia izquierda.

La descalificación del Estado no por sus defectos -su carácter burocrático-represivo al servicio de las estructuras de poder existentes-, sino por sus virtudes, reales o potenciales -universalización de derechos, regulación de la circulación de capitales, garantía de la soberanía nacional- es una tesis liberal que todavía goza de mucha fuerza. Exención de impuestos para el capital, precarización aún mayor del mercado de trabajo, proliferación de la educación privada, de la seguridad privada, de la salud privada, etc., etc. Sin entrar a valorar que una empresa como Petrobras, estatal y brasileña, es precisamente la más importante de todos los tiempos y una de las más importantes del mundo.

En su política exterior, Brasil no defiende el justo proteccionismo de los mercados nacionales, sudamericano y del Sur del mundo, sino la liberalización de los mercados para la exportación de nuestros productos primarios. El Banco Central actúa prácticamente como un banco independiente.

Se acepta el modelo de democracia liberal como el modelo identificado plenamente con la democracia. Las concesiones de emisoras privadas se consideran intocables, aunque son concesiones públicas, renovables o no, conforme a determinados criterios públicos, aún más cuando se trata de un número limitado de canales de radio y televisión.

El liberalismo económico se acopló al liberalismo político y ambos se convirtieron en la ideología de la derecha latino-americana y se disfrazaron de defensores de la «sociedad civil», del pluralismo, de la libertad de expresión -aunque lo hagan a través del más brutal oligopolio mediático-, etc. El derecho de ir y venir está garantizado para los capitales -con privilegio para los especulativos, que no pagan impuestos en la Bolsa de Valores de São Paulo-, pero no para los individuos. Hay una fuerte oposición a que se regule la circulación de capitales, pero se construye un muro en la frontera con los Estados Unidos, en el cual mueren cada año más mexicanos que los que murieron durante todo el tiempo de existencia del Muro de Berlín.

Esa es la farsa del liberalismo, pero también su fuerza, que aún sobrevive, a pesar de la incomodidad de quienes lo defienden para reconocer que siguen siendo liberales. El debate ideológico con el liberalismo continúa siendo el tema central de la democracia brasileña, para que construyamos la ideología fundada en la esfera y en los intereses públicos y en la esfera mercantil -sustrato del liberalismo-.

[1] Partido del Frente Liberal

[2] Unión Democrática Nacional

[3] Régimen de Getúlio Vargas. Para más información: http://es.wikipedia.org/wiki/Get%C3%BAlio_Vargas

* Emir Sader es profesor de la Universidad del estado de Río de Janeiro (UERJ), coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la UERJ y autor, entre otros, de «A vingança da História» («La venganza de la Historia»).

Àlex Tarradellas y Juan Vivanco son miembros de Rebelión, Tlaxcala, y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

Noticia en portugués:

http://agenciacartamaior.uol.com.br/templates/postMostrar.cfm?blog_id=1&post_id=100