En el artículo Emancipación y libertad, de Luis Bruschtein, en Página 12 del 14.3.15 dice en un párrafo: «La democracia y estos procesos de profundización han sido tomados como un proyecto de construcción popular y progresista en América latina, como fue permanentemente explicitado por los oradores en el Foro para la Emancipación y la Igualdad […]
En el artículo Emancipación y libertad, de Luis Bruschtein, en Página 12 del 14.3.15 dice en un párrafo:
«La democracia y estos procesos de profundización han sido tomados como un proyecto de construcción popular y progresista en América latina, como fue permanentemente explicitado por los oradores en el Foro para la Emancipación y la Igualdad organizado esta semana por el Ministerio de Cultura. La mayoría de los participantes tienen raíces y orígenes parecidos. Todos provienen de las resistencias a los modelos neoliberales de los ’90. Algunos transitaron experiencias anteriores en las viejas izquierdas, en movimientos revolucionarios y combativos de los ’70 o en movimientos sociales que habían generado una visión de construcción autonómica. Pero, además, la mayoría de ellos ahora forma parte de gobiernos democráticos y tiene funciones de gestión o legislativas. Cada palabra tiene la obligación de lo real y lo concreto. El hecho democrático como vía de acción y como modelo de organización de la sociedad, puesto en el eje de las coincidencias da una idea de la magnitud de la transformación del pensamiento emancipador igualitario y su toma de distancia de las viejas experiencias signadas por las llamadas dictaduras del proletariado. «Fueron formas de un capitalismo de Estado», definió el vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, expresión de uno de los gobiernos más a la izquierda de la región.»
Es necesario aclarar la confusión de ideas que surge de este párrafo. Cuando se habla de «dictaduras del proletariado» confundiéndolas pura y simplemente con «formas de un capitalismo de Estado», se está hablando de revoluciones que intentaron construir el socialismo. Todos los avances democráticos que se están realizando bajo los gobiernos populistas progresistas de América Latina no constituyen todavía revoluciones democráticas y socialistas. Es necesario y deseable que ése sea el camino que se tome en el futuro, pero no es la realidad actual. Muchos hechos tienen que suceder todavía para que estos procesos se transformen en verdaderas revoluciones.
Situándonos en la perspectiva de la revolución democrática, debemos decir que la revolución socialista es en primer lugar, necesaria e inevitablemente, una revolución democrática. La revolución socialista implica el acceso al poder del proletariado dirigiendo a todo el pueblo, la expropiación del capital y la construcción del socialismo. No hay revolución socialista posible que no sea al mismo tiempo y en primera instancia, revolución democrática. La revolución democrática estalló en febrero de 1917 en Rusia y se consolidó en octubre con el paso de todo el poder a los soviets o asambleas de obreros, campesinos y soldados.
Pero ¿Qué es una «revolución democrática»? La insurrección de todo el pueblo, en base a la toma de conciencia generalizada en la población de que la única alternativa es el gobierno directo del pueblo, sin ninguna restricción ni mediación, apoyada en la fuerza de todo el pueblo en armas. El máximo grado de democracia posible que no se somete a los límites de la democracia burguesa, la que no es otra cosa que la dictadura del capital bajo formas aparentemente democráticas.
El paso al socialismo requiere la conciencia generalizada de que la expropiación del capitalismo es indispensable. La expropiación del capital es el comienzo de la transformación de la revolución democrática en revolución democrática socialista. Solamente sobre la base de la revolución democrática es posible expropiar al capitalismo.
Los gobiernos populistas progresistas surgidos en los últimos años en América Latina han hecho grandes avances sociales, económicos y democráticos. Se ha extendido la conciencia de que bajo la democracia (burguesa) se puede lograr poco a poco, el bienestar pleno del pueblo a condición de seguir ampliando y profundizando la democracia (burguesa). Es una experiencia extraordinariamente rica de los pueblos latinoamericanos y es también, una lucha sincera y difícil que pone en tensión toda su capacidad de lucha. Pero también es confundir democracia con democracia burguesa, creer que la única democracia es ésta, y confiar que bajo el capitalismo se puede profundizar cada vez más la democracia y todos los avances que se están haciendo.
Esta lucha por la profundización democrática se propone en el párrafo citado como una superación de las experiencias de dictadura del proletariado. La dictadura del proletariado es la forma más extrema de democracia que puede existir. Es la democracia para la inmensa mayoría del pueblo y la dictadura solamente para los sectores capitalistas que se resisten a la construcción del socialismo.
Toda la teoría realmente socialista afirma, además, que cuando desaparezca la resistencia capitalista desaparecerá naturalmente la dictadura del proletariado sobre ellos.
Desaparecerá entonces el estado proletario siendo reemplazado por una administración de las necesidades comunes de toda la sociedad.
Esta administración ya no podrá ser llamada democracia porque no será el gobierno de la mayoría sobre la minoría, no existirá más la dictadura sobre la minoría, sino que será la administración de toda la sociedad.
Al desaparecer las clases sociales no será necesario un Estado que siempre es la dictadura de una clase o clases sobre otra u otras.
Es imposible la plena democracia, el pleno crecimiento económico con inclusión social, sin expropiar al capitalismo. Esto es lo que omiten Bruchstein y García Linera. La forma concreta, latinoamericana en que se llegue a realizar la revolución democrática y la expropiación del capital no implica que esas dos tareas se puedan eludir. Tarde o temprano y de alguna forma se deben realizar.
Ninguna experiencia de dictadura del proletariado logró construir el socialismo, sólo lo intentó, avanzó un trecho en su construcción, y después las fuerzas capitalistas fueron poco a poco restaurando su dominación. Pero hasta donde se pudo llegar en la construcción del socialismo es una experiencia histórica que no deja dudas que ése es el camino.
Si la actual lucha democrática deja de lado la dictadura del proletariado significa que deja de lado la lucha por la revolución democrática. No se puede derrotar al capitalismo, expropiarlo, dentro de los límites de la democracia burguesa por más extraordinarios avances que se realicen.
Y reducir las experiencias frustradas de construcción del socialismo a meras formas de capitalismo de Estado es rebajarlas, negar los avances extraordinarios de construcción del socialismo que lograron los pueblos, aunque el éxito final todavía no se haya conseguido. Obviamente no se puede congelar la construcción del socialismo en un punto intermedio, o se sigue avanzando o tarde o temprano el capitalismo vuelve a dominar.
Hay un elemento cierto al comparar la dictadura del proletariado con el capitalismo de Estado. Era una economía de Estado, dirigida y dominada por el Estado obrero, pero que todavía no había podido eliminar completamente al capitalismo. Pero significaba un avance extraordinario con respecto a la economía capitalista en general. Ese «capitalismo de Estado» era un paso previo a la construcción plena del socialismo. ¿Por qué? Porque el poder político lo tenía la clase obrera, el gran capital concentrado había sido expropiado, el gobierno directo del pueblo se ejercía a través de los soviets y el conjunto del pueblo trabajaba diariamente para lograr la construcción plena del socialismo.
En un capitalismo de Estado de un país capitalista, existe un gobierno capitalista y no hay expropiación del capital concentrado. Por el contrario este capital concentrado ejerce su pleno poder sobre el Estado.
Este capitalismo de Estado suele darse en épocas de guerra entre estados capitalistas. En esos casos no hay democracia ni siquiera burguesa. Generalmente se busca salvar al capitalismo de su propia crisis. Se instala la administración estatal capitalista de muchas empresas para salvarlas de la crisis. También se busca hacer más eficaz el funcionamiento del aparato bélico estatal.
Todo esto no tiene nada que ver con los elementos de capitalismo de Estado que todavía subsistían en vida de Lenin en el Estado soviético.
Llamar capitalismo de Estado a secas a los estados obreros que intentaron construir el socialismo es un desconocimiento de los hechos históricos, de su significado real, y es también una subestimación y una tergiversación de lo que constituye la inmensa tarea de construcción del socialismo. [1]
Nota:
[1] Ver, por ejemplo, este párrafo de Lenin: «El capitalismo de Estado, según toda la bibliografía sobre problemas económicos, se refiere al que existe bajo el sistema capitalista, donde ciertas empresas capitalistas se encuentran bajo el control directo del Estado. Pero el nuestro es un Estado proletario, se apoya en el proletariado, da al proletariado todas las ventajas políticas, y por intermedio del proletariado atrae a las capas bajas del campesinado (recordarán que comenzamos esta labor mediante los Comités de pobres). Por eso el capitalismo de Estado desorienta a muchos, y a muchos con juicio. Para evitar esto es necesario recordar lo fundamental: que no hay teoría ni libro que trate de un capitalismo de Estado del tipo del nuestro, por la sencilla razón de que todas las nociones habituales relacionadas con estas palabras se asocian a la dominación burguesa en la sociedad capitalista. La nuestra es una sociedad que ha salido de las vías del capitalismo pero no ha tomado aún las nuevas vías. En esta sociedad el Estado no es dirigido por la burguesía, sino por el proletariado. No queremos comprender que cuando decimos: «Estado», este Estado somos nosotros mismos, el proletariado, la vanguardia de la clase obrera. El capitalismo de Estado es un capitalismo que seremos capaces de restringir y cuyos límites seremos capaces de fijar. Este capitalismo de Estado está relacionado con el Estado, y el Estado son los obreros, el sector avanzado de los obreros, la vanguardia. El Estado somos nosotros.» En V. I. Lenin, Obras Completas, Tomo XXXVI, págs. 246/247, Editorial Cartago, segunda edición corregida y aumentada, Buenos Aires, 1971,
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