Ali Abdalá Saleh, presidente yemení, ha acusado a Isarel y Estados Unidos de dirigir la ola de protestas que invade el mundo árabe. «De Túnez al sultanato de Omán las revueltas están dirigidas desde Tel Aviv y bajo la supervisión de Washington… ¡ya habéis visto cómo el presidente estadounidense seguía los acontecimientos e intervenía!», alega […]
Ali Abdalá Saleh, presidente yemení, ha acusado a Isarel y Estados Unidos de dirigir la ola de protestas que invade el mundo árabe. «De Túnez al sultanato de Omán las revueltas están dirigidas desde Tel Aviv y bajo la supervisión de Washington… ¡ya habéis visto cómo el presidente estadounidense seguía los acontecimientos e intervenía!», alega Saleh. Otros dirigentes árabes también han hablado de que existe una conspiración detrás de todos estos acontecimientos, los expertos y periodistas árabes lo han planteado igualmente, preguntándose si son estas revoluciones una mera coincidencia histórica y cómo puede ser posible que los regímenes de Ben Ali y Mubarak caigan con tanta rapidez.
En su momento también se especuló con que la invasión de Saddam Husein a Kuwait fue una conspiración. En aquel entonces se habló de que la embajadora estadounidense, April Glasby, dio el visto bueno. El encuentro que mantuvo con el ex presidente iraquí se leyó como «Entra en Kuwait que nosotros no intervendremos». A pesar de la ingenuidad de esta interpretación, hay quienes la creen y la propagan.
Para Ali Abdalá Saleh y otros dirigentes es más fácil poner su negligencia y sus problemas en la cuerda de la teoría de la conspiración, ya que nadie puede comprobar la veracidad o falsedad de dicha conspiración. Lo que es incuestionable es que los regímenes que han caído habían creado todas las condiciones humanas, políticas y económicas necesarias para que la gente saliera a la calle en su contra, además de haberles privado de los mínimos derechos humanos, justicia social y libertades públicas. Estos regímenes renunciaron a construir las instituciones de un Estado moderno, refugiándose en un despotismo sin precedentes en la Historia.
Ni siquiera rechazando la teoría de la conspiración y dando por sentado que estos regímenes tendrían que haber desaparecido hace tiempo, podemos evitar hablar cada día con más fuerza de la posible conspiración occidental para agitar las revoluciones de forma consecutiva. Y es que su éxito, tan rápido y tan difícil de creer y aceptar sin asomo de duda, las amenazas de una intervención militar contra el régimen de Gaddafi por parte de Occidente, la perseverancia de las manifestaciones en varios países que pueden desembocar en el caos y un vacío político que finalmente permita reconducir las revoluciones que está viviendo en a región hacia lo peor, convierte a la teoría de la conspiración en algo aceptable para muchos sectores de la sociedad.
Lo que está claro es que lo que estamos viviendo genera hambre de conspiración. Pero en el momento en que hablamos de la conspiración de los países occidentales contra nosotros, nos olvidamos de mencionar el papel de nuestros regímenes en generar el gusanillo que alimenta el apetito de conspiraciones; nos olvidamos de que algunos regímenes en la zona han reproducido la trama de la conspiración hasta el punto de que primero deberíamos reformular la definición de la teoría de la conspiración.
Alfanar Traductores: http://www.boletin.org/control/product/~product_id=HY-0902-03-11