Los congresistas que interrogaban al Secretario de Estado del gobierno de Trump, Mike Pompeo, más parecían inquisidores del medioevo, sólo que vestidos con terno y corbata, antes que representantes del pueblo estadounidense. Pompeo los miraba con sarcasmo mientras les respondía con perogrulladas, y se podía adivinar lo que tenía en mente: Yo sé exactamente, más […]
Los congresistas que interrogaban al Secretario de Estado del gobierno de Trump, Mike Pompeo, más parecían inquisidores del medioevo, sólo que vestidos con terno y corbata, antes que representantes del pueblo estadounidense. Pompeo los miraba con sarcasmo mientras les respondía con perogrulladas, y se podía adivinar lo que tenía en mente: Yo sé exactamente, más que todos ustedes juntos, cómo espiar y cómo nos espían. Y eso no se hace ni con pelotitas de fútbol ni de ping pong.
El asunto concierne a que en Helsinki, durante la reciente cumbre del 16 de julio, el presidente de Rusia le regaló a su colega de Estados Unidos el balón oficial con el que se jugó la fase final de la Copa del Mundo de Rusia 2018, un Telstar 18 blanco con detalles rojos y negros, una reinvención del modelo clásico de la marca Adidas. En el logo de la pelota, sin alterar su peso, su forma esférica, ni su rendimiento, sutilmente se ha incrustado un chip transmisor, cuyo código no puede reprogramarse y opera con tecnología Near Field Communication que, entre otras cosas, permite enviar datos a corta distancia y posibilita establecer si hubo o no gol luego de que el balón se ha paseado por las cercanías del arco. Trump lanzó el presente a Melania y le pidió que se lo entregara a su hijo Barron, que es aficionado al fútbol.
De inmediato, los medios de información masiva y los políticos opositores de Trump, que también lo son de Putin, comenzaron la escandalosa cantaleta de que el obsequio pudiera servir para espiar a Washington, dada la cercanía de las próximas elecciones estadounidenses, todo en el más puro estilo detectivesco de Hollywood. Incluso, el Senador republicano Lindsey Graham afirmó que «revisaría el balón de fútbol en busca de dispositivos de escucha y nunca lo aceptaría dentro de la Casa Blanca», algo que el Servicio Secreto hace rutinariamente con todo regalo que recibe el presidente. ¿ Cómo no iba a sospechar este congresista si no se puede determinar a priori si el chip original fue retirado y sustituido por un dispositivo espía o si se cambió la pelota por una fabricada especialmente para Trump? Un senador precavido vale por dos.
Y uno se pregunta, ¿es que esta gente no tiene nada que hacer? Porque, por ejemplo, según la Constitución de EEUU, toda persona es libre a menos que cometa un delito; en pocas palabras, allá van a la cárcel sólo los delincuentes. Ahora bien, si la cuarta parte de l os p resos del planeta está encarcelada en Estados Unidos, resulta que ese país se ha convertido en el Estado policial más grande del mundo. ¿Cómo así, estos representantes no averiguan a quién beneficia un sistema carcelario que iguala en números, no a los inventados por sus enemigos sino en cifras reales, a los presidiarios de la época de Stalin? ¿Cómo así, entre tanto recluso no se encuentra un sólo capo de la mafia norteamericana, encargada de distribuir la droga por esos lares? ¿Cómo así, entre los detenido s no hay un sólo ejecutivo de la banca, dedicada a lavar el dinero sucio del narcotráfico? ¿Cómo así, en EEUU hay más criminales que en China e India sumados juntos? Deberían investigar porque lo más probable es que sea inocente la mayoría de los dos millones y medios de presos estadounidenses.
Hay muchos asuntos que también merecen ser indagados: ¿Cómo así, por las calles de EEUU deambulan cerca de cincuenta millones de indigentes, al mismo tiempo que viven en el país más rico del mundo? ¿Cómo así, el 63% de los estadounidenses no puede enfrentar gastos de emergencia de sólo unos $ 500, al mismo tiempo que pululan los multimillonarios? ¿Cómo así, han permitido que se desarrolle el sistema de salud privada más caro del mundo, inferior al servicio público de cualquier país desarrollado? ¿Cómo así, soportan un sistema electoral tan endemoniado y poco democrático, donde se da todo tipo de chanchullos, por decir lo menos? ¿Cómo así, el 97% de casos judiciales terminan en acuerdos de culpabilidad, pues los acusados se declaran culpables a cambio de una sentencia menor, por no poder costearse un abogado? ¿Cómo así, hay tantos desequilibrados mentales que a cada rato disparan a mansalva contra sus compatriotas? ¿Cómo así, la policía asesina por cualquier nimiedad al transgresor afroamericano, más de uno por día? ¿Cómo así, tienen un sistema judicial que, a nombre de la seguridad nacional, legaliza leyes, tribunales, presupuestos y prisiones, secretas? ¿Por qué detienen a cualquier ruso con acusaciones baladíes? No se plantea preguntas sobre asuntos internacionales p or que s on interminables. Algo no cuaja en esa sociedad, que por ser «exclusiva» pretende dar ejemplo.
Esto sucede porque los congresistas del Capitolio no representan a su pueblo sino a la oligarquía, una élite pequeña y corrupta que controla a EEUU. Por eso, en lugar de enfrentar los problemas planteados, se dedican a defender los intereses de las grandes corporaciones; por eso buscan hasta en la sopa, mejor dicho, hasta en un a pelota de fútbol, a hackers del Kremlin que influyen en los resultados electorales. Todos ellos cuentan con el apoyo irrestricto de los medios masivos de información; por algo Trump llama cloaca a la clase política de Washington y mentirosa a la gran prensa.
Ninguno de ellos se detiene a pensar en la ridiculez que plantean. Supongamos que el obsequio de Putin sirviera para espiar a Trump, eso significaría que previamente debieron encargar a Adidas, con la ayuda secreta de la Canciller Merkel, que fabricara un artefacto con esas características. Pero confiar en una empresa extranjera para realizar un trabajo tan delicado es un absurdo que no comete ningún servicio secreto del mundo, menos aún el ruso, al que ellos mismos reconocen tal eficiencia, que lo acusan de haber electo presidente a Trump. También es absurdo pensar que Rusia hubiera construido una fábrica para producir un sólo balón de fútbol, no sólo por lo costo so sino porque, para llevar a cabo la empresa -de cuya realización recién se enteraban- de estregar un balón espía a Trump en el encuentro con Putin, debieron mucho antes robar la tecnología de Adidas. Además, un plan así no lo iban a realizar a vista y presencia del mundo entero, que contemplaba con especial interés la reunión de Helsinki. Por otra parte, todo este plan se iría a la punta de un cuerno el momento en que Trump regalara la pelota a su hijo, quien a partir de ese instante pasaría a ser la persona espiada.
Entonces, ¿por qué tanto barullo? Porque los opositores de Trump, tanto demócratas como republicanos, simplemente están asustado de que la política fiscal de resucitar las industrias del acero y la extracción de carbón, cobrándoles impuestos más bajos, realmente esté rindiendo frutos, puesto que así, al crear nuevos puestos de trabajo mejor remunerados, disminuye el desempleo, por lo que, pese a la fuerte campaña llevada en su contra, sube la popularidad del Presidente, que ahora es tan alta como cuando fue electo y va a afectar a los resultados del principal evento político de este año, las elecciones otoñales al Congreso de Estados Unidos.
Trump podría decirle a Pompeo la misma frase que Orson Wells atribuye al Quijote: «Si los perros ladran, Mike amigo, es señal de que avanzamos».
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