El autor de esta columna de opinión pone sobre la mesa dos extremos de una misma realidad, la alta concentración de la riqueza en pocas manos y la creciente pobreza que se extiende a escala planetaria producto de un modelo económico que los sectores interesados no quieren cuestionar.
Una postal de la realidad que se extiende en nuestras sociedades
Muchos se preguntarán o deberían preguntarse ¿Cómo puede ser que con tanta acumulación de riqueza y recursos mundiales, la pobreza se multiplique sin solución de continuidad?
Creo que cada persona, de acuerdo a su leal saber y entender, tendrá su propia respuesta y así algunos dirán: «siempre hubo pobres»; los gobernantes dicen: «la culpa es de los gobiernos anteriores que nunca hicieron nada para solucionar el problema y nos dejaron esta pesada herencia». «Muchos son vagos y no quieren trabajar», aseverarán otros y así hasta abarcar todas las hipótesis posibles. Sin dudas que tampoco estarán ausentes los hipócritas enriquecidos hasta el hartazgo, que queriendo ser más papistas que el Papa, se indignarán al grito de «¡La pobreza es un escándalo!» .
Lamentablemente la sumatoria de esas razones lejos está de reflejar la verdad y quizás muchos no quieran visualizar la paradoja que a mayor riqueza en pocas manos, mayor pobreza general.
Esta opinión no es una excepción a la regla de la economía mundial, que ha mostrado en los últimos años una
impresionante expansión de la riqueza y como contrapartida, también de la pobreza.
Tenga presente que el 20% de la población mundial ubicada en los países enriquecidos del mundo consume el 80% de los alimentos producidos en el planeta , por lo que el 80% de la población restante debe contentarse con el 20% de los alimentos.
Véalo así: en una mesa con 10 comensales, el mozo trae 10 milanesas y 2 de ellos se comen 8, los 8
restantes deberán conformarse con 2 milanesas, resultante: el reinado del hambre.
Mientras esto ocurre, se prohíjan e impulsan la «diversión» y el consumo irracional; y así casinos, salas de juegos, megamercados y shopping se constituyen para los gestores públicos, en prioritarios factores de desarrollo y progreso.
Sumemos la transferencia de fondos hacia a sus casas matrices en el extranjero con deterioro y precarización de las condiciones laborales, baja de los salarios, desocupación, privilegios impositivos al capital, surge la verdad de la pobreza actual en el mundo y en la Argentina.
Sin dejar de mencionar a los bancos con sus ganancias fabulosos y el facilitamiento de la fuga de divisas. Como bien se afirma: «de enero a enero la plata es del banquero».
Esta concepción del desarrollo a cualquier costo, perversa y cortoplacista, sin dudas alimenta el circuito vicioso de la desocupación, la pobreza y la concentración de la riqueza.
Un ex funcionario universitario me decía: «Creo firmemente que la cultura del esfuerzo, del trabajo individual y
solidario y de una activa intervención racional del Estado podrán ayudar a construir una Santa Fe productiva, solidaria, democrática, inclusiva, en la cual, el juego y los casinos sólo pueden resultar una falsa opción. Respetamos las expectativas generadas, pero esta circunstancia no nos hace cambiar de opinión respecto de la amoralidad del juego desde el punto de vista del esfuerzo del Hombre y la responsabilidad que nos toca a todos. Quería expresártelo porque desde que ocurrió, siento una gran impotencia al advertir la incoherencia que significa educar y aplaudir el juego, sin hacer al menos, una reserva.»
Creo que cuando más riqueza hay en pocas manos, más pobreza hay en muchas manos, y así como la riqueza se genera, también se genera la pobreza. Una y otra son las dos caras de una misma moneda.
Que muchos hablan de la pobreza nos es ninguna novedad, pero que nadie se hace cargo de su paternidad, también es una verdad a gritos.
Tan es así, que un encumbrado dirigente ruralista, decía: «Estamos convencidos que desde el campo podemos contribuir a que esto cambie. Trayendo las divisas que son necesarias para equilibrar la balanza comercial y después agilizar las importaciones. Podemos aumentar los puestos de trabajo con una mayor producción. Y en ese sentido, podemos combatir la pobreza y la indigencia dándole una oportunidad a nuestros jóvenes, recuperando los pueblos del interior, con mayor actividad económica».
Estas palabras me generaron dudas, y pensé, ¿cómo es qué estos personajes con tal sentido altruista, ¿nunca tuvieron la oportunidad de gobernar el país, para que las cosas cambiaran para bien? ¡Tan ciegos hemos sido!
Pasada la confusión momentánea, de algunos manuales de historia, rescaté algunos apellidos patricios como: Uriburu , Martínez de Hoz , Roca (el del pacto Roca-Runcimann), Alzogaray, Alemann, Krieger Vasena, Martinez de Hoz (nuevamente), Cavallo (varias veces), Macri, entre tantos otros.
Ahora pregunto, ¿estos señores, no tuvieron ni tienen nada que ver con esa dirigencia, que se dice salvadora del país? ¿No gobernaron gran parte de la historia nacional, desde 1930 hasta ahora?
La respuesta es simple, esos sectores han sido y son los artífices de la pobreza que asola al país, ya que para acumular riqueza, se necesita sí o sí del derrame de la pobreza.
En una lección de política de alto vuelo, que centra el eje del debate en su justo término, el genial e inolvidable Fontanarrosa , ha puesto en boca de su personaje Inodoro Pereyra , lo siguiente: «Creo que el problema del mundo, no es el injusto reparto de la riqueza, Mendieta; Es el generoso reparto de la pobreza».
El pensamiento de Pereyra no es un chiste, la pobreza y la injusticia tampoco.
Ricardo Luis Mascheroni, docente universitario y columnista de Hora cero.