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Roberto Bolaño, la dignidad de la profanación

Fuentes: Rebelión

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Cualquier biografía (sin importar su calidad) suele empezar con la mención de un nacimiento. Una nota necrológica parte de referir la fecha de una muerte. Es cuestión de énfasis o de preferencias. Un ensayo sobre un autor bien puede prescindir de estos elementos o incluirlos como anécdotas marginales (aunque cabe advertir que mencionar la muerte de un escritor que goza de buena salud debe hacerse con suma precaución o por lo menos con algo de tacto).

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Muchas de las referencias a Roberto Bolaño emitidas a partir de mediados de 2003 empiezan hablando sobre su muerte temprana. Susan Sontag afirmó al recibir el Príncipe de Asturias: «De lo que he leído en los últimos años, me gusta mucho Roberto Bolaño. Es una pena que haya muerto tan joven. Escribió mucho y estaba empezando a ser traducido al inglés, pero le quedaba tanto por escribir…». Enrique Vila-Matas se permitió anunciar que con la muerte del autor de Los detectives Salvajes se iniciaba «la leyenda de Roberto Bolaño». Su editor, el español Jorge Herralde, inició una corta elegía diciendo que «[l]a muerte de Roberto Bolaño causó una extraordinaria conmoción en nuestro país, una explosión de pesar y de rabia con escasos precedentes».

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Roberto Bolaño Ávalos falleció el 14 de julio de 2003 en una clínica de Barcelona a los 50 años. No era entonces candidato al Nóbel (como si lo era Benno von Archimboldi, su personaje-fantasma-objeto de deseo de 2666) pero había sido proclamado como el escritor más influyente de su generación. Tal consenso implícito se convirtió en un acuerdo formal declarado en una reunión de escritores celebrada en Sevilla semanas antes de su deceso. Será Rodrigo Fresán quien mejor señalara esa ovación colectiva al decir que Bolaño era el faro, el tótem y el líder indiscutible de esa ola literaria.

Tres

«Así, no es de extrañar la profusión de carteles en el cuarto del autor. Círculos, cubos, cilindros rápidamente fragmentados nos dan una idea de su rostro cuando la luz lo empuja; aquello que es su carencia de dinero se transforma en desesperación del amor; cualquier gesto con las manos se transforma en piedad».

R.B. Tres (Barcelona, El Acantilado, 2000, p 30).  

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Digámoslo de una vez, sin tapujos, sin ambages: Roberto Bolaño es nuestro último clásico, pero no solo eso, es además nuestro último clásico universal. Desde la decadencia (o el agotamiento) del boom, no había aparecido en Latinoamérica una escritura de tal factura.

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«No me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay escritores que releo a menudo como Cortazar o Bioy».

R.B.

 

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En una larga tradición iniciada por obras como Las Mil y una Noches o el Popul vuh pasando por Martín Fierro o La Araucaria, hasta las obras canónicas de García Márquez, Guimaraes Rosa y Salman Rushdie, buena parte de la literatura del recientemente (mal) llamado tercer mundo, ha funcionado en la clave Hegeliana del Universal Concreto: las historias son universales en la medida en que responden a las inquietudes de un territorio concreto en una trayectoria enteramente particular. En Hijos de la medianoche Rushdie contará la historia de la India y los procesos posteriores a la descolonización en la clave del relato de la familia Sinai; el poblado de Macondo en la obra de García Márquez prefiguraba los avatares del trópico y de buena parte de Latinoamérica y el Caribe para así contar historias que podían ser el retrato de cualquier sociedad «periférica». En Bolaño, por el contrario, la literatura juega en clave Kantiana, sus historias nos remiten a un Singular Universal donde el territorio es el globo entero. En Los Detectives Salvajes Arturo Belano y Ulises Lima se embarcan en una búsqueda que les llevará del D.F. mexicano a varios rincones de Europa, Israel, y el África Subsahariana. En 2666 cuatro críticos literarios de Inglaterra, Francia, Italia y España replicarán una búsqueda similar visitando el norte de México, mientras un reportero afroamericano realiza intempestivas labores periodísticas y un profesor de filosofía chileno se embarca en una nueva vida en el mismo lugar. Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, La pista de hielo y Amberes registran hechos acontecidos en Cataluña. Monsieur Pain se desenvuelve en un entorno parisino en 1938. En Llamadas telefónicas, su primer libro de cuentos, Bolaño nos pasea por el exilio ibérico de los escritores expatriados por las dictaduras de la Operación Cóndor, la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial, las aventuras de un detective californiano amigo de un policía mexicano, el amor imposible de un chileno que corteja a una atleta rusa en la transición a la posguerra fría en Moscú o la agonía de una actriz porno italiana que recuerda sus incursiones en la «industria» gringa del entretenimiento para adultos. El único límite territorial de Bolaño fue el que le entregaron los confines de su literatura. La singularidad de su obra consiste en la pureza y fortaleza de su universalidad.

 

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«Literatura y exilio son, creo, las dos caras de la misma moneda, nuestro destino puesto en manos del azar. «Sin salir de mi casa conozco el mundo», dice el Tao Te King, e incluso así sin salir uno de su propia casa, el exilio y el destierro se hacen presentes desde el primer momento… ¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia?. La cantinela, entonada por Latinoamericanos y también por escritores de otras zonas depauperadas o traumatizadas insiste en la nostalgia, en el regreso al país natal, y a mí eso siempre me ha sonado a mentira. Para el escritor de verdad su única patria es su biblioteca, una biblioteca que puede estar en estanterías o en su memoria…»

R.B. Literatura y Exilio (Entre paréntesis, Barcelona, Anagrama, 2004, p 43).  

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Es usual que los personajes de Bolaño se encuentren en un movimiento constante. En una suerte de línea de fuga continua que les impide detenerse. En Nocturno de Chile el sacerdote del Opus Dei Sebastián Urrutia se embarca en una inspección de catedrales europeas donde se encontrará una serie de curas que le enseñarán a eliminar palomas con halcones entrenados que las despedazan (¿no fue ése el destino de la iglesia conservadora chilena? apoyar al halcón dictatorial que devoró el gobierno de la Unidad Popular despedazando (literalmente) a sus simpatizantes). En El gaucho insufrible un abogado bonaerense se traslada a la Pampa para mutar de citadino ejemplar a gaucho convencido. En Los Detectives Salvajes Arturo Belano y Ulises Lima (personajes emuladores del propio Bolaño y su amigo Mario Santiago) se embarcan en la búsqueda de Cesárea Tinajero, la poeta (poeta, no poetisa) «estridentista» de los años veinte. Amuleto se enmarca en la narración de una uruguaya que se traslada a México resistiendo la represión del ’68 encerrada en un baño de la UNAM. En Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce una pareja de ladrones y asesinos amateur huye de la policía mudando permanentemente de ubicación.  En Putas Asesinas un chileno exiliado viaja a la India para encontrarse con la muerte de dos niños castrados que no pudieron escapar con él. El exilio, la pornografía, la literatura, las transferencias futbolísticas, el turismo familiar, la búsqueda de literatos desaparecidos, el periodismo, la huida frente a la justicia, las investigaciones policiales (efectuadas por humanos o por ratas) o la muerte, son la configuración del movimiento, del viaje, del camino, de la huida. Pero en Bolaño no encontramos el movimiento propio de las «novelas de carretera» (a lo Kerouac) sino que tenemos el destino de quien no tiene lugar ni territorio preciso. (¿Y porque no asumir en este caso la coincidencia con la fórmula Deleuziana según la cual toda desterritorialiación conlleva una reterritorialización?). Este es el caso del propio Bolaño, el joven chileno que viajó a México con sus padres para volver a su patria unos años después para apoyar el gobierno de Allende. El joven trotskista simpatizante del MIR que se salva de milagro de la tortura para volver a migrar. El mexicano por adopción que decide viajar a Europa para luego desarrollar lo mejor de su obra combinando su actividad literaria con empleos mal pagos de poca monta. El viajero incansable que visita África. La literatura de Bolaño es como su vida: en movimiento, universal y sin más anclajes que la propia literatura.

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«El desprecio que sentía por la así llamada literatura oficial era enorme, aunque sólo un poco más grande que el que sentía por la literatura marginal. Pero creía en la literatura: es decir no creía en el arribismo ni en el oportunismo ni en los murmullos cortesanos. Sí en los gestos inútiles, sí en el destino».

  R.B. Anarquía total: veintidós años después (Prefacio a Amberes, Barcelona Anagrama, 2002, p 10).

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La literatura de Bolaño es literatura dentro de la literatura. Sus relatos tienen un marco definido por la empresa de la creación literaria. Sus personajes no solo viven sino que dependen de la literatura (incluyendo a los malos poetas, los malos críticos o los escritores frustrados, como Sebastián Urrutia en Nocturno de Chile, Ángel Ros en Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, el teniente Carlos Wieder en Estrella Distante o Henri Simon Leprince de Llamadas telefónicas). En sus páginas se desenvuelven escritores como Sensini, Enrique Martín, Archimboldi o Álvaro Rousselot, historias tejidas a propósito de poetas reales como Enrique Lihn, Pablo Neruda (personaje de Nocturno de Chile) o Cesar Vallejo (a quien el hipo le hace agonizar en Monsieur Pain), se narran las tentativas de secuestro de Rubem Fonseca y Octavio Paz por otros escritores en La literatura nazi en América y Los detectives salvajes respectivamente. Aparecen movimientos literarios reales o imaginarios como el Estridentismo o el Realismo Visceral (eco del Infrarrealismo, escuela terrorista-poética a la que pertenecieron Bolaño y Santiago en el México de los 70, así como Bruno Montané, retratado a través del personaje de Felipe Müller en Los Detectives Salvajes). También se desenvuelven obsesos-neuróticos con la literatura: Los escritores de quienes se hace semblanza en La literatura nazi en América. Auxilio Lacouture quien soporta en la UNAM su resistencia pasiva a la ocupación de la universidad leyendo poesía en un baño del campus en Amuleto. Norton, Espinoza, Morini y Pelletier, los críticos que buscan a Archimboldi en 2666, así como Amalfitano, el experto local que acude en su ayuda. En Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce aparece Ángel Ros, el ladrón-asesino que esboza una novela sobre un atracador de bancos erudito en el clásico irlandés. En Los Detectives Salvajes, Arturo Belano y Ulises Lima viven para la poesía, al igual que las hermanas Font, Felipe Müller, el joven García Madero y el conjunto de quienes integran el «Realismo visceral». Será en esta novela donde se narre la rara costumbre de Ulises Lima de leer poesía mientras se ducha, situación que al parecer tiene un correlato verídico en algunas ocasiones en que Mario Santiago le solicitó a sus amigos que le sostuvieran el libro que estaba leyendo mientras se aseaba. Cualquier cosa puede esperar, menos la poesía.

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Si la literatura en Bolaño es el confín de sí misma, pareciera que ella se desvanece en un enigma, pareciera esconderse, escapar, escabullirse. Por eso la literatura debe ir a buscarla. No deja de parecer curioso que las dos novelas más importantes de Bolaño se enmarquen en la historia de escritores desaparecidos que son buscados por intelectuales obsesionados con su obra: Benno Von Archimboldi (reflejo de escritores ocultos o recluidos como B. Traven, Thomas Pynchon o J.D. Salinger) en 2666 y Cesárea Tinajero en Los Detectives Salvajes. En Estrella distante se indaga por los trabajos del ex teniente torturador Carlos Wieder. En Amuleto, la uruguaya Auxilio Lacouture viajará a México en busca de los poetas españoles León Felipe y Pedro Garfias. Estas búsquedas no solo son físicas y vitales, son también literarias, no solo buscan a los autores, buscan además la obra: en 2666 los críticos aceptan que nunca entenderán plenamente a Archimboldi, no obstante leen y releen sus obras. En Los Detectives Salvajes Belano y Lima acuden a Amadeo Salvatierra para conocer los poemas de Cesarea Tinajero, cuando ya han emprendido su búsqueda.   

 

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En ese escape, la obra esta plagada de alusiones a los seudónimos: Hans Reiter se disfraza de Archimboldi y Quincy Williams de Oscar Fate en 2666. Carlos Wieder de Alberto Ruiz Tagle, Octavio Pacheco o R.P English en Estrella Distante. En Nocturno de Chile Farewell muta en González Lamarca y Sebastián Urrutia se hace llamar Ibacache. El poeta plagiario haitiano Max Mirelabais crea cuatro heterónimos en La literatura nazi en América. Roberto Bolaño aparece como Arturo Belano, y escribirá con él (si creemos su versión) Estrella distante. Los gestores de la literatura buscan resguardar su nombre y el mundo de la literatura se traslapa en el mundo de la vida, aunque este último aparezca gracias a la literatura. En una banda de Moebius donde el agujero central se constituye por un enigma.

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«Soñé que era un detective viejo y enfermo y que buscaba gente perdida hace tiempo. A veces me miraba casualmente en un espejo y reconocía a Roberto Bolaño».

R.B. Tres (Barcelona, El Acantilado, 2000, p 86).  

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La pesquisa por la literatura, por descifrar el enigma, convierte la figura del detective en una clave dual: los investigadores, los policías que realizan su labor, incluyendo a Pepe el Tira, El Policía de las Ratas, un roedor encargado de investigar crímenes bajo las alcantarillas; incluyendo a los dos jóvenes gendarmes que relatan cómo propiciaron el escape de Arturo-Roberto Belano-Bolaño días después del golpe contra Allende gracias a que habían compartido aula de clases en el liceo (hecho real y literario que vivieron tanto Belano como Bolaño, este último al ser detenido unos días después del golpe pinochetista, mientras el primero aparece como un personaje de tal situación en varios pasajes de la obra de Bolaño, como en el cuento Detectives); los variados personajes de 2666 que investigan los crímenes de mujeres en Sonora (reflejo de Ciudad Juárez); los perseguidores de la pareja de delincuentes en Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce; los policías que buscan resolver un asesinato en La pista de hielo; o los fantasmales gendarmes de Amberes. Pero la segunda categoría de detective es aquella que indaga por descifrar la trama oculta de la literatura, aquel investigador que no sabe qué averiguar ni cómo buscar, pero que se embarca en una búsqueda sin destino y sin retorno. Una pesquisa policíaco-literaria que lleva a la derrota. (Y aquí las novelas de la Trilogía de Nueva York de Paul Auster parecieran tener una clave similar: detectives enfrentados a la literatura, literatos que mutan en detectives, detectives con el nombre del autor de las novelas… ).

 

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«Yo soy de los que creen que el ser humano está condenado de antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero que hay que salir y dar la pelea y darla además de la mejor forma posible, de cara y limpiamente, sin pedir cuartel (porque además no te lo darán), e intentar caer como un valiente, y eso es nuestra victoria».

R. B.

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Para alguien que más que vivir de la literatura, vivía literatura y respiraba literatura, su obra no conllevó el sosiego o el consuelo, su creación se ligó a la batalla. Deleuze afirmó que «[l]a lógica de un pensamiento es el conjunto de las crisis por las que atraviesa…», en muchos casos esta advertencia también vale para la literatura. Las batallas de Bolaño son el reflejo de sus crisis: sus penurias económicas, el retorno y huida de Chile, su enfermedad y la espera por un trasplante de hígado eternamente postergado, la brillante (en términos gerenciales por supuesto) decisión de la editorial Seix Barral de guillotinar buena parte de la primera edición de La literatura Nazi en América (¿en qué círculo del infierno se torturan, se cuecen, y sufren tormentos los editores que toman este tipo de decisiones? Aquellos que rechazaron la publicación de El origen del drama Barroco Alemán de Benjamin, o aquellos genios que descalificaron La conjura de los necios de John Kennedy Toole, una de las mejores novelas de las últimas décadas, ocasionando el suicidio de su autor y una pérdida irreparable para la literatura… ¿la edición como género literario?… puaj). Tal vez la presencia de la crisis se perciba en el final de Amuleto cuando hace referencia a esa «generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados», la cual pareciera aludir tanto a los centenares de militantes de izquierda muertos prematuramente en los años sesentas y setentas, como a la generación extraviada de poetas y literatos de la que Bolaño hizo parte y que habita buena parte de sus escritos.

 

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Un lugar fundamental de la obra de Bolaño depende de la profanación. Este ejercicio que practicó continuamente tanto en sus declaraciones como en sus historias no consiste simplemente en destruir las claves de lo sagrado, al hacer alusión a prácticas sexuales poco habituales (los presos de 2666, oscuros episodios sádicos en Amberes, el marco del relato Putas asesinas), al mostrar una cierta admiración por la pornografía (los cuentos Joanna Silvestri y Prefiguración de Lalo Cura, el oscuro incidente de la dama de las gallinas en Monsieur Pain), al crear un personaje que orina impunemente en las iglesias (2666), o al hacer la reseña de un relato donde se narra un concurso de masturbación celebrado entre presidentes latinoamericanos en plena cumbre de mandatarios (La literatura nazi en América). Su profanación también consiste en rechazar cierta comodidad y cierto respeto por lo falsamente enaltecido, por el «espectáculo de la literatura». (No es casualidad que el título original que Bolaño había pensado para Nocturno de Chile fuera «Tormenta de mierda», hasta que fue persuadido de su modificación por Juan Villoro y Jorge Herralde). Pero sobre todo, en romper esquemas establecidos al no poner límite a sus ambiciones literarias. Profanación es insertar dibujos en Amberes y Los detectives salvajes, configurar La literatura nazi en América a partir de biografías ficticias a modo de manual de literatura,  en escribir Detectives únicamente con diálogos, en la escritura a cuatro manos de Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, (novela escrita en colaboración con A.G. Porta), en la compacta escritura de Nocturno de Chile (comparable a las novelas de un solo párrafo escritas por Bernhard), la profanación es Amberes. Una profanación sagrada que explica la grandeza de su literatura.

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«Los escritores actuales no son ya, como bien lo hiciera notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar la respetabilidad social ni mucho menos un hatajo de inadaptados sino gente salida de la clase media y del proletariado dispuesta a escalar el Everest de la respetabilidad… No rechazan la respetabilidad. La buscan desesperadamente. Para llegar a ella tienen que transpirar mucho. Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias».

R.B. Los mitos de Ctulhu (El gaucho insufrible, Barcelona, Anagrama, 2003, p 172).  

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Para profanar se requiere un coraje que ya no se encuentra en los artífices de la literatura contemporánea (tal vez Arundhati Roy o José Saramago sean dos de las pocas, poquísimas excepciones). Una muestra de tal coraje consiste en golpearse a sí mismo, ejercer violencia sobre sí, marcarse con una autoprofanación que ayuda a no incurrir en la megalomanía de los hipócritas que lamen el suelo del poder. Esta actitud se refleja en Bolaño cuando habla y escribe sobre la izquierda. Al respecto no caben dudas, Bolaño es un escritor de izquierdas y se muestra como tal, pero también es capaz de criticar a la izquierda (y a sus escritores) de manera implacable. En su obra no hay una oda halagadora de los mártires-militantes, hay una mirada descarnada de lo cruento de los errores, tanto los relacionados con la violencia y la muerte, como aquellos donde el conformismo socialdemócrata es señalado con sutileza, como en La pista de hielo donde uno de sus personajes principales es un mediocre funcionario municipal adepto al PSOE, preocupado casi exclusivamente por esconder su corrupción para evitar malos resultados electorales. En 2666, el personaje de Barry Seaman, entrevistado por Fate para su revista, es un reflejo de Bobby Seale el fundador en los 60 del Partido Pantera Negra, quien en los años 80 acompañó su trabajo comunitario desarmado con la publicación de sus recetas de barbacoa. En Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce el personaje de la novela que Ros nunca escribirá debía tener encuentros y desencuentros con una guerrilla urbana europea que le usa para despistar a la policía. (En un comportamiento análogo, E.L. Doctorow ha construido mucha de su obra haciendo alusión a la historia de la izquierda y sus avatares en los Estados Unidos dibujando personajes que pueden ser heroicos pero también monstruosos, ambiguos o simplemente tan humanos como cualquier otro, El libro de Daniel o Ragtime son excelentes ejemplos).

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«Conocí hace tiempo a tres hermanos argentinos que murieron intentando hacer la revolución en diferentes países de Latinoamérica. Los dos mayores se traicionaron mutuamente y de paso traicionaron al menor. Éste no cometió traición alguna, y murió, dicen, llamándolos, aunque lo más probable es que muriera en silencio.

R.B. Carnet de Baile (Putas asesinas, Barcelona, Anagrama, 2001, p 214 y 215). 

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La profanación de Bolaño consiste en recordarnos que Roque Dalton era un excelso escritor de izquierdas, pero que también eran de izquierdas quienes ordenaron su ejecución. Que en la izquierda habitan tanto los hermanos argentinos que se traicionaron mutuamente, como el hermano menor que no traicionó a nadie. Ser concientes de lo anterior no nos convierte en reaccionarios, no serlo nos acerca peligrosamente.

22

«Siempre quise ser un escritor político, de izquierdas, claro está, pero los escritores políticos de la izquierda me parecían infames».

R.B.

23

La literatura nazi en América es uno de los trabajos más originales y arriesgados de Roberto Bolaño. Un conjunto de biografías ficticias de escritores de las Américas afines a distintas vertientes de la ultraderecha entre 1880 y 2029, le permiten a Bolaño desarrollar una sátira sutil del pensamiento reaccionario. Racismo convencido, patriotismo a ultranza, antisemitismo rabioso, elitismo locuaz, anticomunismo visceral, pasión por las dictaduras, conservadurismo religioso, superioridad aria, apología de la guerra, homofobia sectaria, xenofobia radical, restauración militante, cyberpunk antiutópico, fundamentalismo cristiano, prédica de la armonía familiar, sacerdocio del statu quo, hostilidad a la democracia, literatos que se dedican a la tortura en sus ratos libres y torturadores que se recrean escribiendo poesía, pasean por sus páginas. Sin configurarse como una novela, ni como un libro de relatos, Bolaño simula un manual literario rebasando fronteras estéticas. Pero lo más interesante, es que no es una casualidad el que ninguno de los autores fascistas que aparecen en el libro tuvieran dotes literarios dignos de convertirles en clásicos. «En general los mejores escritores de nuestro tiempo han sido de tendencia reaccionaria» se dice que dijo Orwell alguna vez. Bolaño tuvo la aspiración de desmentirle, al menos en el terreno imaginario (siempre hay algún Vargas Llosa que agua la fiesta).  

24

«El próximo libro debería ser La literatura bolchevique en América Latina… Sí, pero tal vez no accedo de una manera directa a ello porque me duele mucho».

R.B.

25

En Estrella distante se cuenta la historia de un militar encubierto entre la época final del gobierno de Allende y el inicio de la dictadura de Pinochet que participa activamente en desapariciones forzadas y sesiones de tortura de integrantes o simpatizantes de organizaciones de izquierda. Este personaje, el Teniente Carlos Wieder, en sus ratos libres se dedica a la poesía, la crítica literaria y exposiciones de fotografía donde concita a lo mejor de la intelectualidad derechista chilena. En una de esas sesiones expone las fotos de detenidos durante las torturas infligidas por él mismo. En Nocturno de Chile aparecen María Canales y Jimmy Thompson, un matrimonio que celebraba en la sala de su residencia, y bajo responsabilidad de la esposa, largas sesiones de crítica literaria bajo el amparo de personajes bienpensantes de la oligarquía, mientras al mismo tiempo el esposo gringo, en una habitación remota de la mansión, se encargaba de torturar detenidos políticos. Ambas historias comparten la misma clave: Los críticos y literatos «respetables» participantes en tales sesiones se comportan como torturadores. Su crítica, su arte, sus cócteles, están teñidos de sangre, al igual que cada adjetivo y cada párrafo. De manera directa o indirecta quienes escalan «el Everest de la respetabilidad» se hacen cómplices de la desgracia y de los crímenes.

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«Soñé que estaba soñando y que en los túneles de los sueños encontraba el sueño de Roque Dalton: el sueño de los valientes que murieron por una quimera de mierda».

R.B. Tres (Barcelona, El Acantilado, 2000, p 97).  

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Slavoj Žižek nos ha recordado que la diferencia fundamental entre el Fascismo y el Estalinismo consiste en que mientras este último es el resultado de un esfuerzo utópico que se desvió en algún punto del camino, el primero nunca tuvo tal impulso liberador. El Estalinismo es criminal por una degeneración del impulso emancipatorio original, mientras el fascismo es directamente criminal. Tal vez Bolaño defendía la misma clave: Los escritores políticos de izquierda incurren en la infamia, pero los respetables escritores complacientes con la derecha son la infamia. (Es más, La literatura nazi en América puede leerse como una «Historia hemisférica de la infamia literaria»).  

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«Los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es».

R.B.

29

La batalla de Bolaño culmina con la muerte y con la victoria. Su victoria consistió en dos puntos fundamentales, imprescindibles: en primer lugar en no ceder, en no pactar con el poder, en señalarlo y profanarlo continuamente. En segundo lugar, en dejar una huella imborrable en la literatura, una huella construida con templanza, en medio de la crisis y la tormenta de mierda.