Alterada por la feroz beligerante actuación en el debate de Mitt Romney, la campaña de Barack Obama ayer se apuró a reagruparse para proteger su ímpetu en la competencia presidencial, que durante la noche pasó de ser casi previsible a competitiva nuevamente. Hubo consternación, por no decir desesperación en las filas demócratas que un Obama […]
Alterada por la feroz beligerante actuación en el debate de Mitt Romney, la campaña de Barack Obama ayer se apuró a reagruparse para proteger su ímpetu en la competencia presidencial, que durante la noche pasó de ser casi previsible a competitiva nuevamente. Hubo consternación, por no decir desesperación en las filas demócratas que un Obama frío, casi helado, dejó pasar sin atacar a su oponente en temas que iban desde su administración del Bain Capital y sus desdeñosos comentarios captados en video sobre un 47 por ciento de los estadounidenses que recibían limosnas, y que parecía casi pasivo ante el implacable bombardeo de sus actuaciones presidenciales.
«Bajo las políticas presidenciales las entradas de los estadounidenses medios se han enterrado, están siendo aplastadas», afirmó Romney mirando directamente al presidente quien, por el contrario, pasó gran parte del tiempo mirando sus notas. El enfrentamiento de 90 minutos del miércoles a la noche fue un estudio no sólo de ideologías opuestas de los dos candidatos, ya sea su visión del lugar del gobierno en la sociedad, sus planes impositivos, la reforma de salud o cómo abordar el déficit, sino dos estilos opuestos de debatir. Mientras Romney entró disparado y listo, el presidente parecía apagado, dando respuestas largas con detalles y estadísticas pero faltas de pasión.
Las primeras encuestas de la CNN dijeron que el 67 por ciento de los televidentes en sus casas vieron a Romney como el ganador y muchos comentaristas, incluyendo muchos que son normalmente amigables hacia los demócratas, no dudaron en estar de acuerdo. Si el efecto posdebate y los comentarios importan tanto como el encuentro mismo, al presidente le fue pésimo.
Ambos candidatos volvieron inmediatamente a la campaña. Obama, determinado a retomar la iniciativa, se dirigió a una manifestación bajo los grises cielos de Denver, mientras Romney, esperando capitalizar su actuación en el debate, viajaba a Virginia. Sin embargo, el presidente Obama se enfrenta a otro golpe esta mañana, cuanto el gobierno revele las últimas cifras de desempleo que difícilmente provoquen felicidad.
Ahora se esperan con sumo interés los datos de encuestas posdebate, especialmente en los estados oscilantes. Los asistentes de Obama niegan que el debate lo haya dañado, sosteniendo que Romney estuvo sobreexcitado mientras que el presidente buscó un discurso inteligente con los votantes, declinando deliberadamente jugar el rol de perro atacante.
El The New York Times dijo: «Cada vez que Romney habló tergiversó la plataforma que él y Paul Ryan sostienen», dijo en una editorial.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.