Desde Bonn, Alemania En la historia alemana existen miles de mujeres que lucharon por un mundo mejor y más justo. Muchas de ellas pagaron con su vida por sostener estas luchas. En nombre de todas las que cayeron, menciono a una: Rosa Luxemburgo, asesinada por los que no querían ningún cambio en la sociedad. Y […]
Desde Bonn, Alemania
En la historia alemana existen miles de mujeres que lucharon por un mundo mejor y más justo. Muchas de ellas pagaron con su vida por sostener estas luchas. En nombre de todas las que cayeron, menciono a una: Rosa Luxemburgo, asesinada por los que no querían ningún cambio en la sociedad. Y todos los años, cuando se recuerda su muerte, concurren miles de personas al acto en Berlín. Hoy hay otra mujer en la escena alemana, todo lo contrario a Rosa Luxemburgo. Angela Merkel, del Partido Demócrata Cristiano, conservadora, con una actitud suave de madre para todos que se ha ganado la máxima escala del poder en Alemania. Por ejemplo, ahora, todo el mundo se apresuró a dar como un gran triunfo de Angela Merkel el haber ganado las elecciones del pasado domingo. Se la aplaudió por su condición de mujer y porque gracias a su política más bien conservadora ha llegado a ocupar tan alta posición una vez más en el gobierno alemán.
Pero en esto no se ha tenido en cuenta que por la línea seguida en el período preelectoral perdería en forma tan desastrosa a su aliado de siempre, el Partido Liberal, que no pudo llegar al 5 por ciento de los votos, valla fundamental en el Parlamento alemán. Ese partido quedó, de hecho, sin representación. Y Angela Merkel obtuvo la primera minoría, como siempre, y debe ahora buscar un aliado que la ayude a tener la mayoría exigida para ser primera ministra.
Y esta pérdida de los liberales se debió a la táctica aplicada por la Merkel en el período preeleccionario. Se equivocó en su estrategia. Porque los liberales hicieron su campaña electoral con el siguiente principio: «Ciudadano, usted tiene dos votos; dedique el primero a Angela Merkel y el segundo, al Partido Liberal». De inmediato salió la Merkel a rebatir ese método de sus aliados de siempre, señalando que los dos votos debían ser para su partido, el Demócrata Cristiano. Sí: con esa táctica, la Merkel obtuvo más votos, pero no llegó al 50 por ciento, y sus aliados -los liberales- se quedaron totalmente afuera, sin representación. Y aquí viene el problema: ahora, la Merkel para llegar al poder necesita los votos de los representantes de los otros partidos que sí obtuvieron más del 5 por ciento. Y son todos partidos de la oposición: la socialdemocracia (socialistas), los verdes (ecologistas) y el Partido de la Izquierda (formado por los antiguos comunistas de la Alemania oriental). Y justo la mayoría de votantes de este último partido dieron su primer voto a la socialdemocracia para que llegara a superar a la democracia cristiana. No lo logró, pero sí aumentó sus votos. Si la Merkel hubiera adoptado esa misma táctica, es posible que los liberales habrían llegado, sin ninguna duda, a superar el 5 por ciento, mínimo para tener representación. Una actitud del partido ganador que lo ha puesto ahora en una posición difícil, ya que para aspirar al gobierno tiene que aliarse a uno de los tres partidos que superaron la barrera del 5 por ciento, todos de izquierda.
Justamente ahora, que estoy escribiendo esta nota, se ha reunido el consejo del Partido Socialdemócrata para tratar si participa o no del gobierno con la derecha, la democracia cristiana. Se discute, sí, pero por ahora no se llegará a una determinación.
Creemos que sí, que al final se logrará un gobierno entre dos partidos antagónicos. Pero le resultará caro a la Merkel, que tendrá que otorgar ministerios fundamentales a los socialistas. Más aún: éstos tomaron como acción fundamental aumentar los impuestos. Esto, por supuesto, perjudicaría las grandes fortunas y a los ejecutivos de las empresas internacionales, algo que la democracia cristiana no está dispuesta a llevar a cabo. Además está Europa a la espera, que se queja de la política disciplinaria que ha impuesto la Merkel, mientras la socialdemocracia proyecta una política de más solidaridad con los países europeos en crisis.
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Otro problema que debe encarar el gobierno de Angela Merkel es el de los desocupados, que llegan a un número que oscila los tres millones. Si bien cobran el «seguro» de desocupación, es muy poco, y lo que quiere la gente es trabajar. Un hueso duro de roer. Uno de los flancos más débiles del sistema.
Días agitados tendrá Alemania en la semana que se inicia. Decíamos que la democracia cristiana puede gobernar con la participación de los socialdemócratas (socialistas) o de los verdes (ecologistas). En general, hasta ahora estos dos partidos se han mostrado reacios a cogobernar con la derecha. Están convencidos de que van a ser «usados». Y esto les resultaría negativo para el futuro. Es más: en los verdes (que perdieron votos en esta última elección) han renunciado todos sus directivos y se va a producir un cambio. Hasta ahora, el partido gobernante no ha hecho ninguna concesión a los dos partidos que necesita para cogobernar.
Las variantes pueden ser: un gobierno de la democracia cristiana en minoría, sin aliados. Muy difícil de llevar a cabo: terminaría sólo en una administración de lo que se tiene, sin pensar en el futuro. No es una solución. O una coalición con los verdes. Pero éstos, en su campaña, han elegido drásticas reformas en la producción de energía, y el respeto a los bosques y las fuentes acuíferas. Por otra parte, para participar en un cogobierno los socialistas exigen, como hemos dicho, un aumento de impuestos a las grandes fortunas y a los altos sueldos. Y ya en esto, el actual ministro de Economía (democristiano) ha dejado una puerta abierta («podría ser»).
Alemania, tal vez en la actualidad y siendo la mejor nación organizada de Europa, enfrenta este gran problema político interno. Es posible que en las próximas semanas se intenten todas las variantes que hemos descripto o tal vez este período de indecisión termine en nuevas elecciones que arrojen resultados más definitivos.
Vemos esto en Alemania y pensamos otra vez en el mundo. Sí, después de tantos siglos, la humanidad no ha encontrado un camino definitivo hacia la paz interior y hacia la dignidad. Después de tantas experiencias, no hemos sido capaces de derrotar definitivamente el hambre en el mundo. (Las últimas informaciones acerca del trabajo a que son sometidos millones de niños con horarios increíbles, principalmente en Asia y Africa, nos hacen avergonzar.)
Cuánto tiempo se pierde en la política menuda… ¿Alguna vez un congreso mundial nos llamará a todos para que acabemos con las discusiones sobre poder y tratemos de unirnos para resolver cómo acabamos con el hambre en el mundo, cómo enterramos para siempre las armas, cuándo saldremos de las diferencias religiosas, cuándo terminaremos con las discusiones de diferencias políticas? ¿Alguna vez aplaudiremos más la figura de aquella Rosa Luxemburgo y despediremos con una sonrisa a la señora Angela Merkel, tan cuidadosa de que no se baje ningún cuadro de algún político llamado conservador?
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