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Rumbo al abismo

Fuentes: Rebelión

La población brasileña va a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales sumida en un surreal mundo de mentiras que se distribuye alucinadamente por las redes sociales, principalmente las que no son públicas, como el whatsapp. En cada grupo de amigos o de familiares, proliferan los mensajes -producidos con una imagen y una frase de […]

La población brasileña va a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales sumida en un surreal mundo de mentiras que se distribuye alucinadamente por las redes sociales, principalmente las que no son públicas, como el whatsapp. En cada grupo de amigos o de familiares, proliferan los mensajes -producidos con una imagen y una frase de efecto vaticinando cosas que podrán ocurrir si gana el candidato del PT: kit gay en las escuelas, niños siendo llevados al comunismo, pedofilia, el aumento de la violencia, y otra suerte de otros tantos absurdos que, a pesar de ser increíbles, se asumen como verdad. «Mi tía lo mandó» o «Vino directo del maestro de mi hijo», son frases usadas para respaldar como verdad las mentiras que vuela por los grupos.

En esa semana, pocos días antes de la elección, un reportaje del diario Folha de São Paulo, desvela un gran esquema de producción y distribución de las noticias falsas, que estaría siendo financiado por un grupo de empresarios aliados de la campaña de Jair Bolsonaro. Los valores estratosféricos, más de 20 millones, estarían siendo asignados para el trabajo de manufactura de esas mentiras así como su distribución en grupos estratégicos.

La denuncia, que debería tener el peso de una bomba atómica, ya que la base de la campaña de Bolsonaro es el combate a la corrupción, no está encontrando eco junto a los partidarios del candidato del PSL. Ellos reciben como mentira lo que es verdad y no se dispone siquiera a conversar sobre el tema. La red Globo, mayor red de televisión del país, silenció sobre el tema y la Red Record, de la Iglesia Universal, aliada de Bolsonaro, también escondió. Así que la población que se informa por la televisión ni siquiera sabe del hecho. En las redes sociales, la candidatura de Haddad intenta repasar las informaciones, intentando derribar el mito de la «caza a la corrupción», pero aunque hay muchos militantes, no se compara al gigantesco sistema montado por el candidato de la derecha.

El Tribunal Superior Electoral, que tomó meses para actuar sobre algunas mentiras escabrosas que rodaban en facebook, sigue al ritmo de un mastodonte, sin actuar en el combate a las denuncias que llegan a los borbotones, siendo ignoradas olímpicamente. Para los brasileños que logran escapar de la burbuja manipuladora de las redes sociales, queda absolutamente claro que no vendrá del poder judicial ninguna acción, al final, ese pie de la democracia burguesa estuvo aliado a las fuerzas del golpe dado en 2016 y no será ahora, a los 44 minutos del segundo tiempo, que cambiará de rumbo. Posiblemente la verdad sobre este tremendo escenario de mentiras sólo aparecerá dentro de algunos años, cuando se convierta en historia.

Pero, al final, la realidad no es tan simple como puede parecer. Y la ceguera en relación a las mentiras transmitidas por la candidatura Bolsonaro sólo fue posible porque encontró terreno fértil en una población agotada con la realidad de corrupción de los agentes públicos y su siempre sistemática miseria en lo que se refiere a la educación, la salud, la vivienda, la seguridad. Durante los 14 años de gobierno petista esos grandes temas fueron tratados de manera paliativa, sin cambios estructurales, ni tampoco hubo inversión en la organización popular. La lógica fue cooptar sindicatos y movimientos, domesticando a las masas en vez de prepararlas para los combates que acabaron llegando con el avance de las fuerzas conservadoras. La acción en el Congreso Nacional debería haber servido de alerta, con las bancadas de la bala, el buey y la biblia actuando de manera relajada y ya preñando lo que hoy vivimos.

El huevo de la serpiente fue generado sin resistencia y hoy el país se enfrenta a una inmensa parte de la población totalmente cegada por lo que llaman «amenaza comunista». En esa semana un grupo de personas entró en una actividad promovida por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, de la iglesia católica, atacando a los religiosos e insistiendo en que la iglesia es comunista y que ellos no permitirán más. En el acto, se veían personas totalmente alucinadas, gritando «fuera de PT», acusando al partido de comunista, cosa que jamás fue.

El trabajo criminal de manufactura de una verdad inexistente promovido por los apoyadores del candidato Bolsonaro jugará a Brasil en un caldero ultraconservador en el que «personas de bien» tratarán de perseguir y destruir a personas e instituciones que creen ser «comunistas», haciendo que el país vuelva 40 años, como insiste en decir el candidato del PSL. Ellos quieren y sueñan con un pasado que, según creen, era de paz y prosperidad. Lo que no saben es que no era así. Pero, nadie que está en la burbuja quiere saber de historia o de verdades. Ellos ya tienen las suyas, aunque fabricadas, y no creen en nadie que quiera desvelarlas. Incluso un hecho incontestable, con pruebas y todo, como la corrupción deslavada en la campaña, no encuentra eco. Todo lo resta son convicciones, como enseñaron los jóvenes jueces brasileños en el pasado reciente cuando iniciaron la cacería a Lula.

Brasil se va al abismo y con él se pude arrastrar toda América Latina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.