El petróleo rebasó 90 dólares el barril, pero aún no llega a su paroxismo, mientras los solventes estadistas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, imbuidos por el zeitgeist (el «espíritu de los tiempos»), lo han entendido perfectamente al haber configurado una «OPEP sudamericana» que redimensiona geopolíticamente al Cono Sur. Nos hubiera gustado escribir una «OPEP Latinoamericana», […]
El petróleo rebasó 90 dólares el barril, pero aún no llega a su paroxismo, mientras los solventes estadistas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, imbuidos por el zeitgeist (el «espíritu de los tiempos»), lo han entendido perfectamente al haber configurado una «OPEP sudamericana» que redimensiona geopolíticamente al Cono Sur.
Nos hubiera gustado escribir una «OPEP Latinoamericana», pero el «México neoliberal» -que hemos denominado con tristeza el «país enfermo de América» por su catatonia económica durante un cuarto de siglo y su crónica cleptokakistocracia (el gobierno de los peores)- ha optado en su fase de pulverización calderonista, a contracorriente histórica global, entregar su pletórica riqueza petrolera (¡la tercera reserva del continente americano detrás de Venezuela y Canadá!) a las trasnacionales texanas y españolas que avalaron la imposición presidencial.
En el sentido correcto de las corrientes históricas, cuando la «globalización petrolera» pasó de las trasnacionales privadas anglosajonas a manos de los estados-nacionales (el «síndrome Putin»), el gobierno nacionalista antineoliberal (válgase el oxímoron) de Ecuador retorna a la OPEP.
En el «corto plazo», todavía falta camino por recorrer al alza irresistible del oro negro que podría perforar pronto el umbral sicológico de 100 dólares el barril y puede escalar niveles nunca vistos (entre 200 y 400 dólares) en el entorno de un demencial bombardeo nuclear de Estados Unidos (EU) e Israel contra Irán.
Se asienta la tesis de nuestro libro Los cinco precios del petróleo (editorial Cadmo & Europa; Buenos Aires, 2006), que nuestros amigos chinos han adoptado como «cuatro precios del petróleo» (ver Bajo la Lupa, 23/9/07).
En el «corto plazo», los «cuatro precios» han convergido: 1. incremento de la demanda de Chindia (precio geoeconómico); 2. desplome del dólar (precio geofinanciero); 3. especulación de los hedge funds («fondos de cobertura de riesgo»), lo cual ha sido fustigado por la OPEP como la causal principal, y 4. inminente invasión turca a la región kurda rica en petróleo en el norte de Irak (precio geopolítico).
Pero una cosa es el «corto plazo», cuando el oro negro alcance cumbres nunca vistas, y otra es el «mediano plazo», cuando, a juicio de nuestros amigos rusos, su cotización se desplome como efecto deletéreo de una situación extraordinaria: la crisis de liquidez global que apenas asienta sus reales.
Nuestras fuentes en Washington y Moscú nos confían que el pasado 8 de octubre, el zar geoenergético global, Vlady Putin, se reunió con los ministros del nuevo gabinete de Victor Zubkov con el fin de analizar los alcances de la crisis de liquidez global y su impacto económico en Rusia.
El ministro de Finanzas, Alexei Kudrin, admitió que se ha vuelto «más difícil» para los bancos rusos recurrir a empréstitos en los mercados foráneos, por lo que el banco central intervendrá mediante el uso del oro y las divisas de reserva, además que incitará a los bancos locales a operar en rublos (hoy una moneda convertible). Es decir, una serie de juiciosas medidas preventivas contrarias al Banco de México (BdeM), en la etapa del cordobista-zedillista Ortiz Martínez, aferrado unilateralmente a sus «dólares-chatarra», quien opera exclusivamente en beneficio de la Reserva Federal y en detrimento de la seguridad nacional de nuestro país.
El sensato Kudrin advirtió que Rusia debía estar preparada a una «mayor caída del dólar» y a la «profundización de la crisis» de «liquidez global» que pudieran desembocar en el derrumbe de los precios energéticos que afectarán las ganancias de las muy monodependientes exportaciones rusas.
Poco se ha abundado sobre el control a la entrada de «capitales golondrinos» a India (The Financial Times, 17/10/07) y sobre el «contagio» de la crisis bancaria de Kazajstán que ha afectado a la banca rusa golpeada por sus empréstitos foráneos, lo que obligó al banco central ruso a generosas inyecciones de liquidez (Ambrose Evans-Pritchard, The Daily Telegraph, 18/10/07).
El banco central ruso opera en coordinación con el Poder Ejecutivo para el «bien común», mientras en el «México neoliberal», gobernado por la fracasada fiscalcracia, gracias a la inmunidad de la «autonomía» (un «Estado dentro del Estado»), Banxico desprecia tanto al Ejecutivo (ya no se diga al Legislativo coludido) como a la nación entera para beneficiar a la parasitaria plutocracia anglosajona y a su excrecencia local.
Una preocupante vulnerabilidad rusa lo constituye su dependencia alimentaria al importar 25 por ciento de leche y 40 de carne que, con el alza de los granos, han contribuido en el calentamiento inflacionario. Es nuestra hipótesis que Baby Bush declaró en forma perversa la «guerra alimentaria» al mundo: al elevar deliberadamente los precios de los granos que controlan las trasnacionales anglosajonas, con el fin de contrarrestar el alza de los energéticos.
Desde inicios de año, Rusia incrementó 42.9 por ciento el índice de sus reservas (en oro y divisas) al haber alcanzado al corte de la segunda semana de octubre 434 mil millones de dólares para desbancar a Taiwán del tercer lugar mundial y situarse detrás de Japón y China (respectivamente segundo y primer lugar), y empatar las reservas de toda la eurozona.
En su fase de resurrección Rusia es más solvente que EU desde el punto de vista financiero y solamente le falta acelerar su expansión global mediante sus Fondos Soberanos de Riqueza de propiedad estatal (ver Bajo la Lupa, 5/9/07), otra hazaña creativa del «RIC» (Rusia y Chindia).
Rusia no regresará a la moratoria de 1998, debido a que «carece de deudas» y posee un blindaje disuasivo de reservas, como ha comentado Vlady Putin (Pravda, 18/10/07), lo cual no significa que sea absolutamente inmune a las turbulencias de la «sequía global».
Sería un grave error de juicio desligar el precio de los energéticos con los alimentos, y sobre todo, de la política monetaria de los bancos centrales. Pero constituiría un suicidio desconectar la posesión del petróleo de su protección militar, como expresó Vlady Putin, quien vinculó la intervención de EU en Irak como ejemplo imperativo para que Rusia defienda sus recursos energéticos: «Irak, pequeño país que se puede defender difícilmente y posee inmensas reservas petroleras. (…) Rusia, a Dios gracias, no es Irak. Tiene demasiado poder para defender sus intereses» (The Times, 18/10/07).
Esta dimensión geoestratégica son incapaces de entenderla los aldeanos neoliberales «mexicanos» por su consustancial limitación mental y quienes, durante el paso sietemesino de Calderón por la aciaga Secretaría de Energía foxiana, colocaron a Pemex bajo la vigilancia del Pentágono, como confesó luego su sucesor de cartera: el regiomontano saltimbanqui Fernando Elizondo Barragán, ex-gobernador interino priísta y hoy senador panista.
Por eso Vlady simboliza al zar geoenergético global y Calderón encarna un lastimoso instrumento de las trasnacionales texanas e hispanas. Y por eso México se encuentra en un patético declive neoliberal irreversible, mientras Rusia ha resucitado al primer plano mundial.
La diferencia radica en el manejo del petróleo como carta geoestratégica y no como vulgar mercancía, así como en la abolición de la perniciosa «autonomía» de los bancos centrales.