El municipio de Cochabamba ofrece una deplorable imagen ante quienes visitan esta ciudad boliviana, donde tenemos cientos de «cafés Internet» convertidos en bulliciosos y vulgares centros de juegos infantiles digitales. En la Comisión de Cultura del Concejo Municipal no hay conciencia de esta horrenda anomalía urbana
Era el mediodía del martes 25 de octubre, jornada en que casualmente se celebraba el Día Mundial del Internet con la consigna de reducir la brecha digital en los países del tercer mundo, sin sospecharse que esa brecha, en una ciudad boliviana llamada Cochabamba, no sólo se ahonda sino tiende a degenerarse en un proceso de notable deterioro cultural y educativo. Un turista europeo ingresa a uno de esos mal llamados «cafés Internet» con la intención de comunicarse con su país mediante el correo electrónico; pero el local se encuentra atestado de escolinos que están enchufados con las computadoras jugando a las guerritas virtuales. El extranjero camina dos cuadras buscando otro «café Internet» y con un poco de suerte consigue un asiento en medio de una horda de niños y adolescentes que están aullando soezmente mientras se disparan misiles interplanetarios de un ordenador a otro. Es la «hora pico» de salida de escuelas y colegios, y el pobre gringo mezclado entre el griterío de los chiquillos comienza a percibir que ésta es una ciudad ridícula y loca de atar, al tiempo que trata de concentrarse para transmitir su email o revisar las noticias por Internet.
De un tiempo a esta parte los centros públicos que ofrecen el servicio on line en Cochabamba, denominados «cafés Internet», han desnaturalizado y pervertido la cualidad comunicacional de esta oferta tecnológica, convirtiéndose en antros de juegos infantiles similares a los famosos «tilines» que, a fines de los ochenta y mediados de los noventa, llegaron incluso a provocar olas de deserción escolar y bajo rendimiento educativo entre niños y jóvenes adictos a estos juegos.
Recordemos que los «tilines» eran juegos electrónicos, hoy en decadencia, introducidos en Cochabamba por comerciantes asiáticos. Consistían en una pantalla de televisor reacondicionada con un sistema de controles manuales, y enlazada a un chip de los formatos «Atari» o «Play Station», según la época. La proliferación de esos locales provocó una ola adictiva entre los niños en edad de aprendizaje, tal que las autoridades educativas y municipales tuvieron que prohibir la atención a menores en horario escolar, norma que sin embargo no alcanza a los actuales «cafés Internet» que incluyen el servicio de «juegos en Red».
Del tilín al mouse
Actualmente subsisten en Cochabamba un total de 112 establecimientos registrados como Juegos Electrónicos, es decir los antiguos «tilines» que intentan vencer su obsolescencia tecnológica incorporando la «rockola», un juego musical que el adolescente opera con los pies haciendo movimientos coreográficos. El ingreso de escolares y colegiales a estos centros está restringido en horario de labores, al menos en teoría.
Sin embargo los «tilines» y sus «rockolas» están siendo desplazados por los juegos de computadora que son la oferta principal de los «cafés Internet», con la «ventaja» de que estos nuevos locales están impunemente libres de la restricción de acceso a menores de edad en horarios y jornadas de labor escolar.
La municipalidad es incapaz de regular esta anomalía que, al margen de perjudicar el rendimiento de los educandos por el bajo costo del servicio y su irrestricto acceso, ofrece una deplorable imagen de la ciudad ante visitantes y turistas -asiduos usuarios del Internet- que terminan compartiendo vergonzosa e incómodamente el mismo espacio con esas hordas infantiles adictas al juego digital. De hecho, los «cafés Internet» tienden a convertirse en los «tilines» de la nueva generación.
La Alcaldía, en una visión obtusa y mojigata, pretende salvar esta falta de respeto al concepto de Internet limitando el control sobre el acceso, por parte de los niños, a páginas con contenidos pornográficos en las computadoras de servicio público, siendo que el principal problema en este ámbito es el «juego en Red», que es tan o más obsceno que una web de Pamela Anderson. Se quiere obligar a los propietarios de estos locales a activar las opciones de filtros anti-pornográficos en los programas navegadores, lo cual es un absurdo ya que tales filtros han mostrado ineficacia en los mismos hogares donde los padres ejercen control directo sobre los hábitos internáuticos de los niños.
Este tema ha sido planteado ante el Concejo Municipal y hasta hoy no se conoce una posición de la Comisión de Cultura y Desarrollo Humano, presidida por el eneferista Johnny Antezana, quien se muestra indiferente ante la magnitud de un problema que se masifica día tras día.
Inspección al disco duro
Según información que nos proporciona el jefe del Departamento de Moral y Eventos Públicos de la Alcaldía, Pedro Lima Salazar, en Cochabamba existe un total de 446 centros de servicio digital registrados ante la municipalidad. De ese conjunto, 373 son «cafés Internet» (donde hay todo menos café) y sólo 73 son estrictamente «juegos en Red». Lima informa también que los «juegos en Red» tributan más que los «cafés Internet». Según una Ordenanza de Tasas y Patentes, los primeros pagan una tasa de Bs. 25 por máquina al mes y los segundos sólo seis bolivianos, lo cual supone una buena base de fomento y promoción del Internet. Sin embargo, admite el funcionario edil, «la mayoría de los cafés Internet funcionan como juegos en Red y suelen ocultar sus programas de juegos digitales cuando hacemos inspecciones, con el fin de evitar la tributación correspondiente».
Lo que resulta incomprensible es por qué la Alcaldía admite el funcionamiento de «cafés Internet» con la incorporación de «juegos en Red», y más aún no entendemos por qué, si ya existen tasas diferenciadas para ambas actividades, no se impone una separación legal y física de ambos rubros. En tal virtud, correspondería incorporar a los «juegos en Red» dentro el mismo régimen restrictivo de los antiguos Juegos Electrónicos («tilines»), separando así a las hordas de niños adictos de los centros estrictamente dedicados al servicio de Internet, lo cual supondría además un control más eficaz e individualizado sobre el acceso a páginas «prohibidas».
Para Fernando Meruvia, responsable técnico de la empresa Digital World Service (DWS), la separación necesaria entre el «café Internet» y los «juegos en Red» es lo más simple desde el punto de vista operativo. «Los centros que brindan servicios de Internet para usuarios habituales del chat, del correo electrónico, la video-conferencia y la navegación en general, están necesariamente conectados a un servidor satelital; en cambio los juegos en red requieren simplemente un cableado interno, es decir conexión local de intranet, que no es precisamente Internet. En caso de separarse ambas actividades, el control sería muy simple con la sola inspección periódica en los discos duros donde es fácil detectar el tipo de programas que usan los cafés Internet mediante registros incluso cronológicos en las memorias», explica Meruvia.
¿Por qué entonces el gobierno municipal no pone las cosas en su lugar, aplicando normativamente un elemental criterio tecnológico, además de ético, estético y cultural? ¿Es que aquí también hay lealtades políticas intocables?
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