La obra de Carlos Midence Sandino y el pensamiento otro constituye, de principio a fin, una reflexión profunda, multifacética y reveladora. Para nosotros es, además, un descubrimiento real, sin comillas; no un descubrimiento canalla, como el que pretendidamente realizaron los europeos en nuestro continente, como que si su gente no existiera y, por tanto, como […]
La obra de Carlos Midence Sandino y el pensamiento otro constituye, de principio a fin, una reflexión profunda, multifacética y reveladora. Para nosotros es, además, un descubrimiento real, sin comillas; no un descubrimiento canalla, como el que pretendidamente realizaron los europeos en nuestro continente, como que si su gente no existiera y, por tanto, como que la misma careciera por completo de historia.
En verdad, la obra nos complace plenamente, no en un sentido superficial, meramente sensible; hablamos de complacencia profunda, epistémica, político-ideológica y ética. Siendo muy reflexiva, la misma reta al que la lee a re-pensar el pasado, pero sobre todo el presente, en función de su transformación radical, para volverlo, como podría decirlo su mismo autor, un presente otro, una realidad otra; es decir, por completo fuera de las alternativas estrechísimas, por no decir nulas, que impone el imperio yanqui-europeo.
La conceptualización y exposición del pensamiento otro es, por entero, diáfana a lo largo de la obra. El pensar, la lógica, de lo Otro, no es -nos queda ahora absolutamente claro- excentricidad, ni mucho menos esnobismo intelectual -como creímos al inicio-, sino un Otro esencialmente distinto a lo simplemente otro, en tanto que ese Otro distinto escapa por completo de las cadenas de lo que Midence llama lo eurocentrado. No es lo otro que las concepciones y las prácticas eurocéntricas contemplan como parte inseparable de su dominio, o como realidad subordinada que debe aceptarse sin ninguna apelación y llenar en términos consumistas a la parte enriquecida del dominio capitalista global.
Acá, Otro es reafirmación, decisión inquebrantable de construir permanentemente una identidad negada por siglos. Al mismo tiempo, lejos de colocarse en un plano de negación de lo europeo en términos absolutos, lo niega sólo como dominio, porque el pensamiento otro y el ser otro reclaman sin reservas su propio espacio, sin imposiciones foráneas, sin ningún tipo de colonialidad, sin enajenaciones. Porque son instrumentos otros, en función de la lucha de los pueblos por su emancipación en todos los sentidos.
Dominio colonial versus sociedades precolombinas
Un aspecto a nuestro juicio muy relevante de lo que el autor desentraña, se refiere a la diferencia esencial entre el dominio impuesto a nuestros pueblos por la civilización europea y el dominio que se registraba de parte de unas culturas nativas sobre otras en la América anterior a la conquista que, desde luego, no se llamaba de esa forma… El eurocentrismo –plantea- funda sus procesos de subalternización en las diferencias imperiales y coloniales, las culturas precolombinas las forjaron en relación a su desarrollo como culturas en formación e impulso. Y en esto, justamente, radica el ser/pensar/saber otro, de los pueblos originarios, por completo libre de ataduras y de colonialismos internos o foráneos.
Así las cosas, contrariamente a las concepciones que pretenden legitimar la imposición del dominio europeo sobre las culturas de Abya Yala, partiendo en parte del supuesto de que éstas se explotaban unas a otras, como lo ha hecho y lo hace el eurocentrismo con ellas, los pueblos que la poblaban fundaban las relaciones conflictivas entre sí en la potestad y no en la explotación. De esta suerte, en Centroamérica y en Tahuantisuyu, por ejemplo, el poder se compartía.
Como dice Mann citado por el autor: Cada vez que el Tahuantisuyu engullía una nueva región, los incas llevaban a la fuerza colonos de otras regiones distantes […] y les concedían la tierra. Además, se les animaba a conservar sus vestidos, sus costumbres, etc. De esta suerte, no se imponía a los sometidos la religión del vencedor, ni otra organización productiva; ni se alteraba su política interna. Por el contrario, los vencedores practicaban formas de expansión-inclusivas, muy al estilo de la interculturalidad, plantea Midence.
En un plano diametralmente opuesto, los colonizadores europeos negaron y siguen negando a los pueblos de lo que hoy se denomina América, arrebatándoles sus riquezas, sus tierras, su libertad y pretendiendo despojarlos de sus costumbres, idiosincrasia y religiosidad. Todo porque se creían y se siguen creyendo, hoy, portadores de la cultura en general, así como del desarrollo y la ciencia como tales. ¿Acaso debe extrañarnos que, con toda la prepotencia que caracteriza a los procónsules del imperio yanqui, Hilary Clinton declare: «Estaremos en Haití hoy, mañana y siempre»?[ii]
Rebeliones e insurgencias, «experiencias libertarias, contestatarias, contra-hegemónicas»
Aspecto de gran relevancia de Sandino y el pensamiento otro es lo relativo a las rebeliones e insurgencias de los nativos americanos en contra del dominio colonial europeo. Ciertamente, queda evidenciado palmariamente que las luchas, rebeliones e insurgencias de los pueblos originarios ni ayer, ni hoy, han sido rebeliones sin causa, caprichos, insensateces, ni locuras de ninguna índole; ni mucho menos expresiones de ingratitud ante los supuestos beneficios que la conquista y colonización europea implicaron para los nativos de Nuestra América. Ya sabemos lo difundida que está la perversa idea de que amen de «descubrirnos», los conquistadores nos heredaron su lengua, su religión y su cultura. [iii]
A contrapelo de estas posiciones que acomodaban la historia del mundo y, particularmente, la de nuestro país a las conveniencias, primero, del dominio colonial y, después, a las de la modernidad-colonialidad-
Pero Midence no sólo muestra la genealogía de esas luchas con causa, sino que, además, muestra sus dos esferas: la epistémica (vinculada a la generación del conocimiento científico) y la física, lo que encierra una tecnología insurgente en Nicaragua que comienza con Diriangén y Nicarao, pasa por Zeledón y llega a tener su máxima expresión con Sandino, extendiéndose hasta nuestros días con la Revolución Sandinista, ahora en su segunda etapa de desarrollo. Al respecto, el autor anota que el héroe mixturó estas insurgencias y rebeliones y el resultado de las mismas fue uno de los eventos contra-hegemónicos y decoloniales más sobresalientes en América Latina y en el que se pusieron en circulación una de las formas de pensar más originales y potentes en nuestra región nutriéndose de los saberes locales y sus diseños globales.
Así, desde la misma época colonial, distintos rincones de nuestra geografía se convirtieron en lo que el autor llama cuerpos periféricos de resistencias, es decir, culturas, pueblos, visiones, imaginarios en rebeldía, en insurgencia que se enfrentaron al poder moderno-colonial-neocolonial. En este sentido, en esas rebeldías e insurgencias, la lucha armada ha sido rebasada por el campo de las subjetividades e imaginarios.
El concepto modernidad-colonialidad
Por su profundidad, la obra sugiere e inspira muchas ideas. Así, no sólo fundamenta la plena legitimidad del concepto otro, sino también un concepto como modernidad-colonialidad que encierra la relación profunda entre una cosa y otra; no como mundos paralelos, sino como un sólo mundo lleno de contradicciones insalvables, con una parte aparentemente realizada a plenitud y otra sufrida, a la que se le promete la dicha eterna sí y solo sí, en este mundo terrenal, se sabe comportar como el dios de los ricos y la civilización yanqui-europea lo demandan, sin exageración alguna, exactamente al modo del requerimiento del jurista español Palacios Rubios (1450-1524).
En efecto, el concepto compuesto modernidad-colonialidad muestra el correlato entre dos fenómenos inseparables que se condicionan mutuamente y que, por tanto, tampoco existen, ni pueden existir el uno sin el otro. Y hay que decirlo: al separarlos, se carga a los países «tercermundistas» la responsabilidad de las relaciones racializantes, marginalizantes y subdesarrollantes, como que no guardaran ningún vínculo con la modernidad y el imperio global de hoy en día.
En esta misma línea, aprovechamos para rechazar de cuajo el concepto «capitalismo salvaje», eufemismo que da a entender que, a la par de un capitalismo malo, salvaje, despiadado, existente sólo en el llamado Tercermundo, existe uno «bueno»; uno precisamente moderno, que no guarda relación alguna con aquél y que reina exclusivamente en los países «desarrollados». Si dijéramos, siguiendo al autor, capitalismo/salvajismo, probablemente, si estaríamos ante un nuevo correlato que mostraría la indisolubilidad entre uno y otro concepto.
Vistas las cosas así, separadas, diseccionadas, sin vínculos orgánicos, las desgracias, las pobrezas, miserias y conflictos que se han registrado en países como el nuestro, sólo son achacables a ellos mismos. Y, sobre esa base, resulta fácil para los dominios foráneos colonial, neocolonial e imperialista, montar una ideología que pretende justificar la intervención militar para «pacificar» y «civilizar» a quienes, en el orbe, rompan los marcos del orden mundial. De ahí la cita certera que Midence hace de Roosevelt, quien planteaba que EEUU nunca ha pretendido arrebatar nada a los pueblos latinoamericanos, sino tan sólo cumplir con su deber de garantizar en ellos, con intervenciones, la preservación de la «estabilidad», el «orden» y la «prosperidad».
A planteos semejantes, se han sumado, a escala local, las fuerzas que heredaron las tierras, riquezas e indios del dominio colonial español. Y, justamente contra el dominio foráneo y esa cultura enajenante, que faculta al fuerte a intervenirnos para imponer el «orden», surgen figuras como Zeledón y Sandino, para oponerse con las armas y con el verbo, así como con los saberes de nuestro pueblo y los de muchos pueblos de la tierra, al imperio y sus lacayos. Estas figuras gigantes de nuestra historia no sólo apelaron al patriotismo de los nicaragüenses, sino también al llamado de unidad entre nuestros pueblos contra el imperio para superar la debilidad de los mismos y resistirlo con éxito, en todos los terrenos.
Sandino contra toda hegemonía
El autor se refiere a cómo Sandino no sólo se opone al sistema político impuesto bajo la conducción imperial por los partidos que él llama alienados y esquematizados, sino también contra los diseños mentales prevalecientes, precisando que, en este sentido, el héroe no sólo lidera una insurgencia, sino un proyecto político-cultural-epistémico en el que tienen cabida todos. Por lo mismo, Sandino promueve una visión y proyecto fundados en un nuevo nacionalismo desde abajo. De esta suerte, el sandinismo significa y a la vez potencia procesos de construir y hacer incidir pensamientos, voces, saberes, prácticas, y poderes sociales «otros».
Pero Sandino, acota el autor, en aras de instaurar relaciones equitativas y justas, que vuelvan al sujeto político indisolublemente ligado al sujeto comunitario, al estar contra una hegemonía (la de los poderosos, la de los opresores, internos y externos), no concibe la creación de una nueva hegemonía, sino romper de raíz con todo lo que conduzca nuevamente a ella. La insurgencia de Sandino pudo así lograr que hablaran segmentos que habían estado silenciados y sometidos, por siglos… Más aún, aunque entre él y los misquitos había fronteras culturales, étnicas y lingüísticas importantes, pudo superarlas poniendo en evidencia la herida colonial que unía y une a los sectores que, en el país, habían sido explotados, marginados e invisibilizados. Por si esto fuera poco, lejos de arrogarse la representatividad de algún sector del pueblo, Sandino asume, de una manera propia, el pensar con el otro y no el pensar por el otro.
Culminamos esta presentación, exteriorizando que la ignorancia, aunque es frecuentemente necia, es también por completo superable. Y ese es nuestro caso, al descubrir lo importante, fundamental e imprescindible del pensamiento Otro para combatir la colonialidad presente, en muchos sentidos más perversa que la del colonialismo. Y siguiendo los pasos del compañero Carlos, hablamos del pensamiento Otro no sólo en Sandino, sino del pensamiento Otro desde Diriangén y Nicarao hasta el presente revolucionario.
[ii]. Cuba Debate. Prepárense para lo que viene: «Estaremos en Haití hoy, mañana y siempre», dice Hilary Clinton. http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/01/16/estaremos-en-haiti-hoy-manana-y-siempre-dice-hillary-clinton/
[iii] Tomamos de nuestro artículo «Defensores del viejo colonialismo, apologistas del imperio hoy»* las siguientes palabras: «Paul Rivet**. (1876-1958), etnólogo francés, expresó una valoración sobre la cultura del hombre precolombino que merece conocerse: afirma que este hombre «al mismo tiempo que recogía la herencia de los pueblos y de las razas que contribuyeron a su formación, supo desarrollar una civilización propia sobre este fondo común, enriqueciéndolo con una serie de invenciones y creaciones que pueden parangonarse con las invenciones y creaciones del Viejo Continente». Se refería a formas de gobierno muy originales, como la del imperio incaico que reunió en un solo dominio a pueblos diferentes; al nacimiento de una arquitectura y un arte decorativo autóctonos, como lo evidencian las ruinas de monumentos mexicanos, yucatecos y peruanos; al desenvolvimiento de técnicas como la de la cerámica, los metales y los tejidos que se operaban con una perfección sorprendente; a alfareros que igualaban a los del Viejo Mundo tanto por la maestría plástica que poseían, como por la variedad de formas creadas y la decoración de sus obras; a los metalúrgicos de las altiplanicies de Perú y Bolivia que descubrieron el cobre y el bronce y, en la costa peruana, la plata y sus aleaciones; a los de Colombia que también asombraron con su compleja técnica para trabajar el oro y la plata; a otros pueblos que tenían al platino y el plomo entre su arsenal metalúrgico; a la destreza con que los pueblos del continente usaron la pluma, confeccionaban los tejidos, esculpían y tallaban la piedra y modelaban el barro y el estuco. Entre otras cosas, hacía mención del invento de un sistema de escritura jeroglífica en México y Yucatán; de manuscritos como los quipus de Perú que revelaban extraordinarios conocimientos astronómicos; señalaba el impresionable número de plantas que cultivaban; el conocimiento de las propiedades curativas de la coca, quinina, ipecacuana y copaiba; el tratamiento del látex de ciertos árboles para fabricar jeringas y pelotas de caucho. (* Manuel Moncada Fonseca. Rebelión. 06-o2-2009. http://www.rebelion.org/
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