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La obra de Emilio Salgari simpatiza con la resistencia indígena a la dominación británica

Sandokán: una lectura antiimperialista

Fuentes:

“Cuando mi mamá no me dejaba salir más allá de la esquina de mi casa, las novelas de Salgari me llevaron a navegar los siete mares del mundo y otros mares más”, escribía Eduardo Galeano en ‘Los hijos de los días’ (Siglo XXI, 2012).

Emilio Salgari (1862-1911) nació en Verona y nunca se alejó de las costas italianas, pero gracias al narrador y periodista italiano, Galeano pudo recorrer con la imaginación el gofo de Maracaibo, la selva de Yucatán o los puertos de esclavos en Costa de Marfil; el autor de Los horrores de Filipinas  o La capitana del Yukatán introdujo a Galeano en un catálogo de personajes entrañables: Sandokán y Lady Mariana, el Corsario Negro y Honorata de Van Guld, “y a tantos amigos que él había inventado para que lo salvaran del hambre y le acompañaran la soledad”. Porque, decía Salgari, “escribir es viajar sin la molestia del equipaje”.

Diciembre de 1849 en Mompracem, isla de sanguinarios piratas en el mar de Malasia cuyo jefe es Sandokán; conocido como el tigre de Malasia,vive en una amplia construcción, presidida por una bandera roja con una cabeza de tigre. Frisa la edad de 30 años, tiene barba negra, largos cabellos y su indumentaria de guerra incluye, además de una casaca de terciopelo rojo, el kriss (puñal envenenado de los pueblos malayos), una carabina india y una cimitarra con puño de oro macizo. Mompracem está en el punto de mira de Inglaterra.

Sandokán fue un personaje de “valor indómito” y “audacia extraordinaria”, “el pirata más temido y formidable de todos los mares”, “cruel y despiadado” con sus enemigos, introduce Salgari. Pero en otras ocasiones el tigre es también prudente (por ejemplo en el enfrentamiento con un crucero de guerra inglés de 1.500 toneladas, que cuenta con ventaja de artillería y gente armada); y también alguna vez siente miedo: al resultar herido de bala y quedar exhausto –tras una derrota-, en un bosque de la isla de Labuán, de 16 kilómetros cuadrados y un millar de habitantes (malayos y 200 de raza blanca).

En la isla reside Lord James Guillonk, “capitán de navío de Su Graciosa Majestad la Emperatriz Victoria”. Antes de establecerse en la costa de Labuán, Lord Guillonk poseía una embarcación de guerra y se dedicó, junto a James Broocke (después rajá de Sarawack), al “exterminio de los piratas malayos, enemigos terribles del comercio inglés en tan lejanas latitudes”; las travesías y los combates sangrientos -con la muerte de miles de piratas- no sólo hicieron famoso a Broocke, según relata Emilio Salgari, sino que también suscitaron “indignación entre sus mismos compatriotas”; y la “conmoción profunda en todo el mundo civilizado”.

El compañero fiel del tigre de Malasia, el portugués Yáñez, resalta en un diálogo la generosidad de Sandokán; de esta virtud podrían dar fe “las débiles tribus que siempre has defendido contra el abuso de los fuertes; los infelices marineros náufragos a causa de las tempestades, a quienes tú has salvado de las olas y colmado de regalos”.

El hermano Yáñez revela al lector las incursiones armadas del pirata en la costa y el saqueamiento de aldeas y ciudades; de hecho “no hay fuerte español, inglés u holandés que no tenga señales de las balas de tus cañones”; en el fondo marino yacían los barcos hundidos por el príncipe Sandokán y sus tigrecitos, tras acometerlos para apropiarse de las riquezas.Por otra parte ni el portugués ni Sandokán tenían rival -en cuanto a la navegación- en el mar de Malasia, en parte porque disponían de  los paraos o veleros dinámicos y manejables.

Una razón profunda explica el odio y la sed de venganza de Sandokán hacia los hombres de raza blanca, fueran ingleses, españoles, holandeses o portugueses; “¿Qué mal les había hecho yo? ¿Por qué asesinaron a mi madre, a mis hermanos y hermanas a fin de destruir mi descendencia?” Hasta que finalmente le destronaron.

El pirata de Mompracem se enamora (por primera vez) de lady Mariana Guillonk, sobrina de Lord Guillonk; desde las primeras páginas del relato, una fuerza “irresistible y misteriosa” atrae al pirata hacia la “muchacha de los cabellos de oro”. Mariana se forjó una voluntad de hierro en el mar, en la lucha contra la piratería, pero con el tiempo y gracias a la educación recibida se hizo también bondadosa y cultivó las bellas artes; “se la veía a menudo socorriendo a los indígenas más infortunados y míseros”, los malayos odiados por su tío.

En la introducción a El Corsario Negro, los tigres de Mompracem y El rey del Mar (Random House, 2005), el profesor de Literatura en la Universidad de París Nanterre, Matthieu Letourneux, apunta algunas claves en la obra de Salgari: “Su universo narrativo está inventado de principio a fin a partir de manuales de divulgación geográfica y mapas del mundo”; sin embargo, y pese a todo el trabajo previo de investigación y documentación, la inventiva del escritor desbordaba siempre la realidad. El autor de La caída de un imperio y La reina de los Caribes también priorizaba la acción. Se trataba de  obras -cerca de 90 novelas y más de 120 artículos y cuentos cortos-, que Salgari publicaba de manera muy acelerada y poco tiempo para el reposo, apunta Letourneux.

Con Sandokán, Yáñez y Mariana como protagonistas, El tigre de Malasia se publicó en 1883 y 1884 por entregas en el periódico La Nuova Arena de Verona (el ciclo Piratas de la Malasia está integrado por 11 novelas, concluyó con El desquite de Yáñez en 1913). Según el docente francés, “el éxito de Salgari fue rápido y sostenido. En Italia, por ejemplo, se vendieron 80.000 ejemplares de El Corsario Negro en pocos meses”; en la época las obras de Emilio Salgari se tradujeron en Francia, Alemania, Argentina, Rusia y España, entre otros países.

Pero más allá de los mundos exóticos, la influencia en el género de aventuras o en la literatura popular y juvenil, también puede observarse un trasfondo ideológico. En el texto introductorio El “Capitán” Salgari o el aventurero sedentario, Matthieu Letourneux hace referencia al “bandido honorable” y el rebelde -entre los que sitúa a Sandokán, el Corsario negro o el barón William MacLellan-, que cuentan con el respaldo de las poblaciones autóctonas; el autor veronés crea personajes indígenas que se oponen a las potencias coloniales: Than-Kiu y Hang-Tu, contra las balas de los españoles en las Islas Filipinas (La Flor de las perlas); el bengalí Tremal-Naik frente al imperio británico (Los misterios de la jungla negra); o los indios Cheyenne, arapahoe y sioux, que resistían a los soldados norteamericanos (En las fronteras del Far West). “No se equivocan los lectores sudamericanos: para el Che Guevara, el escritor que marcó su infancia fue Salgari”, remata el académico.

La acción de los llamados piratas somalíes en 2009, incluida la captura de barcos occidentales que depredaban sus caladeros, llegó a provocar una intervención de la UE (“Operación Atalanta”) y de la OTAN. El hecho dio pie a un artículo en forma de diálogo teatral del dramaturgo Alfonso Sastre, en el que conversaba con su sombra; el texto se titulaba “Actualidad de Sandokán” y fue publicado el 18 de noviembre de 2009 en el diario Gara. “La piratería ha sido, en la Historia, muchas cosas; y también un vehículo de protesta contra las injusticias de los poderosos. Querida Sombra, Sandokán era un militante político-militar, un guerrero contra la omnipotencia mundial del Imperio Británico. Un luchador anticolonialista, dicho en términos actuales”, escribía el autor de Escuadra hacia la muerte. Sastre hacía una distinción entre los piratas trajeados del mundo actual y el tigre de Malasia, un luchador que no servía a metrópoli alguna.

Otro escritor que ha valorado el personaje de Sandokán es el hispano-mexicano Paco Ignacio Taibo II, autor de más de una treintena de novelas, biografías sobre Pancho Villa, el Che Guevara y coautor, junto al subcomandante Marcos, de Muertos incómodos, novela a cuatro manos. En 2010 el activista, ensayista e historiador publicó la novela de aventuras El retorno de los tigres de la Malasia (Planeta), en cuya introducción aclaraba su vinculación con Sandokán; se retrotrae a los tiempos de juventud, en los años 60 del siglo XX, cuando Paco Ignacio Taibo II se adentró en la militancia política “armado con el código ético de los Tres Mosqueteros, la actitud de Robin Hood y el antiimperialismo de Sandokán”; se trataba de un antiimperialismo, añade, “que se nota y sabe salgariano y no leninista”.

Las peripecias de Sandokán se difundieron a través del cine, los tebeos y los dibujos animados. Por ejemplo, el director Umberto Lenzi dirigió dos filmes en 1963 y 1964 –Sandokán el grande y El pirata de Malasia-, protagonizados por Steve Reeves. En 1976, el actor indio Kabir Bedi interpretó a Sandokan en una serie televisiva italo-franco-alemana de seis capítulos, realizada por Sergio Sollima y con gran éxito de audiencia. El periódico Juventud Rebelde y la agencia Prensa Latina informaron en febrero de 2015 de la visita a Cuba de Kabir Bedi, con motivo del XVII Festival del Habano. El rotativo recogió unas declaraciones del artista, en las que apuntaba por qué el pirata malayo fue una fuente de inspiración para muchos: “Luchó contra el imperialismo y a la vez era muy romántico”.