Recomiendo:
0

Santas o «díscolas», el cliché

Fuentes: Rebelión

Dejémonos de hipocresía o de despiste. Todas -casi todas, para no pecar de absolutistas- las sociedades de este «ancho y ajeno» mundo siguen siendo profundamente machistas, aunque algunos, con ojos entrecerrados a la realidad, repliquen que en las más de de las naciones las mujeres pueden trabajar, asistir a la universidad, votar o abrir una […]

Dejémonos de hipocresía o de despiste. Todas -casi todas, para no pecar de absolutistas- las sociedades de este «ancho y ajeno» mundo siguen siendo profundamente machistas, aunque algunos, con ojos entrecerrados a la realidad, repliquen que en las más de de las naciones las mujeres pueden trabajar, asistir a la universidad, votar o abrir una cuenta bancaria sin permiso de un varón a cargo… Ah, y hasta conducir un auto. 

No en vano, en vehemente admonitorio texto publicado en Nodo50.org, Nazaret Castro recalca que ellas deben escoger entre la vida profesional y la familiar, mientras que para ellos (nosotros) resulta más sencillo compaginar ambas. Con un estilo de catártica crudeza, la articulista cuestiona el piropo callejero, la insistencia en vender cualquier cosa exhibiendo los atributos íntimos en televisión, y apostilla que muchas mueren todos los años a manos de sus parejas o exparejas, por no hablar de las violaciones, las ablaciones de clítoris, el apedreamiento de las adúlteras y «el implacable mantenimiento que nos condena a ser santas o putas, sin mucha libertad de movimiento entre ambos clichés».

Si se resisten a los extremos, pues el recurso pronto de la bofetada, en el menos drástico de los lances, teniendo en cuenta que constituyen moda los ataques con atroces sustancias químicas, a personas de diferentes culturas y religiones. O sea, asistimos a la «consagración» histórica, universal, de un modus operandi surgido en el mismo instante, 1740, en que el ácido sulfúrico, conocido como vitriolo por los alquimistas, se tornó ampliamente accesible en Inglaterra, en el sector de la manufactura. El delito «se ha convertido, y lo decimos afligidos, tan común en esta parte del país que se está transformando casi en una mancha del carácter nacional», denunciaba una publicación de Glasgow, Escocia, alrededor de 1830, según la BBC.

En pleno siglo XXI, cada año se registran unos 1.500 atentados de este tipo en el orbe, de acuerdo con la Fundación Internacional de Sobrevivientes del Ácido», si bien «es muy probable que una gran cantidad de casos no sean reportados […] a la mayoría de las víctimas les da miedo denunciar lo que les pasó porque temen que haya represalias».

Como asevera Narayan Nath, de IPS, las investigaciones coinciden en que se trata de un crimen de género, con las jóvenes de principal objetivo. Sucede que cientos de hombres se sienten despreciados por la nueva independencia femenina, y, sin tolerancia alguna para con el supuesto insulto a su masculinidad, buscan venganza lastimándolas físicamente, en un desesperado intento por recuperar la autoridad perdida. Y en muestra palmaria de que el patriarcado anida y anidará allí donde respire el capitalismo.

Al respecto, la economista Natalia Quiroga -citada por Nazaret Castro- precisa que «la acumulación de capital sobre la que se asienta el sistema no solo se logró gracias al despojo de pueblos enteros -los desplazamientos de campesinos en la Europa en transición hacia la sociedad industrial y, por supuesto, los pueblos de América Latina y África que fueron saqueados y exterminados para beneficio del sistema en ciernes-, sino también las mujeres, que fueron recluidas a un trabajo, el doméstico y del cuidado, que nunca se les retribuyó económicamente».

Víctimas de violación, encarceladas por «sexo fuera del matrimonio» en el Oriente Medio. La declaración de que una niña de 11 años forzada tiene que parir porque es «madura» en Chile, uno de los pocos estados que prohíben el aborto en cualquier circunstancia. El que los médicos hombres ganen unos 12 mil dólares más por año que sus colegas mujeres en los Estados Unidos… Oprobio largo. Indescriptible.

Ahora, cuidado con la crítica por la crítica. Aunque el ámbito del mercado desalado, totalitario, de la maximización de las ganancias, constituya por antonomasia su reino, la aludida opresión no se limita a una formación socioeconómica. Estudios etnográficos disponibles a la sazón hicieron comprender a Marx y sobre todo a Engels que las relaciones de dominación definidas por el patriarcado tienden a perpetuarse y son difíciles de erradicar, como comenta Ángeles Maestro. Por tanto, la lucha contra el cliché de «santas o putas» tendrá que devenir universal, y para triunfar en tamaña brega debemos, primero, despojarnos de hipocresía o despiste.

Asimismo, interiorizar que, tal aseveran los dos clásicos en La sagrada familia, «los progresos sociales y los cambios de períodos se operan en razón del progreso directo de las mujeres hacia la libertad, y las decadencias del orden social se operan en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres… porque aquí, en la relación de hombres y mujeres, del débil y el fuerte, la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad es más evidente. El grado de emancipación de las mujeres es la medida natural de la emancipación general». ¿Se requerirán más argumentos?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.