En una entrevista concedida por Jean Paul Sartre a Serge Lafaire[1], publicada por Le Nouvel Observateur en su número 188, correspondiente a la semana del 19 al 25 de junio de 1968, lo menos importante es su análisis del Mayo francés, de esa versión pop de aquellas barricadas y aquellos comuneros que, quizás podían filosofar […]
En una entrevista concedida por Jean Paul Sartre a Serge Lafaire[1], publicada por Le Nouvel Observateur en su número 188, correspondiente a la semana del 19 al 25 de junio de 1968, lo menos importante es su análisis del Mayo francés, de esa versión pop de aquellas barricadas y aquellos comuneros que, quizás podían filosofar mal, pero sabían morir bien, parafraseando a José Martí cuando escribía sobre los poetas de la guerra del 68.
En medio de sus análisis sobre lo que llamó «la contra-violencia», estudiantil y sus implacables calificativos contra De Gaulle (El Viejo, lo llama), Sartre nos ofrece ciertas definiciones, casi en clave, de lo que es, y ha de ser, la libertad y el pensamiento crítico. Como se trata, igual que hace 40 años, de una asignatura pendiente para el socialismo que pretende ser la alternativa del capitalismo decadente, esas palabras en su boca adquieren un nuevo brillo, como si hubiesen sido pronunciadas para debatir hoy, entre las guerras genocidas que Obama continúa y las noticias de que la crisis económica global, lejos de concluir, entra en una nueva fase.
«Si se juzga al que no es juzgado-afirma, refiriéndose a los profesores de la Sorbona, pero intuimos que a toda autoridad-no hay verdadera libertad». Y no miente.
Sobre el saber, o sea, el conocimiento, afirma:
«Todo saber que no es constantemente criticado, sobrepasándose y reafirmándose a partir de esta crítica, no tiene ningún valor… ¿Qué es el saber? Siempre es alguna cosa nueva que ya no es lo que se creía, porque se han realizado nuevas observaciones y nuevas experiencias con mejores métodos y mejores instrumentos. Y luego, estas nuevas experiencias son a su vez discutidas por otros sabios, unos retardatarios y otros más avanzados…»
El carácter eminentemente conflictivo, o sea, dialéctico de la cultura se define en la próxima definición, tan sencilla como rotunda. «La cultura solo puede transmitirse, si se deja a la gente en todo momento, la posibilidad de discutirla… La única manera de aprender es discutir. Es también la única manera de hacerse hombre. Un hombre no es nada sino es un ser que cumple esto: alguien que es fiel a una realidad política-social, pero que no deja de ponerla en duda. Claro está que puede presentarse una contradicción entre su fidelidad y su duda, pero esto es algo positivo, es una contradicción fructífera. Si hay fidelidad, pero no hay duda, la cosa no va bien: se deja de ser un hombre libre.»
Lejos de admitir la domesticación de la edad y las costumbres, Sartre nos anuncia:
«La universidad está hecha para formar hombres capaces de dudar… Estoy seguro que Raymond Aron nunca ha dudado de sí mismo, y por eso, en mi opinión, es indigno de ser profesor… Lo de Aron es pensar a solas frente al escritorio, y en pensar lo mismo durante 30 años… Ahora que toda Francia ha visto completamente desnudo al sr De Gaulle-concluye- es preciso que los estudiantes puedan mirar desnudo a Raymond Aron. Solo se le devolverán sus vestidos si acepta la crítica…»
Han sido dichas las palabras inteligentes, conclusivas. Sartre, el miope, se burla y goza: se trata de un tema esencial, insoslayable: el de la Libertad.
Pues, ¿cómo se maneja el socialismo con esta santa palabra?
Hay respuestas vocingleras y también silenciosas. Lo importante es la constatación de que lo normal es la libertad y lo extraño es la tiranía. De eso hablaba Sartre.
El tema de la libertad es uno de los temas centrales de nuestra época. Se trata de un antes y un después, como se anuncia. No habrá paz, ni delicadeza, ni proceso natural, sino se tiene en cuenta su perfil, su origen, su deseo…
No hay más. El socialismo o es libertario o no será. Por algo sus enconados enemigos todo lo hacen para que caigamos en la trampa de limitarla, en el espejismo del excesivo control, de la asfixia.
Libertad y socialismo es lo mismo. Por algo los socialistas hemos venido, como decía Martí, a traer toda la justicia. Sería imperdonable, por cortedad, mediocridad o cobardía, quedarnos a mitad del camino.
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[1] Jean Paul Sartre: «El movimiento estudiantil: una crítica radical de la sociedad , del (entrevista) «68 francés: 40 mayos después». Editorial Ciencias Sociales y Ruth Casa Editorial
Fuente: http://www.cubarte.cult.cu/paginas/actualidad/conFilo.php?id=15038