Los medios «libres e independientes», en estos días han llevado a cabo una campaña para intentar borrar de la memoria de los ecuatorianos, los auténticos significados y sucesos producidos el 30S. Para ello, hacen uso de la posverdad, es decir, de la falsificación de los hechos, del desmantelamiento de la verdad en público, a tal […]
Los medios «libres e independientes», en estos días han llevado a cabo una campaña para intentar borrar de la memoria de los ecuatorianos, los auténticos significados y sucesos producidos el 30S. Para ello, hacen uso de la posverdad, es decir, de la falsificación de los hechos, del desmantelamiento de la verdad en público, a tal punto que las evidencias tangibles se opacan. Seguramente este proceder es un elemento más de la estrategia de lo que llaman descorreízar la política ecuatoriana. Así por ejemplo, el diario El Universo señala textualmente lo siguiente:
Ahora, quienes han sido procesados en casos relacionados con estos hechos buscan que la Asamblea y el Consejo de la Judicatura los revisen, pues creen que sus sentencias fueron parte de una «persecución política» para justificar la hipótesis.
Cuando se produjo el intento del golpe de Estado-magnicidio en Ecuador el 30 de septiembre de 2010, para muchas personas no estaba completamente claro lo que significaba la nueva estrategia y metodología de guerra híbrida y operaciones de amplio espectro, como contraofensiva para revertir la pérdida de influencia geopolítica por parte de EE.UU en América Latina. Pero después del golpe de Estado parlamentario en Paraguay del 22 junio de 2012, que derrocó a Fernando Lugo; del golpe de Estado parlamentario en Brasil en 2016 que obligó a Dilma Rousseff a dejar el gobierno, y luego toda la persecución política-judicial a la que ha sido sometido Lula da Silva, y que poco después se empezó a aplicar a Cristina Fernández de Kirchner; sumado a los permanentes y números intentos por acabar con el proceso bolivariano en Venezuela y también la desestabilización al gobierno de Evo Morales, sería ser iluso o cómplice creer que no existe una estrategia que apunta a terminar con los gobiernos nacional-populares en Nuestra América. Al respecto, publicamos a una semana de los acontecimientos, un análisis que buscó profundizar en el contexto y modalidad empleada en ese intento de golpe de Estado, titulado «El magnicidio perfecto», y luego hemos realizado otras reflexiones sobre el tema con enfoque geoestratégico y militar. Es importante señalar, que el 30S fue el desenlace de un proceso que se fue ‘cocinando’ durante al menos dos años, es decir, el conflicto político implícito no fue natural sino artificial, por ello los intentos del expresidente Correa de dialogar con los sublevados estaban desde el principio destinados al fracaso. Se debe recordar que hubo una campaña sistemática de desinformación y manipulación sobre la Ley Orgánica de Servicio Público (LOSEP), que fue el tema escogido para articular esa operación mediática.
Para esos medios «libres e independientes» nunca se dio ninguna sublevación policial, no hay audios donde se manifestaba claramente que se asesine al expresidente Correa, no hubo toma del Aeropuerto Mariscal Sucre por parte de militares de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, no aconteció la toma del Palacio Legislativo por parte de los responsables que eso justamente no suceda, -la Escolta Legislativa de la Policía Nacional-, la ocupación agresiva del Regimiento Quito No. 1 fue un invento correista, no existió ataque al edificio de los medios públicos, y fundamentalmente nunca ocurrió la extrema violencia a la que fue sometida la población civil que se movilizó para defender la democracia, entre otros hechos del aquel día. Ahora resulta que los protagonistas de esos delitos son víctimas y siguiendo el trillado cliché del gobierno de Moreno, esos episodios también son culpa de Correa, contradiciéndose, ya que sus expresiones públicas antes de ser presidente fueron completamente distintas.
Nos preguntamos, ¿cuáles son los verdaderos significados políticos del 30S desde la perspectiva ciudadana? ¿Por qué se quiere borrar de la memoria de los ecuatorianos, todo lo trascendente y valiente que tuvo el talante de la gente que salió a las calles a defender un proceso político en el cual creía? ¿El 30S llegó a convertirse en un hecho simbólico de la defensa de la democracia ecuatoriana y por eso se le quiere dejar desprovisto de ese símbolo a los ciudadanos?
Es una constante histórica que todos los símbolos que en mayor o menor medida otorguen a los pueblos motivación de lucha, tienen que ser tergiversados o borrados de la memoria, tienen que ser disminuidos en su valor y este parece ser el objetivo de la campaña a la que nos ha sometido la prensa «libre e independiente». Ha sucedido con los héroes nacionales en todas partes del mundo y hasta con los profetas, por ello, siempre están presentes pensadores y movimientos sociales que buscan mantener vigente la originalidad y sentido de sus mensajes. A pesar que el 30S es un acontecimiento puntual, igual se han propuesto vaciarlo de su principal significado: la resistencia popular en defensa de la democracia, no de gana lo dice El Universo, han bastado menos de siete meses, según ellos, para eliminar la teoría del golpe de Estado.
Se jugó con la paz de nuestra sociedad. A los instigadores del 30S no les importó la convulsión social que hubiese provocado el asesinato del expresidente Correa, que en ese momento gozaba de mucha popularidad y credibilidad. A fin de cuentas, descorreízar la política ecuatoriana es, en esta contra reforma morenista, desvanecer de la memoria de los ecuatorianos lo progresivo que tuvo el gobierno de la Revolución Ciudadana, -con sus límites y errores-, para de esta manera, curarse en sano y que una experiencia histórica similar o mejor, no vuelva a ocurrir. Aspiran al fin de la historia, pero sabemos que tal fin no existe.
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