Sí, se fue. Pero para nosotros queda el legado de su existencia. 81 años enfrentado a la autoridad, censurando desde la tribuna o el papel a todos y cada uno de los que sustentan el poder por la gracia divina y mediante la coacción terrenal. Testigo directo del genocidio franquista, víctima del exilio y la […]
Sí, se fue. Pero para nosotros queda el legado de su existencia. 81 años enfrentado a la autoridad, censurando desde la tribuna o el papel a todos y cada uno de los que sustentan el poder por la gracia divina y mediante la coacción terrenal. Testigo directo del genocidio franquista, víctima del exilio y la represión, su capacidad intelectual y su espíritu rebelde no se dejaron engatusar por los cantos de sirena de la fingida transición y sus farsantes. Muy al contrario, hizo de la denuncia continua una de las armas más letales y temidas por aquellos que atentan contra la dignidad humana.
No se podrá, en cambio, decir lo mismo de tantos otros que vendieron su alma al mejor postor, de los que enterraron sus entrañas y entregaron sus memorias a la apisonadora del régimen posfranquista y neoliberal en el que nos ha tocado sobrevivir. Y es que ya nos lo advirtió Artemio Zarco en alguna ocasión: «la codicia es más perversa en términos personales y sociales que la lujuria».
Conocedor como nadie de las debilidades del enemigo, con premeditación y alevosía, ocultaba su prosa afilada hasta el séptimo día. Es entonces, cuando los necios cameladores descansan, el momento en el que Artemio los perseguía por todos los rincones de la historia. Sin prisas pero sin pausa, con la elegancia de un hombre curtido en mil batallas, desgranaba sutilmente las miserias de los poderosos, aportando los datos que a otros se nos escapan, aludiendo a hechos pasados que hacían más comprensible el presente, y sobre todo, empleando el humor mordaz de quien no teme a quien no cree, ni perdona a quien no lo merece.
Por todo ello, la herencia que nos ha dejado resulta de obligado recuerdo para cualquier persona que rechace la imposición y cultive la crítica, de lectura imprescindible para los que estén dispuestos a combatir en el cuadrilátero de las ideas contra las injusticias de este mundo.
Se fue «el francotirador de la pluma». Sí, se fue. Pero no habrá dios ni rey ni ministro que pueda hacernos olvidar la sátira del gran Satiricón. Eskerrik asko Artemio.
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