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Cronopiando

Semana Santa

Fuentes: Rebelión

Los usureros, en Semana Santa, no perdonan nuestras deudas así como nosotros tampoco perdonamos a nuestros deudores, pero al menos dan gracias a Dios por los réditos obtenidos y los bienes acumulados. Los acaparadores, ni siquiera en Viernes Santo interrumpen la multiplicación de sus panes y peces, pero es fama que bendicen los beneficios habidos […]

Los usureros, en Semana Santa, no perdonan nuestras deudas así como nosotros tampoco perdonamos a nuestros deudores, pero al menos dan gracias a Dios por los réditos obtenidos y los bienes acumulados.

Los acaparadores, ni siquiera en Viernes Santo interrumpen la multiplicación de sus panes y peces, pero es fama que bendicen los beneficios habidos y se santiguan agradecidos en sus repletas despensas.

Los hipócritas son tan considerados que, en Semana Santa, aunque sigan rindiendo culto a la apariencia, para estar a tono con las santas circunstancias, prefieren pasar por fariseos.

Los delincuentes, en estos días de recogimiento espiritual, siguen codiciando y procurando los bienes ajenos pero, arrepentidos, imploran al Santísimo que no les deje caer en la tentación, aunque caigan.

Los arrogantes, sordos a cualquier posible reflexión durante todo el año, en la Semana Santa santifican las fiestas de guardar casi tanto como sus egos, y ni siquiera anhelan las mujeres del prójimo, porque ellos son al mismo tiempo el Padre, el Hijo y el Otro.

Los políticos, acostumbrados a tomar el nombre del pueblo en vano y a tomar en vano sus votos y esperanzas, al menos en Semana Santa no toman en vano el nombre de Dios y, unos más y otros menos, se dan golpes en el pecho implorando el perdón por sus pecados, incluso, cuando pecan; y prometiendo la rectificación de sus infamias, también cuando infaman.

Los sinvergüenzas, capaces de deshonrar a sus padres y a sus madres con tal de preservar sus intereses, aprovechan el Domingo de Resurrección para reiterar sus propósitos de enmienda que, ya el lunes, habrán vuelto a ser crucificados.

Los arribistas, expertos en calumniar reputaciones y enlodar famas y prestigios, en Semana Santa siempre medran en la excusa de la palabra de Dios y de lo que diga la mano que besan y el cargo que veneran.

Los agnósticos, para curarse en salud y, no obstante su manifiesta incredulidad, también en estos días escriben columnas de opinión sobre la Semana Santa.