La semana pasada se reunieron en Buenos Aires el canciller interino de Brasil, Jose Serra, y su par argentina, Susana Malcorra, un cónclave que no llenó las expectativas creadas por la prensa de ambas naciones, que auguraban un apoyo al rompimiento del Mercosur, en el plan de bombardear los procesos de integración regional La propia […]
La semana pasada se reunieron en Buenos Aires el canciller interino de Brasil, Jose Serra, y su par argentina, Susana Malcorra, un cónclave que no llenó las expectativas creadas por la prensa de ambas naciones, que auguraban un apoyo al rompimiento del Mercosur, en el plan de bombardear los procesos de integración regional
La propia Malcorra desactivó las especulaciones sobre una posible reforma del Mercosur como le había propuesto Serra, quien deslizó la idea de un acuerdo más flexible, que habilite tratados comerciales con terceros países de forma independiente, dejando fuera a Venezuela. «Cualquier evaluación que se haga en adelante -y por supuesto Argentina está abierta y es flexible a evaluar alternativas- tiene que hacerse con la prudencia del caso», explicó.
No lo dijo, pero quedó a la vista: es difícil no tener en cuenta que este gobierno de Michel Temer es interino. En la práctica, la visión de las cancillerías de otros países -más alla, incluso, que la argentina- es que existen dos jefes de Estado, dado que Dilma Roussef es una presidenta suspendida.
Malcorra recordó que hay una negociación en curso y que podría ser afectada por un cambio brusco en las normas: «Estamos en un inicio de diálogo con la Unión Europea, dilatado durante veinte años, y no queremos que novedades de último momento impacten en esta oportunidad que tenemos». Aún cuando después de 34 años, la UE y Mercosur siguen aún muy lejos de un acuerdo, sobre todo porque los europeos no están interesados en él.
El tema Venezuela, cortina de humo para esconder la crisis brasileña
Perfil, un bisemanario argentino afín al gobierno, señaló que la propuesta de Serra de abrir el Mercosur y de sancionar o separar a Venezuela del bloque regional, debe ser entendida en el contexto de un gobierno frágil y un canciller con inocultables aspiraciones presidenciales.
Y en este marco, hubo un gesto que pasó inadvertido para la gran prensa: la Cancillería decidió recibir a Serra con la bandera del Mercosur,
«Hoy preocupa y mucho la crisis política que se vive en Venezuela. Y ambos gobiernos entienden que la administración de Maduro hoy representa un problema para el futuro del bloque», dijo Malcorra, pero se abstuvo de hablar de la aplicación de la «claúsula democrática», mandado que ambos dejaron en manos del canciller paraguayo Eladio Loizaga, un strossnista comprometido con los crímenes del Plan Cóndor de los años 1970-80.
Tras la reunión en Buenos Aires, no sorprendió que Loizaga -quien lograra paralizar casi un año el accionar del bloque regional- solicitara una reunión de cancilleres del Mercosur para analizar la situación actual de los derechos humanos en Venezuela, y habló de la posibilidad de aplicar el «Protocolo de Asunción sobre compromiso con la promoción y protección de los derechos humanos».
Pero héte aquí que este Protocolo no se encuentra vigente en Venezuela, que aún no ha ratificado este Instrumento, que debía incorporar en el plazo de cuatro años desde la vigencia de su incorporación al bloque regional (del 12 de agosto de 2012).
De todas formas, Uruguay pareciera ser el fiel de esta balanza: como presidente protémpore deberá decidir si llama a reunión de cancilleres antes de la Cumbre del Mercosur y su posición será definitiva. Pero aun cuando el canciller Nin Novoa se ha manifestado especialmente belicoso para con el gobierno venezolano, tiene una fuerte presión del Parlamento, del partido de gobierno (Frente Amplio) y de los movimientos sociales para no servir de herramienta a los planes de desintegración en marcha.
En Argentina, el régimen de Temer-Cunha-Serra recibió su único apoyo hasta ahora, aunque Serra debió «soportar» manifestaciones en las calles contra el golpe jurídico-mediático-parlamentario en su país. Cabe recordar que en el plan de gobierno que Serra presentó en sus dos campañas por la presidencia -perdió en ambas ante Lula y Dilma- insistía en distanciar a Brasil de sus vecinos, eliminar los acuerdos comerciales con naciones de África y Asia, y subordinar al país a Estados Unidos.
«No es responsabilidad de Argentina legitimar o no la gestión del presidente Michel Temer. La realidad es que hay un proceso interno en Brasil que se ha seguido a rajatabla y que nosotros hemos estado mirando muy de cerca», dijo Malcorra, quien sostuvo que la reunión fue «una señal clara de continuidad institucional»
Pero los funcionarios argentinos necesitaban obtener el compromiso de trabajar para revertir el creciente desbalance, que implicó un déficit para Argentina de 1.300 millones de dólares en el primer cuatrimestre de 2016, con importaciones en alza y exportaciones en caída, producto de la crisis brasileña. Los empresarios argentinos temen una eventual apertura indiscriminada de las importaciones a partir del nuevo sistema de administración del comercio y a los excedentes exportables que generó la crisis en Brasil y que podrían tener como destino final a la Argentina.
«Perfeccionar» el Mercosur
El tema del futuro del Mercosur fue otro punto importante en la reunión, tras el fracaso de las negociaciones con la Unión Europea, aunque se tuvo especial cuidado en abstenerse de emplear la palabra «flexibilización», utilizada por el canciller uruguayo Nin Novoa, al asumir la presidencia protémpore del bloque.
Sin poder fijar una hoja de ruta conjunta, la Cancillería argentina destacó la necesidad de «perfeccionar el Mercosur e incorporarle nuevas disciplinas en línea con los procesos de integración más modernos y dando mayor dinamismo a su relacionamiento externo, tanto a nivel regional como extra-regional, particularmente en el contexto de la negociación con la UE y otros procesos negociadores en curso».
Las peripecias de Serra
El hecho de que, legal y realmente, este de Temer es un gobierno interino, dificulta la ejecución de una diplomacia gubernamental, que -según lo programado por los golpistas- debiera pasar por una extensa agenda turístico-diplomática de Serra, lo que se hace difícil porque muchos países titubean en organizar esos encuentros.
El único destino que pudo concretarse fue el de Buenos Aires, «un viaje simbólico que pudiera abrir otras puertas», según el monopolio mediático O Globo. Lo cierto es que más allá de lo que dice la prensa hegemónica, el gobierno de Michel Temer no se instaló en forma definitiva y eso hace que el espacio para la ofensiva diplomática programada disfrute de escasos espacios.
El gobierno de Temer no tendrá reconocimiento de los demás países hasta que el proceso de juicio político contra Dilma Roussef haya terminado, y para eso faltan varios meses. Estados Unidos apenas manifestó un silencio cómplice, pero Rusia y China tiraron la pelota afuera a la espera de una definición, lo que no significa que finalmente reconozcan al gobierno de Temer.
Esta semana Serra mantendrá encuentros bilaterales en París con representantes estadounidenses y europeos durante la reunión del consejo de ministros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y participará con ministros encargados del comercio internacional de las ochos principales economías y de los países más activos de la Organización Mundial del Comercio, en discusiones sobre el rumbo de las negociaciones multilaterales y, especialmente, la necesidad de obtener más apertura de los mercados de productos agrícolas, según la cancillería brasileña.
Brasil es uno de los principales mercados de materias primas. Serra deberá explicar la situación económica y política del país a los 34 países integrantes de la OCDE.
Esta será su primera gran cita con la comunidad internacional, la cual buscará aprovechar tanto para explicar las nuevas orientaciones económicas y diplomáticas de Brasil como para rebatir las acusaciones contra el juicio político a Dilma Rousseff.
Uno de sus mayores problemas es que con viento en cola, Serra (obviamente con el aval y el impulso de Temer) estrenó el cargo con una andanada de misiles contra los países que se oponen al golpe blando -Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, El Salvador, Nicaragua, entre otros- con cierto aire de subimperialismo, olvidando que no se pueden someter los valores y los intereses de la nación a las afinidades ideológicas de un gobierno interino.
Crítico contumaz del Mercosur y todo sistema de integración soberana, Serra defiende ahora la tesis de reformulación del bloque (lo que sus asesores llaman regionalismo abierto), imprescindible para poder firmar tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, quizá vía la Alianza del Pacífico. Para los asesores de Serra es importante retomar las relaciones con las «grandes potencias democráticas» con EE.UU., Europa, Canadá, Japón y Australia.
«Tenemos en común la defesa de la democracia liberal e los derechos humanos. Debemos rechazar actitudes colonialistas, pero no hostilizar a EE.UU. y Europa como potencias imperiales», señaló a O Globo el consultor Nelson Franco Jobim.
Serra (y Temer) tampoco están interesados en África, pese a que ese continente ha sido por mucho tiempo un mercado muy importante para productos y servicios brasileños. Empresas brasileñas (muchas de ellas incluidas en el gran escándalo de corrupción) disputaban con empresas chinas las contrataciones de infraestructura y logística en varios países africanos.
Dos veces candidato a presidente por el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), Serra se negó a revelar si piensa volver a competir en las elecciones de 2018. Subrayó que, electoralmente, a su partido incluso le habría convenido esperar un desgaste mayor de Dilma en vez de formar parte del gobierno de Temer.
Cabe recordar que esta agenda de relaciones internacionales de José Serra fue rechazada en las urnas en 2010. Las directrices fundamentales de su proyecto eran distanciar a Brasil de sus vecinos latinoamericanos, eliminar los acuerdos comerciales con naciones de África y Asia, y subordinar al país a Estados Unidos.
* Rubén Armendáriz es Investigador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico