Filólogo y escritor. Ha estudiado las culturas políticas en Cataluña y España, desde 1939 hasta al presente. Lector fascinado de biografías, es autor de varios libros, entre ellos, La conjura de los irresponsables y una biografía de Josep Benet. El último es El hijo del chófer (Tusquets Editors), sobre la vida y la muerte del periodista Alfons Quintà.
¿Por qué adquieren notabilidad personas como Alfons Quintà, a quien biografías en El hijo del chófer?
Me interesa, y la trato en el libro, la relación entre poder y locura. El poder existe, por bien y por mal. Es una tontería negar su existencia y hacer un juicio moral sobre cómo es el poder. Es difícil evaluarlo moralmente, porque funciona según otros códigos humanos, a veces muy salvajes. Hay personalidades capaces de domar el poder, y saben que para hacerlo necesitan gente dispuesta a actuar de manera amoral. Quintà es un caso. Es periodista, en ocasiones bueno, pero se convierte en alguien útil en la sociedad de su tiempo para el poder. Sin escrúpulos, está dispuesto a jugar con los códigos morales, y a llevar una investigación, o a la creación de una televisión, hasta el punto que permita fundar un poder, aunque sea a costa de una conducta totalmente amoral. Y esto es lo que le convierte en, literalmente, fascinante. Está claro que no es alguien normal. La gente común, cuando estamos cerca del poder, podemos acabar abducidos, devorados, utilizados… por él. Pero hay otros personajes que, por su excentricidad, desarrollan un rol diferente en la mecánica del poder. Este es un caso.
¿En esta relación entre poder y psicopatía, quién manda a quién?
¿Quién consigue dominar el Leviatán? Creo que es el político puro quién lo consigue. Suele ser un pragmático, que puede revestir de lírica su ejercicio del poder. Pero suelen ser estas bestias psicopáticas las que, si no quedan destruidas por su relación con el Leviatán, comercian con los hombres y entienden el valor de cada uno. Un loco puede tener un valor, y creo que este es el caso.
¿El asunto Quintà es una originalidad o no tanto?
Hay algo fáustico en el ejercicio del poder de fusión del monstruo con el liderazgo, en la cual no se sabe quién domina a quién, pero sí que se sabe que para el ejercicio de este liderazgo te tienes que situar más allá de la moral. Por lo tanto, un juicio ético sobre la conducta del político es bienintencionado, pero no preciso. El instrumentalizado puede saber a qué está jugando, y pensar que no es un instrumento. Quintà piensa en algún momento que él es poder, pero su relación con el monstruo acaba devorándolo definitivamente. Tenía una personalidad exuberante, pero si miras hacia su interior se ve que está vacía, desestructurada… No es una personalidad formada, que le permita tener una vida; es alguien sin orden interior, cosa que le permite tener una relación con los otros de absoluto desprecio, sin empatía. Puede ser cordial y simpático, pero el otro no le preocupa lo más mínimo.
¿Los tiempos que corren resultan más propicios para el desarrollo de personajes como Alfons Quintà?
La excentricidad del personaje que motiva mi reflexión es tan alta que resulta muy obvio lo que está pasando. Que sea precisamente alguien que acaba como acaba, que mate y se mate, que sea un acosador sistemático, o que utilice el chantaje desde la adolescencia, es un caso extremo que describe esta dinámica de la que hablamos. Me gustaría pensar que no es un caso reproducible.
¿La investigación del éxito podría ser un elemento significativo en el comportamiento de Alfons Quintà?
En su caso el éxito que tuvo es lo que le permite ejercer una pulsión despótica, que explica su condición y su trayectoria. En su caso el éxito es ser reconocido como alguien con poder. Como que los otros le reconocen este poder, él puede actuar de manera despótica. Más que el periodista clásico, que lucha para conseguir la noticia, Quintà quiere ser el mejor periodista. No para ser el que mejor informa, sino para disponer del máximo de poder, que le permita tener una conducta maligna y no ser penalizado por eso. Hay grandes figuras del periodismo en la democracia que han buscado el éxito para influir, porque te llame un ministro y le puedas recomendar una política, o el secretario general del partido, para nombrar a alguien.
Esta conducta debía de conformar un entorno infernal para las personas que lo rodeaban…
Es que prácticamente no hay entorno. Para empezar, desde un punto de vista familiar, el entorno se hunde muy rápido. Es escasísima la relación con sus padres cuando se va de casa. La mayoría de las relaciones de pareja no le duran. Tiene colegas de profesión, pero no son amigos. En un momento ya degradado como individuo, cuando dirige El Observador, el recuerdo mayoritario de los que trabajan con él es de alguien que daba miedo. Una persona que trabajó entonces con Alfons Quintà me decía que llegó a leer Primo Levi para entender como se sobrevive en circunstancias horribles. Cuando lo contrataron en el Ara, una condición fue quien no fuera a la redacción.
¿Cómo es, digamos, el Leviatán catalán de Quintà, el caldo de cultivo específico en el cual se gesta el personaje?
Cuando hablamos del Leviatán catalán y de Quintà es obligado hablar de Pujol. Pujol es muy consciente de la falta de preparación de los políticos catalanes para relacionarse con el poder, que no entienden como funciona. Pujol es discípulo de Vicens Vives, que, hablando del Leviatán como Minotauro, decía que los catalanes no sabían como tratarlo. Esto Pujol lo aprende muy pronto, y sus escritos en la prisión dan fe. Pujol, con una idea política nacionalista explícita, quiere constituir un poder político en Cataluña. Un objetivo descomunal que pide gente dispuesta a actuar más allá de la moral. La parte central del libro tiene que ver con esta durísima ofensiva, y como Pujol la plantea inteligentemente aprovechando el caso Banca Catalana.
¿Y de aquel polvo vino el lodo de la corrupción?
Esta es una mochila que lleva el presidente de la Generalitat, que podría haberlo hundido, y que se convierte en una catapulta, no solo para la consolidación de su liderazgo, sino también para la constitución de un poder catalán. En la dialéctica que establece con el poder central, y que gana, es como consigue una parcela de poder, que no será cuestionada durante décadas por la parte española. Una vez instituido, ¿Qué haces de este poder? Uno de los problemas derivados de esto es que una parte del pujolismo entiende esta victoria como carta blanca para un cierto ejercicio de la impunidad. La función del periodismo seria cuestionar esta impunidad. Pero creo que lo que pasó es que, en este territorio de poder conquistado, donde tú estableces el marco de funcionamiento, en un segmento de este territorio acabó instalándose la corrupción.
Alfons Quintà es una pieza significativa en el puzzle de Banca Catalana…
Desde el primer artículo que publica en El País, Quintà advierte que de Pujol “hablará ampliamente”, y publica un artículo que explica quién son los principales accionistas de Banca Catalana y como la crean, en un momento de creciente crisis bancaria en España. El 1979, en vigilias de las primeras elecciones autonómicas, Quintà escribe que la posición política de Pujol podría estar condicionada por el banco. Cinco días después del discurso de investidura de Pujol, Quintà firma con Carlos Humanes una página entera del País, a la sección de política y no de economía, hablando de los problemas del banco. Periodísticamente, él destapa el caso.
Pero alguien decidió que resultaba más conveniente echar tierra encima…
Sabemos, y así lo dice Juan Luis Cebrián, que él tenía el artículo desde antes de las elecciones, y que se decidió no publicarlo por no interferir en el proceso electoral. Después hay presiones para que siga la publicación de la serie. Una de las fuentes principales del libro es el dietario que escribe Francesc Cabana, cuñado de Pujol, que ve con terror la maniobra de Quintà contra Banca Catalana. Es indiscutible que había una campaña de asedio de Quintà a Pujol. La paradoja es que, en el ninguno de 25 meses, Quintà es nombrado para dirigir TV3, el proyecto fundamental de la primera legislatura de Pujol. ¿Por qué Quintà? La leyenda urbana, seguramente alentada por él mismo, dice que había un chantaje. En una cena de Polanco, Cebrián, Pujol y Quintà se plantea lanzar una edición catalana de El País. Cosa con la cual Pujol no se encontraba nada cómodo. Es precisamente entonces cuando Pujol ficha Quintà. Neutraliza así un enemigo y lo convierte en cómplice. Pujol gana las elecciones y, al cabo de unas cuantas semanas, destituye Alfons Quintà.