El ex mandatario calificó de «analfabetos políticos» a los sectores del Poder Judicial dominados por los medios. «Los desafío a que prueben un solo acto de corrupción que yo haya cometido y seré yo el que irá caminando para ser detenido.»
Con un discurso político de más de una hora, Luiz Inácio Lula da Silva rebatió ayer la «pirotécnica» denuncia de los fiscales a cargo de la causa por el Petrolao. Caracterizó esa pieza acusatoria como otro paso dentro del plan con el que se buscaría su proscrpción: «Quieren sacar a Lula de la política».
Si el juez juez Sergio Moro, que seguramente aceptará el planteo de los fiscales, posteriormente condena a Lula y esa pena es confirmada por el tribunal de alzada, el ex presidente quedará automáticamente impedido de postularse en los comicios de 2018, en los que todos los sondeos lo colocan como el candidato con más intenciones de voto.
Lula lloró por unos instantes, pero no se lo vio quebrado, ni abatido como lo estaba el 12 de mayo, cuando acompañó a Dilma Rousseff al abandonar definitivamente el Palacio del Planalto por el inicio del impeachment que la destituiría el 31 de agosto.
Por el contrario, se lo notó algo impetuoso. «Voy a vivir mucho, tengo 70 años (los cumplirá en octubre) con ganas de vivir otros 20» afirmó con con el vozarrón de siempre, el que había perdido debido a un cáncer del que está curado. Cuando se trata de Lula, cuando más ronco, mejor.
De saco gris y remera roja con el distintivo del Partido de los Trabajadores, Lula recordó la imagen de los militantes de antaño. «Por más que intenten, no podrán criminalizar al PT», avisó.
Reivindicó su «orgullo» por haber fundado el «mayor partido de izquierda de América latina», con el que prometió plantarles cara a quienes pretenden condenarlo «sin pruebas» y al gobierno «golpista» de Michel Temer.
«Los desafío a que prueben un solo acto de corrupción que yo haya cometido y seré yo el que irá caminando para ser detenido. Tienen que aprender que conquisté el derecho de andar con la frente en alto en este país.»
«Le digo a las personas serias del Ministerio Público que estoy a su disposición, les digo a las personas serias de la Policía Federal que estoy a disposición para ir a declarar (…) si me quieren investigar, investíguenme, pero quieron que sean honestos conmigo, y respeten a doña Marisa», su esposa, que también fue denunciada por los procuradores.
Habló durante 67 minutos para una platea de dirigentes petistas y periodistas, incluso algunos extranjeros, en un hotel de la zona sur de San Pablo. Fue interrumpido por aplausos y algunas consignas cantadas cuando ingresó. «Fascistas, fascitas, no pasarán» corearon los militantes.
Lula se permitió algunas bromas: «Antes, cuando era presidente, me tenían el micrófono, ahora no me dan ni agua». Y hasta imitó la voz de Fidel Castro, cuando recordó una conversación en la que se discutía la formación del Grupo de Amigos de Venezuela, para frenar la desestabilización contra Hugo Chávez.
A su izquierda se situó el presidente del PT, Rui Falcao, quien antes de ingresar habló del procurador federal Deltan Dallagnol, al que comparó con el inquisdor Torquemada.
El miércoles, ese joven de 38 años que reparte su tiempo entre su oficina de la fiscalía de la ciudad sureña Curitiba y los templos evangélicos donde mezcla su devoción a Jesus con su fanatismo antipetista, imputó a Lula de ser el «comandante» de los sobornos y lavado de dinero montados en perjuicio de la petrolera estatal Petrobras.
Hasta los columnistas conservadores reconocieron ayer la infeliz puesta en escena de casi dos horas de Dallagnol y sus colegas. No sólo por el moralismo escolar de su exposición sino, y esto es lo sustantivo, por lo hueco de su acusación contra Lula. La cual se reduce, en síntesis, a la compra de un departamento en la ciudad balnearia de Guarujá realizada por el ex mandatario y su esposa Marisa Leticia, con dinero aportado por la constructora OAS, como forma de soborno por los contratos que esa empresa obtuvo en Petrobras.
Ayer Lula no citó el nombre del procurador neopentecostal, apenas se refirió al grupo de «analfabetos políticos» que forman parte de sectores de un Poder Judicial partidizado en matrimonio con los medios, a los que criticó al menos tres veces.
En una de ellas pidió que este viernes su discurso tenga «igual espacio» en los diarios que el dado a la denuncia de los fiscales, momento en el cual la radio de la cadena Globo cortó la transmisión del discurso y dio paso a una reportera.
A la derecha del líder petista estaba Wagner Freitas, presidente de la Central Unica de los Trabajadores, y junto a éste Ghilherme Boulous, dirigente del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo. El grupo de dirigentes que rodearon al orador puede ser leído como un embrión del «Frente Amplio» con el PT y organizaciones populares, que Lula quiere construir para resistir al gobierno impuesto y luego disputar las elecciones dentro de dos años. La confrontación se dará por la restauración democrática y la defensa del salario y el empleo y contra la reforma de la previsión. Por eso la consigna propuesta por Lula para las próximas marchas es «Ni un derecho menos».
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-309506-2016-09-16.html