Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. *** Hablábamos de democracia plebeya. Querías hacer un comentario. Adelante con él. «Democracia plebeya» es un término que uso para […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
***
Hablábamos de democracia plebeya. Querías hacer un comentario. Adelante con él.
«Democracia plebeya» es un término que uso para tratar de dar a entender que estoy refiriéndome a un estado de cosas hipotético en el que los que mandáramos deberíamos ser los pobres. «Democracia plebeya» como término es, en sí mismo, un pleonasmo, porque democracia significa poder de los pobres. No puede haber, por tanto un poder que sea una democracia, un poder de los pobres, y que no sea, precisamente, un poder plebeyo, de la plebe, de la plebs, los proletarii…
Para el pensamiento clásico estaba muy claro que un régimen político consistía en el poder establecido de un grupo o sujeto social, que, una vez obtenía el poder social, instauraba las instituciones políticas más convenientes al mismo. «Una vez obtenía el poder», no significa «como medio para obtener el poder». Cómo van a ser las instituciones políticas el medio para obtener el poder. Me remito, una vez más a una cita de Platón que está, también, en el libro y procede de un libro en principio tan supuestamente conocido y considerado como la República. 557ª: «Nace pues la democracia, cuando, habiendo vencido los pobres [¡gerundio compuesto o pasado: habiendo «ya» vencido los pobres!], matan a algunos de sus contrarios, a otros los destierran y a los demás los hacen igualmente partícipes del gobierno y de los cargos [o sea, «y después»: los hacen a los demás igualmente…] partícipes del gobierno y de los cargos [las instituciones gubernativas] que, por lo regular, suelen cubrirse en este sistema mediante sorteo».
Bueno pues, para que haya democracia, primero, los pobres deben haber conseguido el poder, conditio sine qua non hay democracia. Y para que los pobres alcancen el poder, deben haberse constituido en demos, esto es, en sujeto social organizado, capaz de hacerlos capaces de controlar y dirigir su propia actividad, la praxis, creadora de ethos, que es la fuente de todo poder.
Demos significaría…
La palabra «demos» hacía referencia no a un conjunto de individualidades atomizadas sino a una subjetividad intersubjetiva organizada y deliberante. De hecho, la palabra «demos», en origen, era un nombre para definir una unidad territorial político administrativa organizada.
Quiero pormenorizar todo esto porque, dada la actual miseria de poder de los pobres, todo esto nos resulta es contraintuitivo.
Lo es ciertamente.
«Actividad» es el hacer mediante el que constantemente se crea -creamos- el mundo existente. La actividad crea el mundo: es creación de mundo, de mundo humano. Como si fuéramos dios creador. Todo lo que es mundo humano es algo creado. Creado constantemente y constantemente recreado. Incluso aquello que no es nuevo, que no surge novedosamente, es nueva creación. Una tuerca o una barra de pan, son creaciones, cada una de ellas es producto de nueva, constantemente renovada, actividad. Y lo son aunque las barras de pan o las tuercas no sean una novedad. Sí lo es esa nueva barra, que se agota, y desaparece, comida. Y hay que crear otra donde ya no había nada. Poder es capacidad de control sobre la actividad, sobre esa actividad creadora del mundo humano y sobre el saber hacer que se pone en obra.
La actividad es siempre social, no existe actividad que no sea intersubjetiva.
Hemos hablado de ello, insistes siempre que puedes. Con razón, no es ninguna crítica.
El hacer humano tiene su génesis en la interacción comunitaria de las individualidades. La hominización es consecuencia de una capacidad de hacer que solo surge de la actividad creadora de hacer nuevo, imposible sin la interacción comunitaria, sin la intersubjetividad; hominización es intersubjetividad práxica creadora de algo antes inexistente: esa praxis y su correspondiente saber hacer, que son sociales. Somos eso que Marx y Hegel denominan «realidad efectiva», -wirklichkeit- tal como ya hemos hablado anteriormente. Otra forma de decir, subjetividad intersubjetiva que se objetiva, Identidad Sujeto/Objeto, dicho en crudo filosofema.
Efectivamente, en crudo filosofema, innecesario desde mi punto de vista, que tú traduces para venir en nuestra ayuda.
La actividad intersubjetiva requiere intersubjetividad organizada. Según el «modelo organizacional» creado para generarla y que interrelaciona a las subjetividades, esto es, según las relaciones sociales productivas de actividad contraídas entre los sujetos interactivos, el poder o capacidad de control sobre la actividad comunitaria, intersubjetiva, es dominada por unos pocos, por más o por todos. Poder no es sino la denominación que recibe la capacidad de control sobre la actividad que generan, capilarmente, cotidianamente, las individualidades intersubjetivamente organizadas. No es «coco», ni «caca»: ni es El Mal, ni corrompe.
El poder no es un mal, el poder no corrompe. ¿Oigo, he entendido bien? ¿Estás diciendo que no hay que poder bozales a la bestia porque no hay peligro con el poder bien entendido y ejercido?
Yo creo que basta con democratizarlo. Con que, de veras, la actividad cotidiana que generamos desde las microinstituciones en las que estamos organizados, y desde las que nos ponemos en obra, y creamos y recreamos la materialidad de la vida social, etc. dependa de quienes generamos directamente esa actividad, lo que exige el control sobre cada microinstitucion organizativa de las relaciones sociales directas. La reabsorción de las instancias de mando en la Sociedad Civil y la reabsorción de las instancias dominadoras de mando de las microinstituciones cotidianas que organizan la Sociedad Civil y generan la actividad por parte de sus inmediatos componentes. Si el poder fuese, en sí mismo, no la capacidad de control sobre la actividad que generamos nosotros mismos, sino una fuerza maligna. O algo ínsito en nosotros, pero maligno, nuestra naturaleza sería maligna, seríamos el Mal. Por ello, suelo insistir siempre en esta noción que tú me subrayas como sorprendente. No somos el Mal. El Mal no está en nuestra naturaleza, que es plástica. El despotismo surge como consecuencia de que nuestra enorme, colosal capacidad de hacer, la de cada uno de nosotros organizado junto a los demás en interacción, está organizada conforme a unas relaciones sociales que ponen esa inmensa capacidad de hacer en manos de unos pocos. Y eso es lo monstruoso.
Por eso es muy importante percatarnos de que «democracia» no es la simple denominación de una serie de recursos e instancias administrativas. Es un principio que orienta una reorganización posible de la civilización y una nueva antropología humana, surgida de la nueva praxis y de las necesidades que toda nueva praxis genera en el individuo.
Me permito alargarme.
De acuerdo, lo que desees, no tenemos límites establecidos.
En estos últimos días, he leído un texto de un determinado pensador importante entre los que elaboran proyecto de socialismo ecológico. No hace al caso su nombre.
Como quieras.
Escribía sobre política. Comenzaba largando una lanzada contra Lenin, así, sin más ni más, en plan «jaculatoria debida», y luego, hacía una crítica de propuestas políticas asamblearias debido, -en resumen- a que son utópicas porque exigirían que la gente dedicara mucho tiempo a la política. Por tanto, era partidario de propuestas políticas delegativas, eso sí, dotadas de instancias de control. No me detendré a señalar que, si se trata de fiscalizar la acción política ajena, los parlamentos, se supone que eran eso, y las constituciones, lo mismo, y los tribunales supremos, lo mismo, y los defensores del pueblo, lo mismo, y los tribunales internacionales, lo mismo, etcétera. Sí quiero hacer hincapié en dos puntos.
El primero.
Que no se trata de que -esa, se ve, no es la salida-, de que se controle la sociedad, ni aunque sea «democráticamente» desde el parlamento y éste, a su vez, desde «los controles»… sino de que la actividad cotidiana que generamos nosotros, entre todos, desde micro instancias organizadas de actividad en las que estamos incorporados cotidianamente y desde las que producimos y reproducimos la vida, la de la comunidad y la nuestra, sea controlada por nosotros mismos, sus ejecutores inmediatos, desde el interior de esas mismas instancias microfundamenadoras de la actividad generada cotidianamente. Generar un poder alternativo al que ya existe pero que no es democrático, para auto gobernar inmediatamente la actividad inmediata que generan nuestras manos y nuestras mentes. Que es otra cosa distinta a lo que criticaba esta persona. Quien ahora tiene el poder sobre la sociedad, la burguesía, sí tiene el poder, si domina a los políticos; tiene en su mano, incluso, el dominio sobre el «instrumento» que genera la corrupción, la venalidad de los políticos. Evidentemente, y ya desde ahora, debemos evitar que nuestros políticos sean corruptos; y eso se logra evitando que se perpetúen como tales. El sorteo era una técnica inventada por la democracia griega para la elección de cargos, la rotatividad,…pero, bueno, sobre estas cosas ya hemos tratado anteriormente.
Sí, las hemos hablado.
Pero quiero, además entrar en la parte del «gasto de tiempo en política».
Es un asunto, argumento dicen algunos, que se repite, como sabes, muchas veces.
Me extraña, me asombra que un socialista ecológico reflexione en estos términos. Si queremos conseguir salvarnos como especie, esto es, no acabar de destruir los equilibrios naturales que hacen posible la vida de la especie, etcétera, debemos cambiar nuestras formas de vida, nuestro ethos, nuestra cultura material, lo que incluye el empleo de nuestro tiempo de vida. Debemos generar formas de vida alternativas, que propongan posibilidades alternativas al consumo individualista, y al trabajo prolongado para ganar más o poder endeudarnos más y aumentar el consumo. Esas formas alternativas de vida deben componerse de actividades cotidianas con sentido, que posean sentido vital inmediato para quien las ejecuta: que sean ricas. Actividades nuevas, comunitarias, que, una vez se generan, desarrollan necesidades antropológicas nuevas. Como las que desarrollaban los miembros del viejo movimiento obrero. Salir de trabajar, y reunirse para debatir qué hacer y cómo plantearse la solución de problemas de su taller: problemas sanitarios, de ritmos de trabajo, de injusticias cometidas contra tal o cual compañero. Personas que acudían, luego, al local social de su barrio, la asociación vecinal, donde participaban activamente, y no solo ayudaban a promover movilizaciones en reivindicación, sino también organizaban actividades para los vecinos, fiestas, cursos, debates, etc. Asociacionismo autogenerado, asociacionismo que los unía para socializarse cotidianamente, y allí iban las familias del barrio. Todo esto era, apuntaba a otra forma de uso del tiempo cotidiano y de la actividad cotidiana, no era eso que ahora, se denomina «ocio», porque «ocio», hoy, significa «consumo» individual a solas o en familia. Era un vivir más satisfactorio, auto gobernado, pleno, para ellos. Otros días iban a abrir el local del partido suyo, o a hacer guardia en la sede de su sindicato, y a discutir allí con otros semejantes a ellos. Tiempo usado en socializaciones alternativas, creando otros tejidos sociales, donde el «consumo», el «ocio» no era precisamente la práctica en la que hallaban satisfacción. Porque todo esto, toda esta actividad era satisfactoria, era un hacer ya alternativo: la política como hacer.
Remarco porque vale la pena: la política como hacer. Me queda una duda- pregunta pendiente pero no te la hago ahora, por no extendernos más (tiene que ver con la participación de las mujeres-compañeras es esa socialización cotidiana). Para más adelante. Prosigue por favor.
Recordemos que el ser humano necesita ser feliz, y que la felicidad, nos lo dice Aristóteles, es una sensación inherente a la actividad auto télicamente dirigida, auto elegida y auto gobernada.
Como sabes, yo vivo en el Vallés «Oc.», pues bueno, junto a Badia del Vallés hay un río, el Riusec. El anchuroso cauce del mismo y que el río, más bien exangüe, no ocupa, está repleto de bien dispuestos huertos que no son legales, pero tampoco ilegales, son «alegales»; estos huertos son también creación de estas gentes -hoy día, ya mayores- del antiguo movimiento obrero, que, precisamente por ser de extracción campesina, no necesitaron recurrir a internet para saber cómo se siembra una tomatera, como tendría que hacer un neorrural de nuevo cuño.
Mi padre cultivó un huerto durante años en La Sagrera. Yo le acompañaba muchas tardes de pequeño, a los 8 o 9 años. Era otro hombre, se siente más libre cuando no era un trabajador de fábrica. Prosigue, perdona.
Aprovecho esta respuesta a tu pregunta, que va en la dirección de plantear que debemos luchar en el sentido de unir democracia y vida cotidiana, en el sentido de la democratización de la vida cotidiana -la propuesta elaborada por Georg Lukács, el gran Lukács- para reivindicar al viejo movimiento obrero organizado. Porque entre algunos sectores nuevos de la izquierda, cada vez que se habla de estas gentes se los acusa de consumismo y, además, de todos los males políticos habidos y por haber. Creo que se convierte al movimiento obrero que hubo en un fantasma en el que a veces, parte de estas nuevas personas incorporadas recientemente a la política, proyecta sus viejas formas de vida, anteriores a su reciente práctica nueva, para satanizarlas en espantajo ajeno. O confunde trabajadores manuales, obreros, pero que no participaban del movimiento obrero, que eran franquistas, o apolíticos, con el movimiento obrero. La clase obrera es una creación, no es algo que «existe por naturaleza». Es la auto creación de los explotados que se organizan. No existe «previamente». Precisamente E. P. Thompson insistía en esto, como lo insistía Marx: «Constituirnos el clase» «constitución del proletariado en clase», porque, sin constituirse, no es clase. Pero este debate ahora no es el que me interesa, sí me interesa rescatar las tradiciones o, al menos, la memoria de las tradiciones del movimiento obrero, organizado activo auto activo que, es cierto, se fue extinguiendo como consecuencia de la derrota política de la Transición. Porque muestran cómo se puede ya a comenzar a hacer desde nuestra vida cotidiana cosas que nos cambian a nosotros mismos, la cultura material de vida y nuestra misma antropología, y, esas sí, nos «empoderan» -si se quiere usar esa espantosamente cursi palabra. No estoy en absoluto de acuerdo con que el empleo del tiempo en política sea una «utopía». Sí lo es concebir la política como simple participación en la elaboración de «documentos» o como «mecanismo de control», como asamblea periódica convocada para, meramente, «controlar», a palo seco. Eso acaba desintegrándose. ¿»Qué se fizo» de aquellas asambleas originarias de las que nació Iniciativa per Catalunya y que debían «mandar» a los políticos? ¿Qué de las asambleas de fundación de EUiA? ¿Qué de los círculos morados? ¿Y de lo que se meneaba hace poco en torno a bcne-los comunes?
Parecen fáciles las respuestas, aunque también surgen preguntas sobre lo que acabas de señalar. Hay que detenerse en algún momento. Te volví a interrumpir antes, mucho antes. Estábamos en asuntos de pobres. Te pregunto a continuación sobre ello.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.