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Si sólo la retórica hiciera revoluciones, ya llevaríamos décadas de comunismo

Fuentes: Rebelión

La demagogia fue impuesta por la fuerza de las circunstancias a la mayoría de nuestros pueblos. Es una de las tantas herencias coloniales traída por los españoles y bien aprendida especialmente por los mestizos de este continente, pero al mismo tiempo el idioma «oficial» del invasor que ha sido parte de la comunicación entre las […]

La demagogia fue impuesta por la fuerza de las circunstancias a la mayoría de nuestros pueblos. Es una de las tantas herencias coloniales traída por los españoles y bien aprendida especialmente por los mestizos de este continente, pero al mismo tiempo el idioma «oficial» del invasor que ha sido parte de la comunicación entre las clases, y al mismo tiempo una perniciosa barrera de convivencia con amplios sectores de la colectividad, que aun hasta hoy día lograron conservar sus propios idiomas y dialectos, durante tan largos periodos de avasallamientos al tener que lidiar con enemigos, que por las fuerza impusieron casi todas sus costumbres y hasta sus propios idiomas.

La historia nos recalca, que los invasores que vinieron a esta parte del mundo, en son de buscar riquezas, que las encontraron, eran gente de la peor especie humana en su respectivo país, ya está por demás demostrado de la serie de crímenes y abusos que se cometieron, en nombre de «descubrir» nuevas naciones y llevar la «civilización» con la cruz y la espada. Fueron incursiones similares a las que hoy día comete el imperio norteamericano, en sus criminales invasiones a diferentes países, en su afán de saquear sus riquezas naturales, a nombre de «la democracia y la libertad».

Los mestizos, criollos y algunos «originarios» incluidos, al aprender el idioma oficial, era lógico que también venia aparejado de esa parte de la astucia, la demagogia, con todos sus sinónimos y había que usarlos, las clases dominantes, para engañar, explotar y someter y los sometidos, para tener que sobrevivir.

Es común decir en nuestros pueblos que el uso de la demagogia y la verborrea, es parte de la «viveza criolla».

Ahora cuando esa «viveza criolla» en el campo político está acompañada de una bravuconada, que no tiene el más mínimo respaldo, para hacerla respetar y cumplir en los hechos concretos, en su exigencia o denuncia o en las amenazas. Eso es una pura provocación y un auto engaño de que como no tenemos la capacidad, o no sabemos o no queremos hacer algo en concreto y respecto al contenido de la bravuconada, demostramos que lo que sabemos hacer mejor es «decir» hablar y hablar.

Esta herencia colonial es utilizada desde larga data en nuestros pueblos, pero el desconsuelo es que cuando esta vieja costumbre es usada a niveles políticos, ya sea dentro del campo de la derecha o de la izquierda, es un virus maligno que nos viene haciendo demasiado daño, especialmente cuando somos nosotros quienes la practicamos frecuentemente, como una manera de salir del atolladeros de nuestras propias incapacidades. Que el imperio, el capitalismo y sus agentes las burguesías criollas, son y sigan siendo demagogos aparte de todo lo que son como enemigos jurados de los pueblos, ese es su problema.

Pero demagogos viciosos y confesos dentro del campo popular y revolucionario es un peligro que nos seguirá haciendo mucho daño, por que como ya lo dijeron los griegos en su oportunidad, y antes de Cristo, «sólo la verdad, nos hace libres».

La palabra es muy importante cuando está acompañada de la fuerza de la realidad y la verdad acompañada de los intereses históricos y revolucionarios de las mayorías. Pero mucho más importante que las palabras demagógicas o no, son los gestos y hechos concretos.

Lo reiteramos una vez más, al capitalismo y sus sirvientes y su principal gestor, el imperio norteamericano, no le sale ni un sarpullido, cuando le vociferamos que queremos acabar con él, sin acompañar en los hechos concretos, esos sublimes deseos y necesidades.

Es organizando mucho mejor al pueblo, llevándoles la verdad de la teoría de liberación, para que junto a ellos en lo cotidiano poner en práctica, las experiencias del marxismo -leninismo, como el instrumento de acción de las luchas populares, en la conquista del poder político de las mayorías a la cabeza de los trabajadores, eso siempre inquietó al enemigo principal.

A nivel de políticas de gobiernos con amplios mandatos populares, es una imperiosa necesidad que deben de seguir profundizando sus medidas, de nacionalizar la banca, expropiar sin indemnizar (indemnizar no es más que una vulgar compra a precio de mercado, que hace el Estado, a un capitalista, es premiar la acumulación histórica en base a la explotación, en moneda dura) revertir tierras ociosas mal habidas en manos de latifundistas, manejar todas sus empresas extractivas tanto hidrocarburíferas y minerales, como medidas prioritarias, es enrumbar en los hechos concretos, hacia un nuevo sistema económico y político de liberación nacional, esto es avanzar.

Lo demás es oratoria, demagogia, cosmética económica, evolucionismo, desarrollismo, que no toca el sistema de explotación y que a la corta o a la larga, permitirá al imperio y sus agentes criollos, a dar el zarpazo, cuando este tipo de políticas conciliadoras y reformistas, ya no satisfaga las aspiraciones e intereses de las mayorías y tengan que salir a reclamar sus derechos.

Los gobiernos por contener a los pueblos, recurrirán al fascismo agazapado en las fuerzas de represión, para que cumplan «el mandato de hacer respetar la constitución y el orden», en respuesta al «extremismo con fines político», del pueblo que tendrá una vez más que salir a las calles a reclamar más pan y sus derechos históricos de clase.

Que su Dios ilumine a los gobernantes de turno, y oigan a sus pueblos para evitar nuevos baños de sangre. Los trabajadores y sus aliados naturales, siempre estarán firmes al llamado de la historia, en hechos concretos y de forma militante y no de palabras. De eso estoy completamente seguro.

José Justiniano Lijerón es ex Dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.