Otra vez más suenan las trompetas frente a la murallas de Jericó. Otra vez más se va a acabar el mundo. Otra vez más, afortunadamente para los que amamos la vida porque es una promesa incumplida, acabará en nada todo ese ruido. ¿O no? Con el tiempo nos hemos acostumbrado a estas escaladas que en otros momentos […]
Otra vez más suenan las trompetas frente a la murallas de Jericó. Otra vez más se va a acabar el mundo. Otra vez más, afortunadamente para los que amamos la vida porque es una promesa incumplida, acabará en nada todo ese ruido. ¿O no?
Con el tiempo nos hemos acostumbrado a estas escaladas que en otros momentos ponían en alerta a una población que aún tenía presente el aterrador fulgor de los neutrones liberados. Pero como en el cuento de Pedro y el lobo, y a fuerza de abortadas o falsas amenazas, hemos olvidado que la mayor parte de la vida sobre este planeta depende de que a nadie se le ocurra pulsar un simple botón.
Este es un mundo extraño en el que muchos, la inmensa mayoría, transitamos sin rozar el viento y otros pocos, muy pocos, elevados sobre nuestra calma levantan tempestades. Y ahora toca el turno del ciclón en Corea del Norte, ese reducto entre leyenda y anacronismo, casi incomprensible desde una perspectiva occidental afectada por un alzheimer selectivo.
Podemos decir muchas cosas sobre ese país, y haremos bien haciéndolo. Es cierto que no es normal que exista una tercera generación de «Amado Líder» porque si alguna vez tuvo sentido el tener uno, difícilmente sea transmisible su singularidad. Dicho esto, tampoco es normal que nuestros a veces «no amados líderes» jueguen a un nepotismo mucho más difuso pero igualmente efectivo burdamente disfrazado de libertad y democracia. Es cierto también que la población de ese país actúa de una forma extraña y poco lógica, casi teatral y claramente condicionada por una cultura forzada, que se hace más evidente cuando los vemos llorando desconsolados al paso del fallecido gobernante de turno, o enfervorizados ante la presencia de su sucesor.
No es menos cierto…
… que es muy fácil hablar de los demás.
No estaría de más ser algo críticos, y en este caso, preguntarse qué ha hecho ese país (nos guste más o menos o lo entendamos más o menos) a nivel de agresiones militares externas desde el año 53. Habría que valorar a quién ha atacado desde entonces la RPDC. Son 60 años sin agresiones. ¿Se puede decir lo mismo del país del McDonald, los homeless, el libre mercado, y las invasiones imperiales?
Si es verdad que Corea es un polvorín ¿qué hace el ejército de EE.UU. con 40.000 hombres a 10.000 km de sus propias costas y pegado a las del presuntamente inestable Kim Jong Un? ¿Qué hacen los bombarderos nucleares sobrevolando a 100 km de su frontera? ¿Quién ha dado derecho a los yankees a provocar a una nación -según información estadounidense-, potencialmente peligrosa que cuenta con armas atómicas?
En el peor de los casos no habrá oportunidad de buscar culpables porque en esta partida perdemos todos. Pero ahora que aún estamos a tiempo, ojalá podamos también asistir a críticas y presiones hacia ese verdadero cáncer autoproclamado «tierra de la libertad», que ya ha causado millones de muertes, y que puede acabar en su demente carrera por dominar el mundo sin un mundo que dominar.
¿Si tú eres Tú y yo soy Yo, quién es más peligroso de los dos?
Fuente: http://iniciativadebate.org/2013/03/30/si-tu-eres-tu-y-yo-soy-yo-quien-es-mas-peligroso-de-los-dos/