1. La dramatización, no ayuda
El Congreso del PSOL (Partido Socialismo y Libertad) de 2021, este último fin de semana de septiembre, debe confirmar la estrategia política del partido, que no es lo mismo que definir la táctica electoral presidencial de 2022. La estrategia ha sido la lucha por el Frente Único de Izquierda para derrotar a Bolsonaro, en controversia con la estrategia quietista del Frente Amplio «hasta que duela», que fue expresada en el PSOL por Marcelo Freixo [1] y la estrategia de la ofensiva permanente hasta la huelga general. La línea del Frente Único se desplegó en la denuncia del golpe institucional, la campaña Fuera Temer, la integración en la campaña Lula Libre, la iniciativa Vamos para ampliar la discusión de un programa, la formación de la Alianza con el MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo) y el lanzamiento de Boulos a la presidencia en 2018 y, lo más importante, la potenciación de la unidad con el PT en la campaña Fuera Bolsonaro, que permitió, desde mayo, la realización de los actos que cambiaron la coyuntura. Esta estrategia fue un reposicionamiento necesario ante una situación defensiva, después del impeachment, tras doce años en la oposición de izquierda a los gobiernos de coalición liderados por el PT. Este giro no se hizo sin duras polémicas que resurgen ante cada nuevo hecho importante de la coyuntura. Pero los excesos, las exageraciones, la «dramatización» de las diferencias no ayudan. Los análisis catastróficos sobre el futuro del PSOL son falsos y, por tanto, deshonestos. El PSOL que sigue siendo un partido minoritario en la izquierda, nunca ha sido más fuerte. Decidirá, en 2022, la táctica para 2022. ¿Cuál debe ser el lugar del PSOL? Ser útil en la lucha contra Bolsonaro y en la reorganización de la izquierda, disputando la influencia de las masas. No hay ningún proyecto que vincule el PSOL al PT. Las acusaciones de un «proyecto subordinado al PT» son la creación de un espantapájaros para los incautos.
2. Boulos como gobernador. ¿Por qué?
Esta es una de las decisiones centrales del Congreso del PSOL en São Paulo. La izquierda brasileña se enfrenta a un reto inmenso, enorme, gigantesco: la tarea de derrotar a Bolsonaro. Todavía hay tiempo para intentar allanar el camino hacia el impeachment a finales de 2021. Por ello, la militancia de todas las luchas, banderas y corrientes debe centrarse en la preparación de los actos del 2 de octubre. Tenemos menos de dos semanas por delante. Pero si Bolsonaro no es destituido este año, será candidato a la reelección en 2022. No podemos dejar de considerar un plan B. La mayor victoria de la izquierda brasileña, desde el impeachment [que derrocó a Dilma Rousseff en 2016], fue la formación del Frente Único en las calles, pero está amenazada en las elecciones. Son dos terrenos distintos, pero es bueno ser sensato, porque el proyecto golpista de Bolsonaro es aplastar a la izquierda. Hay dos obstáculos en el horizonte. La insistencia de un campo mayoritario del PT en presentar a Fernando Haddad para gobernador en São Paulo frente a Boulos, y la insistencia de un campo minoritario del PSOL en presentar un candidato presidencial propio que compita con Lula, a pesar de la amenaza de Bolsonaro. Entre estos dos peligros, el primero es el mayor. Porque el PT no debe ignorar que no es razonable que el PSOL renuncie a una candidatura a la presidencia, sin un gesto de compensación. La mayoría de los dirigentes del PT subestimaron al PSOL en las elecciones a la alcaldía de São Paulo de 2020. Boulos ganó un lugar en la segunda ronda. No debería cometer el mismo error dos veces seguidas. La promesa de apoyo para las elecciones municipales de 2024 es un gesto amistoso, pero no es razonable. Nadie sabe qué país será Brasil en 2024, si Bolsonaro no es derrotado. Podemos estar en el exilio, por ejemplo. La táctica de presentar la candidatura de Boulos al gobierno de São Paulo es una decisión legítima e inteligente, teniendo en cuenta el índice de rechazo del PT.
3. La estrategia de Bolsonaro es golpista
El desquiciado, delirante y alucinante discurso de Bolsonaro en la ONU fue claro. Ni las diferencias con el PT, ni las encuestas de opinión deben ser la brújula de la izquierda marxista. Hay una peligrosa manía «profética» entre nosotros. El marxismo es una ciencia en el análisis, pero un arte en la política, porque se trata de la disputa de la conciencia de millones de personas. El objetivo de las organizaciones revolucionarias no es tener razón en abstracto, sino ganar en la lucha de clases. Los que quieren tener razón en abstracto deben abandonar la lucha por el poder y presentarse al premio Nobel. Nuestra táctica electoral no puede descansar en nuestra voluntad, ni en los resultados de encuestas momentáneas, sino en la evaluación de la relación social y política de fuerzas. El centro debe ser un posicionamiento lúcido en la lucha contra Bolsonaro, y todo lo demás es irrelevante. Si Bolsonaro no es derrotado en 2021, es decir, si desde hoy hasta diciembre las movilizaciones no allanan el camino del impeachment, Bolsonaro será candidato a la reelección. Pero, al mismo tiempo, es frívolo considerar a Bolsonaro sólo como una expresión folclórica de un neofascismo «electoral», y reducir los riesgos de la estrategia golpista a una sucesión de simulacros y falsos ultimátums. Lamentablemente, subestimar a Bolsonaro podría ser fatal. Esta tensión adelantará a la primera vuelta los sondeos de voto «útil» de la segunda. El voto «útil» es un cálculo de reducción de daños en defensa de los intereses de clase.
4. El peligro de una derrota histórica
Un lúcido análisis de la situación política en 2021 sugiere que las elecciones generales de 2022 no se parecerán a nada que la izquierda brasileña haya vivido en los últimos cuarenta años. La cuestión decisiva es que hay un gobierno de extrema derecha dirigido por una corriente neofascista que está en conflicto con el régimen liberal-democrático y en choque con las instituciones. Su estrategia es imponer una derrota histórica a los movimientos sociales: la clase trabajadora y los sindicatos, la lucha feminista, negra y LGBTI, los indígenas y los movimientos por la vivienda y la reforma agraria, los ecologistas y la juventud estudiantil, la izquierda en su conjunto. La elección presidencial, aunque sea simultánea a las elecciones estatales, será cualitativamente diferente a la disputa por los gobernadores, es bueno saberlo. Será diferente porque lo que estará en juego es algo mucho más serio que la alternancia de gobierno. Bolsonaro es un peligro bonapartista incompatible con el régimen liberal-democrático.
5. Tres simples lecciones
La experiencia de las masas con el lulismo sigue siendo incompleta. Es cierto que existen desigualdades regionales, generacionales y sociales. Pero la hipótesis más probable es que la candidatura de Lula ocupe todo el espacio político de la oposición de izquierda como una red de arrastre incontenible. Todo es todo, porque es el único que ofrece la viabilidad de derrotar a Bolsonaro. Quien imagine que hay un espacio electoral en la izquierda para la afirmación del PSOL de una línea «ni Bolsonaro ni Lula», mimetizando por la extrema izquierda el discurso de Ciro Gomes (Partido Democrático Laborista-PDT), no ha aprendido las lecciones más esenciales de los últimos cinco años. Son tres y muy simples: (a) la situación sigue siendo defensiva, no se ha revertido, porque venimos de duras derrotas; (b) no es posible derrotar a Bolsonaro sin el PT, las organizaciones y las masas obreras y juveniles bajo influencia lulista; (c) ante un enemigo que quiere aplastarnos a todos, la unidad de la izquierda es una necesidad, no una trampa.
6. Firmeza estratégica, flexibilidad táctica
Es curioso que el bloque de la oposición interna que insiste en definirse, adorablemente, como «el más anticapitalista» prefiera reducir la polémica de la estrategia a la definición de la táctica electoral, olvidando que: (a) la táctica electoral no se define con un año de antelación; (b) si una táctica es siempre la misma, ya no es una táctica, sino una estrategia permanente; (c) la táctica debe descansar en la investigación objetiva de la relación social y política de fuerzas. Este estudio es sólo un cálculo. Pero los cálculos son hipótesis, un estudio de probabilidades, y cambian. Los que se enamoran de las hipótesis se equivocan. ¿Y si Bolsonaro es derrotado y no puede ser candidato? No es necesario definir, en 2021, la presentación de una candidatura a la presidencia o cuál debe ser la táctica en 2023, si Lula gana las elecciones en 2022. No hay relación entre un posible llamado a votar por Lula en la primera vuelta y la participación en un gobierno de centro-izquierda en coalición con partidos burgueses. El PSOL puede pedir el voto para el PT y, eventualmente, no suscribir el programa que defina el PT. El voto, por anticipado, sólo responde a la necesidad fraccionada de delimitación para encender la sospecha. Es indispensable hacer cálculos serios para medir los riesgos y peligros y, en consecuencia, tomar decisiones, no nuestras preferencias, deseos o anhelos. Nadie en la izquierda socialista se enfrenta a la posibilidad de hacer campaña por Lula, después de lo vivido entre 2003 y 2016, sin un sabor de boca amargo. La historia fue cruel. A veces tenemos que elegir una táctica «mala», dentro de los principios, porque las otras opciones son horribles.
7. El peligro del abismo
El lanzamiento de una candidatura propia del PSOL, a partir de ahora, desconoce que Bolsonaro no está derrotado de antemano, porque puntúa menos que Lula, y subestima el inmenso pavor que hay en la gente de izquierdas a que se perpetúe en el poder. Los sondeos de opinión son una información importante, pero no son el único indicador que hay que evaluar cuando se trata de calibrar la relación política de fuerzas. Son innumerables los procesos electorales en los que candidatos que iban muy retrasados, a menos de seis meses de la fecha de las elecciones, consiguieron ganarlas. Todavía hay muchos imponderables en el horizonte. Si no se constituye una candidatura de tercera vía, con un mínimo de consistencia, es razonable predecir que una parte de la burguesía insatisfecha con el papel de Bolsonaro en la gestión de la pandemia se volverá a acercar. Bolsonaro ya ha demostrado que tiene mayoría en las clases medias, y está tratando de aumentar su audiencia entre la gente pobre de las ciudades y el campo con el Auxilio Brasil. Una candidatura propia señala, de entrada, una equidistancia de los dos principales candidatos, aunque se hagan todos los esfuerzos para centrar la lucha contra Bolsonaro durante la campaña. Pero si no hace una diferenciación programática criticando a Lula, ¿qué sentido tiene tener un candidato propio? Esta táctica electoral implica el riesgo de caminar al borde del abismo. Una candidatura invisible, testimonial y estéril del PSOL no fortalecerá a la izquierda socialista, al contrario, la desmoralizará por el divisionismo ante un enemigo, percibido por el sector más avanzado de las masas populares y la juventud, con razón, como aterrador. Si el PSOL se posiciona en la campaña de forma crítica a Lula, por el balance de los errores de los gobiernos del PT de hace una década, podría ser castigado sin remedio en las elecciones a diputados, amenazando incluso con la aprobación de la cláusula de barrera, lo que sería fatal.
Valerio Arcary es historiador, militante de la corriente Resistencia/PSOL y columnista de Esquerda Online.
Nota de Correspondencia de Prensa
[1] Marcelo Freixo, diputado federal desde 2019, el 11 de junio 2021 anunció su desvinculación del PSOL para ingresar al Partido Socialista Brasileño-PSB.
Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=20881
Fuente (del original): https://esquerdaonline.com.br/2021/09/21/sete-notas-sobre-o-congresso-do-psol-valerio-arcary/