Entrevistar a un líder sindical brasileño ante las elecciones que se avecinan, en la que todo indica, salvo cambios de última hora, que el nuevo presidente será un exsindicalista como Luiz Inacio Lula da Silva, es algo que marca mucho las preguntas. Lula, que pasó 19 meses preso y siempre alegó inocencia y persecución política, ya ha lanzado su campaña en la que pretende aglutinar a toda la izquierda. En frente tendrá a Jair Bolsonaro, líder de la ultraderecha y actual mandatario, que espera rete- ner el apoyo del mundo evan- gélico, y del mundo militar.
Nuestro interlocutor, Carlos Augusto Müller, es consciente de todo lo que se juega su país en los comicios del mes de octubre. No es ajeno a esa pregunta simple pero alarmante que domina el discurso político de Brasil: ¿Aceptará el presidente Jair Bolsonaro los resultados? Durante meses, Bolsonaro ha atacado el sistema de votación diciendo que está plagado de fraude, con unos funcionarios que están alineados contra él. Ha insinuado que disputaría cualquier derrota, y ha dicho a sus decenas de millones de seguidores que se preparen para luchar. «Si es necesario –dijo hace poco– iremos a la guerra».
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- En el último periodo muchos han sido los ataques a los derechos de las trabajadoras en Brasil. Entre ellos está la Reforma Laboral aprobada en 2017, que en 2019 es acompañada por la Reforma de la Seguridad Social, aprobada durante el gobierno de Jair Bolsonaro (PL). Durante la negociación de la Reforma Laboral, ¿hubo unanimidad en el sindicalismo brasileño sobre cómo hacer frente a la reforma?
Carlos Augusto Müller.- Es importante destacar que las centrales sindicales brasileñas estaban acomodadas con una realidad que cambió muy rápidamente poco antes de la reforma laboral, especialmente con el golpe y con la salida de un gobierno que tuvo varios años de duración. La evaluación que hacemos hoy después de algunos años es que, a pesar de que hubo un intento de movilización conjunta entre las centrales sindicales en Brasilia, a través de una huelga general, el proceso de destrucción fue tan intenso que no hubo respuesta de los trabajadores conforme era esperado. Los trabajadores estaban atónitos, impactados y tuvieron dificultad en entender todo lo que aquello significaría. En aquel momento sí hubo una percepción de que era necesaria la unidad de todos los sindicatos, pero el esfuerzo no fue suficiente para suplantar el golpe que estaba ocurriendo y para frenar los ataques hacia la precarización del trabajo.
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- Una vez aprobadas, ¿cómo el sindicalismo combativo viene enfrentando el retroceso impuesto por ambas reformas?
Carlos Augusto Müller.- Una vez ocurridas las reformas, con el paso del tiempo, el trabajador brasileño empezó a percibir y a sentir en la propia carne. Nuestra evaluación es que hoy los trabajadores en Brasil están atravesando el momento de darse cuenta de que aquello que se pensaba que ya estaba asegurado, si no hay disposición colectiva para mantener la lucha, se puede perder. Están entendiendo que cuando los cambios vienen para precarizar y para empeorar la relación laboral, estos se concretizan muy rápido. Diferentemente de lo que sucede con las conquistas de derechos, que se alcanzan de forma gradual.
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- ¿Y esta toma de consciencia se está traduciendo en organización colectiva en el interior del mundo del trabajo?
Carlos Augusto Müller.- Sí, este entendimiento generalizado se está reflejando en un aumento en la procura por los sindicatos. Las personas se están acercando para buscar maneras para enfrentar colectivamente este escenario, incluso en aquellos sectores laborales donde, tradicionalmente, no existía gran organización, como sucede en las modalidades más precarias y recientes de trabajo. Es el caso, por ejemplo, del telemarketing y del trabajo en plataformas digitales. En los últimos años en Brasil han empezado a surgir sindicatos direccionados específicamente a estos sectores.
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- En la actual disputa por un nuevo orden mundial, en la que la lucha por la hegemonía entre las diferentes potencias es evidente, ¿cómo Brasil se proyecta?
Carlos Augusto Müller.- Brasil venía caminando en el sentido de buscar posicionarse internacionalmente como una potencia periférica en ascenso. Obviamente que, cuando una nación intenta emprender este camino, ella se opone a los intereses de aquellos que dominan el orden mundial. Nuestra visión es que Brasil, sea por su territorio, sea por su población o por las riquezas que posee, sí tiene condiciones de participar en el escenario mundial de una forma más efectiva y con soberanía y no solo de la forma que se viene proyectando en los últimos años. Es decir, un Brasil que crece en cuanto suministrador de comodities y de insumos para aquellos países que invisten en innovación tecnológica y que, por tanto, consiguen producir productos con mayor valor añadido. El actual gobierno brasileño no tiene compromiso con garantizar la soberanía brasileña.
Por ejemplo, Brasil es uno de los mayores productores mundiales de mineral de hierro y este mineral no llega en ningún lugar del mundo bajo el control de Brasil. El país depende del transporte de China, que es el mayor importador de mineral de hierro del país, para transportar esta materia-prima. En el caso del petróleo, Brasil camina rápidamente para perder completamente el control del petróleo que se produce internamente. En lo que se refiere al agronegocio, Brasil es uno de los grandes productores mundiales de proteínas animales, de soja y de maíz, pero tampoco es capaz de entregar estos productos sin que otros países garanticen el transporte.
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- ¿Cómo esta inserción en la economía internacional influye en las relaciones laborales en el país?
Carlos Augusto Müller.- Esta influencia es aún más absurda en lo que se refiere a la alimentación. A pesar de ser uno de los mayores productores mundiales de comida, hoy el pueblo brasileño tiene hambre. No hay soberanía posible sin que la propia población tenga soberanía alimentar. Y por no invertir en la agricultura familiar, que es la realmente responsable por la producción de alimentos y no el agronegocio que produce comodities, hoy los agricultores familiares están totalmente desasistidos. Quitar el empleo de las personas que están en el campo produciendo alimentos y expulsarlas a las ciudades no genera más riqueza. Por lo contrario, genera una masa de desempleados que tienen enormes dificultades en obtener renta y, consecuentemente, los problemas sociales aumentan exponencialmente. Este es otro camino equivocado que Brasil sigue actualmente.
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- En este sentido, ¿cómo se está dando la defensa de los derechos de las trabajadoras rurales? ¿Cuáles son las estrategias de la CTB en lo que se refiere a la lucha por la tierra?
Carlos Augusto Müller.- Desde su surgimiento la CTB reúne una parcela significativa de trabajadores rurales y no tenemos duda de que fortalecer este sector es muy importante para el desarrollo de Brasil, sea para garantizar la seguridad alimentaria del país, sea para garantizar renta. En los últimos años no hay como negar que estamos encontrando grandes dificultades en este sentido, tanto los trabajadores como los sindicatos, porque cuando hay un gobierno que es negacionista y que rechaza valores que son básicos para la construcción de la soberanía de un país, la opción que se presenta es intentar cambiar este gobierno. No vamos a conseguir avanzar en la cuestión de la reforma agraria, de la permanencia de hombres y mujeres en el campo y de la valorización de la agricultura familiar con un gobierno como el que tenemos hoy con Bolsonaro. Simplemente no es compatible.
Amanda Verrone y Txente Rekondo.- A tan solo 4 meses de las elecciones presidenciales en Brasil, ¿cuáles son los principales objetivos de la CTB en este nuevo escenario que se abre?
Carlos Augusto Müller.- Entendemos que el esfuerzo que hay que hacer es, en primer lugar, concienciar el trabajador de que tiene que votar en trabajador, es decir, en quien valoriza el trabajo. El segundo punto es que haya entre los trabajadores la disposición de participar en la lucha política, porque desde hace algunos años vivimos un intenso descrédito de la política. Y cuando las masas empiezan a creer en ello, se apartan y esto es muy preocupante. Al final, la política fue inventada para evitar la sangre, los conflictos, la mortalidad y nadie debe poner en duda que la disputa política sirve para asegurar el poder y el direccionamiento de los recursos.
La dimensión autoritaria del gobierno actual, que ya ha demostrado que no tiene ningún problema en dejar la democracia de lado, será una gran dificultad que vamos a enfrentar en el próximo período. Por lo tanto, nuestra principal preocupación en estas elecciones es que Brasil tenga condiciones de preservar la democracia, porque sin democracia la lucha será diferente. Sin democracia vamos a perder una correlación de fuerzas que nos costó muchos años conseguir. La cuestión con la que nos enfrentamos es: ¿habrá disposición por parte de los trabajadores brasileños para movilizarse en este sentido? Este es el salto que tenemos que dar en estas elecciones.