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Sin oráculo de Delfos

Fuentes: Insurgente

No, no son augurios de una izquierda empeñada en trocar realidad por anhelo. El propio Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos ha advertido que la preponderancia económica, política y militar de la Unión decaerá probablemente en las próximas dos décadas y que el dólar dejará de ser la principal moneda para el intercambio […]

No, no son augurios de una izquierda empeñada en trocar realidad por anhelo. El propio Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos ha advertido que la preponderancia económica, política y militar de la Unión decaerá probablemente en las próximas dos décadas y que el dólar dejará de ser la principal moneda para el intercambio mundial.

Rotundo el aserto, sí. Pero más rotundo resulta el pronóstico de ¡balcanización! (fragmentación) de USA emanado de alguien con fama de zahorí: el analista político, profesor de diplomacia y especialista en ciberguerra Igor Panarin, quien vaticina un vuelco en el sistema regulatorio a escala financiera global. Concretamente, «Estados Unidos no será más el regulador financiero del mundo y será sustituido por China, con sus amplias reservas, y Rusia, que puede jugar el papel de regulador en Eurasia».

Como si no le bastara el «ensañamiento» general, el «délfico» experto predice hasta el detalle el estallido de EE.UU. en seis pedazos: «La costa del Pacífico, con su creciente población china; el sur, con sus hispánicos; Texas, donde los movimientos independentistas han crecido; cinco de los más pobres estados centrales, con sus poblaciones de nativos estadounidenses; y los estados del norte, donde la influencia de Canadá es poderosa».

Ahora, lo que parecería un escenario a tiro de piedra, por la crisis actuante, claro, y no por la rotundidad de las aproximaciones teóricas, podría alejarse unos cuantos pasos en el tiempo, a contrapelo de quienes sostienen que el Imperio USA está a punto de ser desplazado del centro de las decisiones mundiales. Sucede que, a pesar del déficit y los números rojos de la economía gringa, el dólar se había fortalecido ocho por ciento contra una canasta compuesta por la moneda de 26 socios comerciales a finales de noviembre pasado, cuando un informe especial de la publicación digital IAR Noticias centraba la explicación en que, «mientras se profundiza la crisis financiera, inversores y países reconvierten sus activos y reservas en dólares, generando de esa manera una fuerte demanda de la moneda estadounidense».

¿Paradoja insoluble? Nada de eso. Los analistas atribuyen el ascenso a que: 1) durante la agudización del colapso financiero los «apostadores» se replegaron a las inversiones en los mercados emergentes y abandonaron la especulación con las materias primas y el petróleo; se cobijaron en el dólar, impulsando su apreciación; 2) los bancos de todo el planeta, desde Corea del Sur hasta Suiza, pugnan por obtener dólares USA luego de que los préstamos interbancarios prácticamente se paralizaron; 3) los «inversionistas» se abalanzaron sobre los bonos del Tesoro estadounidense como un «refugio seguro».

Es lógico. Solo que las naciones e «inversionistas» han confluido hacia el dólar no por mera confianza en EE.UU., sino en aras de su propia supervivencia, amenazada por la crisis universal en desarrollo, como subraya IAR Noticias. «En el actual sistema capitalista globalizado, el dólar es la moneda de cambio y de reserva internacional», por lo que su fin «implicaría un derrumbe del que ningún país estaría a salvo».

Ah, caramba, ¿entonces el dólar y la formación socioeconómica capitalista, para utilizar una terminología que aún no ha prescrito, tienen la vida garantizada por los siglos de los siglos?

Por supuesto que no. Analistas de fuste, como el sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein, señalan la temporalidad de la recuperación, pues las posibilidades de acumulación real del sistema han llegado a su límite. «El capitalismo se alimenta de la diferencia de riqueza entre un centro, en el que convergen los beneficios, y periferias, no necesariamente geográficas, cada vez más empobrecidas. Al respecto, la recuperación económica de Asia del Este, de la India, de América Latina, constituye un desafío insalvable para la economía-mundo creada por Occidente, que ya no llega a controlar los costos de acumulación. Desde hace decenios, las tres curvas mundiales de precios de la mano de obra, de las materias primas y de lo impuestos están en todas partes en una fuerte alza. El breve período neoliberal que se está terminando solo ha invertido de modo provisional la tendencia. De hecho, el último período de acumulación real -los «gloriosos 30″- solo fue posible porque los estados keynesianos pusieron sus fuerzas al servicio del capital. Pero en este caso también se llegó al límite».

¿Y esto? ¿Posible fin del capitalismo o simple vehemencia izquierdizante de Wallerstein? En todo caso, arena para un debate que sobrepase el «simple» discurrir sobre la preponderancia económica, política y militar del Tío Sam, y la inevitable decadencia de sus muletas: el dólar.