Que secuestren a un presidente es, sin duda, un hecho de extrema gravedad, y los reflejos de movilización de gobiernos y organizaciones sociales del continente -muchos mayores que antaño- son de gran importancia para mantener la democracia y defender los procesos de progreso político y social en la región. Con todo, lo menos que hay […]
Que secuestren a un presidente es, sin duda, un hecho de extrema gravedad, y los reflejos de movilización de gobiernos y organizaciones sociales del continente -muchos mayores que antaño- son de gran importancia para mantener la democracia y defender los procesos de progreso político y social en la región. Con todo, lo menos que hay que decir de la asonada ecuatoriana es que se parece bastante más al amotinamiento policial boliviano de febrero de 2003 que al golpe de Venezuela de 2002, o al más reciente de Honduras.
Resulta difícil organizar un golpe sin apoyo de los militares, de al menos parte de la burguesía y de grupos de poder, entre ellos al menos algunos medios, y de sectores de la sociedad civil. Finalmente, no menos importante para un país pequeño, algún apoyo externo. Nada de esto hubo este jueves en Ecuador. Sólo unos «carapintadas» gutierristas, unos maoístas trasnochados y algunos «pachakutiks» desorientados apoyaron a los policías, sin movilizar a nadie en favor de la asonada. El apoyo a Correa, pese a su estilo y peleas con ex aliados, sigue siendo alto.
Los medios mantuvieron su prudencia (¡La CNN invitó como analista a Carlos Fazio! -googléenlo-), la oligarquía de la Costa y el caudillo derechista y alcalde de Guayaquil Jaime Nebot respaldó la continuidad democrática. El vice de Hillary Clinton, Arturo Valenzuela dio apoyo irrestricto a Correa y más tarde su jefa repitió casi textualmente su declaración. Incluso los derechistas Juan Manuel Santos y Alan García coordinaron una firme condena a los sublevados. Y, el quid de la cuestión, las FF.AA. desde temprano declararon su lealtad a la institucionalidad y al presidente.
Por si esto no bastara, ni siquiera fue toda la policía sino algunos centenares sin estrategia. De hecho, aunque secuestraron al Presidente -queda por saber por qué fue justo a la clínica policial después de ser agredido por los amotinados- no supieron qué hacer cuando este se negó a negociar.
«Es distinto que Honduras, donde se dio la participación de organizaciones, gremios y partidos que apoyaron el golpe. Aquí nadie se pronunció a favor», dijo José Luis Ortiz, analista del periódico El Expreso, de Guayaquil (políticamente equivalente a Santa Cruz en Bolivia).
Si esta crisis hubiera sido en Bolivia habría habido varios muertos -como en febrero de 2003- pero en Ecuador existe cierta aversión a la represión y a la muerte. En las caídas de tres presidentes, en medio de fuertes movilizaciones sociales, hubo un muerto, que se ahogó con los gases lacrimógenos. Y si no hubieran tenido la suerte de poder secuestrar al presidente, la asonada no hubiera pasado de un poco de bataola (e insumos para unas campañas de solidaridad que no por imprescindibles dejan de requerir un poco menos de frases hechas).
El presunto jefe de la asonada, Lucio Gutiérrez -de hecho su gente andaba alentando a los sediciosos, incluido su abogado- estaba en Brasil. Tampoco la relación con EE.UU.parece pasar por su peor momento. El 8 de junio, Clinton fue recibida con gestos amistosos en Quito. Y así resumió el evento el embajador de Ecuador en Washington, Luis Gallegos, a la agencia IPS. «Creo que esta visita es una muy mala noticia para la recalcitrante derecha ecuatoriana, que ahora no sabe lo que pasa, pero también para los ‘talibanes’ que desearían que el gobierno ecuatoriano no converse con Estados Unidos». Correa y Clinton se tiraron varias flores. El ecuatoriano puntualizó que no abriga «ninguna animadversión» hacia el gigante del Norte. «Al contrario, es un país muy querido, en el que pasé cuatro de los más felices años de mi vida», dijo, refiriéndose a sus estudios de doctorado en la Universidad de Illinois. «Estamos forjando un nuevo marco de relaciones. Estamos en el siglo XXI. Esto es el 2010. No vamos a poner el reloj para atrás», respondió la estadounidense. «Los fines que el gobierno ecuatoriano se ha puesto son los mismos que Estados Unidos se ha puesto: el bienestar de sus pueblos».
Es obvio que este «golpe» -como toda acción de fuerza torpe y fallida, de cualquier naturaleza- fortalecerá a Correa. Ya pasó con Chávez en 2002 y con Evo Morales en 2008.
Fuente: http://blogdearaya.blogspot.com/2010/10/sobre-el-motin-policial-en-ecuador.html