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Sobre las marchas, o cómo se cocina la democracia

Fuentes: Rebelión

Es obvio que las marchas del pasado 19M evidencian un serio descontento popular con las formas políticas del gobierno. Increíble que se den estas manifestaciones de descontento hacia un gobierno que prometió la «revolución ciudadana». Manifestaciones que no se veían desde los años de los forajidos, pero ahora, ya no concentradas -con mayor fuerza- en […]

Es obvio que las marchas del pasado 19M evidencian un serio descontento popular con las formas políticas del gobierno. Increíble que se den estas manifestaciones de descontento hacia un gobierno que prometió la «revolución ciudadana». Manifestaciones que no se veían desde los años de los forajidos, pero ahora, ya no concentradas -con mayor fuerza- en Quito, sino en algunas ciudades del país.

No se trata de hacer una apología de la marcha, pero no se pueden desconocer estos aspectos que nos invitan a reflexionar sobre cómo es posible este tipo de manifestaciones, hacia un gobierno que supuestamente ha «transformado al Ecuador». Me parece que para empezar el análisis debemos establecer una diferencia entre la dimensión administrativa y la dimensión política de un gobierno. Desde luego la dimensión administrativa está marcada por una agenda política, y cualquier juicio integral sobre la gestión del gobierno debería considerar estas dos dimensiones de manera equilibrada, de otra forma, se podría justificar la legitimidad del gobierno tan solo sobre la base de sus acciones administrativas como la construcción de las carreteras, por ejemplo. Está claro que sin acciones administrativas no tendría sentido la existencia institucional del Estado, pues los ciudadanos aceptamos la existencia de la institucionalidad estatal sobre la promesa de la adecuada gestión de la vida pública.

No obstante, la vida pública también requiere ciertas formas políticas, en el caso de una republica, formas democráticas que coadyuven a fortalecer y profundizar la democracia, desde el más mínimo detalle, como el adecuado trato que los funcionarios de libre nombramiento deben dar a la ciudadanía y a sus propios subalternos, como a las estrategias y la conceptualización del relacionamiento del Estado con todos los sectores sociales. Y parece que es precisamente dentro de la dimensión política, en donde se concentran las contradicciones del actual régimen.

Las marchas son una expresión de la crítica a las inconsistencias políticas de todo el régimen de Alianza País. Cuando no se cumple la promesa de escuchar a los ciudadanos, es decir cuando los representantes de la ciudadanía no escuchan a los ciudadanos sino solo a los jefes del movimiento, algo no está bien. Si como dice CEDATOS «el 73% de la población cree que una consulta popular debe determinar si se establece o no la reelección indefinida en el país», significa que 7 de 10 ciudadanos no se sienten representados, y se les niega la posibilidad de elegir lo que conviene a la vida digna de todos. O cuando en la democracia no se garantiza el honor de aquellos que se oponen a quienes detentan el poder, simplemente las formas políticas inclusivas, fallan. O cuando la construcción de lo público lejos de ser una construcción democrática, participativa y dialogal, es una construcción caudillista y jerárquica, simplemente no hay buen gobierno.

Ya lo dijeron los sofistas; «el orden de los hombres no depende de los dioses, depende de los hombres», y si depende de los hombres es que ha sido históricamente producido, y así mismo es susceptible de cambio. ¿Cómo? Participando efectivamente en la construcción de lo público, que no es más que la permanente pugna por mantener vigentes las conquistas de la humanidad en términos de democracia, el respeto a los derechos humanos, los derechos políticos, los derechos económicos, sociales y culturales, los derechos de la naturaleza, y todos los derechos que aumente las condiciones y posibilidades de auténtico Buen Vivir para TODOS, y eso incluye necesariamente, el ejercicio de la resistencia, la crítica y la libertad de conciencia, así como las manifestaciones de duda y rechazo cuando se sospecha que el poder nos aleja de ese ideal.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.