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Reseña de Barretinas y estrellas. Un paseo por el esperpéntico circo del independentismo, de Albert Soler

Sobre los que creen ser el ombligo del mundo

Fuentes: El viejo topo

Este libro, nos advierte Soler, “no hubiera sido posible sin la colaboración desinteresada del Vivales, Presidentorra, Presidentmas y Jordi Pujol, en este último se hace extensivo el agradecimiento a toda su familia. Como presidentes que han sido, han llevado Cataluña a las más altas cotas de la miseria moral, cosa que ha contribuido notablemente a que este libro pudiera salir a la luz. No quisiera tampoco olvidar lo que nos reíamos gracias a ellos, ello merece un agradecimiento aparte”. Hay también protagonistas secundarios: “imprescindibles en todas comedida que se precie. Esos escritores, actores, periodistas y frikis de todo pelaje, que luchan diariamente para que no olvidemos ni por un momento el esperpento que fue el procés. Verlos tomarse en serio a sí mismos cuando no mueven más que a risa, es un estímulo constante.” Y sin olvidar lo que no puede ni debe ser olvidado: “A la prensa afín al régimen, en especial a TV3, sin cuya colaboración, totalmente interesada, todos los antes mencionados se habrían perdido en el tiempo como cervezas en la lluvia”. Es razonable dejar aquí constancia de ello; las fuentes son las fuentes.

Barretinas y estrellas es el título (magnífico) del nuevo libro deAlbert Soler. Su justificación: “Una década de delirios de grandeza, de creer que somos el ombligo del mundo, de pensar que merecemos de himno un Barras y estrellas, cuando en realidad no vamos más allá de un provinciano Barretinas y estrellas” (p. 245).

¿Se les hubiera ocurrido a ustedes un título como ese? A mí no. Se me hubieran podido ocurrir tal vez estas dos afirmaciones (las cursivas son mías): “Rodoreda, una de las plumas más grandes de toda la literatura española, incluyo por igual a hombres y mujeres” (p. 194). “Muere Marsé y lo que se destaca desde los medios oficiales [en Cataluña] es que escribía en castellano, al parecer lo de ser uno de los mejores escritores catalanes de la historia es anecdótico” (p. 195). Pensar a Rodoreda dentro de la literatura española y considerar a Marsé un escritor catalán es a día de hoy, en .Cat, dos actos de habla-escritura absolutamente revolucionarios. No menos que la conclusión que acompaña al pasaje: “Galdós, Marsé… Un pueblo que valora el arte en función del origen del artista, o peor todavía, del idioma en que ha sido escrito un libro, es un pueblo destinado a la extinción. A extinguirse, además, de una manera muy curiosa: entrando poco a poco en su propio ombligo, hasta acabar desapareciendo”.

Pretendía inicialmente escribir una reseña a la altura del humor, ironía y sarcasmo de Soler. Así, por ejemplo: “Un nuevo e imprescindible libro de don Albert, un catalán-catalán de Primera División (¡y de Champions!), ¡de tota la vida!, que de tanto pensar en clave anti-secesionista se ha quedado totalmente calvo, hasta el punto que algunos de sus conciudadanos apenas lo conocen y se acercan a él, a escondidas, preguntándole por su identidad, de tal forma que, una vez confirmada, cuando están seguros de que Albert-calvo es Albert-Diari de Girona, le agradecen sus textos y su valentía y le explican que ellos están muy de acuerdo con él pero es que no se atreven, que cualquiera levanta la mano ante el inmenso poder de esos que hablan, hablan y hablan de una república de sonrisas y de buen rollo, que nadie ha visto ni ve en parte alguna, mientras tildan a “los otros” de colonos, ñordos y españoles de m”. Un ejemplo de esa clandestinidad citada por el propio autor (p. 100): “Hola Albert. Perdona que te escriba en privado. Leo siempre tus artículos y me gustan mucho, me siento muy identificado con lo que comentas. Te lo digo así, en privado, porque ni siquiera puedo poner me gusta cuando los publicas en las redes sociales, ya que tengo un negocio y podría perder clientes”.

Lo que les decía. Lo he intentando una y quince veces más. Pero nada, no me ha salido. No es fácil. Comparaba con el original, con cualquiera de los 51 artículos (no les puedo recomendar ninguno: ¡todos son magníficos!; el primero lleva por título “El Vivales”, una aportación -gràcies, senyor Soler, que la terra li sigui lleu!- del padre del autor) que componen Barretinas y estrellas, y mi intento-copia no iba a ninguna parte. A la papelera más bien.

Lo mejor, por tanto, es que les cuente algunos de los platos fuertes del menú con letra y sabor del propio autor. Para abrirles el apetito.

1. De la hispanofobia realmente existente. “En medio de tanto ruido, de tanta crispación, de tanta inanidad elevada a la categoría de lo trascendental, reconforta que haya todavía quien tenga claros los valores que deben anteponerse a todo lo demás. Con España sumida en dos crisis, una sanitaria y otra económica, y Cataluña sumida en las mismas pero agravadas por tener unos gobernantes de bazar chino, hay un semáforo que no funciona bien. No es que el artilugio se ponga en verde a la vez para automóviles y peatones, provocando una masacre cada diez minutos. No. La cosa es mucho peor: sus indicaciones están en castellano. Únicamente en castellano, ignorando así la lengua catalana. Alguien podrá pensar que los semáforos son solamente unos aparatos con lucecitas, pero no. Los hay también con algunas instrucciones, como el caso que nos ocupa, que no se contenta con tener una sola expresión castellana -que ya sería motivo para llevarlo al chatarrero- y tiene dos. La una señala textualmente “pulsar el botón” y la otra “espere verde” (esta última se combina con otra que indica “puede cruzar”, nótese lo maquiavélico de quien ideó tal artilugio). Se desconoce cómo un semáforo de tan demoníacas características ha podido subsistir hasta ahora en la urbe barcelonesa. Y lo que es más extraño: cómo los catalanohablantes han podido seguir esas instrucciones escritas en lengua extraña, sin aturullarse a la hora de cruzar. Por fortuna, la Plataforma de la Llengua, siempre atenta, ha hecho llegar sus quejas al ayuntamiento…”  (pp. 77-78)

2. Sobre don Artur: “Artur Mas se pasó la primavera del confinamiento en su residencia de Vilassar de Mar, no iba a ser un primo de los que se quedan en Barcelona. Ni siquiera le hizo falta empadronarse, con jurar que se trasladó ahí antes del estado de alarma y verse obligado a quedarse, problema solucionado. Da igual que los vecinos negaran su versión y le acusaran de infringir la ley, para un tipo que unos años antes juró también que Cataluña independiente se convertiría en la Dinamarca del sur, que ninguna empresa se marcharía de Cataluña a causa del procés y que todos los países europeos estaban esperando con los brazos abiertos la república catalana. Una mentira más fue pan comido, ni siquiera titubeó” (p. 121).

3. La santificación de Jordi Pujol. “Enviado por mi periódico a cubrir el acto final de la escuela de verano…, allí vi por primera vez a Jordi Xuclà, que era el presidente de las JNC, ni más ni menos que las juventudes pujolianas… Más que un miembro de la realeza, me dio la impresión de que Pujol era como el Papa. No, mucho más: Pujol era Dios, y se había aparecido a un grupo de chicos y chicas, que hasta ese instante probablemente creían que Jordi Pujol no existía, que era un invento de los mayores, que no podía haber personaje tan inconmensurable. Y que, si lo hubiera, jamás se dignaría a compartir unos momentos con ellos, pobres mortales. Al verle, uno estaba convencido de que Pujol consideraba su paso por el mundo como una especie de Segundo Advenimiento. No faltó más que alguien gritando: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra suya bastará para sanarme”…” (p. 132).

¿Les han gustado? Pues imaginen lo bien que se lo van a pasar cuando lean el resto. Como en el mejor cine de Billy Wilder: ¡sin censuras, sin cortes, con faldas y a loco!

Les recuerdo el subtítulo del libro: “Un paseo por el esperpéntico circo del independentismo”. De eso va, de eso trata el libro. Como Soler tiene mucho sentido del humor, la palabra ‘circo’ encaja. Para los que no gozamos en la misma medida de esta excelente virtud republicana (entiéndase bien aquí la palabra ‘republicana’) más que circo nos parece un malvivir. Una tragedia política cansina, muy cansina. Un rollo inaguantable.

Fuente: El Viejo Topo, marzo de 2021.