Estimado Hugo, Es cierto que no es la primera vez que tenemos divergencias. Si cuando estuvimos en prisión, en una época de fuertes tensiones políticas, pudimos intercambiar puntos de vista serenamente, sin que se afecte la relación fraternal, con mayor razón debemos poder hacerlo ahora. Yo aprecio tu amistad, reconozco que tienes una experiencia militante […]
Estimado Hugo,
Es cierto que no es la primera vez que tenemos divergencias. Si cuando estuvimos en prisión, en una época de fuertes tensiones políticas, pudimos intercambiar puntos de vista serenamente, sin que se afecte la relación fraternal, con mayor razón debemos poder hacerlo ahora. Yo aprecio tu amistad, reconozco que tienes una experiencia militante infinitamente más importante que la mía, y comparto plenamente tu combate por los pueblos indígenas.
Lo que te ha hecho reaccionar es lo que he dicho en mi respuesta a Raúl Zibechi, que los resultados de la experiencia zapatista, «son magros». Pues bien, paso a explicarte lo que motiva esa apreciación.
La experiencia zapatista la he seguido con sumo interés desde el comienzo y he formado parte de uno de los primeros comités de solidaridad que se crearon en Francia. ¿Cómo no apoyar la insurrección de un pueblo originario que reclamaba su derecho a la autodeterminación, derecho reconocido por la comunidad internacional (el convenio 169 de la OIT) y aprobado e integrado a la legislación del Estado mexicano? ¿Cómo no apoyar lo que, para muchos de nosotros en esa época, se presentaba como el inicio de la nueva revolución mexicana?
Por supuesto que he seguido también, de muy cerca, la evolución de ese conflicto, en particular la traición del Estado mexicano respecto a los acuerdos de San Andrés. Y he apoyado con entusiasmo la reacción del EZLN de asumir el control administrativo de la región y de poner en práctica una verdadera nueva democracia, y una nueva forma de Estado que reposa efectivamente en los órganos de poder popular. Desde ese punto de vista, yo reconozco que el zapatismo aporta, sin la menor duda posible, elementos fundamentales de lo que tanto se necesita hoy, una nueva alternativa revolucionaria.
Sin embargo, no se necesitó mucho tiempo para comprender que el horizonte libertario del Zapatismo no iba más allá de la problemática indígena. Un error evidente que explica hoy, a 17 años de distancia, que Chiapas siga hundiéndose en la miseria, sin ningún progreso tangible en lo social, económico, educacional, de salud, de vivienda, etc. Más aún, que siga siendo repetidamente víctima de agresiones criminales del Ejército y de los paramilitares. A esto es, precisamente, lo que yo llamo «magros resultados».
Pareciera que el zapatismo no ha comprendido aún dos cosas elementales, que el socialismo en un solo país (y con mayor razón en el territorio de un país capitalista) es un imposible histórico, y que los problemas de Chiapas sólo podrán resolverse cuando se hayan resuelto los problemas de México. Por lo demás, esta larga situación, digamos, de estancamiento, de no ver, como suele decirse, «la salida del túnel», tenía necesariamente que traer sus consecuencias. La más inquietante, entre otras, el conflicto generacional. Es decir, el problema planteado por muchos jóvenes que, sin perspectivas de futuro, y muy a pesar suyo, se deciden a emigrar a las ciudades.
Lo que ha ocurrido con esa experiencia, en realidad, es relativamente simple. El autonomismo de los zapatistas estaba fundado, no tanto en la intervención de la fuerza militar (el EZLN), como en la solidaridad y el apoyo del pueblo mexicano (de la «sociedad civil», como se decía) y de la comunidad internacional, en particular del llamado «alter-mundialismo». Se pensó, en efecto, que esta solidaridad, que alcanzó niveles extraordinarios («galácticos», según el Zapatismo) iba a facilitarle todas las conquistas, correlativas al reconocimiento oficial del derecho a la autodeterminación. Cosa que, como todos sabemos, no ocurrió.
Esto es profundamente lamentable y cabe esperar, ahora que la solidaridad internacional ha casi desaparecido, que la propia evolución de la situación mexicana pueda aportar una solución que le abra al Zapatismo nuevas posibilidades de desarrollo, antes que caiga en el olvido, como ocurre con otras experiencias autogestionarias.
Tu no ignoras que el Zapatismo fue exhibido, por los grandes teóricos del autonomismo, como la prueba del fracaso histórico del Marxismo, y en particular de la necesidad de los partidos políticos en los procesos revolucionarios, como acaba de hacerlo Raúl Zibechi tomando el caso de los movimientos sociales actuales, en África, el oriente próximo, y Europa. Esto, a pesar del rol desempeñado por el EZLN, sensiblemente equivalente, como organismo político-militar.
Pero, es verdad que los dirigentes zapatistas han adoptado esas teorías. De ahí que hayan rechazado constituirse en partido político, y que afirmen, paradójicamente -vista la situacion-, que no hay ninguna necesidad de tomar el poder, para producir cambios revolucionarios. Dicho de otra manera, que no hay ninguna necesidad de darse una organización que identifique con precisión los sectores sociales en pugna, que sepa como desarticular o anular las fuerzas que se oponen al cambio y que esté en condiciones de reemplazar la institucionalidad vigente por una nueva, respondiendo a los principios fundamentales del socialismo.
El tema hoy, es de suma importancia porque hay, en América Latina, una emergencia de pueblos originarios que reclaman sus derechos y que pudieran estar tentados de embarcarse en un camino sin salida como el que se han metido los Zapatistas. Yo no estoy contra la autonomía, pues serán ellos -y sólo ellos- los que decidan de sus formas organizativas, pero sabiendo que no podrán nunca alcanzar plenamente sus objetivos si no es el cuadro de la liberación del país. Es decir, sin establecer una alianza con los otros sectores del pueblo, explotados y oprimidos, y sin comprometerse activamente en la lucha por la toma del poder y las transformaciones revolucionarias.
En lo que concierne al partido «de vanguardia», concuerdo contigo. No podemos sentarnos a esperar pacientemente que aparezca. Paralelamente a la intervención en los movimientos sociales, debemos (o deberíamos) tratar de ayudarlos a superar la crisis que los afecta, y que puedan cumplir el rol que la historia les tiene reservado.
Un fuerte abrazo.
José
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Antecedentes del Debate
1) www.rebelion.org/noticia.php?id=130648
2) http://rebelion.org/noticia.php?id=133823
3) http://rebelion.org/noticia.php?id=133822
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