1. Recibo estos días muchos mensajes, y muchas llamadas de amigos, que recaban mi opinión sobre ‘Podemos’. Prefiero expresarla aquí, en público, desde el respeto por la propuesta correspondiente. Y es que en ‘Podemos’ no faltan las personas que, con una larga trayectoria de lucha, merecen ese respeto, que aquí se expresa –o quiere hacerlo– […]
1. Recibo estos días muchos mensajes, y muchas llamadas de amigos, que recaban mi opinión sobre ‘Podemos’. Prefiero expresarla aquí, en público, desde el respeto por la propuesta correspondiente. Y es que en ‘Podemos’ no faltan las personas que, con una larga trayectoria de lucha, merecen ese respeto, que aquí se expresa –o quiere hacerlo– tan lejos de la alabanza aduladora como de la crítica descortés.
2. Empezaré diciendo lo que muchos saben y lo que para otros es, sin más, irrelevante: no siento ningún interés por elecciones, parlamentos e instituciones. Y me veo obligado a certificar que ‘Podemos’, por muy iconoclastas que sean sus propósitos y muy amplios que sean sus objetivos, se vincula expresamente con todo ello. Lo hace, por añadidura, a través de la intuición, desafortunadísima, de que son los líderes los que dan sentido a los proyectos. Su momento de formalización obliga a recordar, en fin, que a algunos nos parecen poco estimulantes las iniciativas que surgen en la proximidad de unas elecciones. En ese escenario ratifico mi compromiso franco con la organización desde abajo, desde la autogestión, desde la democracia y la acción directas, desde el apoyo mutuo y desde la desmercantilización. Somos muchos –conviene subrayarlo– los que no estamos en la pelea electoral. Y bastantes los que no dejamos de sorprendernos ante las ilusiones que personas respetables depositan, digan lo que digan, en aquélla.
3. No tengo claro qué es ‘Podemos’: si una propuesta de método para solventar los problemas vinculados con unas elecciones o el cimiento de un cambio mucho más ambicioso. Intuyo, por lógica, que se trata de una combinación de ambas cosas, sin que, dicho sea de paso, la condición democrático-asamblearia de la segunda me parezca comprobable. En el estadio actual, de cualquier modo, no existe la posibilidad de juzgar un programa preciso, toda vez que el manifiesto difundido no tiene la condición de tal. Por ello no me queda otra que avisar, aventureramente, sobre lo que intuyo que está llamado a nacer de aquí y de imaginables derivas posteriores. Lo digo de otra forma: me sorprendería mucho que ‘Podemos’ se haya sacudido los vicios de análisis que arrastran por igual la izquierda que vive en las instituciones y la que dice querer romper con el régimen.
4. Algunos de los promotores de ‘Podemos’ nunca han empleado la palabra autogestión. Sus adhesiones de siempre beben de la idea, pregonada por la socialdemocracia y el sindicalismo de pacto, de que el Estado es una institución que nos protege (o al menos de que tal debe ser su condición). Así las cosas, el grueso de las propuestas que les conozco no rompe el molde keynesiano y hace uso inocultado de las herramientas de siempre –entre ellas la jerarquía y la separación– de la socialdemocracia recién mentada. No deja de producirme desasosiego comprobar cómo muchas personas que declaran rechazar de forma radical lo que significa la socialdemocracia engullen ésta a toda prisa cuando aparece ataviada con colores festivos aparentemente rupturistas y subversivos.
5. A mi entender, y en relación con todo esto, nada es más absurdo que la pretensión de regresar a 2007 para reconstruir en plenitud nuestros maltrechos Estados del bienestar. Y nada es más urgente que asumir una crítica consecuente de lo que éstos suponen. No se trata, en otras palabras, de salir de la crisis o del régimen: frente a las gestiones cortoplacistas de la primera, se trata de salir, y con urgencia, del capitalismo. Tampoco veo, por cierto, qué aporta, si le damos a la palabra emancipación un sentido serio, la defensa de la república —española, cabe suponer–, uno de los grandes mitos de la izquierda tradicional que prefiere ignorar que la propuesta correspondiente está en el guión del propio régimen y ya ha dado sus frutos, todos podridos, en Portugal, en Francia o en Italia. No acierto a apreciar, por lo demás, qué efecto de suma de voluntades acarrea la propuesta republicana.
6. Bien está que dispensemos la atención debida a la deuda y a los recortes. Pero, cuando hablo de la necesidad de otorgar a la autogestión un relieve decisivo me importa subrayar que no estoy pensando en viejas trifulcas del pasado. Lo estoy haciendo, antes bien, en la corrosión terminal del capitalismo, en la inmediatez del colapso y en las urgencias consiguientes. He escuchado estos días en labios de portavoces de ‘Podemos’ declaraciones, muy desafortunadas, de inocultado carácter productivista y desarrollista. No he oído hablar, en cambio –acaso he tenido mala suerte–, de centros sociales autogestionados, espacios de autonomía o cooperativas integrales. Si, como suele suceder, el proyecto que nace le da la espalda a discusiones ineludibles sobre la tecnología y la civilización industrial, sobre la desurbanización y la descomplejización de nuestras sociedades, o sobre el decrecimiento, motivos sobrados habrá para poner en cuestión su voluntad de ruptura con respecto a la miseria imperante. Aguardemos, y esperemos que vínculos con las instituciones y pactos con los iguales no hagan de ‘Podemos’ lo mismo que han acabado por hacer con tantos proyectos aparentemente rompedores.
7. Me ha parecido entender que ‘Podemos’ ha recibido un apoyo muy apreciable en la Red. Lo interpreto conforme a dos claves. Si la una es el designio, que asiste a tantos, de desnudar muchas de las carencias de la izquierda que participa en las instituciones, la otra tiene un evidente carácter de revuelta generacional. No puedo dejar de repetir que esos dos propósitos, respetabilísimos, cobran cuerpo en relación con una materia precisa, las próximas elecciones al parlamento de la UE, que a mi entender difumina su rigor. Otro tanto ocurre, desde mi punto de vista, con la condición aberrantemente personalista de la apuesta inicial. Algunas declaraciones que he escuchado o leído me han producido sonrojo. Tanto más cuanto que con frecuencia los portavoces de ‘Podemos’ se reclaman de un movimiento, el 15-M, que rechazó orgullosamente liderazgos y personalismos. Digo lo mismo del empleo, franco, de medios de comunicación que obligan a desplegar todas las cautelas. Y muestro al cabo mi perplejidad ante el hecho de que hasta donde llega mi conocimiento todo esto no provoque, dentro de ‘Podemos’, mayores controversias, como si fuese una discusión menor. Por momentos me ha parecido que acaso el nombre más adecuado para la nueva plataforma sería, más bien, ‘Posamos’.
8. Me parece llamativo que las diatribas más frecuentes, y más airadas, lanzadas contra ‘Podemos’ hayan nacido, en suma, del supuesto dinamitado que la iniciativa habría provocado en lo que se refiere a la «unidad de la izquierda». Ni entro ni salgo en ello. Y no lo hago por cuanto me parece que todo el mundo juega las mismas cartas, de tal suerte que, puestos a cuestionar, habría que volcar la mirada en todas partes. Esto al margen, me da que la unidad que tienen en mente algunos de los detractores de la nueva plataforma, como algunos de los defensores de ésta, remite a la búsqueda de un mínimo común denominador que recuerda poderosamente a la miseria que hoy arrastramos. Me sorprenden, aun así, las críticas vertidas desde ‘Podemos’ a IU, y no porque disienta de ellas –tal vez mencionan demasiadas veces los pactos que la burocracia de la coalición de izquierdas mantiene con el PSOE y olvidan con frecuencia su relación, lamentable, con las cúpulas de CCOO y UGT, que vivirían, según el manifiesto fundacional de los que dicen poder, en el «desconcierto» (delicioso eufemismo éste)–, sino por una razón más prosaica: muchos de quienes enuncian tales críticas han trabajado años en IU. Parece que han sido un poco lentos a la hora de calibrar las dobleces de esta última.
9. Hace cien años Ricardo Mella escribió un sonado artículo en el que, en sustancia, venía a decir lo que sigue: votad lo que estiméis conveniente la jornada de las elecciones, o absteneos, pero no olvidéis nunca que lo principal es lo que hacéis, con vuestra lucha, los 364 días restantes del año. Leí ayer un comentario de alguien que afirmaba que muchos de quienes critican a ‘Podemos’ se caracterizan en esencia por no hacer nada. Es muy probable que sea así. Pero prestemos atención también a otra posibilidad: la de que muchos de quienes respaldan a ‘Podemos’ se cuenten entre esos aventajados usuarios de Facebook que le dan, valientes, al ‘me gusta’ y acuden presurosos a votar el día de las elecciones sin que sepamos nada más de ellos los 364 restantes días del año. Ése no es, claro, un problema de ‘Podemos’: lo es de todos.
10. Acabo. No nos queda otra posibilidad que aguardar noticias. No sin antes augurar, claro, que no es oro todo lo que reluce y que parece fácil intuir cuáles son las sorpresas que se avecinan. Mientras espero, anoto aquí el lema que hizo suyo, en Francia, una vieja revista libertaria: ni pastores ni rebaños.
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