Humanamente hablando, es un suplicio ser hombre y soportarlo hasta las heces, saber que somos luz, y sentir frío, humanamente esclavos de la muerte…. (Blas de Otero) En la película «Exodus: Dioses y Héroes» de Ridley Scott que, a mi juicio, es bastante floja, hay una escena, sin embargo, que lo dice todo sobre […]
Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces,
saber que somos luz, y sentir frío,
humanamente esclavos de la muerte….
(Blas de Otero)
En la película «Exodus: Dioses y Héroes» de Ridley Scott que, a mi juicio, es bastante floja, hay una escena, sin embargo, que lo dice todo sobre la vida y sobre el ser humano y que trata sobre el frio o el calor que sentimos nada más salir del útero. Ese principio determinará muestro desarrollo en este mundo de perros.
Vayamos a la escena en cuestión: Ramsés se acerca a su hijito (el primogénito) cuando el pequeño está en la cuna durmiendo dulcemente. El faraón le observa con una ternura infinita y su pecho, sus ojos, son todo corazón, se enternece viendo a la criatura «soñando con angelitos».
Luego, mientras contempla el rostro del bebé, totalmente feliz en los brazos de Morfeo, le susurra:
Tú duermes plácidamente porque te sabes bien amado. Yo nunca pude dormir así.
(Yahvé, el dios genocida que ya había exterminado a la humanidad con el diluvio, todavía no había tenido la ocurrencia de asesinar a todos los primogénitos egipcios, incluidos bebés de pocos días, semanas o meses).
Ahora hagamos una elipsis -como la del primate, nuestro verdadero padre, que golpea con un hueso de tapir la osamenta de un animal en 2001 una odisea del espacio- y hablemos de la infancia en esta época, diciembre de 2018, y en todos los siglos que nos precedieron, ya que ahí se forjan esclavos, sirvientes, escribas, guerreros, sacerdotes, reyes y mendigos. (La política sólo hace daños colaterales).
Cuando un niño o una niña se siente intensamente amad@ por su padre y por su madre, no solo duerme sosegado, sereno, con deleite, sino que tiene todas las de ganar en esta vida que, como dice la sabiduría popular, es «una broma muy pesada». Ese privilegiad@ nace con los cuatro ases para lograr cualquier meta. Es muy posible que sea tranquil@ y tenga gran seguridad en sí mism@. Estará muy dotad@ para dar y recibir amor. Para ser feliz y hacer feliz a la gente de su entorno.
Al revés, si el bebé o la bebé palpa el frío o el desapego de sus progenitores (no digamos si hay chillidos y malos tratos) no sólo tendrá un sueño ligero, sino que, cuando cierre los párpados «verá cómo viene un monstruo a verle». Se despertará, como ahogándose, porque «sabe, en lo profundo, que no es bien amad@».
Después, salvo milagrosas excepciones, crecerá con traumas, heridas, que arrastrará el resto de su vida. Existen muchas posibilidades de que sea un individuo nervioso, inseguro, tímido u osado (tal vez un asesino) y, si los dioses no bajan para echarle una mano, pasará a engrosar la legión de los perdedores, no logrará realizarse como ser humano, y, como mucho, acabará, como dice el poeta, llamando a las Puertas del Cielo.
Sobre la película de Ridley Scott, director al que profeso una gran admiración -jamás olvidaré su «Blade Runner», «Alien, el Octavo Pasajero», el Reino de los Cielos (…) pudo haber filmado una cinta que hubiera supuesto un hito en la historia del cine y de la humanidad, pero le faltó «genio», «la voz del daimón» que escuchaba Sócrates en su interior.
Pudo haber dejado la primera parte: batallas espectaculares, tomas suntuosas, fotogramas muy potentes, como la del faraón jugando con las gruesas serpientes blancas, incluso al niño de once años que encarnaba a Dios; pero luego en la segunda parte tenía que haberse olvidado de la «increíble», aburrida y tediosa historia, mil veces repetida, de las diez plagas de Egipto de lo que, como comprobé viviendo allí, ningún escriba se enteró.
Era el momento de utilizar la imaginación, dar el salto al siglo XXI. Tenía que haber retratado a los dos hermanos p. ej. abrazándose, y al faraón, concediendo la libertad al pueblo judío e, incluso, ordenando a sus tropas que lo escoltara para asegurar su buen viaje a la Tierra Prometida.
En el trayecto podía haber puesto a un lunático (en la Biblia hay cientos, miles de ellos) que, odiando la generosidad de Ramsés para con su hermano, p. ej. gritara (tras tomar una droga que hacían los egipcios con flores de loto) que el faraón les había soltado porque Yahvé les había mandado las plagas. Los amantes de las fabulas habrían escrito la historia del «cuenta cuentos» y así se vestiría el éxodo de epopeya.
La revista «Muy Historia» dice en un excelente artículo titulado «¿Qué hay de verdad en el éxodo de los judíos?:
La mayoría de los episodios que narra el Antiguo Testamento son ficción creada para dotar de un pasado glorioso al pueblo de Israel, y justificar sus pretensiones sobre los territorios que ocupa (…) Analizar históricamente la veracidad del Éxodo exige centrarse en las pruebas: los documentos y el resto de materiales. Respecto a los primeros cabría suponer que en Egipto quedara algún texto en pergamino o sobre piedra que confirmara la presencia en el país de un gran número de esclavos israelitas -la Biblia dice 600.000- durante 400 años. No es así, además el origen de Moisés -rescatado de niño de las aguas de El Nilo por la hija del faraón y criado en la corte- es una copia del de Sargón de Akad (III milenio a.C).
Nota: Sargón de Akad es conocido como la primera persona de la historia que creó un imperio, el imperio acadio. Su descendencia gobernó Mesopotamia.
Blog del autor: http://www.nilo-homerico.es/
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