Cientos de familias detienen sus automóviles y fotografían la columna de humo que el volcán Tungurahua emite en un día despejado. Muy diferente es la actitud de los que residen cerca de este coloso de Ecuador, a quienes les ha destrozado su modo de vida al llenar de cenizas sus sembrados y pastizales.
Unas 1.500 personas volvieron desde fines de noviembre a dejar voluntariamente los pueblos de Bilbao, Choglontús, Cusúa, y Chacauco, situados al pie del flanco occidental del volcán, cuando éste empezó a lanzar fuego, lava y más ceniza que de costumbre.
Ya en los últimos años han movido sus casas lo más abajo que han podido, pero, con esa voluntad de aferrarse a lo suyo, mantienen su agricultura y ganado en zonas más altas. «Lo que han hecho es tomar distancia. Suben a trabajar de día y vuelven por la noche», narró a IPS Sergio Páez, un campesino de Pelileo, capital del cantón donde está Cusúa.
«¿Qué hemos de hacer, señor? Es lo único que tenemos, las vaquitas y las papas, ¿Cómo vamos a ir botando?», dijo Carmela Cando a IPS, en Cevallos, un poblado a 18 kilómetros en línea recta al noroccidente del volcán.
Cevallos se ha convertido en referente, tanto por los albergues para a los desplazados por las erupciones como por la voluntad de sus habitantes de reconvertir su producción y no dejarse abatir por los efectos de la ceniza.
«Yo no estaba conforme con las colas de personas en el (edificio del) municipio, esperando las raciones alimenticias. Teníamos dos opciones: o convertirnos en mendigos o ponernos a producir cosas diferentes», señaló a IPS el alcalde de Cevallos, Bayardo Constante.
«La ceniza ha afectado la producción de nuestros frutales. Esta era una zona productora de duraznos, peras, manzanas y reina claudias (ciruelas), pero cuando la ceniza cae en el momento de la floración, y eso ha pasado en 10 de los 12 últimos años, arruina la producción de todo el año», detalló.
«No es como en los cultivos de ciclo corto, las papas por ejemplo, en que se mete arado otra vez y a los tres meses se tiene producto», añadió.
El alcalde encabezó proyectos de organización social, asistencia técnica y financiamiento, y hoy Cevallos es un cantón productor de artesanías, en especial calzado. «Eso ha generado, además, un interesante flujo de turismo artesanal, que tenemos que atender».
«También nos hemos dedicado a la producción de especies menores, en especial porcinos, conejos y cuyes (conejillos de indias)», indicó. Estas especies, al criarse bajo techo y con forraje, no sufren lo mismo que el ganado al aire libre, que se envenena al comer la hierba con ceniza.
El Tungurahua, ubicado en el ramal oriental de la cordillera de los Andes, a unos 160 kilómetros al sur de Quito, es un formidable cono que se eleva tres kilómetros sobre su base, y alcanza una altura de 5.000 metros sobre el nivel del mar.
«Entre 1918 y 1925 tuvo una fase de gran actividad, quedando en calma a partir de entonces. En 1999 se dio la reapertura del sistema y en una primera fase hubo sobre todo producción de ceniza», repasó para IPS el ingeniero Hugo Yépez, director del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN), el organismo encargado del seguimiento del volcán.
A lo largo de estos años ha intercalado períodos de fuertes erupciones con otros de relativa calma, aunque siempre está lanzando una columna de humo y ceniza, de mayor o menor altura, a la atmósfera.
La afectación de la ceniza a la zona circundante depende de la dirección de los vientos, pero predominan los que van a occidente. Por eso, zonas enteras de las provincias vecinas de Tungurahua y Chimborazo e, incluso, la más alejada de Bolívar, en el centro de la serranía ecuatoriana, han sido afectadas periódicamente.
En 1999 se evacuó a toda la población de los alrededores del volcán, entre ellos cerca de 15.000 habitantes de la ciudad de Baños de Agua Santa, uno de los lugares turísticos de mayor afluencia en los Andes ecuatorianos.
Baños ofrece un gran abanico de actividades de ecoturismo y turismo de aventura desde su ubicación al pie del flanco norte del Tungurahua, en un estrecho valle donde abundan las cascadas y las fuentes de aguas termales, a 1800 metros sobre el nivel del mar.
Desde que se autorizó su regreso, la población, en una ceremonia en el gran santuario de la Virgen María que allí existe, juró convertir el peligro del volcán en un atractivo adicional.
Por ello hoy en sus bares y hosterías, otra vez llenos de turistas, se ofrecen desde la «Ensalada Volcánica» (legumbres frescas presentada en forma de un volcán en erupción) hasta los cócteles «Temblor nocturno», «Tremor», «Incandescente», «El volcán» (que se sirve flambeado), el plato de carne «Fondue volcánico» o el helado «Tungurahua glacé».
Yépez fue declarado «persona no grata» por el municipio de Baños cuando anunció a mitad de 2006 que las señales detectadas por los instrumentos del IG-EPN y los estudios de sus geólogos y vulcanólogos presagiaban una inminente erupción.
Las autoridades elevaron entonces la alerta a roja y ordenaron la evacuación de las zonas de alto riesgo.
La erupción se dio el 16 de agosto de 2006. Los flujos de piroclastos se quedaron a 800 metros de la zona poblada de Bascún, un barrio de Baños que había sido evacuado, y destruyeron el sistema de aprovisionamiento de agua potable y de las piscinas termales de esa zona. También destruyeron hosterías en la zona de «Los Pájaros», y puentes y largos trechos de la carretera entre Baños y Riobamba.
Todo lo situado en las laderas occidental, noroccidental y sudoccidental del volcán fue destruido en esa ocasión. Se produjeron seis víctimas en el poblado de Palitahua, al sudoeste del volcán, y daños materiales, según datos del IG-EPN.
«Las víctimas fueron pocas por una exitosa alerta temprana», dijo Yépez. «No hubiéramos querido que haya ningún muerto, pero si se compara con la última erupción del Merapi, en noviembre en Indonesia, que dejó 200 muertos, hay una gran diferencia», dijo por su parte el alcalde de Penipe, Fausto Chunata.
El municipio de Baños reconoció su error y agradeció públicamente a Yépez, quien también ha sido el punto focal para las alertas respecto del volcán Pichincha, a cuyos pies se halla Quito, y del Cotopaxi, el volcán activo más alto del mundo, por ahora en actividad baja, pero que podría «despertarse» en cualquier momento.
Otras erupciones mayores del Tungurahua se produjeron en febrero de 2008, en mayo pasado y la última hace 15 días. Actualmente la actividad eruptiva del volcán se mantiene «de moderada a alta», según el IG-EPN, que, en un comunicado difundido el miércoles, recalca que aquella no ha disminuido tras la erupción como en ocasiones anteriores, por lo que hay que mantener la alerta naranja.