Mientras que Estados Unidos planea invadir Siria, recordamos una película que se sitúa en la ocupación a Vietnam: Apocalipsis ahora, de Francis Ford Coppola. Una película que, antes que configurar un nosotros – ellos, se hace una pregunta sobre el nosotros. Mientras un soldado se desnuda adentro de un helicóptero estacionado en el medio de […]
Mientras que Estados Unidos planea invadir Siria, recordamos una película que se sitúa en la ocupación a Vietnam: Apocalipsis ahora, de Francis Ford Coppola. Una película que, antes que configurar un nosotros – ellos, se hace una pregunta sobre el nosotros.
Mientras un soldado se desnuda adentro de un helicóptero estacionado en el medio de la selva de Vietnam, apurado porque hay otros que también quieren entrar, la Miss Mayo de Playboy juega con un pájaro. Afuera llueve un montón. Más atrás, también adentro, otra de las señoritas Playboy dice: «Ser Miss Playboy del año es la experiencia más solitaria que puedo imaginar». Otro soldado le abre la camisa sin escucharla, mientras ella sigue reflexionando sobre su paso por Playboy.
Lo anterior fue la descripción de un momento de Apocalipsis ahora. Lo valioso de esta película de Francis Ford Coppola, estrenada en Estados Unidos en 1979, es la vuelta de tuerca que le hace al cine sobre la guerra. Se trata de una película que en vez de ir a configurar el par nosotros-ellos, intenta deconstruir ese nosotros que aparece sólido, infalible, y que en realidad -como ya sabemos- es un poco más complejo que eso.
Apocalipsis ahora es el viaje a través de Vietnam del Capitán Willard (Martin Sheen), en busca del Coronel Kurtz (Marlon Brando), que se ha rebelado y ha generado conflictos a las fuerzas armadas estadounidenses. A lo largo de todo ese viaje, la película no busca justificar la invasión ni caracterizar al que se pensaba que era el otro. Lo que viene a decir Apocalipsis ahora es que en la guerra de Vietnam, la identidad norteamericana se fragmentó en miles de partes: cada una es un soldado librado a su propio azar.
Si bien en cada guerra -al menos por lo que nos enseña el realismo, ya que quien escribe no fue nunca a la guerra- cada uno queda librado a su azar, los relatos sobre la guerra suelen construir una identidad colectiva. No se trata de un único personaje por su cuenta, sino que los personajes se mueven en grupos de compañeros (el ejemplo argentino es Iluminados por el fuego).
En Apocalipsis ahora, la identidad colectiva no existe. Se puede pensar que tal vez al principio existió, pero que a medida que avanza la guerra (y la película), los estados alterados de cada soldado impiden el encuentro. Los personajes recorren la selva por aire o por agua, trasladándose a su final, viviendo el apocalipsis, el fin de los tiempos, ahora, ya, en presente.
Cada vez que la película nos acerca un vietnamita, es imposible constituirlo como el otro. El otro en realidad es el compañero, el otro soy yo mismo. El otro está adentro de mi propio pelotón.
A medida que este viaje por las selvas en llamas avanza, Willard será testigo de todo esto, mientras irá conociendo mediante documentos a ese hombre misterioso que debe encontrar. Kurtz debe ser hallado y asesinado porque es el grado máximo de la fragmentación del nosotros. Kurtz incluso no está en Vietnam sino que está afuera: ha transgredido toda concepción occidental de la palabra frontera.
No existe una forma única de llegar a la película. Desde aquí sugerimos no hacerlo desde la intención de verla como un documento histórico. Apocalipsis ahora es un relato que sólo el cine podía contar: sólo la síntesis de las imágenes y los sonidos son capaces de hacer sentir a quien observa, la agonía del final.
Fuente: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/cultura/138-cine-y-tv/4288-solo-contra-todos