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Sombras y luces de la globalización

Fuentes: Rebelión

Con la globalización las masas han sido abandonadas a su suerte, practicando con ellas el moderno esclavismo laboral en unas zonas del planeta y el nuevo esclavismo del consumo en otras. Las conquistas sociales que vinieron con el capitalismo han quedado ahí, en algunos aspectos en punto muerto. Este es caso de los derechos y libertades que se han cosificado, por lo que no se mueven, simplemente se mantienen en los mismos puntos utilizados a conveniencia en interés del mercado, pero no hay pretensión de que avancen en el plano de su efectividad real reconducida al aspecto publicitario. Se atienen a la seguridad del poder dominante y pocas veces a la de los dominados. En el otro aspecto de la relación comercial capitalismo-masas el trabajo se conserva en parecidos términos de explotación por el capitalismo, conforme a sucedido a lo largo de su historia. El ejemplo de la situación de los países débiles a los que se les encomienda la producción tecnológica desde la dirección de los países innovadores tecnológicamente se puede ver como consecuencia de la primitiva división de trabajo.

Sin embargo al otro lado es de apreciar un cambio en la forma, pero no en el fondo de la relación, que tiene su origen en el desarrollo del capitalismo moderno en las sociedades ideológicamente avanzadas. En estas, la marcha de las empresas se ha puesto de manifiesto que ya no depende tanto de la inversión del capital como de los aportes innovadores del trabajo intelectual, puesto que la capacidad innovadora de la tecnología puesta en marcha por el capital queda condicionada a la aportación del capital humano. Viene a suponer el reconocimiento de que ya desde la revolución industrial el aporte innovador es superior al del capital dinerario, al que el capitalismo se esforzó en dar el protagonismo en el desarrollo del sistema, precisamente desde su condición elitista dominante. El estado de la globalización ha permitido romper con el mito de la exclusividad del capital dinerario, al extremo que hacerlo dependiente del capital humano, aunque sin posibilidades de imponerse porque está sujeto a la idea de trabajo, es decir, intercambio de en términos comercial vendiendo la fuerza de trabajo a cambio de un precio menos equitativo, porque en él se ha venido basando el negocio capitalista. Para que sea representativa la creatividad se paga, es decir, se pone al servicio del dinero, lo que impide que adquiera autonomía como poder.

Dentro del aspecto social, el fracaso del modelo capitalista derivado de la globalización se manifiesta a través de esa cultura única con etiquetas expresivas del precio, como manifestación concreta del dogma del capitalismo de mercantilizar la existencia. Pese a lo deleznable de la cultura del dinero, permite poner en contacto con una realidad que, aunque falsa, ayuda a sobrevivir, a diferencia del humo de las creencias que a menudo vienen a exigir infelicidad para ganar la recompensa. Lo que hace a los individuos más pragmáticos y menos susceptibles de ser objeto de persuasión. Ocupado el capitalismo en mantener una cultura única, basada en la explotación de los modelos creados por los Estados hegemónicos, con la finalidad de vender a gran escala por las empresas del sector, facilitando a su vez el acercamiento de las relaciones comerciales en otros, ha contribuido al despertar de las masas porque ya apenas parecen percibirse diferencias en los modelos de vida. Aunque dominadas por el componente propagandístico y publicitario que infecta las realizaciones culturales dirigidas, no puede prescindirse de su componente material ni del ilustrativo, con lo que en el fondo queda algo de grano entre la paja. Con la cultura industrial ha sucedido lo que con los derechos y libertades, concebidos en principio como meros instrumentos para implicar a las masas en el proceso capitalista, pero carentes de soporte real, hasta que finalmente acaban adquiriendo estado. La mercantilización de la cultura junto al culto al dinero han potenciado el bienestar de los individuos despertando una parte de la racionalidad individual.

En definitiva la globalización no ha hecho sino reforzar socialmente, al hacer extensivos al mundo, el componente ilustrado reservado a las sociedades avanzadas avanzando en la idea de civilización, aunque puntualmente se den circunstancias en las que tiene lugar la marcha atrás se volverá a andar hacia adelante porque el progreso es irreversible. De esta manera el sistema capitalista ha puesto al alcance de todos el conocimiento, amenazando los privilegios del sistema elitista, lo que le convierte en fracaso, porque pese a la ilustración controlada las masas avanzan imponiendo nuevas exigencias. La cultura industrial ha permitido crear la distinción entre centro y periferia, al generalizarse se produce un acercamiento intelectual, pero la cultura de elites no se ha superado.

Pese a los avances hacia la homogeneidad como propósito global hay obstáculos abiertamente presentes. Tales como el refugio en el marco del Estado-nación cerrando el paso a la sociedad abierta, retornado a las elites políticas locales, rompiendo con un cierto proyecto de progreso implícito derivado de la generalización del modelo amplio de mercado. Pero en la vuelta a las fronteras de los Estados en términos de nación —renovar el otro modelo de elitismo, el local— está implicados el propio Imperio, la burocracia que le sirve y los monopolios empresariales. El primero lucha por alcanzar poder autónomo frente al económico. La burocracia imperial —política y técnica— sólo aspira a mantener su poder e incluso su existencia frente al avance del sentido común que anida en las masas a nivel de los Estados. En cuanto a las megaempresas, entregadas a la representación del imperialismo capitalista, absorbidas por el beneficio del poder aspiran a practicar el totalitarismo invertido.