Soñé que la nieve ardía. Soñé que el fuego se helaba. Soñé cosas imposibles. Soñé, soñé, soñé que tú me querías (jota ). Escuchamos noticias a diario, nos llegan rumores lejanos, imágenes, comentarios cercanos, nos hablan al oído, nos tocan fibras sensibles en libros, revistas, llamadas, fotos, mails, en cuchicheos suaves y misteriosos y en […]
Soñé que la nieve ardía.
Soñé que el fuego se helaba.
Soñé cosas imposibles.
Soñé, soñé,
soñé que tú me querías (jota ).
Escuchamos noticias a diario, nos llegan rumores lejanos, imágenes, comentarios cercanos, nos hablan al oído, nos tocan fibras sensibles en libros, revistas, llamadas, fotos, mails, en cuchicheos suaves y misteriosos y en otros estridentes; voces amigas sugerentes, voces extrañas, nos acechan consejos, advertencias, amenazas, apocalipsis, resurrecciones y esperanzas…
¿Información, manipulación? ¿Verdad, falacia? ¿Información manipulada, manipulación informativa? Media vida desaprendiendo lo aprendido, desandando lo andado, deshaciendo entuertos, vaciando el arca, arrojando engaños, frotando prejuicios. En clase se escuchaba, en el colegio se repetía, se memorizaba lo inculcado. Brillante era el memorión y bueno el sumiso, ya fuese en matemáticas, en historia o religión. ¿Quién era el maestro, quién la profesora?
Un día descubrimos el engaño. Y con él el miedo y la sumisión. También la libertad y el precio de la vida, de las cosas y la dignidad, del amor y la venganza. La solidaridad y el comercio. Repasamos la vida de las gentes. Vimos de lejos a los héroes con risas de niños, con estrellas y bustos en peanas; al acercarnos observamos a los soldados victoriosos con muñones y piernas serradas junto a campos desolados, arrasados, devastados, vidas violadas, mundos de muerte. La victoria de los generales y Estados conquistadores se asientan sobre montones de cadáveres, sobre barbarie y guiñapos. Su laurel es masacre. La pasarela Cibeles de los pocos es el Haití de los muchos, el patio trasero del banco de Santander con Botín y su junta un inmenso suburbio de miles de hectáreas. La riqueza del puñado de Forbes la pobreza de casi todos. ¿Por qué se nos escondieron desde niños la locura, la pobreza, la enfermedad? ¿Por qué se exaltó la victoria y se nos ocultó la derrota, por qué se llamó héroe al villano, riqueza al robo y comercio al saqueo?
¿Nuestros maestros fueron asesinos victoriosos? Nos hablaron de lo malo que fue Hitler y los nazis -que lo fueron y mucho-, pero guardaron silencio sobre Harry Truman, el Presidente de los Estados Unidos de América que ordenó los ataques atómicos contra Japón, que inició ese mensaje macabro de 300.000 muertos de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, luego millones de muertos de fósforo blanco, de NAPALM y vaya usted a saber qué inmundicias lanzaron y lanzan sobre Palestina los judíos o en Iraq y Afganistán los militares del mundo, multitud de malformaciones genéticas, terribles consecuencias de la barbarie yanqui y las guerras, que perduran hasta el día de hoy. Ese gran holocausto de 70 millones de muertos, provocado por la ambición y la pugna de los nazis y las potencias imperialistas para repartirse el mundo.
«¡Qué rápido, nos recuerda Felipe de J. Pérez Cruz, olvidaron Eisenhower y los militares yanquis las fotos tomadas en los campos de concentración alemanes! ¿Qué pasó en Corea con la población civil a sólo unos años (1950-1953) de aquellas fotos? ¿Y en Vietnam en la década inmediata de los sesenta? ¡Los crímenes abominables de las boinas verdes en Son Mi y Mi Lai emularon a los de la aldea checa de Lídice, arrasada por las hordas SS nazis! ¿Y la reconcentración de la población vietnamita en aldeas con cercas fuertemente custodiadas y minadas, no emulaba al Gueto de Varsovia?» ¿Y Gaza?
¿Por qué se sigue loando en películas a criminales de guerras, por qué la ONU y los tribunales internacionales de justicia no condenan a nuestros gobiernos asesinos, hacedores de guerra y de muertos, los sientan en el banco acusador y les condenan a trabajar por la paz so pena de muerte? ¿Quiénes son nuestros jueces, también criminales de guerra?
Ya nos enseñó Howard Zinn en «La otra historia de los Estados Unidos» que nuestra historia es un horror de historia. ¿Pero por qué seguir mintiendo a diario en las noticias, denigrando al rebelde Chávez, exaltando al criminal Obama, llamando a la sumisión en un mundo de injusticia, condenando la revuelta y el hambre de igualdad de los pobres, convocando a salarios míseros desde festines y palacios, alardes de gasto, de derroche y vergüenza? ¿Por qué las autoridades no se unen al coro de voces y pitan al rey denunciando su vida, presencia y cargo como en el BEC de Barakaldo en la fiesta del baloncesto? ¿Quiénes son nuestros maestros, quiénes nuestros profesores?
Si la salud no debemos dejar en manos de médicos, ni nuestros derechos en manos de abogados, tampoco la justicia debemos depositar en manos de jueces ni nuestra formación en manos ajenas. Demasiado inconscientemente hemos dejado nuestra vida en manos de criminales y manipuladores. Debemos tomar las riendas del futuro. Arrebatarles a los poderosos y vencedores y de la mano de los hombres solidarios transitar caminos de vida y no de muerte y rapiña.
Y la formación exige esfuerzo, búsqueda, equipo solidario y honesto. Eliminar prejuicios, despojarnos de historias interesadas y mendaces.
Porque yo también soñé cosas imposibles, soñé que tú me querías.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.