Creo que es el momento de sosegarse, templar la pelota y centrarla después con tino. Mi lógica me dice que el sistema de mercado se encuentra en una crisis gravísima y no sólo me refiero a lo económico sino, sobre todo, a lo espiritual, porque no sabe ya cómo ilusionar a la gente si no […]
Creo que es el momento de sosegarse, templar la pelota y centrarla después con tino. Mi lógica me dice que el sistema de mercado se encuentra en una crisis gravísima y no sólo me refiero a lo económico sino, sobre todo, a lo espiritual, porque no sabe ya cómo ilusionar a la gente si no es a base de lavarle el cerebro para que consuma cualquier objeto innecesario a costa de lo que sea (es el modelo made in Usa que está siendo adoptado con interés y docilidad por las elites de Europa). La mentalidad de la clase dominante se extiende a la dominada, aseveró el «desfasado» Karl Marx.
Psiquiatras en Wall Street
Hay psiquiatras y psicólogos cuyos clientes proceden de Wall Street donde el consumo de antidepresivos y ansiolíticos hace tiempo que se disparó. Eso lo dice todo. Eso y la insistencia en el emprendimiento que, en el fondo, es reconocer el fracaso de un sistema para darle trabajo a quien lo merece. De cada diez emprendimientos, ocho fracasan y eso se debe a que para emprender no sólo hay que querer sino poder y saber. ¿Por qué todos tenemos que ser «jefes»? ¿Es que ya no sirven para nada las ideas de Antonio Machado y Miguel Hernández, ir al trabajo, laborar honradamente, vivir dignamente y pagarse los gastos con el sudor de un quehacer racional, no explotador?
¿Por qué hay que entrar en esa locura de continua movilidad, frenética, patológica? ¿Estamos de acuerdo con eso? ¿Aprobamos que los jóvenes trabajen en la City londinense hasta que alguno caiga muerto por ataque de epilepsia porque quería ser un gran banquero? ¿Quién le había metido esa idea en la cabeza? ¿Es así como queremos vivir? ¿Por qué vamos hoy de un lado para otro como pollos sin cabeza?
Hay desequilibrados «arriba» y su locura llega hasta el último de los «paganos» y le impide existir porque existir es tener ilusiones y un proyecto de futuro, crearle sentido a todo, como diría Nietzsche. Existir no es vivir, vivir es estar ahí, como una maceta. Existir es conocer y conocerse, actuar, transmutar, y a eso los enajenados de las alturas no nos dejan.
La «buena vida» de Aristóteles
El mercado podrá recuperarse en cuestión de números pero está moribundo sencillamente porque no puede darle a los ciudadanos eso que Aristóteles llamaba «la buena vida» que no es «triunfar», ganar dinero y ser famoso e insolidario con los demás sino la comunión con los otros y el cultivo del intelecto.
La buena vida es darle la vuelta a lo que hay: primero, la empatía, el amor por los demás y por tu medio ambiente; luego, la tecnología, muy bien, excelente, pero como herramienta que nos haga felices, no esclavos. ¿Podemos tener una buena vida pegados a un aparato digital, intentando ver qué dicen de nosotros en una red social o qué vamos a decir de los demás nosotros mismos? Eso nos puede llevar a la autodestrucción.
La buena vida es la necesidad que poseen los humanos de sobrevivir y para eso se precisa utilizar la meditación y atesorar un trabajo. El sistema que no proporciona ambas necesidades debe ser superado.
Ahora, la revolución por evolución
Es el momento de comenzar la revolución por evolución, sosegadamente, por convencimiento de que hay que pasar a otra fase histórica. Nada de violencias ni algaradas, eso son argumentos que le damos al moribundo para que despierte y viva. Soseguémonos, programa, programa, programa, y sobre esa base, la unión: la izquierda es nacionalización de las fuentes de riqueza pero hay que aprender del pasado. La revolución por evolución empieza por revolucionarnos por dentro, la defensa de lo público comienza por querer de verdad a lo público y eso se hace trabajando por lo público como si fuera nuestro porque lo es pero hay que sentirlo, no sólo pensarlo, reconociendo el esfuerzo, valorando a cada uno por sus méritos y su trabajo, no convirtiéndonos en funcionarios indolentes y prepotentes, para esos no hay sitio en esta nueva etapa.
Les dimos el poder a unos seres que lo han convertido todo en basura que, sin embargo, debe ser el abono de nuestro renacimiento. Se les terminó el crédito, han traicionado hasta a sus propios principios y a sus creadores (Adam Smith, Lincoln…). Ahora nos toca a nosotros antes de que terminen con nosotros y con el planeta en el que habitamos. ¡Vamos a creer en el ser humano nuevamente! Ese ser que, como en el Humanismo, como en el Renacimiento, se mueva por autosatisfacción y no sólo por dinero, aplastando a sus semejantes. Somos humanos, no delfines que hacemos el número en un acuario a cambio de un pescado muerto. ¿Medía Miguel Ángel Buonarroti su trabajo con criterios economicistas? ¿Buscaba riquezas monetarias Marie Curie cuando expuso su cuerpo a los elementos que al final terminaron con su vida?
La alianza para evolucionar
A lo concreto. Izquierda Unida, Podemos, Equo, etc. (el PSOE sería conveniente pero, salvo Izquierda Socialista y algunas otras minorías, se encuentra en el mundo de «ellos» como ha demostrado el converso Felipe González). Todos bajo un programa y una bandera, sosegadamente, como los gatos, mansos cuando nos acaricien, ariscos cuando nos maltraten. Nos van a maltratar y mucho porque, como Herodes (o el citado González), no quieren que crezca el niño. Pero nosotros, adelante, con sosiego, la cabeza fría, sin complejos, sin condenar nuestro pasado, asumiéndolo críticamente porque tenemos la razón, representamos a quienes derrotaron a esos de los que «ellos» echaron mano para protegerse de nosotros en otros tiempos.
No, nosotros no somos fascistas ni nazis, somos los que vencimos a los fascistas y a los nazis, que son la otra cara de la moneda del gran capital, hace muchos años lo dijo el historiador José Acosta Sánchez: por una cara está el liberalismo y el neoliberalismo, por la otra, el fascismo y el nazismo. Es muy antiguo el dicho: en épocas de crisis, de avance de la izquierda, los liberales se vuelven conservadores y los conservadores, fascistas. No somos antieuropeos, cuidado con esa apropiación del lenguaje que hacen «ellos»: queremos a Europa pero no coincidimos con «ellos» en ese amor, «ellos» tienen un amor servil, nuestro amor debe ser todo lo libre que podamos.
A lo concreto. Alianza entre los que estén hartos y quieran y sean capaces de evolucionar pero alianza sabiendo adónde se quiere ir. A lo concreto: alianzas internacionales con nuestros semejantes en Europa, en Estados Unidos, en América Latina, Asia…, con los que están y con los que no están en el poder, es decir, una Internacional bien articulada. «Ellos» tienen internacionales, y G-7 y todo lo que no vemos. A lo concreto: una estructura mediática que se haga eco de que, como dijo Gabriel Celaya, «anunciamos algo nuevo». Es el momento en el que, como el marinero en el mar, debemos saber adónde vamos -como afirmó León Felipe- pero sin fisuras, la madurez se demuestra por el grado de crítica y autocrítica que seamos capaces de soportar y desarrollar sin por ello separarnos, ¡ya está bien de escisiones y debates egocéntricos! Tenemos un capital y unos intereses que proteger, inmateriales que son los más valiosos: la dignidad humana, vivir en paz, con sosiego, y proteger la casa en la que habitamos porque unos enfermos mentales nos la quieren destruir. He ahí el progreso que anunciamos.
¿La «masa» nos dará la espalda?
Creo que lo más seguro es que la «masa» de gente tenga miedo al cambio y nos dé la espalda con el tiempo y ojalá me equivoque. En cuanto los números le vayan bien al mercado tendremos de nuevo lo que Forges les hizo decir en una viñeta a dos de sus personajes sobre los ciudadanos occidentales: «Están muertos pero mientras sigan cobrando no se enterarán». No importa, me parece recordar que Ortega distinguía entre pueblo y masa, como Proudhon, como Engels, como Marx. Si actuamos sosegadamente ahora, tal vez en el futuro se haya levantado un lobby de poder alternativo relevante e influyente. El poder no sólo son votos sino influencia que incluso puede llegar a ser más relevante. Y no hay que asustarse, nosotros vamos a por el Poder, la voluntad de poder, una de las palancas que mueven la existencia.
¿Podremos? No me lo pregunto por «ellos» que hacen su papel de vencer sin convencer, de conservarse como Poder que es su obligación. Me lo pregunto pensando en nosotros mismos. ¿Podremos? ¿O somos demasiado débiles?
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