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Entrevista al filósofo Gianni Vattimo

«Soy comunista, izquierdista extremista, porque soy homosexual»

Fuentes: El Tiempo

Gianni Vattimo, el conocido filósofo italiano, habla de homofobia desde la ética y la política Una versión corta de esta entrevista ganó los Premios de Periodismo Universitario 2005, que otorga «Líderes en la Universidad» y que patrocina EL TIEMPO

Gianni Vattimo nació en Turín en 1936, poco antes del inicio de la guerra. Tal vez marcada por esa experiencia infantil, su propuesta tiene como motivo principal escapar de la violencia. Habla, en este sentido, a nombre de variadas causas: es comunista, católico, posmodernista; también abiertamente homosexual.
¿Qué cree sobre homosexualidad y matrimonio homosexual?
Siempre me pregunto por qué la problemática de la legislación sobre las parejas homosexuales es tan delicada y suscita tanto interés. ¿Por qué se discute tanto y por qué la Iglesia es tan obstinada? El Papa, como se dice en Italia, les ha pedido disculpas a todos en la historia -Galileo, Lutero, los judíos, por ejemplo-, solamente no a los gays; los últimos enemigos absolutos de la Iglesia son los homosexuales. ¿Por qué? Hay razones contingentes; la Iglesia tiende a complacer las ideas más o menos tradicionales de la mayoría de la sociedad. Sin embargo, no creo que la homofobia sea simplemente una falta de la Iglesia.
Se ha estigmatizado la homosexualidad por el hecho de que la sexualidad en algunas civilizaciones se necesita para la reproducción. Pero no es nuestro problema, porque no tenemos problemas de limitación de nacimientos; las instituciones tendrían que favorecer la homosexualidad, promoverla.
Creo que la gran atención que tiene la opinión a la problemática del matrimonio homosexual depende del hecho de que esta problemática va a tocar botones muy profundos en nuestra tradición. No es solamente un problema de reconocer una minoría sino de poner en discusión muchísimas cosas, por ejemplo, la estructura de la familia. Siempre dice la Iglesia: «la familia es la célula de la sociedad». Yo digo siempre: de esta sociedad. Creo que la Iglesia la defiende mucho porque tiene miedo de una sociedad diferente, del socialismo, por ejemplo.
¿Y la homosexualidad según izquierda y derecha…?
El tema de la tolerancia de la homosexualidad está bastante difundido entre intelectuales y políticos italianos. Incluso es peligroso porque se ha desarrollado recientemente un movimiento homosexual de derecha, lo que no me gusta para nada, que pretende reconocimientos de sus derechos sin transformaciones radicales. Pero el hecho es que la derecha nunca fue oficialmente prohomosexual. Tolera, acepta; creo que en Italia hay diputados de la derecha cristiana que, aunque no se confiesan, son notoriamente homosexuales.
Siempre la izquierda oficial desconfió en este tema; siempre lo ha pensado un poco como en el divorcio: el divorcio es algo para burgueses. Sobre todo, desconfió porque la izquierda quiere ser siempre una izquierda masiva; y como hay muchos prejuicios enraizados en contra de la homosexualidad, la izquierda se tiene prudentemente al lado. La desconfianza en esta temática de la liberación sexual corresponde al ‘moderatismo’ triunfante en la izquierda, por ejemplo, occidental. Yo no soy ya diputado europeo ¿Y por qué? No porque sea homosexual, esto se sabía; es porque he criticado el exceso de conciliación de la izquierda con el centro. La izquierda cree que va a ganar las elecciones mientras más se aproxime al centro. Esta política ha producido en las últimas elecciones el hecho de que los izquierdistas no vayan a votar, porque no encuentran algo que los persuada. El problema es ¿vale más intentar conquistar el centro o recuperar la izquierda?
Soy comunista, izquierdista extremista, porque soy homosexual; si no, no tendría muchas razones. Soy un profesor de universidad; tengo dinero, no soy muy rico, pero puedo vivir tranquilamente; puedo también viajar, etc. ¿Por qué tendría que estar a la izquierda? Obviamente, ante todo porque no me gusta vivir en un mundo donde hay demasiados pobres. Después, soy izquierdista porque no obstante que sea un clase media, nací en una situación muy pobre; por eso me siento más ligado a los pobres que a los ricos. Al final, soy izquierdista porque no me adapto bien a esta forma de sociedad, en la que he tenido que esconder a lo largo de años mis inclinaciones personales, en los años 50, 60, incluso 70, aunque después del 68 cambió algo. Pero la homosexualidad era todavía estigmatizada muchísimo.
Libertad, tolerancia, caridad…
Decimos que la libertad de una sociedad, como a mí me gustaría, es la libertad de incluir muchísimas comunidades. La comunidad es algo como amigos, familia, barrio, y la sociedad es algo más inclusivo y más mecánico, es decir, contractual. La sociedad moderna tiene que reconocerse como una sociedad y no como una comunidad, porque si no tendrían que creer todos en un mismo dios, etc. La sociedad es algo secular, es decir, múltiple; que no impone una ética unitaria, impone éticas mínimas para incluir a todos. Pero tiene que dejar y promover también la multiplicidad de comunidades, de grupos deportivos, sexuales, la multiplicidad de las culturas. Por ejemplo, la situación del sordomudo como el hecho de cultivar una cultura diferente, no como el hecho de tener una deficiencia frente a la cultura básica que es la nuestra.
Tengo en Italia un amigo mucho más joven que yo, que vive en un mundo diferente: música rock, vuelve a la casa muy tarde. Siempre me di cuenta de que en un cierto momento intenté imponerle mis modelos: volverse funcionario del Estado, profesor de universidad, levantarse a las 8, ir a dormir a la medianoche, y al final me di cuenta de que era un problema de multiculturalidad, no de perfección o imperfección; él no es simplemente un Gianni Vattimo perfecto, es otro.
Me parece que se trata de promover una sociedad donde se diera el ideal de la tolerancia, pero un poco más de caridad. Este implica poner alguna atención; no decir al otro ‘haz lo que quieras’, sino ‘relátame lo que haces, y yo imagino poder imitarte…’
Siempre pienso -pero es utopía- la sociedad como museo. Uno en un museo puede ver a los surrealistas, los impresionistas y no hay un conflicto; uno puede preferir algo y no buscar otro tipo de arte. La única manera en que podemos imaginar una sociedad multicultural es una manera estética, es decir que lo que cada uno de nosotros tiene que realizar es una obra de arte de su propia personalidad. No es una forma de egoísmo, es una forma de contribuir a la cultura de los otros. Te presento este modelo, ¿te gusta? ¿No? Dime por qué, y yo te escucho, me identifico, etc.
¿Y el activismo?
«Hasta ahora practiqué el activismo político, porque quizá fue una de las primeras veces en las cuales la homosexualidad pidió reconocimiento sin escándalo. Yo, por ejemplo, participé muchas veces en los desfiles del orgullo gay. Tal vez las exhibiciones muy multiformes de los gays y travestis no me gustan porque yo soy uno que tiene que vestir saco, etc., pero no me escandalizan mucho porque pienso que es como reivindicar los derechos iguales. Creo que hay momentos en los cuales se puede también exagerar para reivindicar un derecho que tiene que volverse un poco más normal.
No me imagino oponerme a las manifestaciones más travestis de la vida gay. Es que el problema de la normalidad es un problema de represión social. Yo de un lado pretendo que se me considere un profesor. Cuando se me ha hecho el outing (salir del closet; en este caso, ser sacado) en Turín, la única cosa que me molestó fue pensar: ‘de ahora en adelante voy a ser considerado sobre todo como uno que porta la bandera del grupo gay y no como filósofo’. Afortunadamente la cosa pasó, porque si no es difícil devenir un profesional (risas).
Pero reivindicar derechos del lado de las minorías es fundamental para todo el mundo, no solamente para los gays. Me siento como una minoría profética. Que avanza reivindicaciones que jalan, que tienen validez para todos: la estructura de la familia, el divorcio.
Al lado de la política oficial, elecciones, partidos, candidatos, leyes, etc., tiene que haber una política de calle, que incluye manifestaciones o incluso eventos estéticos como estrellarse en medio de la quinta avenida cuando Bush desencadena la guerra en Irak. No pasa nada, alguien va a ser encarcelado, pero fundamentalmente se vivifica el ambiente social. Si uno cree que va a las urnas cada cinco años y después todo está hecho, es terrible, es como construir una dictadura electoral. Soy un partidario de la revolución permanente; siempre que hay una estructura social se puede animarla, transformarla o ayudarla a ser mejor.
¿Y la homosexualidad en su filosofía?
No sé si mi filosofía es una filosofía de los homosexuales; de los marginales, sí. Nunca logré comprender qué había de específicamente homosexual en mi filosofía, a no ser que es muy importante la negación de la naturaleza. «Donde encontré virtud encontré contranaturaleza», decía Baudelaire y Baudelaire no era homosexual. En este sentido, me siento muy deudor de mi vocación homosexual, porque, más o menos, he devenido heideggeriano e izquierdista, reconociendo que todo lo que es humano es cultural, es histórico, es voluntario, es libre, en contra de la simple aceptación de lo que es la naturaleza. Estudia la naturaleza y haz lo que la naturaleza te impone: todo eso es locura total, pero siempre ha sido más o menos así. ‘Sé un hombre’; no digo un macho, pero ‘sé un hombre’, se me dice cuando se quiere enviarme a la guerra. ¿Por qué tengo que ser un hombre? Esta reflexión fue importante para mí; cuando todavía era un buen católico, tenía un director de espíritu y no tenía el coraje de decirle mis inclinaciones básicas. Todo esto me parece demasiado sencillo y demasiado autoritario: ‘tú eres lo que eres y tienes que permanecer en eso’.