Recomiendo:
0

Stiglitz apunta contra el modelo devastador

Fuentes: IPS Noticias

La crisis del modelo económico ortodoxo afecta en especial a los pobres y los tratados de libre comercio son impulsados por Washington para dividir a América Latina y destruir el multilateralismo, destacó el premio Nobel Joseph Stiglitz a su paso por Ecuador, donde asesora al gobierno.

Durante un encuentro organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y la Secretaría Nacional de Planificación de este país, el economista estadounidense señaló que con la globalización, el sistema neoliberal y los acuerdos comerciales bilaterales actualmente hay muchos más pobres que hace siete años.

El ingreso medio en los países en desarrollo es menor que hace tres décadas, agregó Stiglitz, quien entre 1997 y 2000 fue economista jefe del Banco Mundial y se alzó en 2001 con el premio Nóbel de Economía.

Conocido por sus críticas a las instituciones financieras multilaterales y especialmente al Fondo Monetario Internacional (FMI), el experto afirmó que en la década del 90 le hicieron creer a la gente que el «fundamentalismo del mercado» iba a solucionar todos los problemas económicos y sociales.

Las crisis del modelo ortodoxo golpearon sobre todo a los más pobres y a las clases medias, dijo, y citó como ejemplo la explosión de la «burbuja» inmobiliaria en Estado Unidos, como consecuencia de la expansión descontrolada y la especulación con hipotecas de alto riesgo.

Quienes más pierden son los que se quedan sin la posibilidad de acceder a una vivienda, no las instituciones de crédito, señaló Stiglitz.

La globalización ha sido diseñada para promover mayores ganancias del sistema financiero y para que haya una mayor transferencia de dinero desde los países en desarrollo a los industrializados, aseguró el economista. El «mercado capitalista es un fraude» y es necesario que exista «un equilibrio entre el Estado y el mercado, porque en caso contrario se producen distorsiones» que generalmente afectan a los países en desarrollo y a los sectores más pobres, indicó Stiglitz.

La globalización profundiza la desigualdad en el mundo, y particularmente en los países de América Latina, porque produjo una liberalización del capital en lugar del empleo, argumentó.

Stiglitz expresó su preocupación por la ausencia de procesos de discusión democrática, o entidades que la promuevan, para cuestionar el modelo globalizador. «Como se sabe, el FMI y el Banco Mundial son contrarios a cualquier proceso democrático» interno y tampoco promueven la discusión hacia fuera, señaló.

La desigualdad también se alimenta con los tratados de libre comercio, a los que caracterizó como una herramienta utilizada por Estados Unidos para «dividir a los países subdesarrollados, destruir el multilateralismo e imponer sus industrias», como ocurre en el caso de las patentes medicinales.

Washington, aseguró Stiglitz, busca fortalecer su proyecto económico y político. Por lo tanto no existe negociación en los tratados de libre comercio, sino una imposición de «contratos» elaborados de manera unilateral.

Si Ecuador u otros países en desarrollo redactaran un tratado de acuerdo a sus intereses, seguramente ese texto no sería aceptado por el gobierno estadounidense, indicó el economista.

Como ejemplo, Stiglitz mencionó que una de las cláusulas podría establecer que, mientras Estados Unidos no elimine los subsidios a sus productos, Ecuador mantendría altos aranceles a todas las importaciones de ese país que planteen una competencia desleal a los ecuatorianos. Esto no sería aceptado, indicó.

Sin embargo, los países en desarrollo deben preparase para obtener de la globalización todas las ventajas posibles, aconsejó.

«El mundo es injusto y está ahí, pero no podemos sentarnos a llorar y esperar que esto cambie. Hay que sacar las ventajas que se puedan, como lo han hecho China e India, que son las naciones que más han crecido en los últimos años», aseguró.

Stiglitz señaló que la Organización Mundial del Comercio establece que los bancos nacionales y extranjeros tienen la obligación de ofrecer cierto porcentaje de créditos con bajas tasas de internes a los sectores sociales vulnerables.

«Esto es algo que los gobiernos deben exigir y controlar su cumplimiento por parte de los bancos, para que esos fondos vayan a quienes realmente los necesitan y, sobre todo, que se destinen a créditos para la producción y no para el consumo», afirmó.

Asimismo, consideró fundamental una mayor solidaridad entre los países del Sur para enfrentar en forma conjunta la globalización.

Stiglitz destacó que los estados no deben renunciar a la planificación económica y, en este sentido, elogió el nuevo Plan Nacional de Desarrollo de Ecuador, que contó con su participación como asesor.

Por su parte, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, aseguró que es reconfortante que un premio Nobel de Economía, de nacionalidad estadounidense, coincidiera con algunas ideas que se venían debatiendo en el país y que eran atacadas por economistas, políticos de derecha y sectores empresariales defensores del modelo neoliberal.

«Podemos aceptar que Estados Unidos defienda sus intereses, pero lo que es inaceptable es que exista gente en Ecuador que se dedique a trabajar a favor de esos intereses en lugar de defender los intereses ecuatorianos», afirmó.

Al asumir la presidencia en enero, Correa definió a su gobierno como «bolivariano», reivindicó el «socialismo del siglo XXI» e instó a los países de la región a unirse para reestructurar la deuda pública.

Correa también postuló la supresión de la autonomía de los bancos centrales, que muchas veces «responden a los intereses del sector financiero y de organismos como el FMI o el Banco Mundial».

El presidente ecuatoriano dijo que no tenía expectativas respecto de una globalización más justa en el futuro, si no existe una modificación de las relaciones de poder.

«El problema no es sólo económico, sino político, ya que no existe voluntad en los centros de poder del mundo para cambiar su curso», indicó.

Correa destacó que «lo que más indigna» es que se mantienen las enormes desigualdades no por falta de recursos sino por ausencia de voluntad política.

América Latina, dijo, es la región más desigual, «donde podemos tener personas muchísimo más ricas que en los países desarrollados y gente más pobre que en África. Para vencer la desigualdad es fundamental ir hacia la integración».

Un paso muy importante es la constitución del Banco del Sur, que permitirá que las reservas de los países de la región dejen de financiar a las naciones ricas.