Recomiendo:
0

Sobre la entrevista a Santiago Alba y el comentario de Joaquín MIras

Sujeto histórico y pesimismo

Fuentes: Espai Marx

Tanto la entrevista a Santiago ((http://www.fabrica.cat/index.php?option=com_content&task=view&id=512&Itemid=38), como las consideraciones de Joaquín (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=90964) me dan claves para pensar muchas de aquellos problemas, con los que me he estado debatiendo en los últimos veinte años. También me indican caminos de investigación y de acción. Joaquín, con muy pocas palabras nos a mostrado cuan pernicioso es y ha […]

Tanto la entrevista a Santiago ((http://www.fabrica.cat/index.php?option=com_content&task=view&id=512&Itemid=38), como las consideraciones de Joaquín (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=90964) me dan claves para pensar muchas de aquellos problemas, con los que me he estado debatiendo en los últimos veinte años. También me indican caminos de investigación y de acción. Joaquín, con muy pocas palabras nos a mostrado cuan pernicioso es y ha sido el modelo de evolucionismo kautskiano que se transmitió (so capa de marxismo) a las corrientes mayoritarias del movimiento obrero (socialista y comunista) del siglo XX. Se trata de un paradigma economicista, mecánico y evolucionista de las relaciones sociales, que condicionó negativamente el pensamiento y la acción del movimiento obrero del pasado siglo.

Existió otro marxismo pero fue muy minoritario y perdió todas las batallas contra las burocracias y las castas elitistas que se consiguieron el poder en los partidos socialistas y comunistas tanto a Oriente como Occidente. Este mismo hecho era un argumento en su contra: ya que era minoritario o perdedor en todas las batallas no podía conducir ninguna batalla a la victoria. Ahora después de la derrota del paradigma kautskiano tal vez estemos en condiciones de probar la potencia del otro paradigma.

Gramsci, Luckács, partes de Lenin (que tenía el «corasón partío»), Harich, Bloch … y a otros niveles, pocos nombres más: Togliatti (que pese a su tacticismo, fue capaz de construir un «pueblo comunista» muy numeroso y preservar a Gramsci para la posteridad), Pasolini, aspectos de Berlinguer, Thompson, Hill, Williams… Poca cosa más tenemos como punto de partida.

En la investigación que hago sobre revolución francesa, he ido percibiendo que la historiografía del marxismo economicista, pese a sus numerosos méritos, no sirve para explicar aquél acontecimiento fundador. Lo he visto con mis propios ojos.

O sea, no nos toca más remedio que «begin the beguine» Con las pocas fuerzas que nos quedan y con paciencia, con mucha paciencia.

Algunos de vosotros me habréis oído decir que la parte descriptiva de los textos e intervenciones de Santiago Alba sobre el cambio antropológico impuesto por el capitalismo sobre los habitantes de la parte rica del planeta en los últimos treinta o cuarenta años, desprendían un aroma excesivamente pesimista. Siendo descripciones reales y verdaderas, parecen invitar al pesimismo más absoluto y a la inacción: «no hay nada que hacer». Creo (y no tengo suficientes conocimientos para demostrarlo) que el modelo que usa Santiago está excesivamente contaminado de estructuralismo. Como aprendiz de historiador creo que olvida la dinámica histórica, que da por inevitable que las clases subalternas seguirán siempre siendo subalternas. El ejemplo del East End de Londres explicado por Engels y que aporta en Joaquín me parece decisivo para contrarrestar este modelo excesivamente apocalíptico. Las grandes luchas obreras, campesinas y populares en Francia e Italia en los años cincuenta y sesenta, más tardías en España por la dictadura fascista, muestran también una resistencia notable de culturas viejas, subalternas si se quiere, pero con una orientación cultural y moral no capitalista.

Yo tengo más confianza en el sentido común del personal que me rodea. Pese a no que entiendan ni pizca de filosofía, de economía, de sociología … o de cualquier materia que acabe en «ía», hacen funcionar el mundo, administran los intereses comunes de mi escalera mucho mejor que yo cuando, por turno les toca ser presidentes de la escalera de vecinos… Los seres que forman nuestra sociedad, en general, son capaces de gestos admirables de solidaridad y de humanidad que me producen siempre una envidia notable. Sin ellos los autobuses no funcionarían, el metro no llegaría nunca a lugar, la luz no se encendería, y nosotros no nos vestiríamos ni comeríamos.

Es cierto que el neo-capitalismo lleva a cabo una tarea destructiva de las viejas culturas autónomas de las clases subalternas. Siempre lo ha hecho. Con la urbanización salvaje de los años sesenta del siglo pasado y con la sociedad de consumo este proceso, esta tendencia alcanzó niveles muy elevados. Según Santiago, el neocapitalismo en las grandes conurbaciones, ha destruido prácticamente la memoria y la capacidad de imaginación de las clases subalternas de las grandes metrópolis. Sin memoria ni imaginación, ni podemos relacionar lo que pasa con acontecimientos anteriores, ni imaginar un mundo diferente. Si estas facultades humanas están ya totalmente destruidas, hemos traspasado aquel umbral donde decía: «lasciate ogni speranza voi ch’entrate».

Es preciso haber vivido largos años en una conurbación metropolitana para percibir el ocaso generacional de la vieja cultura campesina de los emigrados de los años sesenta dotada de un sentido natural de justicia y de una moral popular ajena al capitalismo. Una cultura obrera y popular que se está agotando por las desindustrialización, y también por razones generacionales. Sin embargo, podemos percibir que aquí y allá, en el territorio, de forma fragmentada y aún inconexa surgen nuevas prácticas, nuevas propuestas cooperativas, potencialmente no capitalistas. Los hijos y nietos de aquella gran emigración, tan bien narrada en su día por John Berger, a pesar de la tremenda aculturización sufrida por ellos, conservan características y comportamientos positivos.

Nadie entre nosotros sabe como piensan y se organizan realmente el millón de aldeanos llegados a Catalunya desde el año 2000.

Además, es preciso recordar que las viejas culturas autónomas campesinas hoy en extinción en la parte rica del planeta, no eran algo «estructural» a-histórico, intemporal. Explicarlas así, al margen de la dinámica histórica y de la lucha de clases (concepto heurístico aún vigente) no da cuenta, siquiera de su destrucción actual por parte del capitalismo. Las viejas culturas autónomas campesinas eran, ellas mismas una creación histórica que dependía de la voluntad y de la moral popular. Hay visiones bastante pesimistas que niegan absolutamente la existencia, en la actualidad, de esta moral popular, de este sentido de justicia natural entre las masas metropolitanas. No quiero pecar de ingenuo optimismo pero creo, sinceramente que si uno se acoge (es una decisión previa, como dice Joaquin) al paradigma del marxismo del sujeto y no es víctima de ningún tipo de impaciencia elitista puede conseguir dos objetivos: el primero es interpretar mejor lo que pasa, el segundo es vivir la vida con mayor tranquilidad y modestia.

Un abrazo optimista pese a que «caigan chuzos de punta».