Introducción:
El capitalismo en la era de los algoritmos. *Fetichismo de la mercancía
El capitalismo, como sistema dinámico y en constante mutación, adapta sus formas de producción y acumulación a nuevas condiciones tecnológicas. En el siglo XXI, bajo el paradigma del tecno-capitalismo, los datos se han convertido en la mercancía suprema, los algoritmos en las nuevas máquinas, y la vigilancia digital en el mecanismo de control social. Este artículo, basado en un diálogo crítico desde la teoría marxista, explora cómo las categorías clásicas del materialismo histórico —plusvalía, alienación, fetichismo— se reconfiguran en un mundo donde lo «sólido» (el hierro de las fábricas) se ha desvanecido en el aire de los servidores en la nube.
Según Fernando Azcurra, el capitalismo digital no es un fenómeno independiente de las relaciones de producción, sino una continuación del dominio de clase. No son los algoritmos ni los datos los que dominan, sino las corporaciones que han capturado estos avances para reforzar la explotación y la acumulación de capital. Esto se vincula con el fetichismo descrito por Marx, donde las relaciones sociales aparecen como relaciones entre cosas.
Antonio Casilli, en su estudio sobre el «trabajo del clic», refuerza esta crítica al argumentar que la automatización no está sustituyendo el trabajo humano, sino precarizándolo y fragmentándolo. Las plataformas digitales, según Casilli, han desplazado el trabajo tradicional hacia microtareas mal remuneradas que dependen de trabajadores invisibles en la periferia global. En este sentido, la IA y los algoritmos no eliminan el trabajo, sino que lo redistribuyen de manera precarizada y opaca.
1. Datos como mercancía: ¿La nueva plusvalía?
Para Marx, la mercancía tiene un doble carácter: valor de uso (utilidad concreta) y valor de cambio (capacidad de ser intercambiada). En el tecnocapitalismo, los datos cumplen ambos roles:
– Valor de uso: entrenan algoritmos, predicen comportamientos y optimizan la producción (ej.: Netflix usa datos para recomendar series).
– Valor de cambio: se comercializan en mercados opacos, como los perfiles publicitarios de Meta, que generan miles de millones anuales.
Sin embargo, los datos no son plusvalía en sentido estricto. La plusvalía clásica surge de la explotación directa del trabajo asalariado, mientras que los datos derivan de un trabajo difuso y no remunerado: las interacciones diarias de los usuarios. Aquí radica una paradoja: aunque los datos son el insumo principal del tecno-capitalismo, su producción no sigue la lógica salarial tradicional.
Ejemplo: Un usuario de Instagram genera valor al publicar fotos, pero Meta no le paga; en cambio, monetiza sus datos vendiéndolos a anunciantes. Esto evidencia una explotación indirecta, donde el trabajo vivo se diluye en actividades cotidianas aparentemente inocuas.
Azcurra critica también la idea de que los datos sean una «nueva forma de capital» desvinculada de la explotación del trabajo. En su análisis, la información sigue siendo una mercancía generada por el trabajo humano, lo que desmonta las ideas poscapitalistas que afirman que vivimos en una economía inmaterial.
Casilli señala que esta forma de explotación digital es deliberadamente oculta por las corporaciones tecnológicas, que promueven la idea de una «automatización total» como estrategia ideológica para desmovilizar a los trabajadores digitales. En realidad, la mayoría de las tareas que parecen automatizadas son realizadas por miles de «parias digitales» en condiciones de extrema precariedad.
2. Fisicalidad vs. materialidad: dialéctica en el mundo digital
Marx distingue entre:
– Fisicalidad: lo tangible (servidores, cables de fibra óptica, dispositivos).
– Materialidad: las relaciones sociales de producción que sostienen el sistema.
En el tecnocapitalismo:
Algoritmos como fisicalidad: son códigos, herramientas técnicas que procesan datos.
Materialidad digital: Las relaciones de explotación que permiten su funcionamiento: trabajadores precarizados (moderadores de contenido en Filipinas), usuarios convertidos en prosumidores y corporaciones que controlan los medios de producción digital.
Azcurra desmiente la idea de que lo digital haya abolido la explotación. Si bien el trabajo en fábricas ya no es el centro exclusivo del capitalismo, las plataformas digitales han intensificado las formas de extracción de valor y precarización, lo que confirma la continuidad del modelo de explotación clásico.
Casilli describe cómo las plataformas delegan tareas productivas a «no-trabajadores», es decir, personas que generan valor sin ser reconocidas como empleados. Esta estrategia permite a las empresas explotar el trabajo sin ofrecer derechos laborales ni salarios dignos.
3. Alienación y fetichismo: la mistificación de lo digital
Alienación en cuatro dimensiones:
a) Del producto: los usuarios no poseen los datos que generan; estos son usados para manipular sus deseos (ej.: anuncios personalizados).
b) De la actividad: las redes sociales convierten la creatividad en un insumo para máquinas (likes como métrica de éxito).
c) De la especie humana: la tecnología, potencial herramienta de liberación, se usa para vigilar y controlar.
d) Social: las plataformas fomentan el individualismo (competencias por seguidores) y monetizan el conflicto.
Fetichismo de la mercancía digital:
Los datos y algoritmos adquieren un aura mística: se les atribuye inteligencia
propia, ocultando el trabajo humano detrás de ellos (ej.: los clickworkers que entrenan IA
por centavos). Plataformas como Amazon Mechanical Turk revelan esta
contradicción: la «magia» de la automatización depende de mano de obra
precarizada e invisible.
Casilli argumenta que el trabajo en las plataformas es fragmentado a tal punto que los propios trabajadores no se reconocen como tales. Esta desagregación impide la organización colectiva y refuerza la alienación digital.
4. Reproducción del capital: datos como condición y resultado
El capital no es un objeto, sino un proceso social que se reproduce mediante ciclos de explotación (M-C-M’). En la era digital:
– Datos como materia prima: extraídos de la vida cotidiana, procesados por algoritmos y convertidos en mercancías.
– Reproducción ideológica: se naturaliza la vigilancia («es el precio de usar redes gratis») y se glorifica la innovación tecnológica como progreso neutral.
Ejemplo: Uber usa datos para ajustar tarifas en tiempo real, explotando tanto a conductores (precarizados) como a pasajeros (sometidos a precios dinámicos). El algoritmo no es un ente neutral, sino un instrumento de acumulación flexible.
5. ¿Hacia una emancipación digital?
Frente a esta realidad, surgen alternativas inspiradas en el marxismo:
– Socialización de la tecnología: propuestas como el software libre o cooperativas de datos buscan devolver el control a los productores.
– Renta básica universal: como compensación por el trabajo digital no remunerado.
– Luchas por la transparencia: colectivos como Trabajadores de Google exigen ética en el desarrollo de IA.
Sin embargo, como advierte Moishe Postone, la emancipación no llegará de la tecnología misma, sino de transformar las relaciones sociales que la sostienen.
Azcurra destaca que el capitalismo digital no es un «nuevo modelo», sino una intensificación del capitalismo rentista, donde la riqueza se concentra en pocas corporaciones que no producen bienes tangibles, sino que extraen rentas de la intermediación digital.
Casilli expone que el «gran bluf tecnológico» es la estrategia de distracción por la cual las empresas justifican la explotación laboral en nombre de la automatización. Esto refuerza la precariedad laboral y la desmovilización política.
Conclusión: desenmascarar el fetiche, recuperar lo material
El tecnocapitalismo no es una ruptura con el pasado, sino la continuación de la lógica marxista de explotación bajo nuevos ropajes. Los datos, lejos de ser «el nuevo petróleo», son la expresión más pura del fetichismo contemporáneo: un velo que oculta la explotación tras pantallas brillantes y promesas de conexión universal.
La tarea crítica, hoy, sigue siendo la misma que Marx planteó en el siglo XIX: desmontar las apariencias para revelar las relaciones sociales de dominación. Como escribió en El capital: «Todo lo sólido se desvanece en el aire, pero el aire puede ser también el medio donde resurja la lucha».
Referencias clave:
– Zuboff, S. (2019). La era del capitalismo de vigilancia. https://www.planetadelibros.com/libro-la-era-del-capitalismo-de-la-vigilancia/311701
– Fuchs, C. (2014). Digital Labour and Karl Marx. Aquí
– Azcurra, F. (1998). – Azcurra, F. (1998). Crítica de la razón económica del capital
– Casilli, A. (2019). Esclavos del clic. Aquí
– Marx, K. (1867). El capital.
*El carácter fetichista de la mercancía y su secreto
Una mercancía parece ser a primera vista, una cosa trivial y comprensible de por sí. De su análisis resulta que es un objeto muy complicado, lleno de sutilezas metafísicas y reticencias teológicas. En cuanto valor de uso no hay nada de misterioso en ella, ya la consideremos desde el punto de vista de que gracias a sus propiedad satisface necesidades humanas, o de que obtiene dichas propiedades solo como producto del trabajo humano. (…) Pero no bien entra en escena como mercancía, se transforma en cosa sensorialmente suprasensible. Ya no solo tiene sus pies sobre la tierra, sino que pone de cabeza frente a las demás mercancías y de su cabeza de palo brotan caprichos mucho más extravagantes que si de su propia determinación se lanzara a bailar.
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