PRESENTACIÓN DEL LIBRO
[Existe] “una oposición típica de la sociedad industrial entre los tecnócratas y los ‘ácratas’ (los sin poder) […] Es una relación de fuerzas, desproporcionada, dura, violenta, que no se puede captar sin reintroducir la triple crítica del sistema técnico, de la abstracción capitalista y del sueño maquinal de volverse dueño de la vida”. -Renaud García, La colapsología o la ecología mutilada, La Cebra, Buenos Aires, 2021. p. 118.
Ante nuestros ojos, y con una gran impotencia, asistimos a la destrucción del planeta tierra por una fuerza geológica reciente, el capitalismo. Esta no es una afirmación ligera y sin sustento, es, por el contrario, la constatación diaria de una dura realidad que sufrimos en carne propia, aunque una buena parte de la humanidad no sea consciente de que existe un tecnodesastre de índole mundial o, peor aún, no tenga ni idea de la razón fundamental que lo explica, que es el modo capitalista de muerte.
Este libro pretende contribuir a entender las raíces de esta crisis de dimensiones planetarias, y lo hace a partir de tres aspectos: la tecnociencia, el caos climático y el ecocidio planetario. Cada uno de estos tópicos se analiza en cada una de las tres partes en que está dividida esta obra.
En este libro se reúnen crónicas, ensayos, artículos, notas periodísticas y reseñas que hemos estado escribiendo desde hace veinte años y constituyen una especie de testimonio vivo y directo por parte de un habitante del sur del planeta que, como si fuera un pobre huérfano, mira con dolor y pesadumbre los estragos destructores del capitalismo realmente existente, y en donde plasma la forma en que percibe y analiza el tecnodesastre en marcha. Este autor no se resigna a pensar que, pese a la magnitud de la destrucción ambiental y humana que genera el capitalismo, deberíamos abandonar nuestra capacidad de denunciar y desentrañar las fuerzas que hacen invivible este mundo y tampoco renunciamos a mantener en alto nuestra dignidad y en pie nuestro espíritu de lucha, tal y como lo postuló el gran revolucionario francés del siglo XIX Augusto Blanqui, quien afirmó en su panfleto Instrucciones para un levantamiento armado, escrito en 1868: “El deber de un revolucionario es luchar siempre, luchar sin importar lo que ocurra, luchar hasta la extinción”.
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En la primera parte se analizan algunos de los componentes de la tecnociencia capitalista y sus implicaciones en la generalización de la crisis planetaria. No vemos a la tecnociencia como una fuerza neutra, sino como un componente central de la estrategia capitalista que destruye a los seres humanos y a la naturaleza. En contravía con los cantos de sirena que adulan e idolatran en forma fetichista todos los “avances” de la tecnociencia en nuestro tiempo (teléfonos celulares, aparatos microelectrónicos, inteligencia artificial, robots…) acá el lector se encontrará con una mirada poco convencional al respecto, que se preocupa por las consecuencias desastrosas que para la humanidad y la naturaleza tienen los que se pretenden grandes e irreversibles avances científicos y tecnológicos.
Partimos de un presupuesto central: la tecnociencia no es parte de la solución sino del problema y por eso ponemos en duda las afirmaciones tecno optimistas que nos aseguran que los grandes problemas ambientales, climáticos y sociales se van a solucionar con tecnologías cada vez más sofisticadas, como quien dice más de lo mismo que está destruyendo el planeta.
En esta perspectiva, para comprender la miseria tecnocientífica debemos escarbar en los mecanismos que han hecho posible que la forma mercancía se haya apoderado de todo lo existente (incluyendo la “empresa científica”) con la perspectiva de acumular capital, generar ganancias y explotar intensamente a una parte de la humanidad. De ahí, que no existan diferencias notables entre generar un artefacto tecnológico o innovación científica (que se expresa en la producción de alimentos, vacunas, medicamentos…) y producir cualquier mercancía, de las millones que a diario genera el capitalismo. Y esto tiene impactos destructores porque
Lo que destruye la naturaleza y nuestra naturaleza, al tiempo que logró estructurarnos alabando nuestro deseo de omnipotencia, es la lógica de expansión del tecnocapitalismo; en otras palabras, la dinámica de acumulación de capital que se fusionó con la racionalidad tecnológica.
En esta parte del libro se encuentran reflexiones sobre temas diversos, aparentemente dispares, aunque íntimamente relacionados, entre ellos la bomba atómica, los celulares, los robots, las redes (anti) sociales, los fantasiosos “viajes a Marte” … Estos ensayos y crónicas se han escrito al calor de los acontecimientos, retomando hechos aparentemente anecdóticos, pero analizados con juicio y seriedad para encontrar el sentido profundo de la lógica capitalista y sus destructivas implicaciones en diferentes aspectos de la vida y la sociedad: en el trabajo (la sustitución de meseros por androides), en el arte (en música, el reemplazo de directores de orquesta por robots), en la producción agrícola (siembra de patatas para viajar a Marte), la ostentación de los ricos y poderosos (el helicóptero en el que muere una “leyenda del basquetbol”), en el terrorismo de Estado al estilo genocida de Israel (con el asesinato tecnificado de habitantes de El Líbano mediante la explosión de beepers).
El contenido de esta parte podría considerarse, a primera vista, un conjunto de piezas sueltas. Sin embargo, si se les ve de manera global y se conectan esas partes entre sí, emergen aspectos que resultan reveladores de las implicaciones cotidianas del culto fetichista a la tecnociencia en la sociedad capitalista, que indican la deshumanización que esta produce.
Al respecto, solo baste mencionar los artículos relacionados con personajes ligados a la ciencia (Stephen Hawking), a la “tecnociencia de punta” (Elon Musk), al deporte (Kobe Bryant), a la música de masas (Shakira), en todos los cuales se descubren varios nexos, que evidencian los puntos en común de actividades diferentes y aparentemente contradictorias: el tecno-optimismo, el culto fetichista de la mercancía, la deshumanización que produce la generalización de la mercancía, la ostentación de riqueza propia del capitalismo y la apología de la desigualdad, como si fuera algo normal y natural, y no propia del darwinismo social que impulsa el capitalismo en todos los rincones del planeta.
Además, los cultores actuales de la tecnociencia (a la cabeza de los cuales figura el tecnofascista Elon Musk) tienen bastante de alquimistas y de magos de baja categoría. En ese sentido,
Lo que tiene de bueno la magia es que por ejemplo disimula el hecho de que diez mil millones de e-mails son enviados por hora en el mundo, actividad que moviliza la energía equivalente a la producción de quince centrales nucleares o a cuatro mil vuelos de ida y vuelta entre París y Nueva York.
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La segunda parte de este libro está consagrada al “caos climático”. Allí se recopilan escritos elaborados desde 2005, empezando, en orden cronológico, con el referido al tsunami asiático en diciembre de 2004, que dejó a su paso 300 mil muertos y miles de damnificados. En este escrito se anuncian las ideas centrales que van a guiar mi estudio de los efectos catastróficos del caos climático, producido por el capitalismo: combatir el tópico propagandístico y falso de que existen “desastres naturales”, recalcando que lo que se presentan son desastres sociales y con una clara segmentación de clase, resultado directo del funcionamiento del capitalismo que destruye la naturaleza, lo cual tiene consecuencias devastadoras sobre los pobres y humildes del mundo; escudriñar con algún cuidado, más allá de la publicidad engañosa, en las causas y consecuencias sociales de esas catástrofes y sopesar su impacto desigual dependiendo de la pertenencia de clase de los afectados; relacionar en forma dialéctica lo social y lo natural, para precisar de qué manera la alteración y destrucción de los ecosistemas genera conflictos socio ambientales y cómo, a su vez, los impactos sociales aceleran la destrucción de la naturaleza.
A lo largo de esta segunda parte aparece en forma recurrente el caos climático, el que se enfoca a partir de casos particulares, de los cuales se intenta efectuar un análisis global, mostrando que la irracional lógica capitalista es catastrófica, con una incidencia nefasta en términos sociales.
Se analizan los impactos del caos climático en diversos lugares del mundo, algo elemental si se tiene en cuenta que las bruscas modificaciones climáticas no tienen fronteras y afectan a todos los continentes, aunque existan quienes piensen que los países del capitalismo central están al margen del problema o incluso pueden beneficiarse de esas modificaciones climáticas. Recordemos que, en estos momentos, el catastrófico deshielo del Ártico les hace frotar las manos a los empresarios capitalistas de todos los pelajes porque ven en ello una poderosa fuente de negocios y ganancias, por la exploración de un suelo y subsuelo que jamás ha sido perforado por el capitalismo en su búsqueda desenfrenada de bienes naturales y por la apertura de nuevas rutas marítimas que acortan las distancias entre los continentes. No importa que se derritan los polos y los glaciares, lo que interesa es que se abren nuevas fuentes de acumulación de capital y de ganancia.
El caos climático no es etéreo ni impersonal, puesto que existen sujetos responsables. Por lo mismo, en varios capítulos se menciona, con nombre y apellido, a los negociantes que materializan las impersonales fuerzas del capitalismo, para destacar el efecto nefasto de los multimillonarios, los negacionistas climáticos y los ecocidas (empezando por Estados Unidos e Israel). Todos ellos han producido un apartheid climático, en el cual los responsables huyen y se refugian en sus paraísos de confort, mientras millones de seres humanos se hunden en la miseria y sufren los impactos catastróficos de la degradación ambiental, que se acelera con las modificaciones mundiales del clima.
En este sentido valga mencionar lo dicho hace unos años por Utah Philips, cantante y activista político y sindical de los Estados Unidos, cuando puntualizó: “La tierra no está muriendo. La están matando y quienes la están matando tienen nombres y direcciones”.
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La tercera parte se ocupa de estudiar ciertos casos del ecocidio planetario, a partir de la tesis que la destructividad no es algo coyuntural, sino un aspecto estructural del capitalismo realmente existente. Esto quiere decir que la universalización del capitalismo, tras la desaparición de la Unión Soviética, aceleró la destrucción de los ecosistemas, bosques, agua y biodiversidad, acentuó la quema de combustibles fósiles, con sus efectos negativos a nivel mundial, dio paso a nuevas-viejas formas de extractivismo que están arrasando con países enteros e introducen infames formas de servidumbre y esclavización (en República Democrática del Congo, en la Amazonía…) para dejar esos bienes naturales al servicio de empresas transnacionales de los países capitalistas…
Esto puede captarse en el ámbito de una guerra mundial por el control de los bienes comunes de tipo natural, en proceso acelerado e irreversible de extinción, ante la superexplotación que genera el nuevo extractivismo, indispensable para que funcione el capitalismo, el cual precisa de una enorme cantidad de materia y energía, pese a que estas sean finitas y limitadas.
Un elemento característico de esa destrucción es la acción del fuego, esto es, la universalización de los incendios (tema analizado en la segunda parte) como producto directo de la alteración climática por el uso de combustibles fósiles. En esa perspectiva, los incendios no son algo episódico, sino que constituyen una característica permanente que se ha acentuado en la actualidad y se va a incrementar todavía más en el futuro inmediato. Eso lo pone de presente lo que ha acontecido en los últimos años en California, Australia, Chile, Grecia, Canadá, Rusia y un interminable etcétera.
A este último respecto es bueno precisar las razones por las cuales ahora los incendios son la norma y no la excepción:
El dióxido de carbono es maligno y su fuente principal -los combustibles fósiles, el fuego- invita al exceso. El mundo capitalista lleva un siglo emborrachándose de combustibles fósiles. […] En el mundo empresarial hay un dicho que puede aplicarse también a los incendios forestales: “O te expandes o mueres” […] Expandir en este caso es un sinónimo de “quemar” (más producto, más dinero, mercados más grandes, pero también más vidas y seguir adelante) y captura a la perfección la ética del no “existe mañana”, propia de los incendios y la economía descontrolada. Es la ley del mercado libre que no es otra cosa que licencia para quemar. El petróleo ha sido el aliado ideal: fuego a nuestra disposición, que ha permitido y promovido que la gente encendiera fuegos más grandes, más luminosos y a un ritmo mayor que en cualquier otro momento de la historia.
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Para elaborar los más de cincuenta artículos y ensayos que forman este libro hemos partido del criterio de que se hace necesario rebasar la asfixiante especialización disciplinaria, la cual se convierte en una camisa de fuerza, en una prisión epistemológica, que nos impide pensar más allá de feudos particulares. Y lo hemos hecho a partir de la curiosidad, un impulso humano hoy en vías de desaparición, dado el predominio de la lógica mercantil en la generación de conocimientos. Con y por curiosidad nos atrevemos a estudiar temas que, como nos dicen los perezosos super especializados, solo los podrían y deberían tratar los “expertos”. Si el mundo lo está destruyendo el capitalismo, no podemos dejar tamaño asunto en manos de la seudo experticia tecnocrática.
En este libro reivindicamos una mirada amplia y abierta que nos ha permitido unir diversos ámbitos del conocimiento y nos posibilita incursionar en temáticas que no son propiedad privada de nadie, porque se refieren a grandes problemas que nos confrontan como seres humanos, habitantes de esta nave espacial llamada tierra, que anda bastante estropeada.
Para afrontar esa crisis multifactorial, de la cual son elementos centrales los asuntos de que trata este libro (tecnociencia, caos climático y ecocidio planetario), se requiere combatir el estrecho marco de las especializaciones y cuestionar a fondo la lógica mercantil que se ha apoderado del conocimiento, incluyendo a las ciencias sociales. Por ello, este libro se ha escrito con la lectura de numerosas fuentes de información de diversa procedencia, con el criterio de mantener en alto una perspectiva crítica y anticapitalista que vaya más allá de una reducida mirada eurocéntrica del mundo y de la vida.
En esa dirección, esta obra es anti-mercantil, porque el develamiento de la lógica crematística que ha pervertido la ciencia y el culto fetichista que de allí se desprende, no puede ni debe ser combatido con una mercancía más. En consecuencia, el medio centenar de textos que integran este libro han sido escritos con las uñas y en contravía de las corrientes dominantes en el estrecho mundo académico y universitario de Colombia, enceguecido como está por el culto a la tecnociencia y al capitalismo, y en su ansiosa búsqueda de recursos económicos, puntos salariales y publicaciones en revistas indexadas.

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