Blanco previsible y anunciado, espacio de circulación anónima, el sistema de transportes. Explosiones simultáneas, víctimas exclusivamente civiles, la caligrafía invariable de terroristas mercenarios, camuflados como si fuesen religiosos fundamentalistas. El metro, que había sido el lugar más seguro durante los bombardeos alemanes en Segunda Guerra, se convirtió en punto focal del terror. Los cobardes ataques […]
Blanco previsible y anunciado, espacio de circulación anónima, el sistema de transportes. Explosiones simultáneas, víctimas exclusivamente civiles, la caligrafía invariable de terroristas mercenarios, camuflados como si fuesen religiosos fundamentalistas. El metro, que había sido el lugar más seguro durante los bombardeos alemanes en Segunda Guerra, se convirtió en punto focal del terror. Los cobardes ataques considerados «inevitables», convierten igualmente inevitables las medidas de militarización de lo cotidiano y el incremento de operaciones militares en las «áreas de origen» del terrorismo. El miedo crónico y sistemático es la respuesta al miedo agudo y episódico. La vida cromatizada a la luz del aseguramiento de los negocios, en alerta amarilla, naranja o roja. Los atentados de Londres, como todos los demás adjudicados a la red Al’Qaeda, serviran para aterrorizar al público y no para producir estragos estratégicos (económicos y militares) al enemigo presumible, la coalición angloamericana. Los «especialistas» no llegarán a explicaciones convincentes sobre los motivos para un ataque de bajo impacto, frente a otros posibles blancos. La versión oficial insiste en martillar la tecla de la rusticidad y primarismo de las «células terroristas». Los estereotipos son apostados para recubrir una determinada inteligibilidad. Operaciones sincronizadas, planeadas como comando, ¿pueden ser tachadas de rústicas? ¿Que irracionalidad es esa que obsequia racionalidad a la Doctrina Bush y a su plan de europeización? El aseguramiento último de las inversiones depende de catástrofes que disimulen su propio impacto, catastrófico. La Europa de los mercados encontró la fórmula y el escenario adecuados para no ser negada más y además. ¿Cómo, de otra forma, decirle SI al desempleo irreversible, a la precarización del trabajo, a la privatización de sectores esenciales, al entierro de los restos mortales de Welfare State? Las fuerzas de la derecha responderán a la repulsa de las urnas, de las huelgas y de las protestas callejeras, con un nuevo y fatídico sistema de control social de carácter privado trasnacional. Poco maniqueísmo es el problema, según Tony Blair, primer ministro del Reino Unido. Luego de los atentados dijo que los terroristas «tienen que saber que nuestra determinación para defender nuestros valores y nuestra forma de vida es mayor que su determinación para asesinar gente inocente y propagar terror.» El perverso modelo socioeconómico neoliberal, asimétrico y oligopolizado, de repente convertido en «nuestra forma de vida», «nuestros valores»… La identidad «occidental» funde y subsume a todas las demás identidades, las de clase, las sectoriales, las regionales, las nacionales. Surge un nuevo «nosotros» que no admite diferencias internas. En cuanto a esto, «ellos», los barbarizados, los atrasados, excluidos e inmigrantes, en general, islámicos en particular; son culpabilizados automáticamente.
Los indios, mala hierba. Los judíos, ratas e insectos. Los comunistas, caníbales ateos. Los islámicos, bombas deambulantes. El otro no está solo el problema, el otro es lo que esta a punto de explotar, así que mejor que explote lejos. El Islâ reinventado tal como espejo invertido del Occidente. En fin una «civilización» de hecho, a compartir valores y perspectivas convergentes, o sea, el miedo, el racismo y el sentimiento de superioridad.
No cuesta recordar que ya no existen las condiciones materiales o simbólicas para fraguar un proyecto de unidad de la área de influencia musulmana. El mundo islámico fue occidentalizado irremediablemente, lo qué desautoriza cualquier inferencia a ressurgências religiosas como «residuos integristas». Siglos de fragmentación y instrumentalização patrocinados por potencias imperialistas no dejaran piedra sobre piedra. En las últimas cuatro décadas, el fundamentalismo islámico fue deliberadamente insuflado por los Servicios de inteligencia norteamericanos e israelíes, por veces contra la extensión soviética, por veces contra el nacionalismo árabe.
¿Conspiracionismo en los ojos de quién? Basta un mensaje electrónico o un video con una confesión «irrefutable» y la verdad (de la manipulación) se revela. El tribunal mediático y su audiencia cautiva aceptan, acatan y oficializan la autoría desinhibida. ¿Si los supuestos autores de los atentados, los «mujahedins», insisten con tanto ahínco en auto incriminaren se, quién puede dudar de su verdadera extracción o puede siquiera notar que sus objetivos, métodos y lenguaje son totalmente exóticos frente a la tradición cultural que dicen representar? ¿Hecha la proclamación de la guerra contra el terrorismo en forma de duelo civilizacional, quién va ocuparse de cuidar de la eficacia o de la autonomía del Tribunal Penal Internacional? ¿Cuantos seguirán tragando pruebas consubstanciadas y alistadas por parte interesada, o sea, por las fuerzas militares y de seguridad empeñadas en profundizar la «Guerra global contra al terrorismo»? Atentados autoincriminadores no precisan de ser investigados, de acuerdo con el sentido común inducido. Fue la Organización Secreta de Al’Qaeda en Europa, o cualquier otro nombre, importa que lleve a la conclusión pretendida. Importa que sea plausible, no probable. Un estigma para el consumo general . Son islámicos rabiosos, incapaces de lidiar con su malograda civilización, resentidos con el éxito ajeno, dicen los «victoriosos». Estes, por su lado, deben aprender la lección y defender, hasta las últimas consecuencias, su «condición superior». ¿Para qué investigar cómo se infiltran en aeropuertos, estaciones ferroviarias y rodoviarias, compañías de transportes, etc.? Basta alegar que fueron atentados suicidas. Agentes de seguridad «no identificados» reconocen prontamente los rastros de los hombres-bomba, sin ninguna prueba consistente. Sería embarazoso explicar cómo esos seres tan alienígenas conseguirían administrar su camuflaje por tanto tiempo, y después, instalar explosivos en estaciones del metro con sistemas de vigilancia antiterrorismo probados y reforzados en el últimos cuatro años., «Tienen» que ser atentados suicidas. Entonces fueron, son, siempre serán. Las investigaciones de los atentados en Buenos Aires en contra de la sede de la Asociación Mundial Israelita Argentina (AMIA) en 1994, así como las de los ataques en Madrid en el 2004, muestran que la logística de ambas operaciones fue compartida con empresas de seguridad, policías y cuadrillas del crimen organizado de los propios países en cuestión. Destrucción inteligente, bajo medida, és incompatible con cualquier tipo de fanatismo, porque requiere de alta tecnología, financiamiento programado, actuación integrada de comandos, clandestinos y oficiales, acceso privilegiado a informaciones, pleno monitoreo de las variables, o sea, una enorme capacidad administrativa. Si no hay registro de manipulación, nunca hubo, ¿seguro? Olvidémonos de todas las operaciones clandestinas e infiltraciones encomendadas con intención de criminalizacíon de grupo o país determinado, desde las guerras neocoloniales hasta las guerras asimétricas actuales. Delante de un historial tan bondadoso, aventar el uso de estes expedientes en las maniobras de la «guerra contra el terrorismo», seria de un conspiracionismo imperdonable… No se debe incurrir en forma tan primaria de encadenamiento, transfiriendo a grupo, malévolo y centralizado, la plena maquinación de los acontecimientos.
Y los así vacunados, siguen confirmando la «realidad» del movimiento jihadista global, inspirado en Osama Bin Laden, que tiene por misión última sumergir la modernidad en fuego y sangre. La «realidad» de un oponente irrefrenable capaz de empujar el mundo como lo conocemos a las rayas del Apocalipse, ¡con armas de destrucción en masa y guerreros suicidas! Sí señores, a esto llaman «constatación racional».
La razón, antes a remolque de los instintos básicos, con función de templar el desmán, a justificar linealidades entre abismos, ahora se enorgullece con el fin de esa enajenación. Ella propia es la que concibe los estragos, engrandeciéndose con ellos, bautizándolos como «libertad duradera» y a «justicia infinita». La Doctrina Bush, es la muestra más representativa de esta razón megalómana. Ataques preventivos contra Estados clasificados previamente como canallas, administración fragmentadora de los territorios ocupados para inducir un cuadro de guerra civil permanente, predominio de la agenda de la seguridad sobre todas las demás agendas. Compuesta esta totalización, podemos descartar a los terroristas. No habría terror del equiparable.
La arquitectura de la segregación
La tecnología de la guerra urbana producida por las Fuerzas armadas y Servicios de inteligencia israelíes fueron requeridos por Blair para la edificación del Panóptico inglés. La desterritorialización palestina y el desmenuzamiento de sus organizaciones de la resistencia, tornaran se paradigmáticas. Un sistema de la supervisión transprisional con rejillas intangibles y omnipresentes.
La biometria del resentimiento con su escala de peligro según origen, etnia y comportamiento. Los procesos sumarios en cortes especiales. Los aún más sumarios asesinatos extrajudiciales. Armas, bombas, vehículos del uso y de potencial ajustable utilizados por redes flexibles de comando, control, comunicación e inteligencia. La remodelación de la infraestructura viaria, habitacional y de servicios por una nueva, sintetizadora del espacio. El urbanismo y la arquitectura de la segregación.
Demuestre no ser terrorista después de esto, determina la máquina contra-terrorista , ya en operación en Londres. Sistema portentoso capaz manejar múltiples esferas del riesgo con mortales incursiones preventivas. La ejecución é siempre «infalible» porque enjuiciada y orientada en tiempo real. El cuerpo de elite de la policía inglesa, que eliminó al brasileño Jean Charles de Menezes, por lo tanto no «falló». Las excusas del Gobierno británico son protocolares , e no modifican una coma en los criterios que certifican la letalidad de la operación. Comportamiento sospecho, perfil de riesgo, puesto en el centro del blanco. Detone la cabeza antes de que el cuerpo detone, enseña el manual de instrucción.
Entienda-se: no ser metropolitano y bien integrado a la sociedad de mercado no es solamente condición indigna, pero vejatoria, repulsiva, casi criminal. No basta no ser terrorista, es necesario no parecerse. Las áreas de la exclusión, en que se acumula la gente desechada y reciclada por la globalización neoliberal, pasan de la invisibilidad a la visibilidad amenazadora. A los débiles, la responsabilidad de la prueba. Antes ejecutados porque no reconocidos, ahora reconocidos como ejecutables. La máquina es más sincera que sus operadores, conjeturando sus deseos, precipitando sus voluntades.
Orden en carne viva
Los atentados terroristas están siendo instrumentalizados para ocultar convulsiones y estertores de un capitalismo incapaz de reproducirse sin dosis adicionales de barbaridad. Las decisiones que importan fueron tomadas en nombre de todos y muchos se sienten muy cómodos de este modo. Atrofiados por décadas, por años y por cada segundo, ¿que más pueden abogar sino la impropiedad de cualquier movimiento?
Al perder los límites de sí mismo, en un mundo donde están siendo corroídos todos los parámetros colectivos en función de crecientes garantías de rentabilidad y de seguridad, ¿ qué queda al fin si no hacer de la autodestrucción la única búsqueda de identidad posible? A ciegas, como toda humana búsqueda, en sencilla negación. Allá, el fanatismo, dicen los adoradores de mercancías. Allá, la violencia gratuita, señalan los beneficiarios directos y indirecto del lucrativo mercado de la guerra. Allá, los adoradores de la muerte, dicen, los que acaban de descubrir el verdadero sentido de la «vida». ¡A puestos, relajar, consumir! Verdades sucesivamente inscritas en carne viva. El «nuevo hombre» de la civilización de la consumo no puede ser otra cosa que no una herida inmensa y reiterada, que no puede cicatrizarse. Rechacemos la siniestra dicotomía, bombardear o ser bombardeado. La victoria de la lógica de la paranoia es la muerte de la lógica de la diversidad. El otro es siempre el enemigo, necesita decir Europa, contra sí misma. La alianza atlántica, Estados Unidos-Unión Europea, puede consumarse como Blair y Bush siempre quisieron. Las últimas contradicciones intercapitalistas están siendo eliminadas. ¿Dónde encontraremos todavía entrechoques sistémicos? ¿En el acéfalo Japón? ¿En la más que diligente China? ¿En Rusia, envejecida de guerra y gran abastecedora de nueva guerra? ¿En los países intermediarios, controlados por segmentos del capital trasnacional, como Brasil, la India y México? El régimen imperial se consolida de adentro hacia fuera. Los conglomerados, dueños del trazado planetario, se adueñan de un poder ad hoc e inamovible. Las instituciones nacionales apresadas y las negociaciones internacionales conducidas a fórceps por los conglomerados económicos expresan ese nuevo encuadramiento. Es lo que se aprecia en las instancias de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en los tribunales de arbitraje privado, en las negociaciones bilaterales de los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) como en los demás países, en las negociaciones de la Unión Europea con bloques menores, como el MERCOSUR, y en las que llevan a la Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Los atentados producen el toque de Midas , aquél que todo lo convierte corporativo, trasnacional e imperial. Las democracias en los países llamados «occidentales» están agotadas. El sistema internacional es movido por el unilateralismo de las superpotencias y por su siniestro mercado de guerra. Un monolito, sin embargo, no se puede poner de pie sin la colaboración y la buena voluntad de sectores con legitimidad social suficiente como para prestarla. Que sea retirado todo el aval a los mecanismos de institucionalización de la asimetría y la barbarie. Que se multipliquen los esfuerzos para la creación de canales de expresión y articulación de intereses desintoxicados de particularismo. Que plebiscitos y consultas populares digan aquello que las burocracias público-privadas intentan hacer callar. Que comités autónomos de investigación actúen con amplios poderes, sin las acostumbradas restricciones impuestas «por razones de seguridad». Que ocupemos las calles en contra de los atentados y las operaciones expansionistas de Estados Unidos y de su coalición en Oriente Medio, África y América Latina, en nombre de ellos. Transparencia, participación, socialización de la información y del poder, continúan siendo los mejores antídotos contra el totalitarismo de mercado y su guerra particular.
Luis Fernando Novoa Garzón es sociólogo, miembro de ATTAC-Brasil, e-mail: [email protected]. |