Los estados colonialistas del siglo XX y por supuesto los del neocolonialismo liberal del presente, han aplicado sin restricciones ese fundamento cínico de Maquiavelo expresado en ‘El Príncipe’ que dice: ‘es más seguro ser temido que amado‘; a partir de allí han estructurado sus relaciones de dominación internacionales y cada vez más las internas. El […]
Los estados colonialistas del siglo XX y por supuesto los del neocolonialismo liberal del presente, han aplicado sin restricciones ese fundamento cínico de Maquiavelo expresado en ‘El Príncipe’ que dice: ‘es más seguro ser temido que amado‘; a partir de allí han estructurado sus relaciones de dominación internacionales y cada vez más las internas. El denominado terrorismo como ambiente político de este tiempo es parte ejemplarizante de ello.
Debemos inicialmente decir que este socorrido término es más o menos reciente y se relaciona, nada más ni nada menos, que con el turbulento nacimiento del capitalismo. Edmund Burke en una obra justamente acerca de la Revolución Francesa [1], utilizó por primera vez el término ‘terrorista’. De tal manera el terrorismo es una invención moderna que como idea política concreta aparece en tiempos de la revolución francesa, por lo cual terrorismo y estado democrático moderno van siendo algo así como hermanos gemelos [2]. Nítidamente sus primeros pasos los da el terrorismo bajo la forma estatal del «Régimen del terror» de la época de Robespierre, Marat, Danton, etc.
Por consiguiente el concepto mismo de terror posee una genealogía netamente burguesa, con aspectos políticos, metafísicos y hasta estéticos, en los cuales dicho orden emergente y la modernidad capitalista dejan entrever elementos de ingobernabilidad y hasta caos, que impiden poseer totalmente el dominio de lo social. Hoy esto equivale poseer el control en beneficio de los menos, castigando el descontento, en favor la libertad omnímoda del mercado a su vez creadora de una amenaza verdaderamente terrorífica en el planeta entero, en cuanto a sus relaciones sociales, y más grave aún, en el equilibrio biológico de este.
El terror nace también como una idea religiosa. Se dice que uno de los primeros terroristas reconocidos fue el dios de la antigüedad greco-romana, Dionisio (Baco para los griegos), el dios del vino, la música, el éxtasis, el teatro, la fertilidad, los excesos, la inspiración. Sin duda, un muy interesante dios atrayente de bastantes simpatías en la mayoría de los humanos. Empero, no se puede olvidar el papel bifronte de Dionisio, quien siendo dios de la leche y la miel también lo es de la sangre. Al presente se intenta asociar ciertas religiones con la idea de terrorismo, claro está, de una forma amañada; es decir, se liga el término a las creencias de los pueblos donde existen muchas riquezas por saquear. Contemporáneamente el terrorismo ha sido mutado en parte de su definición y ahora se asocia a simples y llanos actos de barbarie, atrocidades y destrucción sin causa plausible. No obstante, es notorio de que se trata de un término comodín. La locución en cuestión ha sido particularmente institucionalizada como referente de un novedoso y elusivo enemigo, sobre todo luego de la caída de la Unión Soviética. En este orden de ideas su concreción no resulta sencilla dado la profunda ambigüedad de este sustantivo.
Sin embargo, un manual del ejército de los Estados Unidos no se hace ha miedos definiendo el terrorismo como «El empleo premeditado de violencia o amenazas de violencia para lograr objetivos de naturaleza política, religiosa o ideológica… mediante la coerción o la siembra de miedo « [3]; la acepción del gobierno británico es similar: «El terrorismo es el empleo o la amenaza de acciones de carácter violento, destructivo o perturbador, y se dirige a influir sobre el gobierno o intimidar al público con el propósito de impulsar una causa política, religiosa o ideológica [4].» Es decir alguna medida, aquí son descritos actos realizados por un estado en sus relaciones dentro y allende de sus fronteras, sobre todo en el caso de los más poderosos.
Se insiste mediáticamente que el terrorismo no posee ideas, ni pasado ni presente ni futuro; el adjetivo terrorista a su vez implica un indudable juicio de valor peyorativo, excluyente de más explicaciones, simplificado, conducente a lo yermo, que se agota en sí mismo, incitante a excluir el contexto. Ideal a efecto de proceder engañosamente con vacuas generalizaciones.
Es particularmente diciente en quienes se abrogan el poder suficiente de apropiarse la capacidad de definir el terrorismo, el adoptar esencialmente un significado idéntico al denominado contraterrorismo, llamado a veces también Conflicto de Baja Intensidad o contrainsurgencia. Como casi todas las armas, el terror primordialmente es un recurso al servicio de los poderosos, empero, no se denomina así lo ostentosamente realizado por los ejércitos nacionales, sino lo hecho por pequeños grupos armados al por menor.
De las definiciones oficiales de terrorismo se colige claramente que por ejemplo que el propio gobierno de los EE.UU., es el primer actor terrorista de nuestro tiempo, dados los resultados en vidas y destrucción si tenemos en cuenta lo ejecutado por el gobierno de Washington (guerras de Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Panamá y un larguísimo etc.).
De conformidad con lo planteado, viene aquí el problema de la distinción entre el Terrorismo y la resistencia ante la opresión, estructurante de la historia de todos los pueblos. En una resolución de la ONU justamente contra el terrorismo, se aprecia el concepto de resistencia diferenciado de aquel, establecido como un inalienable derecho: «… nada de lo dispuesto en la presente resolución puede redundar en detrimento alguno del derecho a la libre determinación, la libertad y la independencia, consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, de los pueblos a los que se ha privado por la fuerza de ese derecho y a que hace mención la Declaración de los principios del derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y cooperación entre los estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, especialmente a los pueblos sometidos a regímenes coloniales y racistas y a la ocupación extranjera u otras formas de dominación colonial, ni el derecho de esos pueblos, de acuerdo a los principios de la Carta y de conformidad con la Delegación citada, a luchar con tal fin y a pedir y recibir apoyo» (42/ 159 94ª Sesión Plenaria 7 de diciembre de 1987).
A pesar de la clara diferenciación planteada entre la resistencia a la opresión y el terrorismo, los medios destinados a manipular la realidad, pertinazmente machacan con este sustantivo; si algo ha de ser denostado por los poderes de occidente por esta época, es fácilmente catalogado como terrorista. La persistencia del uso del término y su acomodamiento a ciertos actores débiles en los mass-media, nos recuerda uno de los principios de efectividad de la pertinaz propaganda nazi: la incansable repetición.
En realidad las ciencias sociales permiten establecer al terrorismo sencillamente como un ‘método’, muy efectivo por cierto, de control social. Por ello acusar a alguien de terrorista es simplemente usar una reducción grosera, evadiendo una distinción profunda de los hechos. El terrorismo implica un procedimiento de control social muy violento y efectivo, una forma de coacción de unos seres humanos sobre otros.
Justamente por estos días paradigma mediático de lo que es el sustantivo ‘terrorismo‘ lo constituye el denominado Estado Islámico (EI) al-Dawla al-Islāmīya (o Daesh en árabe), cercano al siempre sospechoso Al Qaeda, como grupo armado que impone una determinada religiosidad en diversas zonas del Levante; es el ejemplo consumado de lo que en el hemisferio occidental en palabras del funcionario del Departamento de Estado, Thomas Shannon, es «terrorismo puro« [5]. Algo totalmente disparatado de conformidad con lo que hemos desarrollado en estas líneas, pues cuesta mucho pensar, si se tiene un mínimo de racionalidad, en la existencia de algo así como ‘métodos puros’, y más aún a los cuales bombardear.
¿Terrorismo puro? Eso ha de ser masacres, decapitaciones públicas de ciudadanos europeos (los de otras latitudes no importan), crucifixiones, violaciones masivas, torturas, vejaciones, lapidaciones, etc., es decir una completa puesta en escena destinada a concitar el odio universal, algo absolutamente contrario con cualquier idea de sociedad, comunidad, organización humana, vista hasta la fecha, pero puesto como protagonista inobjetable en la maliciosa información globalizada.
¿No es colmadamente histriónico el comportamiento del EI? Y eso es justamente lo que otorga su característica más importante a lo que realiza, la implementación de una cuidadosa representación de la maldad, de terror, incitante al rechazo generalizado, a la vez excusante de un contraterrorismo en procura de afectar gobiernos que no gustan a Washington.
Las acciones atroces perpetradas por un extraño destacamento en una zona del mundo atravesada por redes de espionaje de todas las potencias mundiales, y patrocinado por las petromonarquías de Golfo Pérsico [6] con un patrimonio de unos 2 mil millones de dólares (y nadie les ha dicho nada al respecto) y unos 10 mil miembros [7], misteriosamente no han podido ser contenidas a pesar de todos los recursos humanos y técnicos empleados; el método de control social denominado ‘terrorismo‘ ejecutado por el EI es atacado con bombas inteligentes arrojadas desde los más sofisticados aviones de guerra de opulentas naciones noratlánticas y no se ve que su mengua. El sustantivo que define al EI es bastante resistente por lo que se ve.
Las preguntas abundan: ¿No es funcional el EI a los propósitos occidentales en la región? ¿Cómo un contingente tan pequeño puede ser tan fuerte y destructivo en una región ultra vigilada por sus riquezas naturales? ¿Cuál es la razón de que la información sobre el mismo sea tan contradictoria e intermitente?
Se demuestra en estos momentos una vez más como el método del terrorismo directa o indirectamente, se halla por entero al servicio de los poderosos del orden capitalista imperante.
Notas
[1] Reflexiones sobre la Revolución en Francia. Alianza Editorial. Madrid 2003. Pág. 135
[2] Terry Eagleton. Terror Santo. Random House Mondadori S.A. Barcelona 2008. Pág. 13
[3] Chomsky Hegemonía o Supervivencia. Editorial Norma. Bogotá 2004. Pág. 256.
[5] La W Radio. Colombia. 11 de septiembre de 2014
[6] Príncipe Saudita Confiesa que Riad financió al Estado Islámico. RT.co. Octubre 23 de 2014. http://actualidad.rt.com/
[7] Estado Islámico. RT.com. http://actualidad.rt.com/
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