- Antes de pasar al análisis de la coyuntura capitalista debemos sentar algunas bases que nos expliquen las contradicciones insolubles del capital tal cual actúan subterráneamente en estos momentos, porque son éstas las que determinan las posibles evoluciones de las alternativas antagónicas existentes. Simplificando mucho, en el nivel más profundo actúa la ley general de la acumulación capitalista que explica por qué la propiedad y el poder se concentran y centralizan cada vez más en una minoría, y la pobreza relativa y absoluta en una creciente mayoría: según Oxfam en 2017 el 1% de la población era propietaria del 82% de la riqueza del mundo, y esa concentración y centralización se ha intensificado con la pandemia de 2020.
- En interacción con esta dinámica actúa la ley tendencial de la caída de la tasa media de ganancia y en especial la dialéctica de las contramedidas que el capital introduce para anular esta tendencia. La lucha de clases, la conciencia subjetiva organizada en fuerza material objetiva, es un componente esencial en ambas, y también lo es –y cada vez más– el antagonismo entre el capital y la naturaleza.
- El capital vampiriza fuerza de trabajo humana para convertirla en mercancía y beneficio burgués: la explotación es su alimento y su ética, su esencia. Un poco detrás actúa la ley de la competencia, el canibalismo interburgués: los capitales fuertes devoran a los débiles, la jerarquía imperialista aplasta a los pueblos e impone condiciones a las burguesías débiles.
- Simplificando mucho, como efecto de lo anterior periódicamente emergen abruptamente crisis diversas que responden, en síntesis, a la ralentización, obturación y estallido del proceso de acumulación/reproducción del capital en sus expresiones concretas o en su generalidad social. Ninguna crisis es fortuita, casual, azarosa. Las crisis son inevitables porque siempre llega el momento en el que, por diversos motivos, la superproducción ahoga en miseria al pueblo y hunde a las burguesías obsoletas en beneficio de la más poderosa, que gracias a las crisis incrementa su poder iniciando otra fase expansiva.
- Las crisis aniquilan fuerzas productivas, empobrecen, matan y asesinan porque son inseparables de violencias burguesas, injustas, de modo que el beneficio capitalista se reinicia sobre esa destrucción, hambre y miedo. Cada vez más, las crisis muestran sus conexiones con la naturaleza destruida. Por esto, es vital que las clases y naciones oprimidas se preparen para combatir las medidas con las que la burguesía quiere descargar sobre ellas los inhumanos costos de las crisis, porque la dialéctica de la historia se concentra en esos momentos pudiendo abrir decisivos procesos revolucionarios de liberación humana o espantosas contrarrevoluciones fascistas. Por esto, teoría de la crisis, teoría de la organización y estrategia comunista forman una unidad.
- Simplificando y partiendo de lo anterior, desde hace setenta años, el capitalismo sufre una caída de la productividad del trabajo; desde hace cincuenta años sufre una caída de la tasa media de ganancia y una caída en las inversiones en fuerzas productivas, un incontenible aumento de capital ficticio y de la llamada «economía criminal» para compensar la caída tendencial de los beneficios con ganancias especulativas de alto riesgo e ilegales. El altísimo endeudamiento asusta incluso a la burguesía.
- Se debate sobre la duración e intensidad de la ola inflacionaria; sobre el encarecimiento de las materias primas y las nuevas tecnologías, mientras que se disparan los precios de la alimentación básica y de bienes vitales como medicinas y agua potable. Estas y otras discusiones se mantienen mientras se disparan los costos de la debacle socioecológica y sociosanitaria, que en realidad es una misma sola y no dos diferentes, porque la especie humana es parte de la naturaleza. No son «costos externos» como dice la burguesía, sino «internos» al proceso de producción de plusvalía, a la explotación social y al canibalismo intraburgués. No existe ningún antropoceno sino pura y dura mercantilización capitalista de la naturaleza.
- Desde 1971-75 asistimos al declive tendencial del imperialismo. Las crisis parciales que iban proliferando e interactuando sinérgicamente desde el Lunes Negro de 1987 fueron ocultadas por la euforia del hundimiento de la URSS a pesar de la advertencia de la crisis de los «dragones asiáticos» en 1997 así como otras más que sería largo enumerar. El largo estancamiento japonés de esos años tampoco fue estudiado. El hundimiento de las bolsas mundiales a raíz del 11-S de 2001, mostraba la creciente debilidad del sistema, como se confirmó en 2007 cuando todo el andamiaje se hundió con la tercera Gran Depresión: se echó la culpa a que el proletariado no podía pagar los préstamos que había contraído.
- Las causas verdaderas eran otras, más profundas como se vio con la caída de los precios de las materias primas en 2014. A pesar de los repuntes puntuales logrados con la explotación brutal, ahora se debate sobre si las contradicciones han desembocado en una larga fase de «estancamiento» o si esta tesis oculta el desconcierto y la justificación de la casta intelectual ante la incapacidad de su imperialismo para abrir otra fase expansiva más atroz que la taylor-fordista y keynesiana sin recurrir a guerras regionales más sangrientas que nos pondrían al borde de una tercera guerra mundial en la medida en que el imperialismo amplía sus agresiones al mundo, como veremos.
- Los hay quienes sostienen que se ha iniciado el proceso de «derrumbe» de la civilización del capital, caída lenta que exacerbará aún más los contraataques salvajes del imperialismo para, en el peor de los escenarios, estrellarse contra el suelo de un sistema de dictadura abierta, descarada, regida por la burguesía más reaccionaria. El dilema entre socialismo o barbarie reflejaría la forma menos dura de este régimen pétreo, mientras que el de comunismo o caos reflejaría su forma extrema: un capitalismo caótico e irracional en grado sumo, en el que la muy reducida clase dominante sobreviviría en la abundancia en fortalezas de oro, protegida por lacayos asesinos bien pagados dispuestos a todo… Pero, aun así, las leyes tendenciales expuestas arriba hacen resurgir la lucha de clases una y otra vez.
- La pandemia ha agudizado todo esto y ha añadido una cualidad nueva: desde 2020 es imposible ya entender las crisis sin analizar a la vez qué papel tiene en ellas la destrucción de la naturaleza por el capitalismo. La pandemia ha mostrado: el desprecio burgués a las advertencias de la ciencia-crítica que se acumulaban desde al menos tres décadas; lo inhumano del desmantelamiento de los servicios públicos y sociales; la impotencia del Estado burgués en su misma estructura burocrática, incapaz de responder rápidamente; su sumisión a la farmaindustria imperialista; su papel central en el imperialismo sanitario que frena la llegada de vacunas a muchos pueblos, castigándolos…
- Subiéndose a la ola, la burguesía utiliza la pandemia para debilitar la lucha de clases en claro ascenso desde hacía unos años, para destruir empleo, para cerrar empresas obsoletas o endeudadas como las «zombis», para traspasar esos capitales improductivos a las nuevas empresas, para imponer sin resistencias nuevas tecnologías y nuevas explotaciones necesarias para crear las condiciones de mansedumbre social sin las cuales no podrá intentar abrir una nueva fase expansiva. La propaganda sobre las excelencias de la «cuarta revolución industrial» busca que los pueblos asuman peores condiciones de vida a cambio de promesas sobre un bienestar futuro imposible por la gravedad de las contradicciones del sistema arriba vistas.
- En efecto, aunque los EEUU y la Unión Europea están inyectando sangre obrera para revivir al capitalismo, es muy débil la esperanza de que ese regalo de dinero público a la burguesía relance sus economías de forma significativa más allá de 2023 como lo indican los estudios de las instituciones burguesas, empezando por el FMI. El efecto rebote puede mantenerse hasta 2022 y comienzos de 2023, pero luego todo indica que el crecimiento imperialista se estabilizará alrededor de un mísero 2% o a lo máximo un 3%, apenas más.
- Solamente la sobreexplotación interna, el feroz saqueo imperialista y las cada vez más peligrosas disputas por los agotados mercados y recursos mundiales, puede garantizar un repunte imperialista algo superior. La flamante «revolución industrial» no es sino un medio más en esta carrera, un medio fundamentalmente científico-militar, extremadamente autoritario y centralizador, contaminante en grado sumo y que, por sus altísimos costos, exige una fusión casi total entre las pocas docenas de grandes corporaciones y sus Estados-cuna, o sea, una mayor supeditación de los Estados al capital financiero. La industria espacial es un ejemplo de lo que decimos: el enorme prestigio de la NASA se sostiene ahora también en las inversiones privadas. Una «guerra tecnológica» decisiva es la que gira alrededor de la fusión del átomo, como antes lo había sido la de su fisión, para obtener una fuente de energía menos cara y sucia comparada con la de fisión.
- La Administración Trump intentó revertir o contener la tendencia al declive yanqui con una estrategia basada en la vuelta a la fase industrialista agotada a finales del siglo XX en los EEUU, una fase que no puede volver como tal sino sólo en algunas contadas ramas productivas y a costa de una permanente ayuda estatal y explotación obrera. Lo impide la simple pero ciega ley del valor que obliga a maximizar el beneficio so pena de ruina y quiebra: la ley de la rentabilidad. La Administración Biden intenta controlar la mundialización del valor en beneficio yanqui, para lo que perfecciona la estrategia internacional de Trump, no la rechaza del todo.
- Ese objetivo le exige además de otras medidas, éstas: conceder mejoras sociales mínimas para garantizar la normalidad y el orden interno; reactivar en lo posible industrias vitales que reduzcan las grandes dependencias exteriores de los EEUU; controlar sus impagables deudas internas y externas; garantizar la baratura de los recursos energéticos y materiales; aumentar su competitividad mundial; restablecer su poder en Europa; garantizar su control de los flujos mundiales de capital y el mantenimiento del petrodólar; detener el avance del bloque liderado por China y Rusia…
- La Administración Clinton buscaba que los EEUU tuvieran capacidad de mantener dos guerras a la vez y otra menor, de pequeña intensidad. Ahora necesitaría un gigantesco esfuerzo para mantener sólo una. Por eso, Biden ha introducido cambios militares que mejoran a los de la era Trump: sobre todo la alta tecnificación lo que exige un desembolso cuasi infinito y la privatización de las guerras menores y regionales. Los EEUU tienen grandes portaaviones terrestres: Israel, Colombia, Corea y Japón, y la UE, además de infinidad de bases militares oficiales y otras muchas no oficiales, pero todavía el grueso de su fuerza armada y en especial la marina responde a concepciones de hace tres décadas, no a los avances chino-rusos y de otras potencias regionales que sería imposible detallar aquí.
- Los EEUU tardaron en unificarse desde finales del siglo XVIII a comienzos del siglo XX con la creación de la Reserva Federal en 1913, siempre en medio de guerras de todo tipo, unificación que muestra algunas grietas. Sin la violencia injusta tampoco existiría la UE. La centralización capitalista requirió de tres grandes y atroces guerras para imponerse políticamente, además de regímenes autoritarios y fascistas. Desde 1945 apenas era posible otra guerra pese a las provocaciones continuas de los EEUU, porque existía la URSS que no quería una conflagración, y por el rechazo de las clases y pueblos explotados a ser la carne de cañón en un holocausto nuclear.
- Euroalemania creyó que la definitiva unificación europea diseñada en Maastricht en 1992 podría realizarse con la implosión de la URSS: el reparto de sus riquezas con los EEUU facilitaría grandemente la cuarta centralización política y con ella la recuperación de una economía renqueante desde la primera mitad de la década de 1970. Al principio todo le fue bien: destrozaron Yugoslavia, saquearon Rusia, etc., pero un sector de la nueva burguesía resistió dirigida por Putin desde 1999. Desde entonces el imperialismo no se lo ha perdonado.
- La hecatombe de 2007 demostró la miopía europea, a diferencia de la yanqui. Pero ahora el bloque burgués dominante utiliza la pandemia para avanzar en su centralización. Como los EEUU, pero sin tanto neokeynesianismo militar por ahora, dedica grandes sumas públicas a los objetivos vistos en la tesis 10 y en parte en la tesis 14, pero exigiendo una mayor disciplina a los Estados débiles para que cumplan los plazos hacia la centralización administrativa, fiscal, política y militar. No lo hace para evitar nuevas pandemias, sino porque no tiene más remedio ya que en 2021 el mundo no es como el de 2007: entonces no existía el «peligro amarillo», ni Rusia se había levantado tanto como lo hizo desde 2014 al frenar el seco el avance fascista en Ucrania, ni el euroescepticismo era tan extenso como ahora…
- Tampoco 2021 es como 2017, cuando ya era ostensible que se acercaba otra recaída grave en la crisis iniciada una década antes, pero sin la catástrofe de un año y medio de pandemia. La UE está atrapada por la tenaza euroasiática y yanqui, con el agravante de la polarización y empobrecimiento social. La pandemia es la excusa para disciplinar al proletariado y a las muy debilitadas «clases medias», para adelantarse a hecatombes como la griega atando en corto a los Estados empobrecidos, para tener más fuerzas con las que controlar a Turquía y negociar con Gran Bretaña, para controlar a los neofascismo del Este a fin de mantener la ficción «democrática» en la UE, para negociar mejor con los EEUU un sinfín de cuestiones entre las que destacan las militares, para combatir los efectos del calentamiento y del deshielo del Polo Norte, etc.
- La tenaza aprieta con especial peligro a cuatro componentes básicos de la UE: la rentabilidad mundial de su economía frente a la competencia exterior, en especial la de Eurasia, lo que lleva a la burguesía europea a un endurecimiento de la explotación; el acceso de recursos energéticos baratos, lo que le lleva a moverse entre la dependencia de los EEUU y las negociaciones con Eurasia para garantizar ese flujo energético; el poder del euro en las finanzas mundiales teniendo en cuenta lo anterior, más las presiones de la City londinense, aliada estratégica de Walt Street; y las inversiones militares para atender lo anterior sabiendo que la OTAN, que exige más gastos, está dirigida por los EEUU para presionar a Eurasia.
- Estas tensiones se endurecen por las diferencias entre las dos grandes opciones tácticas que existen en el imperialismo occidental bajo dirección yanqui: la más salvaje incluso en sus torpes expresiones públicas representada por el trumpismo y sus aliados, que cuestionan incluso abiertamente la debilitada democracia burguesa actual; y la más salvaje también pero más astuta y maquiavélica, que dice ser «democrática», representada por Biden y sus aliados. En Europa las dos corrientes defienden los mismos objetivos históricos del capital, pero difieren en cuestiones tácticas sobre dónde, cómo y cuánto apretar la tenaza.
- Entre medio de las dos líneas del capital pululan grupos y Estados que oscilan entre una y otra según los casos e intereses, pero defendiendo a muerte la unidad imperialista contra Eurasia, su urgencia de parar su avance en África, Nuestramérica, Asia y Oceanía, se amplían las diferencias tácticas entre las diversas corrientes europeas según se acrecienta la crisis mundial. Vemos así la importancia extrema que tiene para el bloque burgués dominante en la UE imponer la centralización política que le beneficia a él, en detrimento del otro.
- La UE está siendo cercada por cuatro frentes político-militares de decisiva trascendencia económica: uno, el que va del Océano Ártico y del Báltico al Mar Negro para cercar a Rusia y vigilar a Turquía. Dos, el que abarca al deshielo del Polo Norte y del Océano Ártico porque abre una vía marítima que ha condicionado la historia humana en los últimos diez mil años y el capitalismo en los últimos quinientos, deshielo que abarata los costos de transporte, facilita el ataque a la naturaleza, cuestiona las fronteras geopolíticas desde Alaska hasta Kamchatka, y cambia drásticamente todas las doctrinas, sistemas y estrategias militares de las grandes potencias. Tres, el eje Oeste-Este, desde los EEUU, Azores, Canarias, Marruecos…, terminando en Israel.
- Los tres vistas pueden cortar las vías de transporte de energía que sostienen a la UE o reducir su flujo, tensionando al extremo la vida interna del istmo europeo y haciéndolo más dependiente de los EEUU. Reducir esta dependencia exige a la UE inversiones casi inconcebibles en todos los sentidos, lo que a la fuerza exige aumentar la explotación social interna. Y la cuarta a la que nos hemos referido: va de los EEUU, se bifurca para Lisboa y Vigo, y para Gran Bretaña y Norte de Europa, por la que pasa el grueso de las comunicaciones del imperialismo, además de toda clase de mercancías y ejércitos. Este eje es frágil ante los ataques de Eurasia.
- Como se aprecia, nada de la coyuntura del capitalismo actual se entiende sin el permanente empleo de las categorías del materialismo histórico, de la visión de la historia como la unidad y lucha de contrarios, y sin la crítica marxista de la economía política.
Nota: Tesis para el debate “Kapitalismoa XXI mendean: koiuntura analisia”, con la participación de Cassia Bachara, de la dirección del MST, el pasado 22 de julio organizado por Oinharri Eskola.
EUSKAL HERRIA, 22 de julio de 2021