El capitalismo mundial vivió momentos de gloria que en medio de la explotación y miseria de los pueblos le abonaron su continuidad en detrimento del ideal de emancipación. La burguesía creó escenarios en que pudo alejar el fantasma de la revolución, la propia tarea revolucionaria se vio comprometida en los distintos despliegues de sus fuerzas. […]
El capitalismo mundial vivió momentos de gloria que en medio de la explotación y miseria de los pueblos le abonaron su continuidad en detrimento del ideal de emancipación. La burguesía creó escenarios en que pudo alejar el fantasma de la revolución, la propia tarea revolucionaria se vio comprometida en los distintos despliegues de sus fuerzas. La complejidad del sistema respondió a sus amenazas y contuvo grandes olas de la lucha de clases, pero en ello también sus fuerzas se desgastan. Pese al veto a la revolución en la política burguesa, entre la última gran crisis, las secuelas del neoliberalismo, la estructura moderna del imperialismo y la dinámica de la acumulación mundial de capital; las relaciones de dominación enfrentan nuevamente el dilema entre la alternativa de revolución emancipadora y el proceso de contrarrevolución holocaustico.
De las entrañas de contradicciones sustentadas y llevadas al extremo por las clases apoderadas del planeta, resurge y se replantea el asunto de la revolución social en las formas que sea posible. Frente a una oligarquía internacional interesada en llevarnos al caos de la voracidad capitalista, conforme con los males sociales porque de ellos sabe beneficiarse; la revolución asoma por encima de toda conveniencia política, despunta como ruptura necesaria para que nuestra sociedad pueda rehacerse en sus bases forjando nuevas y mejores condiciones de vida. Palabras más, palabras menos de esto se compone nuestra realidad y los horizontes en que se proyecta el proceso revolucionario. Procesos de lucha e inminentes personalidades de ayer y de hoy nos ilustran sobre la importancia de la revolución, sus ideas, formación y acciones son infinitamente superiores a cuanto podamos decir. Nuestra voz es insignificante, pero tenemos derecho a ejercerla, es verdad que mejores opiniones se pueden suscitar en éste específico orden temático, bien, de eso trata la cosa, mientras esto ocurre tenemos este modo de plantear nuestras ideas:
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La revolución social de los pueblos resulta vital y legítima para la supervivencia humana creando una nueva sociedad a su imagen y semejanza. La revolución es un concepto central de ruptura a reposicionar para la transformación de nuestra historia, al cual se sujetan todas las posibilidades o instrumentos de cambio y lucha. La revolución de nuestro tiempo es anticapitalista por esencia, apunta sus golpes fundamentales contra la gran propiedad privada, a la oligarquía burguesa, los monopolios y las relaciones capitalistas. Respecto del dominio capitalista la revolución es insubordinación, subversión, rebelión, revuelta, insurrección, movimiento, clasista, proletaria, popular. El proceso revolucionario se da en una escala de presiones de fuerzas y valores sociales de los pueblos que impactan contra el sistema opresor restituyendo el poder popular y creando relaciones coherentes con su interés humanístico. La revolución vencerá los vicios sociales y sus causas estructurales.
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La revolución niega el orden social existente, se centra en destruir el sistema capitalista imperialista y su omnipresente orden mundial. La revolución debe destruir las relaciones sociales de dominación. Expresa el sentido antagónico de la estructura social y sus relaciones sociales. Defiende las demandas de tierra, educación, el trabajo, la producción y sus medios para los pueblos.
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La revolución se organiza desde abajo. La organización de la revolución reviste todas las formas posibles y necesarias, lucha constantemente por acumular el máximo de fuerzas para salir de toda encrucijada. Las revoluciones aparecen con o sin organización, y aunque su definición de clase está por encima de ello, su organización en cualquiera de sus momentos es una necesidad de consolidación.
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La revolución sustenta una práctica y una teoría que avanzan sobre la realidad concreta e histórica. No emplaza a la realidad, vive en ella para transformarla, rechaza que a los hechos se les pueda «condicionar» unas pautas de ejecución sin atender la presentación de sucesos «fuera de lo previsible». La dialéctica muestra que lo conocido o adquirido indica pautas que aun siendo tendencias, siempre están a la orden y supeditadas al movimiento absoluto de la historia y lo social su teoría es una guía para la acción, nada más práctico que una teoría revolucionaria, nada más provechoso teóricamente que una práctica consecuente. La revolución somete a examen sus avances históricos, desprenderse del revolucionarismo abstracto, sus corrientes y posicionamientos: asimilarles superándoles, comprender sus circunstancias y tendencias, sus aciertos y desaciertos, sus perspectivas y limitaciones.
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Las corrientes y sus múltiples grupos político-sociales son necesarias en tanto cultivan el desarrollo concreto de fuerzas revolucionarias, llevan a su interior parte de relaciones que deben luchar por convertirlas plenamente en revolucionarias, tienen en mayor o menor medida, mientras están ligadas fuertemente al movimiento proletario y popular; un potencial de despliegue superior a sus conceptos iniciales, el éxito limitado en ciertos espacios sociales a algunas de sus manifestaciones puede llevar al fracaso o el rezago del desarrollo de todo el poder de fuego de la revolución. Sin caer en autoengaños, ya a un plano de su organización la inercia de las corrientes puede engendrar segmentación y lentitud del proceso. Las corrientes se diferencian unas de otras por sus nociones de una realidad específica, son distintas y a la vez iguales a la plataforma que levantan sobre aspectos generales. Por sí solas están incapacitadas para el salto revolucionario de las tareas que se proponen. Cuando persisten en su camino sectario o fragmentado contribuyen a la arbitrariedad teórica, cada cual asegura dominar la técnica revolucionaria. No resuelven las anomalías y dilemas de la revolución. Afrontan dificultades para proyectar perspectivas más amplias al trabajo revolucionario. Cada una de las corrientes ha quedado sujeta al escrutinio de las otras, en especial de sus adversarios, y el de cierta matriz teórica. Se representan la realidad a partir de los campos ideológicos de su corriente. Se bastardean unas a otras en una lucha de poderes subjetivos sobre el monopolio de la teoría y la práctica revolucionaria. Las corrientes no son ineluctables, deben abordarse, pero es claro ya que buena parte de su debate es histórico, a veces empasteladas en una discusión bizantina, llevará otros plazos generacionales, necesitará nuevas experiencias, referencias conceptuales más amplias, pero sobretodo, de la realización revolucionaria, a pesar de todo el espacio de debate que se les deba conceder, no tienen porqué convertirse en la tarea en torno a la cual giren todas las demás, debe enmarcarse sus espacios para poder avanzar; urgen ciertos acuerdos de trabajo abocados con más acento en la lucha de clases para airear su panorama, sus diferencias y su labor.
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La revolución irrumpe contra el economicismo y el reformismo. Entendidos en los marcos de las relaciones y correlaciones de fuerza de la lucha de clases, como conciencia y acción «del acuerdo» entre las clases para supuestamente estabilizar el sistema, hacernos creer que éste es un sistema abierto, y sobrevivir en tanto tales. Son a la vez aspectos de la conciencia pequeñoburguesa ampliamente difuminada de sujeción a la contradicción capital-trabajo, posición estratégica de las capas medias aún en el mismo seno de la clase obrera. Sin subestimar ni descartar su posibilidad para desarrollar tareas de ascenso revolucionario, tienden a remolcar todo el proyecto revolucionario a la subordinación en el modo de vida político-económico capitalista que sustenta en buena medida las modernas relaciones políticas de poder y sujeción. La revolución rompe esquemas, modelos, determinismos, simplismos, inamovilidad y rigidez sujetos a conveniencias de grupos.
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La revolución tiene su sujeto histórico o no es realizable. Efectivamente amplios sujetos sociales surgen a la palestra a combatir al capitalismo, enfrentan unas u otras de sus problemáticas, ante la mentira y las injusticias, los dolores y humillaciones, la exclusión y avasallamiento, el racismo y la emigración, el etnocidio y la violencia generadas por los buitres capitalistas; crean importantes cambios y motores para continuar la lucha, todos de gran importancia e insustituibles. No se trata de «borrar» o contrapuntear unos sujetos y subjetividades a los otros, además de pertenencia de clases populares; sino que sus luchas y las condiciones que los recrean se aferren al proceso, los sujetos sociales se multiplicaron. La revolución es antipatriarcal, la emancipación de la mujer es un bastión de primer orden en esto y en toda la lucha de clases. Por su parte la juventud revitaliza la lucha revolucionaria ante las amenazas del capitalismo imperialista y sus guerras. La clase proletaria vitalmente obligada a empujar la superación del máximo de los antagonismos del sistema, redimensiona su vanguardismo y movimientos. Independientemente de coyunturas especiales, la revolución se apoya siempre fundamentalmente en las clases explotadas y oprimidas para no perder su razón de ser, la revolución es proletaria y popular, democrática y antiimperialista. No hay clases explotadoras que sirvan de ejemplo o aleccionen sobre las tareas revolucionarias contrarias a la esencia de las relaciones capitalistas. Las ideas de vanguardia y liderazgo están conectadas con el problema del desarrollo de la organización, dirección y conciencia revolucionaria para la lucha de clases y la resistencia frente a toda amenaza, maniobra o chantaje.
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La revolución debe condensar los mejores valores y resultados de la experiencia social humana. Libertad, igualdad, emancipación, ética son algunos conceptos indispensables para las relaciones socialistas. La socialización y democracia clasista son banderas insustituibles de la revolución y todas las formas de su organización. La revolución se plantea la formación de relaciones revolucionarias de los pueblos vertidas a lo político, lo económico y cultural para el bienestar duradero en la satisfacción de nuestras crecientes necesidades. Exige menos generalizaciones y más soluciones concretas. La revolución precisa crear sus condiciones para ser posible. La revolución no puede darse sobre la realidad objetiva si no se da al mismo tiempo sobre la conciencia social y educación política.
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La revolución que el pueblo necesita tiene planteado el problema del poder para construir un nuevo tipo de sociedad, en efecto, de democracia, de órganos asamblearios, de organización social, de sujetos sociales, de mujeres y hombres libres y renovados en otros contextos sociales. La revolución tiene tantos contextos como pueblos hay en la tierra, en cada cual inspira y ajusta sus objetivos, análisis, estrategias, apoyos, modos de propiedad social y ejercicio político. Cada pueblo hace la síntesis práctico-teórica revolucionaria general gravitando en el propio acervo cultural particular.
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La revolución se requiere no se propone establecer macro-políticas revolucionarias con micro-políticas de dominación, ni lo contrario, macro-políticas conservadoras con micro-políticas revolucionarias. Debe ser plena en todos sus niveles de definición, amplia y precisa al mismo tiempo. Combate las relaciones de opresión que puedan surgir en su seno reproduciendo al capitalismo, al hacerse cada vez más consciente de la naturaleza de dichas relaciones mantendrá estas mismas circunscritas al aplastamiento y superación del capitalismo y las clases opresoras, más no para doblegar a la revolución y el socialismo, sino para encontrar finalmente solución a los problemas del retroceso que abatieron los gigantescos procesos de construcción del socialismo en el siglo XX. En general la labor consiste en la conciencia y organización de la lucha, en particular debe protegerse a las y los revolucionarios de no verse alienados a relaciones de dominación, burocráticas, corruptivas y de poder.
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La revolución une pensamiento y acción. Para vencer no toma a rajatabla el acervo de la teoría revolucionaria, no limita el concepto de vigencia subrayando que nada debe ser modificado. Junto a la vigencia en tanto premisa de que la teoría conserva su valor, plantea la trascendencia de la teoría revolucionaria en tanto que subraya a pesar de los cambios circunstanciales y las cosas desfasadas: una contundencia medular del planteamiento revolucionario respecto del horizonte futuro. Por ello es absurdo y denigrante trasladar la crítica de los problemas actuales a los orígenes de la teoría revolucionaria para culpabilizar unas u otras posiciones, para apoyarse en unas tesis y rechazar otras de acuerdo a intereses particulares -para renunciar a explorar todos o algunos de los nuevos fenómenos sociales-, tan infructuoso como pretender ubicar el desarrollo de nuestras modernas relaciones a un momento en que eran embrionarias o de plano inexistentes. Marx desde sus manuscritos y después a lo largo de toda su obra, funda la teoría revolucionaria en sí y del sentido mismo de teoría social revolucionaria, es decir, su sentido concreto y su sentido esencial perdurable aún en medio de las expresiones en que ha tenido lugar. Su horizonte se coloca en tal sentido en el arraigo histórico de sus líneas y más allá de la letra de sus textos, circunstancias existentes y perspectivas creadas a cada paso. Tal es la lógica dialéctica de sus tesis, en este ámbito nada debe analizarse por debajo de su visión. Para la crítica social la revolución recobra sus términos, ejercer la crítica sobre algún tema, algún teórico, alguna tesis, debe considerarse en sus aspectos concretos y circunstancias sin limitarse a estos para sacar conclusiones. Debe abordar además sus marcos de referencia, ideas esenciales, sus propósitos finales, el carácter de clase, despejar su fundamento último, lo que más les consiente que se aferren a la vida, independientemente de sus aciertos y errores. Ningún debate se debe suprimir, no obstante por ahora ningún debate define de manera absoluta los procesos acontecidos en la lucha de clases sin que haya una nueva impresión o resistencia de tesis alternas debido al agudo estado del conflicto social; si bien hay ejes firmemente arraigados, necesario es despejar lo fundamental que permita desarrollar más y más tareas en ascensión.
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En la lucha cotidiana la revolución como estado latente de la potencia transformadora de nuestros pueblos requiere y sin duda alguna aprende el uso de los medios de agitación, propaganda y comunicación revolucionaria, relativiza algunas ideas de su labor en este terreno, para adaptarse mejor a las circunstancias y la guerra mediática. Incita a sus partidarias y partidarios que se aboquen con más celo en estas tareas para orientar más preciso el rumbo y golpear más certero al capitalismo.
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